Desde ayer, todos los posibles grados de separación que hubiera entre Tom Waits y Julio Iglesias se vieron fulminantemente reducidos gracias al mítico pintor Edward Hopper.
Como es bien sabido, la influencia de Hopper en la cultura popular es inmensa. Hay toneladas de literatura bien versada y documentada sobre las huellas de la obra de Hopper en la propia pintura, el cine, la música, etc. Respecto al cine, por ejemplo, no hay que ser un científico de la NASA para reconocer de dónde sacó Alfred Hitchcock el modelo de la casa para Psicosis:
El Museo Thyssen acaba de abrir una monumental e imprescindible exposición con 73 cuadros del pintor norteamericano. Entre los variados actos que dicho museo está organizando alrededor de este evento, ayer Francisco Nixon (cantante y compositor, entre otros, de Australian Blonde o La Costa Brava) dio un concierto en el hall del edificio principal, acompañado tan solo de una pequeña guitarra acústica. El recital fue un primor, sencillo, íntimo y de categoría, una exquisitez que dejó a todos con un saborcillo en la boca como de un fino salmorejo. El bis fue una versión de «La vida sigue igual», del últimamente muy reivindicado Julio Iglesias.
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