David Rodríguez siempre ha sido un anarquista y todo apunta a que siempre lo será. Entiéndase por tal un artista que siempre ha ido a su bola haciendo lo que le ha salido de la gana, y alguien de pensamiento libre y crítico con el mundo que le rodea. Un «undergrounder», como decía aquella canción suya de Telefilme. Y Beef, no nos olvidemos de su otro grupo, hornada de la primera generación indie ibérica. Aquel indie patrio se caracterizaba por la querencia a cantar en inglés, que tal vez era su manera de entender la modernidad y de despegarse del pop de la Movida. Todos ellos luego se dieron cuenta de que podían expresarse mucho mejor en su lengua materna, y enterraron el idioma de la Pérfida Albión. El último rastro que tenemos de Beef data de 2004, Victoria principal (El Ejército Rojo), cantado ya casi por completo en español.
Enterradas ambas bandas, David Rodríguez comenzó a especializarse en producir a otros, y paralelamente dio salida a un nuevo proyecto musical propio: La Estrella de David. Maracaibo (Canadá, 2011) es su excepcional segundo ejercicio.
Enterradas ambas bandas, David Rodríguez comenzó a especializarse en producir a otros, y paralelamente dio salida a un nuevo proyecto musical propio: La Estrella de David. Maracaibo (Canadá, 2011) es su excepcional segundo ejercicio.
En lo musical, sigue alentado básicamente por la pulsión del krautrock, del que siempre se ha confesado devoto, sólo que ahora ha dado cabida, a su manera, muy a su manera, a sabores populares, y referencias a la copla, el cantautorismo o el folclore, todo ello, insistimos, pasado por el tamiz retorcido, personalísimo e intransferible de David Rodríguez. Incluso se atreve con una versión de un tema popularizado por, hey, Julio Iglesias, «La carretera».
En el contenido, ha abierto su corazón cínico y esquivo para regalarnos gemas de este pelo:
Hay tres cosas que me importan más: / ser listo para que otra no escoja, / verte otra vez y la paz mundial. («Escalofrío»)
Quería estar contigo / en todas las horas. / Si quieres lo digo otra vez. («Cuando te deje»). [Atención a esa preposición, que convierte algo mil veces dicho antes en algo especial.]
Tú la joya; las demás, bisutería. («Decathlon»)
Tú la joya; las demás, bisutería. («Decathlon»)
Érase una vez en Maracaibo / la llave de mi sosiego, / la que me anuncia juegos nuevos. / Pero sigo aquí / en el siglo XIX / esperando a que se quede. / Me sorprendería hacerlo bien. («Un último esfuerzo»)
Y Gog pide perdón si hay alguien presente al que el asunto de las letras le resulta cansino, pero es que ha convertido «El más romano del mundo» en himno personal y desea copiarlo entero:
Hay una línea de alta tensión
que me separa de Dios.
Entre su campanario
y mi cuarto de estar
hay un vacío legal
que los abogados del juicio final
han decidido llenar
con su primera sentencia ejemplar:
que me muera de pena
muy lejos de este lugar.
Y yo no me quiero
Yo no me quiero marchar
Si no me resisto
según lo previsto,
iré al paraíso fiscal
con un talonario
con cheques en blanco
de un banco de la capital.
Y los notarios de la eternidad
traerán la fe para estar
a la derecha del rey celestial.
Hay un solo problema:
Yo no me quiero marchar.
La Estrella de David- El más romano del mundo
Neil Young estaría satisfecho, ¿verdad?
Por supuesto, no podía faltar en él el apartado político. Ya con Beef resultó con toda probabilidad premonitorio (desgraciadamente) aquel «C’mon Rajoy». En esta ocasión hace desfilar por «La gran fiesta de la democracia» a todo el espectro político catalán: Jordi Pujol y Montilla / Artur Mas, Pasqual Maragall, / Joel Joan Antoni Samaranch. / Passeu, que ya os dirá el regidor / dónde tenéis que poneros. Y su aviesa línea final: Yo esta noche no me arreglo.
C’mon, David.
C’mon, David.
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