No podemos regresar a nuestro propio pasado porque es imposible regresar adonde uno jamás se ha marchado. Nuestro pasado nos acompaña de por vida; es incansable, caminará cuanto nosotros caminemos. Nos trasladaremos a miles de kilómetros del lugar del que procedemos huyendo de él, pero al darnos la vuelta para comprobar si ya lo hemos perdido de vista, ahí estará el pasado a nuestro lado moviendo el rabo y sacando la lengua a la espera de que le volvamos a lanzar otra vez la pelota.
Dominique Ané nació en Provins, una triste y gris ciudad de provincias en la que pasó su triste y gris infancia y adolescencia. La casa paterna estaba en la Rue des Marais, calle a la que en el álbum L'Horizon (Le Pop Musik, 2006) le dedicó una sentida canción de remembranza.
Y recuerdos, remembranzas, es lo que hay en Regresar (Alpha Decay, 2013), pequeño librito en el que narra su intento de zanjar por fin las desavenencias con su pasado. Lo que él identificaba como el origen de su aflicción, Provins y su ambiente claustrofóbico, resulta que no tenía la culpa y que esa pesadumbre más bien existía sólo dentro de sí mismo. Volvió años después para enfrentarse a ello y darse cuenta. Y lo rememora a través de una bella prosa, nada alambicada, con escasos adjetivos que la adornen.
[Aunque lo suyo sería leerlo en francés, en este caso la traducción, de Mercedes Cebrián, no desmerece.]
[Aunque lo suyo sería leerlo en francés, en este caso la traducción, de Mercedes Cebrián, no desmerece.]