Después de escuchar varias veces The archandroid (Bad Boy, 2010), el debut de la pizpireta Janelle Monáe, la pregunta se agita en el aire cual banderola: ¿estamos ante una nueva Erykah Badu o similar, o ante el paso efímero, ligero, inane, de una simple aspirante a estrella, otra más?
Sigamos la táctica de Jack el descuartizador y vayamos por partes, auque tal vez no sea mala cosa verla primero en acción:
Desparpajo y sentido del artisteo corren por sus venas, está claro. Que hay un equipazo detrás sosteniendo el tinglado, también. Pero, ¿no es demasiado exceso todo: un primer álbum conceptual, que dura casi setenta minutos, con insignes figurinistas (Big Boi, Of Montreal) y envuelto en una portada exagerada?
Obviemos esa pieza introductoria instrumental a medio camino entre música clásica orquestal y la banda sonora de Star Wars. Reconozcamos que tanto minutaje no da para tanto. Afirmemos que Janelle Monáe resulta mejor cuando acelera que cuando frena, y en el disco le da a lo lento varias veces. Entonces, ¿qué nos queda?
Pues un cóctel perfecto para emborracharse de ritmo a base de r&b clásico, James Brown, Chic, Quincy Jones, Michael Jackson y algo de Prince. Una voz como sólo pueden sonar las voces de color femeninas. Unos instrumentistas colosales. Temazos como el del vídeo o como «Faster». Y un directo que, según le cuenta a Gog una amiga de Filadelfia (a quien va dedicada esta entrada), es lo máximo.
2 comentarios:
en vistas del fin de las vacaciones y del aterrizaje en mi portatil de spotify, creo que pasaré muchas horas escuchando tu música (más que antes porque me cuesta menos trabajo encontrarla, básicamente)
saludos cordiales!!
¡Hey, saludos, Minerva!
Pues, hale, a disfrutar de las musiquitas con tu portátil.
Yo sigo viendo (o no) pelis que comentas. Esta semana me has aguado "Origen", que me habían recomendado por ahí, pero ahora no estoy seguro de querer gastarme la pasta en el cine viéndola.
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