El mundo no lo sabe, pero aquí es ver a Sean Penn interpretando a una decrépita estrella del rock gótico y recordar ipsofactamente aquel gag de Joaquín Reyes imitando a Robert Smith. Por eso se nos hace tan inverosímil Un lugar donde quedarse (This Must Be The Place; P. Sorrentino, 2011), que es como si Muchada Nui se hubiesen tomado en serio haciendo una peli. Y aunque no existiera aquel episodio de los de Albacete y The Cure, la peli de Sorrentino habría sido igual de inverosímil por mor de un guión tan ilógico y ridículo, enfermo de importancia, que convierte la road movie del viejo rockero gótico en un excéntrico artilugio tragicómico.
Lo mejor, la música. La banda sonora está compuesta conjuntamente por David Byrne y Will Oldham; además de otras canciones que suenan por detrás: Vic Chesnutt, Iggy Pop… Hacia el minuto 35, el protagonista va a un concierto de David Byrne en Nueva York, con quien luego se queda unos minutos departiendo en otra escena. El tema que interpreta en directo lo grabó en su día con Talking Heads, y aquí sirve para dar título y contexto a la película. Como viene siendo habitual en Byrne, se hace acompañar de un nutrido número de excelentes músicos y prima un vigoroso componente visual.
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