En esa especie de big bang insular que compone buena porción de Grecia, sólo la isla de Evia está unida a la parte peninsular por un puente. La construcción de esta estructura data de 1993, y como la cronología es inflexible, es evidente que por allí no fue por donde The Beatles pasaron a la isla en su famosa visita a finales de los años sesenta.
Aquella estancia en la isla de los cuatro Escarabajos resultó ser el chispazo definitivo que motivó que cuatro jóvenes nativos de Eretria, la capital de Evia, formaran poco después The Scantharies (σκαθάρι en griego, palabra que, claro está, hace referencia al mismo insecto que beatle en inglés). Eso sí, The Scantharies no serían una banda tributo, sino que desarrollarían su propia personalidad a través de un garaje rock exclusivamente instrumental. Además, el propósito era que el sonido de The Scantharies mutara desde ese garaje instrumental a otro más abierto y experimental que absorbiera diversas influencias musicales.
Andy Dragazis es griego y vive a caballo entre Eretria y Londres; además de ser músico y productor, tiene una imaginación viva y calenturienta. De ella ha nacido toda la ficción que acaba de narrarse, a excepción del verídico viaje de los Beatles a su lugar de origen (se cuenta que incluso habían planeado comprar una isla griega para ellos), y es con la que ha vestido su proyecto de The Scantharies. Musicalmente la banda practica ese garaje instrumental de sabor sesentero descrito más arriba, y que puede disfrutarse en el álbum homónimo publicado por Memphis Industries en diciembre de 2012, lo cual hace que casi pueda considerarse un trabajo de este año.
Tras una breve intro, aparecen seguidas dos piezas tensadas a base de Fender fuzz, que nos retroaen de inmediato a otra época. «The Start» es, sencillamente, fascinante:
A continuación, las florituras electrónicas con que se abre «The Bear» nos hace recordar a Joe Meek. Y quien escuche suelta «What The Gods Want, The Gods Get» pensará que se trata de la música para los créditos de algún reputado spaguetti western. Poco a poco se irá introduciendo una cierta oscuridad en los sucesivos cortes, y hasta el órgano de «Advance! Forward!» suena con un poso sombrío, y en «Hip Messiah» es directamente lúgubre.
A continuación, las florituras electrónicas con que se abre «The Bear» nos hace recordar a Joe Meek. Y quien escuche suelta «What The Gods Want, The Gods Get» pensará que se trata de la música para los créditos de algún reputado spaguetti western. Poco a poco se irá introduciendo una cierta oscuridad en los sucesivos cortes, y hasta el órgano de «Advance! Forward!» suena con un poso sombrío, y en «Hip Messiah» es directamente lúgubre.
Muy conseguido y muy recomendable caso de arte imitando al arte.
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