Lee Robinson fue un inglés de Birmingham que vivió como pez en el agua en el underground madrileño, más concretamente en los aledaños de la calle Pez, donde tenía su cuartel el sello de Ajo y Javier Colis, Por Caridad Producciones. Y en Madrid murió en 2001 a los 44 años.
Si bien pasó por muchas bandas, más y menos
(o nada) conocidas —como Fortunate Sons, The Great Outdoors, The A-10, Yage, C’mon
Babies o Sin City Six—, Munster Records, en colaboración con Light In The Attic, ha reeditado su único disco en solitario, que firmó como Lee Robinson Machine. Family Album lo publicó Por Caridad Producciones originalmente en 1997 en cedé (fue la era dorada de los cedés), así que ahora sale en vinilo, con portada nueva, acompañado de numerosas fotografías de la época, letras de las canciones y textos del que fuera co-productor, Javier Piñango, y de los responsables de esta nueva puesta en escena, Eva e Íñigo Munster.
La estampa de Lee Robinson recuerda a la de otros ilustres perdedores, del tipo Johnny Thunders o Nikki Sudden, almas geniales varadas en las alcantarillas de la vida. Por la retahíla de variados adjetivos con que Piñango le dibuja en los insertos, Lee debió de ser todo un personaje, excesivamente excesivo y pendular: histérico, alunado, emocional, tan encantador como odioso, imposible, generoso, brillante, torpe, nervioso y borracho. Y un genio si se escucha este álbum.
Grabado en un ocho pistas (Fostex Model 80), el mismo en el que grabaron por aquel entonces Mil Dolores Pequeños, el disco es un compendio apabullante de blues psicótico (hace versiones de Willie Dixon y Elmore James), country alternativo, discopunk, ambiente a lo Suicide, new wave, rocksteady alucinado, experimentos sonoros, todo ello sacado de un Casiotone, una guitarra y un tambor. Hombre orquesta, tocó y cantó todo cuanto se oye en el disco, con la pequeña aportación de Colis y del propio Piñango de algún teclado extra; además, él mismo diseñó el disco de cabo a rabo.
Al igual que los mentados Thunders y Sudden, su apariencia dura y la aspereza del sonido contrastan con la ternura que derrochó Robinson en sus canciones, tanto en la composición como en la interpretación (I’ll Be Your Lover” te llega hasta las lágrimas). Emocionante tesoro el que acaban de poner en nuestras manos.
Portada de la reedición en vinilo (2015)
La estampa de Lee Robinson recuerda a la de otros ilustres perdedores, del tipo Johnny Thunders o Nikki Sudden, almas geniales varadas en las alcantarillas de la vida. Por la retahíla de variados adjetivos con que Piñango le dibuja en los insertos, Lee debió de ser todo un personaje, excesivamente excesivo y pendular: histérico, alunado, emocional, tan encantador como odioso, imposible, generoso, brillante, torpe, nervioso y borracho. Y un genio si se escucha este álbum.
Grabado en un ocho pistas (Fostex Model 80), el mismo en el que grabaron por aquel entonces Mil Dolores Pequeños, el disco es un compendio apabullante de blues psicótico (hace versiones de Willie Dixon y Elmore James), country alternativo, discopunk, ambiente a lo Suicide, new wave, rocksteady alucinado, experimentos sonoros, todo ello sacado de un Casiotone, una guitarra y un tambor. Hombre orquesta, tocó y cantó todo cuanto se oye en el disco, con la pequeña aportación de Colis y del propio Piñango de algún teclado extra; además, él mismo diseñó el disco de cabo a rabo.
Al igual que los mentados Thunders y Sudden, su apariencia dura y la aspereza del sonido contrastan con la ternura que derrochó Robinson en sus canciones, tanto en la composición como en la interpretación (I’ll Be Your Lover” te llega hasta las lágrimas). Emocionante tesoro el que acaban de poner en nuestras manos.
Portada original en la edición en cedé (Por Caridad Producciones, 1997)
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