La serie B es al cine lo que el paté La Piara al foie. Mamie Van Doren fue una de esas actrices de pelis de Serie B con cuerpo de Serie A. En 1957 a los cerebros de Hollywood se les ocurrió que tal vez podría funcionar una historia carcelaria en la que los presos —más blancos que la harina—se vieran obligados a recogedor algodón, interpretada por la exuberante rubia y aderezada con algunos números musicales de un rockero que andaba volviendo locas a las quinceañeras de la época llamado Eddie Cochran. La cosa fílmica se tituló Untamed Youth (W. Koch). Imaginamos que fue una de esas típicas contraprogramaciones entre estudios, pues del mismo año fue Jailhouse Rock de Elvis Presley.
Véase la escena de Cochran cantando «Cotton Picker» mientas recoge algodón con menos credibilidad que los políticos que juegan a apalabrados durante las sesiones parlamentarias.
Y en esta otra, a partir de 4’28’’, se le ve tocar la guitarra brevemente:
Y si queda alguien con ganas de ver algún número musical más de la peli con la Van Doren ligera de ropa, aquí.
El metro de Londres es caro, fluctuante, tardón. El metro de Londres es tan inglés como el té. El metro de Londres es lo que primero suena en el álbum de Tender TrapTen Songs About Girls (Fortuna Pop!, 2012).
Es la banda de Amelia Fletcher —atrás quedan sus Heavenly, sus Marine Research, sus Talulah Gosh—, quien también es tan inglesa como el metro de Londres. Y tan fluctuante. Con Tender Trap: cuarto disco en cuarta discográfica y con una cuarta formación. Ahora parece haberse asentado un poco. En los dos últimos discos, por ejemplo, la acompaña a la batería Katrina Dixon, que ha potenciado mucho el sonido del grupo. De hecho, son los dos trabajos más compactos y logrados de la banda.
En este disco concretamente, sigue con su pop atemporal, con esa facilidad suya para atinar con el estribillo infalible, el riff contagioso, la melodía redonda o el parapapeo garboso. Hay energía y decisión. Como el metro de Londres.
Como curiosidad, en «MBV» citan al bueno de Edwyn Collins y a MBV, es decir, My Bloody Valentine, claro:
He wears his fringe Just like Edwyn Collins […] And we share our love of My Bloody Valentine
Tremenda, tremenda, tremenda. Una canción inédita de Pulp que ha terminado de rematar ahora James Murphy. Esto es un bombazo imposible de dejar de escuchar. After you, aaaaahhhhh.
DILEMA MUSICAL.- ¿Cuántos grados de separación hay entre la sueca synth-popera Molly Nilsson y los escurialenses Los Directivos?
SOLUCIÓN.- El año pasado, el músico experimental, a la par que filósofo, John Maus armó cierto revuelo tanto por su muy interesante We Must Become the Pitiless Censors of Ourselves (Ribbon , 2011) como por su peculiar forma de entender los directos. En los créditos de aquel álbum apenas había escritas tres breves líneas. En una de ellas se mencionaba que «Hey Moon!» contenía un sample de una tal Molly Nilsson (en realidad, era el tema tal cual con Maus cantando encima). Maus ha colaborado en varios discos de Ariel Pink’s Haunted Graffiti, que actuaron en el reciente Primavera Club, el mismo festival donde dieron un conciertazo Los Punsetes, cuyo guitarrista, Anntona, compartió un split con Los Directivos.
De vuelta a Maus y a Nilsson, en el recopilatorio de rarezas que ha publicado él este año, uno de los cortes es «No Title (Molly)», que quizá sea la misma Molly de la que hablamos y que este año ha editado en vinilo History (Dark Skies Association, 2012). Es su cuarto álbum, y en este caso el posesivo se hace necesario para precisar que es ella sola la que se encarga de todo: música, portada, sello discográfico...
History es un manual de synth-pop. Cargada de teclados, de cajas de ritmo y de electrónica vintage, más una voz de timbre opaco, crea un ambiente sintético, decadente y narcotizante. Es de una sonoridad oscura, que te cala, te penetra, que se instala dentro de ti. Su principio activo causa adicción. Es como ver llover, no puedes dejar de mirar cómo cae la lluvia.
Chapotean con más fuerza que las demás «In Real Life», con reflexiones existenciales acerca de esta era internetaria nuestra —Online I never feel alone / I never feel alive— y «Hotel Home», triste y tierna como un juguete roto.
En un callejón en la trasera de la librería Falanster, en Wroclaw (Polonia).
En 2004 Mondosonoro comenzaba una nueva sección en su revista a la que llamaron «Cocina Pop». Se trataba de que algunos músicos que les gustara cocinar compartieran sus recetas favoritas con los lectores.
Para ese primer capítulo, eligieron al gran Sergio Algora, que destapó la olla de su buen gusto con una sepia estofada con setas. Por si alguien quiere sacar ideas para estos días de tanto recogimiento (se come y se recoge, se cena y se recoge, etc.), aquí va la receta con sus propias palabras:
Ingredientes (para 4 personas).- 1 kg de sepia, 300 g de setas, 200 g de salsa de tomate, una pastilla de caldo de pescado, 2 dientes de ajo, 2 rebanadas de pan de barra, 1 vaso de vino blanco, 1 cebolla para guisar, 2 hojas de laurel, aceite, sal y pimienta.
Preparación.- En una cazuela, ponemos un fondo de aceite y rehogamos la cebolla previamente picada; cuando empiece atomar color, añadimos la sepia cortada en tiras y freímos entre 10 y 15 minutos. Añadimos entonces el tomate frito, las setas cortadas en trozos, las hojas de laurel y la pastilla de caldo disuelta en medio litro de agua caliente. Salpimentamos y añadimos el vaso de vino blanco. Cocemos a fuego lento hasta que la sepia esté tierna (alrededor de hora y media). Freímos los ajos y las rebanadas de pan y lo machacamos todo en un mortero. Lo añadimos al guiso y lo dejamos cocer 10 minutos más. Y después a disfrutar… Se puede acompañar con un buen tinto a pesar de ser sepia.
Consejo.- No lavar las setas, limpiarlas con un trapo húmedo. Si al sofreír la sepia suelta mucha agua, es mejor retirarla y luego continuar.
Por su parte, Gog recomendaría preparar este plato mientras suena Llamadas perdidas (Mushroom Pillow, 2004), el disco de aquel año de LA COSTA BRAVA.
Las libélulas son los helicópteros de los insectos. Sobrevuelan lagos y ríos con sus mil colores posibles. Algunos les han dedicado canciones:
> My Brightest Diamond. Shara Worden es una chica ensoñadora que anhela con llevar la ópera al pop a lomos de una nube.
> Azure Ray. Puro minimalismo: sólo las voces del dúo, un xilófono y una leve percusión electrónica.
> Blondie. De su último álbum juntos. Lo retomarían diecisiete años más tarde, pero en 1982 no les quedaba mucho que decir; es más, The Hunter es el típico álbum de una banda que debe aún un disco a su discográfica. En este tema, con un ligero ritmo tropical y guitarras más pesadas de lo acostumbrado, Deborah Harry tira de su personalidad para sacarlo adelante. Lástima que no dure tres minutos menos.
> Stephen Malkmus & Jicks. El líder de la banda que extendiera el look indie entre los indies, demostrando que no hace heavy porque no le sale de la gana, que si no lo rompería también. No sabemos muy bien que es eso de una «tarta de libélulas».
> Paul Weller. Incluido en su álbum de este año, un poco sobrecargado de todo, como para enyesar la falta de ideas, este tema acaba de salir en una edición limitada en vinilo, con portada Peter Blake, sí, el mismo que el de Sgt. Peppers.
Cualquiera que se haya dedicado alguna vez a encajar las piezas de un puzle se habrá dado cuenta en seguida de que no todas las asociaciones son posibles entre ellas. Sin embargo, los seres humanos, aun teniendo más aristas que muchos objetos, somos capaces de establecer las más impensadas asociaciones entre nosotros. Y si no, intentad encajad a los disco-electrónicos WhoMadeWho con el rockero Mark Lanegan.
El caso es que a comienzos de año el trío danés se puso en contacto con el americano para proponerle grabar un split en el que se versionearan mutuamente. Ellos elijieron «Deep Black Vanishing Train» (de Funeral Blues); él se aplicó a «Below The Cherry Moon» (de Brighter).
Lo curioso del experimento es que parece haber salido ganando Lanegan. Los temas del rockero americano son oscuros, cavernosos, introvertidos; en cambio, los de los daneses son espirituosos, volátiles, expansivos. Así que estos, en el esfuerzo de interiorizar y comprimir el tema de Lanegan, se ven constreñidos, como a la señora que se le nota la faja, mientras que el de Ellensburg, al tener que explayarse, se ha oxigenado, como cuando se abre una ventana en una habitación llena de humo.
Oído una vez más el resultado, no hay duda de que la versión de Mark Lanegan Band es un temazo, lleno de elegancia que engancha aún más según va avanzando.
Ambos temas se han editado en un 7’’ conjunto de color rojo en edición limitada de 1.111 copias numeradas a mano. Aseguran que cuanto recauden irá a parar a Amnistía International.
Lo llamativo de este grafiti de la calle de las Tres Cruces, casi esquina con Gran Vía (Madrid), es que la figura no está pintada, sino contorneada; o mejor dicho, está hueca: está pintada toda la pared excepto la figura.
Los galeses The School, comandados por Liz Hunt, con su aspecto de hada buena, vuelven con su pop y estética sixties en Reading Too Much Into Things Like Everything (Elefant, 2012). Bonitas melodías, palmas, los teclados de Hunt, cuyas composiciones podría haberlas interpretado Sandie Shaw perfectamente, y a la cabeza «Why Do You Have to Break my Heart Again». El vídeo que le han hecho tiene uno de los mejores principios que se recuerdan:
Remedando un famoso verso de Gustavo Adolfo Bécquer, el mundo es gigante y extraño. Tan chocante les resulta a algunos seres humanos relacionarse con su entorno, tan ancho de talla les queda el mundo de su alrededor, que conseguir llegar al final del día ya es un éxito para ellos.
Entre la primavera de 1985 y la primavera de 1986, Kristin, una chica de 19 años, que compone crípticas canciones de rock y canta y toca la guitarra en una banda llamada The Throwing Muses, deja la universidad para trasladarse a Boston con sus compañeros, le diagnostican síndrome bipolar, les contrata una discográfica para grabar su primer álbum y se queda embarazada. Una pequeña precisión: este novelesco argumento es, en realidad, la vida de la propia Kristin Hersh, narrada por ella misma en la fascinante y alucinada autobiografía Rat Girl (Alpha Decay, 2012). Se lee como una novela sin ser una novela. Es literatura en estado puro, de quien posee el don de la escritura. Hersh escribe con tensión, inteligencia, humor, sabe emocionar y absorber la atención del lector. Y es un libro que puede leer cualquier amante de la buena literatura, no hace falta ser un erudito en música alternativa. Claro que Hersh habla mucho de música; de hecho, hay varios capítulos antológicos directamente relacionados con el mundillo musical, como la descripción de un caótico concierto que llegaron a dar o la primera conversación que mantuvo con el dueño de la discográfica que los fichó (y en la que sigue casi treinta años después), pero que nadie piense en el típico libro de un músico hablando de otros mil grupos ignotos para el lego en rock alternativo. Rat Girl no es eso. Es un huracán emocional referido con palabras, la tormenta mental de alguien que no alcanza a comprender cuanto le rodea y que se siente incapaz de relacionarse con normalidad con todo ello. «Hay demasiadas cosas. No me gusta estar obligada a ver todo lo que tengo delante», llega a escribir. En resumen, probablemente Rat Girl es una de las mejores autobiografías que haya escrito nunca un músico.
En el vídeo de «Fish» está todo. Es el primer vídeo que grabaron Throwing Muses, justo durante esa época. Está su íntimo amigo Dave Narcizo, tocando la batería sin platillos, están las rastas de Leslie Langston, está su medio hermana Tanya Donelly y está ella, con su barriga de ocho meses, cantando con rabia y sus característicos gañidos; está el mundo de luces y sombras, como peces eléctricos, de los Throwing Muses. «En la vida hace falta algo que sea al mismo tiempo hermoso y necesario»; este libro, por ejemplo.
La única banda sonora posible para estas páginas son sus propias canciones. La autora apenas menciona, de forma muy tangencial, a Stevie Wonder y Bob Dylan, pero a lo largo del libro va intercalando algunas líneas sacadas de las letras de sus composiciones a la luz de lo que acaba de contar y que ahora se entienden en toda su extensión. Estas son todas las canciones que aparecen citadas, y en ese orden:
Cartoons
[K. Hersh] - Arnica Montana[K. Hersh] -Calm Down, Come Down
[Throwing Muses] - Call me[Throwing Muses] - Portia[Throwing Muses] - Elizabeth June
[K. Hersh] - Ellen West[Throwing Muses] - Flipside
[K. Hersh] - The Letter
[K. Hersh] - Carnival Wig[Throwing Muses] - Baseball Field
[K. Hersh] - Spring
[K. Hersh] - Crabtown[Throwing Muses] - Cold Water Coming
[K. Hersh] - Snake Oil
[K. Hersh] - Rock Candy Brains
[K. Hersh] - Styrofoam Rattlebox
[K. Hersh] - Pretty Ugly
[50 Foot Wave] - Fear[Throwing Muses] - Soap and Water [K. Hersh] -
Him Dancing[Throwing Muses] -Flood[Throwing Muses] -
Honeysuckle
[50 Foot Wave] - Serene[Throwing Muses] - Marriage Tree[Throwing Muses] - Fish[Throwing Muses] - Day Glo
[Kristin Hersh] - Shark[Throwing Muses] - Solar Dip[Throwing Muses] - Hate My Way[Throwing Muses] - America[Throwing Muses] - Doghouse[Throwing Muses] - Mania
[Throwing Muses] - Close Your Eyes
[K. Hersh] - Hot Pink, Distorted [50 Foot Wave] -
Diving [K. Hersh] - Pandora’s Box[Throwing Muses] -Walking in the Dark[Throwing Muses] - Winter
[K. Hersh] - Fuchsia Wall
[50 Foot Wave] - Catedral Heat
[K. Hersh] - Vitamins V[K. Hersh] - Civil Disobedience[Throwing Muses] - Listerine
[K. Hersh] - Gazebo Tree
[K. Hersh] - Hook in her Head[Throwing Muses] - Vena Cava
[50 Foot Wave] - Candyland
[K. Hersh] - Silver Sun
[K. Hersh] - Summer Street[Throwing Muses] - Clara Bow
[50 Foot Wave] - And a she-wolf After the War[Throwing Muses] - Buzz[Throwing Muses] - Sugar Baby
[K. Hersh] - Caffeine
[K. Hersh] - Devil’s Roof[Throwing Muses] - Pale
[K. Hersh] - Flying
[Throwing Muses] - Mercury
[K. Hersh] - Heaven
[K. Hersh] - Peggy Lee
[K. Hersh] - Pneuma
[K. Hersh] - 37 Hours
[K. Hersh] - Silica
[K. Hersh] - Hope
[K. Hersh] - Eter
[K. hersh] - I’m Alive[Throwing Muses] - Golden Ocean
[50 Foot Wave] - Red Eyes[Throwing Muses] - Night Driving[Throwing Muses] - El Dorado
[K. Hersh] - Juno
[K. Hersh] - Fish
[Throwing Muses] - Moan [K. Hersh] -
Beestung
[K. Hersh] - Catch
[K. Hersh] - Rat
[K. Hersh] - Some Catch Flies
[K. Hersh] - Firepile[Throwing Muses] - Bright Yellow Gun[Throwing Muses] - Long Painting
[50 Foot Wave] - White Trash Moon [K. Hersh] -
Statu Quo[Throwing Muses] - Hysterical Bending[K. Hersh]
Tirón de orejas al editor: Existe un profesional en el mundo editorial
llamado corrector. Cuesta poco dinero encargarle que corrija un libro,
porque es una de esas profesiones mal pagadas; a cambio, evitas que
libros como Rat Girl salgan publicados con erratas y con fallos básicos
en la puntuación (como en los diálogos).
La nieve no siempre cuaja. Unas veces porque no cae copiosamente (¿coposamente?); otras, porque el suelo está demasiado húmedo. Que no cuajaran The Dansettes hace siete años —de cuando myspace, ¿os arcodáis?— debe de obedecer a la segunda razón expuesta, porque lo que es caer copiosamente hoy día ese soul retro, con su bien de Hammond y de estética sesentera, cae de lo lindo.
El ep Oh, My! (Hammondbeat, 2005) y un single compartido con The Black Hollies es todo lo que queda de este trío femenino de Nueva York, segregado actualmente en dos bandas: Nouvellas y The Sweet Divines.
La portada repele más que un antimosquitos; y no queráis ver las fotos del interior… Encima el nombre de la banda no lo pueden pronunciar correctamente ni en Noruega, patria de este trío. Pero a Gog le recomendó la escucha no hace mucho el amigo bruselense de este blog y, oye, es que además lo produce Erlend øye.
Los hermanos Axel y Pål Vindenes o son unos cachondos mentales o es que, definitivamente, en su país hace un frío de calzón de cuello alto, porque Hest (Bubbles, 2011) es un álbum para sudar, para sudar bailando, para no parar de bailar, desenfadado, divertido, hedonista. Los fuegos artificiales nos maravillan, aunque cuando acaban desaparecen sin dejar rastro y no retenemos nada de ellos; hemos pasado un buen rato contemplándolos, después nos limitamos a esperar a la siguiente ocasión. Pues algo de eso tiene este álbum: una vez ha terminado, no nos deja ninguna huella trascendente, pero mientras duró, ¡qué bien nos lo pasamos!
Aprovecha ahora que vienen fiestas y ponlo en las reuniones familiares o en los saraos de la oficina. Quedarás como el guay que eres, todos se lo pasarán bien (es infalible, garantizado) y aunque puede que a tu tía la soltera se le suelte el refajo de tanto «mover el esqueleto» (es expresión suya), a cambio volverá a darte un aguinaldo como cuando eras un chaval. Y tu conciencia de exquisito catador musical quedará tranquila porque, oye, recuerda, lo produce Erlend øye.
Ser cuatro y de Liverpool no garantiza nada. Más bien, ser cuatro y de Liverpool, hoy día, obliga al desmarque, al disfraz, al distingo. Así debieron de entenderlo Clinic cuando decidieron montar una banda en su ciudad. Optaron por enmascararse para pergeñar una imagen misteriosa que estimulara la curiosidad. Claro que de nada sirve ocultar el rostro si luego en lo musical no tienes nada que aportar, porque si no cualquier cofradía semanasantera podría grabar un disco.
En el caso de Clinic, con o sin mascarillas cubriéndoles el rostro, lo que realmente resulta misterioso y atrayente es esa sonoridad suya tan peculiar, como si le pusieran música a la fibrilación cardiaca. Si los cirujanos operaran con música de fondo, esta debería ser la que sonara por el hilo musical del quirófano, porque es fría pero palpitante.
Son cuatro y de Liverpool. Evidentemente, estos no han alcanzado ni alcanzarán ni la mitad de la montaña en la que se encumbraron sus afamados paisanos; son más bien un grupo de culto, de esos que despiertan una filia pétrea entre un pequeño círculo de seguidores, como los hay que ven partidos de segunda división todos los domingos. A veces este tipo de bandas menores consigue una empatía mayor con ciertos oyentes, y se convierten para ellos en una pequeña obsesión. A Gog, sin duda le sucede con Clinic, como en los ochenta le ocurrió con The Darling Buds, o con Swell en los noventa: su sola mención sirve para ponerle los pelos como Scorpions.
Acaban de publicar su séptimo álbum, Free Reign (Domino, 2012). Queda ya lejos The Second Line, uno de los mejores temas de aquellla década, que hasta una marca de vaqueros acudió a ella para anunciarse, y es probable que estén dando vueltas más o menos a lo mismo desde hace quince años, pero suena este «King Kong» con su «ah ah ah ah ah ah» y apetece subirse al Empire State a gritarlo.
Con el paso del tiempo también se están dejando ver más.
Cuando a Owen Ashworth sus padres le regalaron por Navidad aquel teclado de juguete, nunca pensaron que años después continuaría metido en su cuarto dándole a los cachivaches con teclas y grabando canciones. Por si sus intenciones no estuvieran del todo claras para alguien, bautizó su primer proyecto musical como Casiotone for the Painfully Alone. Ahora lo ha cambiado por Advance Base, tal vez porque ha cambiado de casa, pero el concepto sigue siendo básicamente el mismo: baladas de perdedor, cantadas como con desgana y musicadas con pianos eléctricos, autoharp, omnichord y viejas cajas de ritmo.
En el vídeo para el tema que abre A Shut-In's Prayer (2012), el protagonista es él mismo, pero sin gafas e interpretado por un entrañable monstruo azul, una tierna bestezuela que añora a la bella diosa de la que está obsesivo-compulsivamente prendado. Se martiriza viendo proyecciones de ella, hace pedazos sus fotos metiéndolas en una batidora, compone música en casa pensando en su amada y por fin sale a la calle para intentar recuperarla.
Camisetas, chapas, mandiles, tazas, corbatas... toda una variedad de productos inspirados en la familia Caulfield:
Resulta imposible imaginarse a Salinger, tan correoso él, comprándose algo relacionado con el merchandising de cualquier tipo; sin embargo, igual a Gog no le sentaría del todo mal meterse en uno de esos mandiles.
El escritor francés Paul Verlaine fue poeta simbolista y, a la postre, símbolo para artistas de muy diferentes épocas y condición, el rock incluido. Tom Miller y Graeme Downes, por ejemplo. El primero, el cristalino guitarrista de Television, se rebautizó a sí mismo como Tom Verlaine; el segundo llamó a su banda The Verlaines.
Escribió el Verlaine original: «Los dioses nos regalan el primer verso; los demás debemos conseguirlos nosotros con esfuerzo y tenacidad». Pues si algo ha demostrado tener Downes a lo largo de tres décadas de carrera musical es tenacidad. Hoy día es un ilustre catedrático en la Universidad de Otago (Nueva Zelanda), aunque también continúa activo musicalmente.
Su canción de presentación, allá por 1983, fue «Death and The Maiden». De título con reminiscencias clásicas, era una declaración de intenciones sin ambages posibles:
Su trabajo mejor considerado, el más dramático, dicho esto en un sentido positivo, el más intenso, con las guitarras más briosas y ensambladas, es el segundo álbum, Bird-Dog (Flying Nun, 1987). Era pop rabioso de guitarras pasado por la oscuridad del post-punk y la propia complejidad de Downes; pop, al fin y al cabo, pero como si su autor no quisiera dejarlo todo tan fácil ni tan hecho.
Este mismo año ha publicado Untimely Meditations (Flying Nun, 2012), que se abre con un tremendo tema, áspero, vibrante, con ese «fucking idiot» del estribillo machacándote el cerebro:
Es un álbum lleno de tensión, complejo, ajeno a los cánones convencionales, poblado por los fantasmas de Nietzsche, Shakespeare, Beethoven, Charlie Chaplin, Dante… Un carrusel sonoro, un tiovivo de sensaciones musicales, cabaretero y alucinado, en el que hay que prestar atención a los detalles —como la trompeta de «Dark Riff», el piano de «On the Patches» o la entonación a lo The Fall y los coros en el tema final— y al mismo tiempo dejarse empapar por el conjunto. Impresiona.
Escribió el Verlaine original: «Hay que entrar en uno mismo armado hasta los dientes». Pues lo mismo sucede para entrar en este álbum.
El compositor francés André Popp en su serie Delirium in Hi-fi (1958). El segundo es la edición australiana. El tercero, todo un ejercicio de técnicas de grabación y experimentos sonoros, es el proyecto que realizó junto a Pierre Fatosme al año siguiente.
Popp compuso la afamada «Love Is Blue», que presentó en Eurovisión, por Luxemburgo, Vicky Leandro, y que después ayudó a popularizar más la bella y lánguida Claudine Longet con su versión en inglés.
Cati Bestard, la batera de los geniales Doble Pletina, se ha ido unos días a Nueva York y ha aprovechado para tocar junto a otras dos baqueteadoras de Tres Drums, una de ellas la editora de la revista Tom Tom Magazine, Mindy Abovitz, y la otra, Kristin Mueller, que en palabras de la propia Cati, "es una crack". A Cati se la puede ver en primer plano tocando con un estilo impresionante:
El humor no es un valor que consideren demasiado en la academia hollywoodiense a la hora de oscarizar al personal. ¿Una peli sobre el hundimiento de un barco con miles de pasajeros a bordo? Oscar inmediato. ¿Un actor interpretando a un enfermo terminal de cáncer? Otro tanto. Y así. En realidad el humor no goza de una pátina de seriedad artística en casi ningún campo, excepto en el Club de la Comedia. La comedia siempre ha sido lo inferior, lo bajo, lo corrupto. ¿En pintura? Mejor hablemos de Rothko. ¿En literatura? Miguel Mihura, Rabelais, qué cachondos, los tíos, y ya. En El nombre de la rosa la acción la desencadena el monje ciego que considera la risa como un pecado. Pues intentad hacer reír a alguien y veréis que no es nada fácil. Es mucho más difícil hacer reír que hacer llorar.
August Darnell nació en agosto, así que aunque parezca un chiste, de ahí su nombre. Sus padres, un dominicano y una canadiense, otros cachondos. De casta le viene al galgo, porque el propio Darnell, después de unos primeros proyectos musicales insatisfactorios, se rebautizó como Kid Creole inspirado por la peli de Elvis PresleyKing Creole (1958). Para la imagen, el estro le vino de Cab Calloway. Y en el plano musical, unas muy diferentes influencias conformaron una ensalada que aderezó con su desparpajo y su sonrisa profidén: música disco, ritmos tropicales (mambo, conga), ambientación de big band y coristas con bastante pierna a la vista, comandadas por su mujer, Addy Kaegi, que se ocupó de la coreografía y el vestuario hasta su divorcio en 1985. Todo ello conformaba una imagen un tanto frívola que siempre ha hecho que la crítica circunspecta desviara su atención hacia cosas más «serias» y nobles.
El pelotazo lo pegó con su tercer álbum, menos logrado en conjunto que los dos primeros, pero que se abría con la irresistible «Annie, I’m Not Your Daddy».
El año pasado regresó, fiel a sus preceptos musicales, con I Wake Up Screaming (Strut, 2011), que es uno de sus mejores discos si no la cima de ellos. Llegó diez años después de su anterior álbum de estudio. Contiene, al menos, tres temas pletóricos: «I Do Believe», que tendría que estar sonando en todas las fiestas del planeta; «Stony & Cory», el inicial, con esa inconfundible guitarra funky tan entrañable sobre picoteos de teclado; o «Attitude», de ritmo sostenido irresistible; y el resto del trabajo mantiene el nivel. Su hermano Dario le echa una mano.
Disco saladísimo, de estimable calidad, que hará pasar un rato grande a quien lo escuche. Ponedlo en el coche, mientras cocináis, en cualquier fiesta… o siempre que queráis combatir el aburrimiento y la desidia. A reivindicar con la cabeza muy alta. Y encima todavía podemos seguir usando el chiste que circulaba entonces: eso te queda más ancho que los pantalones de Kid Creole.
El silbido y la alegre percusión iniciales ya te hacen poner tiesas las orejas. A los 48’’ aparece una batería trotona, feliz como un perro que sacan de paseo, y el tema te pinta una sonrisa en la cara aunque te resistas.
Paparapeos, silbidos, chasquidos de dedos… esta efervescente canción de Pacific Air lo tiene todo para animarte incluso un lunes. Es el tema que abre el EP de los hermanos Lawhon, Float (Republic, 2012), que desde Los Angeles andan dando sus primeros pasos musicales.
La voz, la buena voz, no es el instrumento más importante en el rock o en el pop. Si lo fuera, Rod Stewart no se hubiera hecho millonario vendiendo discos ni Los Planetas gozarían del prestigio del que gozan. Es más, una voz inmaculada, capaz de moverse por las escalas, de modularse, no casa del todo con estos géneros. Se podrá cantar como los ángeles, pero los ángeles no emocionan. Energía, estribillos, riffs, etc., son algunos otros valores más considerados.
La banda danesa Choir of Young Believers, en cambio, está hecha para el lucimiento de su cantante, Jannis Noya Makrigiannis (1/3 griego, 1/3 danés, 1/3 indio). El resto de la formación, asentada en Copenhague, es muy cambiante. En Rhine Gold (Ghostly International, 2012) sobresalen también el bajo y los arreglos electrónicos; pero sobre todo dejan espacio y le dedican tiempo a esa voz, que se explaye, que se pliegue y despliegue. El aire soñador del nombre de la banda se reproduce en su música. Es un sonido celestial, dicho sea en su sentido de grandiosidad y ensoñamiento, aunque quizá sería mejor llamarlo espacial; un pop orquestal —caben el piano y los violines— de largos desarrollos, algo petulante en ocasiones, pero con personalidad propia y con el marchamo de inclasificable. Sedated, con sus truenos incluidos, podría ser el perfecto resumen de todo ello.
Este es su segundo asalto; en su país son un fenómeno.