Romain Gary, lituano de nacimiento, francés de adopción, hombre de mundo o del mundo en general, fue siempre un escritor de éxito. Sin embargo, cuando se trasladaron algunas de sus novelas a versión cinematográfica no hubo tanta suerte. Y mira que la dirección y el reparto estuvieron en manos de reputados cineastas: Peter Ustinov, con Sophia Loren y Paul Newman en Lady L.; John Huston, con Juliette Greco y Errol Flynn en Las raíces del cielo; o Samuel Fuller con Perro blanco. Y así hasta una docena de títulos. El propio Gary, polifacético como era, se metió a director; fueron un par de rodajes los que dirigió, que llegaron aún mucho menos lejos que las citadas. La primera película que rodó fue en 1968, Les oiseaux vont mourir au Pérou. Tres años después se estrenó Kill, que es posible ver hoy en Filmin.
¡Qué curiosa esta Kill! Arrebatada rareza, imperdible para todo degustador del séptimo arte, porque es un festín cinematográfico. Rodada entre España (Almería y La Manga), Túnez y Afganistán, tiene una rica parte visual (impresionantes tomas de ciudades de adobe en medio del desierto) y notables escenas de acción (una alucinada persecución de motos y coche). Cierto que los actores protagonistas —Jean Seberg, James Mason y Stephen Boyd— están un poco tiesos y de cartón piedra, pero el trío transmite esa relación insidiosa, oscura y turbia que vivió el matrimonio Gary-Seberg. De hecho, hay frases en el guión en las que se entrevé la relación entre ambos, incluso hay guiños y referencias a sus vidas. No puede interpretarse de otra forma cuando en una escena se ve a Seberg disfrazada una enorme peluca negra tipo afro. Y es que la protagonista de À bout de souffle se había sentido atraída por el movimiento de los Panteras Negras, con quienes tuvo una intensa relación, hasta el punto de que la explotaron sin piedad, económica y sexualmente. Uno de sus líderes, llamado Hakim Abdullah Jamal musulmanamente al cambiarse su norteamericano Alan Donaldson, casado con una prima de Malcom X y con seis hijos, la hizo su amante y la maltrató psicológicamente durante años.
Llama la atención, también a modo de autorreferencia, el primer plano de un hombre en un zoco con un manojo de serpientes en cada mano y en la boca, exhibiéndolas; quizá encontrarse con ese personaje real le cautivó hasta el punto de escribir y publicar muy poco después la historia de un hombre solitario que vive en París con una serpiente pitón (Mimos).
Tiene, además, diálogos dignos de ser memorizados, como «El mundo fue salvado hace dos mil años y mira cómo está» o el que cierra la película, que debería figurar en los anales de los grandes finales de la historia del cine:
«—No los puedes matar a todos, Brad.
—Tampoco busco la perfección.»
La película es todo un euro-spy giallesco contra el imperio de la droga, una fantasía de Serie B con un delirante final: todos los muertos que ha habido durante la película aparecen saltando en una cama elástica, ensangrentados, como zombies. Y para goce final, tiene una maravillosa banda sonora, compuesta por Berto Pisano y Jacques Chaumont, cuyo tema principal está interpretado por Doris Troy:
Y aquí su versión instrumental:
Nota: Por suerte, pese a ser un escritor poco comentado, es posible encontrar un buen puñado de títulos en nuestro mercado editorial. La editorial Galaxia-Gutenberg en particular ha aportado varios de ellos. Y ojalá algún día haya traducción de la completa biografía de Gary que trazó Myriam Anissimov, Romain Gary, le caméleon (Denoël, 2004).
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