sábado, 6 de noviembre de 2010

Galgo corredor #4

«Nunca, nunca nada como los demás, y eso que es un tipo como todo el mundo.» (p. 53)
Segunda Guerra Mundial. Los alemanes ocupan la pequeña población checoslovaca de Zlin, donde vive el joven Emil.

Este Emil no es un Emil cualquiera, ni de ficción, es (o será) el mítico campeón olímpico de cinco mil metros, diez mil metros y maratón —¡en el mismo campeonato!— Emil Zátopek. Y Correr (Anagrama, 2010), escrita por el galo Jean Echenoz, es su biografía novelada.

Gog lleva guardada en el desván de la memoria la lectura de un libro de su infancia titulado algo así como Grandes momentos de los Juegos Olímpicos. En puridad, sólo recuerda, aunque nítidamente, un capítulo, el dedicado a las hazañas de Zátopek, la Locomotora, aquel corredor de fondo que entrenaba poniéndose peso en las zapatillas; y luego, ya sin el lastre, volaba sobre las pistas. Como en el viejo chiste de los dos hombres que se encuentran en un desierto, uno de ellos con un yunque a cuestas:

—¿Y para qué llevas un yunque? —le pregunta el otro.
—Porque si aparece un león, lo tiro y no veas cómo corro.

Pues algo así era Emil Zátopek.

Ahora Gog ha aprendido otras noticias sorprendentes sobre él. Que, invirtiendo el sistema para un fondista, se entrenaba en la velocidad, «en pequeñas distancias indefinidamente repetidas». Que gracias a dicho sistema fue el inventor del sprint final en las carreras de fondo. Que para ir de su casa a la fábrica donde trabajaba tenía que tomar un camino bordeado de chopos; un día camina hasta el cuarto chopo sin respirar; al día siguiente hasta el quinto; al otro, hasta el sexto, y así hasta que un día consigue llegar a la fábrica sin respirar. Que su estilo, impropio, para exasperación de puristas, era desmañado y casi ridículo.

Son sólo 140 páginas, ágiles y precisas, sin datos ni fechas, que se leen a todo correr.





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