martes, 18 de octubre de 2011

¿Y tú de quién eres? #12 // A mí no hace falta que me cambies el plato #18: Baxter Dury

Mirad al muchacho que posa junto al gran Ian Dury en su portada del enorme New Boots and Panties!!! (Demon, 1977). Era su hijo Baxter, que por entonces tenía 5 años.

Baxter Dury sorprendió al mundillo musical en 2002 surgiendo desde la aparente nada con un debut encantador, Len Parrot's Memorial Lift. Que el tipo ya estaba bien colocado se ve en que para ese primer álbum pudo contar con Richard Hawley y el tándem Utley/Barrow, que le dieron consistencia a un pop onírico que te envolvía, próximo a veces al sonido de Mercury Rev.

Para el-difícil-segundo-disco —Floor Show (Rough Trade, 2005)— el retoño de los Dury se deshizo de aquel plantel; a cambio, le pidió al hijo del Blockheads (la banda del padre) Mickey Gallagher que le echara una mano. Y es que Ben y Baxter probablemente corretearon juntos desde chiquilines y hay cosas que no se olvidan. Musicalmente el resultado fue bien diferente, incluso algo decepcionante. Para empezar ya no había todo aquel tratamiento de la voz del álbum inicial, y pudimos empezar a descubrir el enorme parecido que tenía su entonación con la paterna. Las composiciones tenían un cariz más tradicional, y la magia de los Portishead se había trasmutado en trucos más facilones.

Curiosamente, la reedición de 2004 de New Boots and Panties!!! incluía un descarte de las sesiones del original titulado «Apples». En ese tema, el frutero que regala una manzana a una bailarina del Soho también se llama Baxter. Y el Baxter Dury ha decidido definitivamente seguir la senda paterna y este año ha regresado con un tercer álbum plagado de aquella cotidianidad tan fresca del padre. E igual de nutritivo, porque lo ha titulado Happy Soup (Regal, 2011), incluye un tema titulado «Picnic On The Edge» y posa para el libreto con un plato de ensalada entre las manos.

En «Claire» parece un redivivo Ian, como un pub rock de ultratumba. Por lo demás, el disco contiene un par de temas gozosos, como el primero, «Isabel», o, sobre todo, «Trellic», una pieza del mejor pop que comienza con un llamativo redoble de caja durante cinco segundos, al que le sigue un punteo de guitarra cautivador y más adelante unos coros femeninos la mar de sugerentes (brillante contrapunto el de Madelaine Hart a lo largo de todo el álbum).



Happy Soup no alcanza las cotas artísticas del debut, pero ha remontado el vuelo de Baxter Dury. Quizá se trata simplemente de que nos acostumbremos y asimilemos de una vez que es hijo de quien es y que contra el ADN no se puede luchar.

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