El quinteto de Oslo The Launderettes lo componen chicas limpias y pulcras, no cabe duda. No lo decimos por su nombre tan lavandero, ni porque su look rockero brille y dé esplendor, sino que su rock garajero tal vez suena demasiado impoluto y con una ortodoxia diríase higiénica. Cierto que tienen algunos riffs duros (los de Linda Kastbakken) bien traídos y algunos baquetazos que harían chichones aporreados en otra parte (los de Cecilie Asker), cierto que salen de haber hecho sus primeras prácticas realmente en un garaje, pero es que a este también se le ve un lugar pulcro, sin una punta de canallismo o sordidez, y cierto que llevan veinte años en la carretera, pero aun así resulta difícil arrobarse con ese rock suyo un poco de piñón fijo.
Siempre se miraron en el espejo de Joan Jett, y eso nos las hace simpáticas. Y también el hecho de que Steve Van Zandt, el Soprano televisivo, las apoyara con su sello discográfico. Parece que medio siguen en activo, pero atrás quedan nada más que un puñado de singles, un par de álbumes y un recopilatorio de ambos para intentar el salto estadounidense.
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