Aunque Los Angeles es ciudad vasta capaz de abarcar géneros musicales muy dispares, uno no asocia con aquella soleada parte del orbe el noise-pop experimental y el art punk extremo de Liars. Si encima, como es el caso, se coquetea con un tinte industrial más propio de otras latitudes y otros cielos menos luminosos… Claro que si lo vemos desde el punto de vista de un sonido tan consistente y desmesurado como el de un terremoto ya la cosa se aproxima por aquello de ser zona de aconteceres sísmicos.
Liars van por su séptimo artefacto sonoro y su hacedor principal, Angus Andrew, sigue mostrando una tendencia encomiable a hacer lo que te sale de la gana. En este fascinante Mess (Mute, 2014) los sintes suenen densos y magmáticos y los ritmos martillean las paredes. De las grietas que se abren surgen ritmos tribales como con huesos percutidos, voces moduladas para resultar cavernosas y grotescas, siniestros teclados sintéticos y pedorretas percusivas. Lo curioso es que este clima pavoroso tiene la capacidad de calar emocionalmente y hasta hay opciones para espantar fantasmas en la pista de baile. De hecho, el apocalíptico «Mess On A Mission» es tan espectacular que escucharlo interpretado en directo con su bien de watios o pinchado en un club a todo lo que dé el volumen tiene que resultar una experiencia apoteósica.
Liars son tan caóticos que a veces da la impresión de que no saben hacia dónde se dirigen, de que corren como un pollo sin cabeza, pero cuando dan con el camino son infalibles. Audaces cual Prometeos modernos, ahora han llegado a un punto en el que imponen su voluntad sobre la música electrónica.
Casi una hora empaquetada en un vinilo doble, con las letras impresas en las fundas interiores y cedé incluido.
Casi una hora empaquetada en un vinilo doble, con las letras impresas en las fundas interiores y cedé incluido.
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