Sólo le faltaba al insomnio de Gog que a las tantas de la madrugada pudiera ponerse un pantalón y una camisa encima del pijama para salir a comprar discos.
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(Otros coletazos del pensamiento que rabotean hoy por la cabeza de Gog: se puede comprender el suicidio de un fracasado pero no se concibe que un genio ahorque a su talento, ¡con lo que daría cualquiera por poseerlo!, por eso impresiona más [David Foster Wallace colgado de una viga en su casa]; qué sugestivo y otoñal el Mingotes de hoy; qué balsámico y reparador —para cuando alguien necesita que lo arropen— es el tema de Paul Weller que ha inspirado el título de esta entrada.)
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