Una decena de escuchas después —varias de ellas seguidas— en pos de desentrañar por qué el álbum de debut de Zebra Hunt resulta tan fascinante, de cuál es la clave para que vuelva a darse al play según acaba, de dónde está la raíz que lo hace tan entrañable, podemos concluir que gran parte radica en el diálogo que establece Robert Mercer con su guitarra. Es como si ésta tuviera vida propia, como si hablase. Mercer no suele recitar sus frases de corrido, sino que a veces hace una mínima pausa en medio de ellas, las parte, mientras que la guitarra, alegre y dicharachera, parece responderle, le acompaña y «cantan» juntos.
City Sighs (Tenorio Cotobade, 2015) está envuelto, además, en una atmósfera cálida y reconfortante. La guitarra, el bajo y la batería chisporrotean como ascuas en una chimenea. Uno escucha, por ejemplo, «Delaware», y sólo puede sentirse bien, acogido, y ser feliz, aunque sólo sea durante algo menos de tres minutos. Le sigue «20 Ways To Belong» y así hasta una docena de cortes que se escucha del tirón, sin que haya un momento de decaimiento. Es uno de esos discos en que la inspiración y el talento cohabitan y sacan juntos lo mejor de sí mismos; no ocurre a menudo, pero cuando sucede el resultado tiene mucho que ver con la magia y el arte.
Mitch Leffler, Erik Bennett y el mencionado Mercer no parecen unos jovencitos, aunque como Zebra Hunt sólo llevan desde 2012. En las redes sociales se reconocen deudores de The Feelies —algo inocultable tras escucharlos—, lo cual hace pensar que quizá el apellido Mercer tenga algo que ver en ello (recordemos que uno de los cabecillas de The Feelies era Glenn Mercer). No es así. Sin embargo, si alguien está pensando en que el líder de The Shins también se apellida Mercer, únicamente queda por decir que los padres de Robert y James pueden estar orgullosos de haber tenido a dos hijos como ellos.
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