En principio, puestos a hablar de bandas belgas, parece casi imposible que pueda hacerse referencia a géneros tan alejados de la tradición galo-flamenca como el latin funk y toda una fusión de mambo, son, chachacha, soul, big band y jazz. El caso es que en la década de los años cincuenta andaba pululando por Bruselas el pianista y cantante cubano Nico Gómez, que se hizo compañero de correrías musicales del percusionista belga, este sí, Gaston Bogaert. En 1958 consiguieron ser número 1 de las listas belgas con «Eso es el amor». A mediados de la década se separaron y cada cual siguió su trayectoria. Bogaert montó The Chakachas (también conocidos como Los Chakachas o Les Chakachas, nombre variante dependiendo de en qué país se publicaran sus discos), junto a otros instrumentistas belgas y, atención al dato, la mujer de Tito Puente como cantante, Kari Kenton, que practicaban todo ese sonido latino enumerado más arriba. Para la grabación de su afamado álbum, Jungle Fever (Polydor, 1971), el productor belga Roland Kluger convenció a Gómez para que se enrolara en la banda. Por su parte, la compañía discográfica decidió, contra pronóstico, publicar como single el tema homónimo; el resto es historia.
La canción fue un hit en las discotecas más sabrosonas de la época y vendieron más de un millón de copias en Estados Unidos. ¿Qué tenía de especial? Sexo principalmente, claro. Kenton, cual una Lupe desatada, más que cantar imita los gemidos y la respiración agitada propios de un orgasmo, mientras la banda marca un ritmo entrecortado —para-arranca, para-arranca— y la guitarra esboza uno de los riff funkys más sampleados de la historia (Public Enemy incluidos). La película Boogie Nights (1997), sobre la industria del porno, lo recuperó para su banda sonora.
Como curiosidad, el segundo corte del álbum de Jungle Fever era una versión de Un rayo de sol, popularizado por Fórmula V.
Nico Gomez continuó grabando en una banda propia llamada The Chicles. Pese al nombre, no consiguió ser tan pegadizo.
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