domingo, 29 de diciembre de 2019

Últimamente se está muriendo gente que no se había muerto nunca #40: Sue Lyon


Una mirada rebosante de tristeza, acumulación de sinsabores y bipolaridades. La foto del personaje probablemente sea irreconocible para casi todos. Era Sue Lyon, muy lejos de las iconográficas estampas de la película que tanto la hizo famosa como la enterró. Ha muerto a los 73 años. 

Deja un single grabado, con el que se acompañó a la legendaria cinta: Lolita Ya-ya w/b Turn Off The Moon (MGM, 1962). Dos canciones puro sixties, orquestadas con profusión y clasicismo, y con entrañables arreglos de vieja escuela. En la cara A Lyon se limita a un acompañamiento vocal repetitivo, ya-ya, ya-ya




La gema está en la cara B, en la que la voz surca entre la orquesta a base de modulaciones y con una calidez que reconforta



La versionearon mucho después The Primitives. Sigue teniendo sabor añejo, aunque lógicamente está pasada por un filtro más electrificado.


domingo, 22 de diciembre de 2019

Discos con portada con discos #84

 The Bunch - Rock On (Island, 1972)

 Varios ‎– It's All Platinum (Phillips, 1975)

 Bebu Silvetti ‎– Super Disco Sound (Hispavox, 1976)

The Small Faces - S/t (Bellaphon, 1978)

Neil Diamond - 20 Diamonds Hits (MCA, 1979)

Varios ‎- Slash The Early Sessions (1983)

Varios ‎– Hellomoto (2004)

Varios ‎– The Ultimate Jazz Archive (2005)

The O Voids - S7T (Lost Space, 2007)

Varios Absolute Soul Weeender_Crimson 2007

 11 Cool Million ‎– The Tom Moulton Session 2010

Varios ‎– Jump Start Music (2010)

Varios ‎– When Shapes Mix Together (2011)

The Sums - Start At The finish (Nowhere Music, 2015)

sábado, 21 de diciembre de 2019

A mí no hace falta que me cambies el plato #51: Mattiel

Foto tomada en 5180 S Atlanta Road, Smyrna, Georgia.

Las licuadoras lo aceptan todo. No tienen ningún problema en pasar por sus hélices apios con arándanos, o brécol con plátanos, o apios con arándanos, brécol y plátanos. No les importa porque saben que el producto resultante no depende de ellas, sino del arte de equilibrar sabores de quien se pone a echar ingredientes al vaso de la batidora. 

Mattiel Brown es una de esas personas capacitadas para mezclar lo que le salga de la gana y encima obtener un resultado muy original y genuino. Ella es el núcleo principal sobre el que se asienta la banda de Atlanta que lleva su nombre a secas, Mattiel, y que van ahora por su segundo álbum, el maravillosamente ecléctico y enriquecido Satis Factory (Heavenly, 2019). 

¿Qué es lo que combina para su batido musical? Pues en la receta hay que poner, entre otras cosas, spaghetti western, blues narcótico, aromas de pop sixtie francés, psychobilly, rock alternativo, espíritu garagero, imitaciones velvetundergroundianas, power pop melódico y energético, country, rockabilly… No lo revuelve todo a la vez, claro, sino que posee la sabiduría del druida que sabe la cantidad exacta de muérdago y de baba de sapo que hay que poner en una poción o de la chef que sabe hasta dónde puede llegar el sabor del cardamomo o el jengibre en un plato. Como ellos, Mattiel conoce el secreto. 

Además, desborda actitud y personalidad, y contiene cierta excentricidad lírica cargada de un humor muy peculiar. “Gonna marry myself and get a divorce” es una de las líneas más afortunadas del disco (en “Je Ne Me Connais Pas”, con estribillo también en francés). O cuando se pregunta para qué pensar en comida cuando todo lo que tienes es algo para regurgitar, como canta en “Food For Thought”. 


Acompañan a tan singular personaje, Jonah Swilley (batería) y el extraordinario músico Randy Michael. Los palpitantes dibujos de guitarra que traza en el tema inicial (“Til the Moment of Death”) entusiasman; como lo que hace con el órgano en otro de los cortes más vitalistas y memorables (“Berlin Weekend”). 

Para rematar, voz especial, toneladas de temperamento, un estilo propio, todo es afortunadamente entretenido y original aunque a veces las referencias sean muy evidentes.

domingo, 15 de diciembre de 2019

Ellas llevan el ritmo #80 // ¿Y tú de quién eres? #30: Automatic


Un bajo, una batería y un sintetizador. Nada más. No, no hay guitarra. Además, bajo palpitante, espeso; batería seca, metronómica; sinte oscuro, crujiente. Es decir, lo que en otra época era el post-punk. 

Las baquetas son cosa de Lola Dompé. Las cuatro cuerdas las pulsa Halle Gaines (a.k.a. Halle Saxon). Las teclas y los botones los estruja Izzy Glaudini, que también es la voz cantante. Un trío en formación diríase casi militar: los teclados en primera línea, en avanzadilla al ritmo de los tambores, mientras el bajo cubre la retaguardia. 

El entretenidísimo Signal (Stones Throw, 2019), su estreno discográfico, está grabado en un estudio de su ciudad, Los Angeles. El asunto adquiere relevancia cuando sabes que el nombre del trío sale de una canción homónima de otra banda femenina angelina, The Go-Go’s. Y aún queda por señalar otro dato determinante para dejar asentada la época en la que se miran y el género que practican: el motor percusivo, la mencionada Lola Dompé, es hija de Kevin Haskins, o sea, el batera de Bauhaus

En Signal desarrollan once temas que se le pasan al oyente en un instante. Cabe preguntarse si toda esa oscuridad es más pretendida que natural, pero son once cortes sólidos y sugestivos, con la suficiente cantidad de momentos brillantes, todo ello a cargo de una banda consistente perfectamente acompasada.

sábado, 14 de diciembre de 2019

En Re de reedición #11: The Ejectors

Se dice de Austin que es un oásis en Texas, un lugar más o menos ajeno a las maneras y a las mareas ultraconservadoras del estado. Poco más puede esperarse bueno de Texas, con sus vastas extensiones salteadas de pozos petrolíferos y sus cowboys de los de sombrero de ala ancha y botas camperas. Ni siquiera de Dallas cabe esperar algo destacable; no merece la pena recordar lo que sucedió allí. La historia que sigue no es más que otro caso de la manida máxima de que la excepción confirma la regla: en Texas hay alguna otra cosa satisfactoria, aunque todo por allá produzca mucha aversión. 



El punk fue una bacteria mugrienta que se extendió por prácticamente todos los confines musicales del mundo. Llegó, infectándolo, a Fort Wort, localidad próxima a Dallas donde creció una escena punk renombrable. ¿Punks en Texas en los años ochenta? En efecto. Incluso antes. The Ejectors fueron uno de los exponentes de la segunda hornada. Se hartaron de dar conciertos de forma regular en los garitos del área, con bandas de un pelaje similar como Telefones, Ralphs, Teenage Queers o NCM. El repertorio principal de The Ejectors, como ocurre casi siempre al principio, eran versiones y más versiones, hasta que le pillaron el truco a la musa creativa propia. Grabaron entonces un 7’’ que sonó mucho en las emisoras universitarias independientes. “Hydro-Head” y “Little Johnny” ocupaban sendas caras. Se grabaron muy deprisa, como si estuviesen robando el cepillo de una iglesia, en el estudio de Rainbow Sound, que se dedicaba principalmente a grabar música cristiana. Se prensaron 1200 ejemplares, que volaron de las tiendas; inmediatamente hicieron una segunda remesa con 1300 más. 



Aunque uno de los miembros decidió abandonar justo después, el resto, ahora cuarteto, continuó. Llegaron a grabar el material de un álbum. Y aquí comienza la historia que queremos contar hoy. 

Fue en diciembre de 1981. Ashley Parrish (guit.), Fred West (bat.), Scott Tuomey (voz) y Richard Dotson (bajo) se metieron en un estudio de grabación y dejaron niqueladas una docena de piezas del mejor punk rock-new wave. En este momento se abre un insondable agujero negro informativo y numerosos puntos sin explicación suficiente. El material grabado nunca pasó al formato de vinilo. Se dice que de repente dejó de interesarles la escena y que decidieron centrarse en sus estudios. Afortunadamente, West encontró las cintas veinte años después, en una caja al fondo de un armario (en EEUU los armarios tienen un fondo de dimensiones colosales). Se las entregó a un experto (no sabemos quién) que las restauró. Y de ahí a Roma, para que lo publicase en 2006 el sello italiano Rave Up Records, en su colección de "American Lost Punk". Pero todo había cambiado; por aquel entonces, Parrish era profesor de instituto, Tuomey, abogado, y Dotson trabajaba en IT. Para nuestra suerte, ahora disponemos de maravillas como esta:  



Dos notas finales: 
Existen bastantes recopilatorios de punk tejano que prometen contener tesoros refulgentes. 
La información para componer este texto ha salido de la contraportada del álbum (RUR046) y de un artículo del blog Cheap Rewards.

viernes, 13 de diciembre de 2019

Dime qué lees y te diré cómo se llama tu banda #34: Katrina & The Waves

The Soft Boys → Kimberley Rew → Katrina & The Waves → Ganadores de Eurovisión 1997 es una de las sucesiones más estrafalarias e insospechadas de la historia del pop. 

Kimberley Rew, Katrina Leskanich, Alex Cooper y Vince de la Cruz formaron el grupo Katrina and The Waves en 1981 en Cambridge (Reino Unido). Lo del Waves del nombre provenía del grupo que Cooper y Rew habían creado en los años setenta. El nombre estaba tomado a su vez del libro The Waves de Virginia Wolf, de quien Cooper era pariente lejano. Rew había dejado a los Waves en 1978 para unirse a los Soft Boys de Robyn Hitchcock, también en Cambridge. Tras dos discos monumentales —Can Of Bees [1979] y Underwater Moonlight [1980]— se dijeron un par de cosas, entre ellas, hasta la vista. Rew volvió entonces junto a su colega Cooper y montaron el proyecto de Katrina. Una de esas decisiones que resultan acertadas y te regalan una vida afortunada: pegaron un pelotazo mundial a la primera con “Walking On The Sunshine”. Y uno siempre se acuerda de Barry:


Continuaron publicando discos, hasta que tiempo después, como unos Midas musicales, Katrina & The Waves ganaron Eurovisión en 1997 con “Love Shine A Light” (compuesta por Rew), representando al Reino Unido. 


Tras la definitiva bajamar de las olas en 1999, Rew continuó haciendo discos en solitario. En 2002 volvió a juntarse con Hitchcock (Nextdoorland fue el interesante desenlace, aunque sin el brillo y el fulgor de antaño). Katrina, que era estadounidense, intentó de nuevo la cosa eurovisiva ahora cantando para Suecia, pero el asunto salió mal.

jueves, 12 de diciembre de 2019

Sales en mi canción #99: Desmond Dekker

Según se lee en la mastodóntica novela del jamaicano Marlon James, los Beatles sólo mencionaron a otro músico en sus canciones. Ellos, tan citados hasta la saciedad. Fue a Desmond Dekker en «Ob-La-Di, Ob-La-Da». Era la época en que el reggae y el ska empezaban a calar en la isla; de isla a isla.

Desmond has a barrow in the marketplace 
Molly is the singer in a band 
Desmond says to Molly, girl, I like your face 
And Molly says this as she takes him by the hand

La línea siguiente —«ob la di ob la da, life goes on, bra»— era una expresión frecuente del conguero nigeriano Jimmy Scott, un conocido de Paul McCartney. Scott llegó a demandar a McCartney por el uso de la frase en la letra y el título de la canción. Las pupilas se le debieron de llenar de fajos de libras al bueno de Jimmy en cuanto oyó la canción y ya se veía dado a la gran vida para siempre. Sin embargo, McCartney alegó que «Ob-La-Di, Ob-La-Da» era simplemente un dicho común de la tribu yoruba y que Scott se había limitado a enseñárselo. 

Ob-la-di ob-la-da.
Life goes on.
La vida sigue.


domingo, 8 de diciembre de 2019

Qué se sabe de los belgas #38: Tonsils


Desde Bruselas, te diriges en coche hacia Lovaina. Continúas por la E314, como si quisieras ir a Maastrich. En realidad, para llegar antes a esa localidad holandesa tan unioneuropeísta, podías haber ido por la E40, pero es que quieres parar en Hasselt para saludar a Tom Vienne, Veronique Swennen y Wim Gijbels, es decir, el núcleo principal del grupo indiepop belga Tonsils

En 2015 publicaron su debut. Fue un LP titulado Tumbling (FONS, Records). Es necesario recalcar el formato, porque no tiene dos iguales. En 2017 fue una cassette -You Know What It Means (FONS Records)- y el de 2018 fue un 10’’ con dos temas (FONS Records, Gazer Tapes)

El nombre del grupo parece tener que ver con esas armonías vocales características suyas; amígdalas timbrantes acompañadas de guitarra, batería y, fundamentalmente, suaves sintetizadores que van trazando la línea por la que se deslizan las composiciones. Una encantadora golosina de pop escondida bajo las nubes permanentes y la inamovible quietud de una región llamada Limburgo.




domingo, 1 de diciembre de 2019

Auprès de ma blonde #6


 By Bob Gruen (1977 )

By Chris Stein 


Her beat up 67 Camaro in front of CBGB's (around 1974)


By Chris Stein - FM Platform 14th Street NYC (1978)