Esto ponía por escrito Michel Delaroche (uno de los mil alias de Boris Vian) en 1949 después de asistir a una gira de Louis Armstrong:
«Estos conciertos requieren algunas observaciones. No es cuestión de criticar aquí a Louis Armstrong; hace exactamente lo que cabe esperar de un hombre al que agotan, imponiéndole conciertos por toda Europa: toca bien, sólo se entrega a fondo muy de vez en cuando (y se siente). Aunque ha perdido un poco de potencia en los agudos, su ataque sigue siendo igual de nítido, su sonoridad igual de pura. […] Por lo demás, Armstrong tiene una ciencia tan completa del arte teatral y tanta presencia que su paso por el escenario sería interesante aunque no hiciera nada.»
Esa parte de marioneta del jazz que intuía Vian se mantuvo a partir de entonces, y es precisamente la sensación que percibimos viendo la aparición estelar de Armstrong en Paris Blues (M. Ritt, 1961), en la cual un imposible Paul Newman interpretaba a un atormentado compositor de jazz de los bajos fondos de París.
«Estos conciertos requieren algunas observaciones. No es cuestión de criticar aquí a Louis Armstrong; hace exactamente lo que cabe esperar de un hombre al que agotan, imponiéndole conciertos por toda Europa: toca bien, sólo se entrega a fondo muy de vez en cuando (y se siente). Aunque ha perdido un poco de potencia en los agudos, su ataque sigue siendo igual de nítido, su sonoridad igual de pura. […] Por lo demás, Armstrong tiene una ciencia tan completa del arte teatral y tanta presencia que su paso por el escenario sería interesante aunque no hiciera nada.»
Esa parte de marioneta del jazz que intuía Vian se mantuvo a partir de entonces, y es precisamente la sensación que percibimos viendo la aparición estelar de Armstrong en Paris Blues (M. Ritt, 1961), en la cual un imposible Paul Newman interpretaba a un atormentado compositor de jazz de los bajos fondos de París.
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