En cuestiones artísticas, ni todo vale ni todo es una basura. Sin embargo, ante la novedad, está o quien aplaude la vulgaridad más zafia o quien censura cualquier asomo, en una dicotomía intransigente y áspera. Todo cuanto suponga un esfuerzo creativo por sí solo debería merecer, al menos, una consideración; después vendría un juicio crítico del que se entresacarían las propuestas valiosas y se desecharían las tomaduras de pelo. Hay que expurgar, pero con discernimiento.
Salen a flote estas reflexiones porque se viene observando últimamente, a raíz de la eclosión del actual movimiento más underground e independiente patrio, vítores y vituperios a partes iguales, guerracivilismo sin término medio. Antes que nada, parece incuestionablemente positivo que haya ganas de crear entre las nuevas generaciones y que de hecho estén creando, que se haya formado una cantera, una escena. Luego se verá qué es lo que consigue sobrevivir y qué no.
Esta nueva hornada tiene su campamento base en la red —bandcamps principalmente—, y algunos de los grupos han conseguido lucir algún tema en vinilo a través de los recopilatorios que publica periódicamente La Fonoteca desde 2011, su principal rastreador, en Madrid y Barcelona. (Un monumento y una lluvia de subvenciones es lo que debería recibir esta web por su ingente labor archivera del patrimonio musical español.) Y cuando los grupos publican, suelen hacerlo en formato de vinilo o casete en autoediciones o en minúsculos sellos independientes, a los que también habría que poner otro monumento.
De entre este centenar (por dar una cifra) de grupos y grupúsculos, algunos más efímeros que los días de una mariposa, lo cual está muy en consonancia con estos tiempos vertiginosos, uno de los proyectos más sólidos y descollantes parece ser el del trío madrileño Cómo Vivir En El Campo (CVEEC). Con varios cedés autoeditados y un tema en el volumen Madrid está helado (La Fonoteca, 2012), el sello Discos Calabaza les publicó su álbum homónimo en 2012. A cinco temas por cara, desarrollan un radiante trenzado de guitarras acústicas y eléctricas alrededor de unas letras interesantes y cuidadas, de apariencia cotidiana pero con cierto poso. De hecho, la letra de «Moderna» pertenece al poeta Ángel Guache. Y la línea «volvedme veneno porque se muera al comerme» es un remedo de un verso de Lope de Vega de su poema «El amor enamorado».
Un primer corte muy próximo al noise, con un parapapeo luminoso, ya arrebata. Y encima le sigue uno de los mejores temas que se han compuesto por aquí en el último lustro, «Por todas partes»:
Estás por todas partes, como el hierro y el latón
Por todas partes, sin llegarlo a parecer
Y basta con un instante, como el cielo y el dolor
que nos separa y que nos hace desiguales
Un poco más allá, «Amor y pedagogía», pop soleado con aires sesenteros. Cierra la primera cara la simpática «Moderna», la historia de una chica que lleva tatuada una pierna, tiene espíritu barroco y sale con un marciano. Más oscura, como cuando se tienen nubarrones en el ánimo, «No tenían aspirinas así que traje cigarrillos», con unos punteos de guitarra diáfanos. Y si queremos seguir hablando de guitarras, «Escándalo en la montaña» es otro ejemplo de cómo tratarlas.
¿Será CVEEC una de las bandas que permanezca y deje huella? Se verá; mientras, se disfrutará.
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