miércoles, 6 de junio de 2012

La banda sonora de un libro #8


Dylan trajo la seriedad al pop; 
solo eso es ya razón para tenerle 
un poco de manía.

Los traspasados por la música, como Gog, son esos bichos raros que asocian cada época de su vida, cada año incluso, a una canción, un disco, una banda, un momento musical. Pueden explicar su propia biografía hablando de música que no han hecho ellos pero que llevan marcada a hierro en una esquina de su ser.

El escritor y periodista Kiko Amat es otro de esos tipos; ha expuesto la banda sonora de sus días en el libro Mil violines (Mondadori, 2011) comentándola con ardor y entusiasmo y explicándose de alguna forma a través de ella. Es tal su pasión por el pop que hasta está casado con una guitarrista (la de Los Fresones Rebeldes).

Cada uno de los 14 capítulos está dedicado a una canción —de ahí que el libro se haya comparado con el 31 canciones de Nick Hornby— y cada canción, obviamente, se asocia con un momento determinado de su vida. son importantes para él porque, si ellas no hubieran existido, Amat, sencillamente, hoy sería una persona diferente; ni mejor ni peor, distinta.

Sus filias y sus fobias las defiende cual espadachín fogoso. Tiene razón en todo aunque no estemos de acuerdo con él en nada. No importa que a Amat le parezcan sublimes The Dictators y a Gog no; lo esencial es que comprendemos la importancia que tuvo ese grupo para él, al igual que The Clash, por ejemplo, la tuvieron para Gog. Cambian los nombres, no la idea.

He aquí el canon personal de un verdadero amante de la música y cultura pop, la lista de las heridas que más le curtieron, la banda sonora que habría que escuchar leyendo ese libro:

> Mose Allison, I'm Smashed
> The Chords, Maybe Tomorrow
> The Dictators, Baby Let's Twist
> Alison Statton & Spike, "Tidal Blues"
> De La Soul & Teenage Fanclub, Fallin'
> Jimmy Webb, "Met Her On A Plane"
> The Headcoats, Girl of 62
> Snuff, Cricklewood
> REM, Pilgrimage
> Mega City Four, President
> Hurrah!, "Don't Need Food"
> Morrissey, Interesting Drug

La relación con la música puede volverse obsesiva, sin duda compulsiva, quien lo probó lo sabe. Te conviertes en un maniático, tus acciones pasan a girar al son que la música te toque. Gog, mismamente, si tiene que salir de casa pero está sonando algo en el reproductor (y siempre está sonando algo), jamás lo apaga hasta que termine la canción que esté saliendo por los altavoces en ese instante; luego ya se va. Y así con todo. Mucha de esta relación obsesivo-compulsiva con la música pop, y el efecto que causa esta en su estado de ánimo, es lo que describe Amat en Mil violines. Con su estilo espontáneo y un tanto sobrado de personalidad, contiene, al menos, cinco capítulos memorables.


Nota aparte: Se ruega al editor explique qué carajo pinta en el libro el anexo titulado "Manual de literatura para punks", que son unos consejos a la pata la llana del propio Amat para quien quiera ser escritor (¿?). El lector puede saltárselo sin cargo de conciencia, pues no hay en esas páginas ni una referencia musical.

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