¡Hemos visto demasiado, escuchado demasiado, leído demasiado!
(S. Reynolds)
Lo primero es el pellizco. El pellizco como forma de sentir el éxtasis, la felicidad. Para Simon Reynolds, en música, esa sacudida inesperada que te proporciona una dosis de placer y de potencia alucinatoria a base de timbre, textura y armonía lo es todo. Y cual chamán de tribu amazónica acude a buscarlo a las aguas psicodélicas del acid-rock, del post punk, de la música electrónica… siempre con la premisa que lo que se encuentre sea algo realmente nuevo. Alrededor de esta idea muy simplificada, Reynolds —proveniente de los postulados teóricos de Barthes y Derrida— desarrolla un discurso implacable con que significar los hitos donde puede hallarse ese anhelado bliss.
Después del rock es una edición argentina (Caja Negra, 2010) donde poder leer algunos artículos fundamentales de Reynolds, que flotaban dispersos por muy diversas publicaciones. Y digámoslo pronto y rápido para que duela lo menos posible, como quien quita un esparadrapo de la piel: lo suyo es deconstruir. Pero como fino ensayista inglés, esta deconstrucción del pop no está exenta de amenidad, nunca se forja por apilamiento pedante y ladrillesco. El artículo final, «El agotamiento de la innovación: la música pop en la primera década del siglo XXI», es de una claridad histórica fascinante.
Siguiendo su canon, la lectura de este pequeño volumen debería ir acompañada de la siguiente selección musical:
> Scritti Politti: Hegemony [*]
> Meat Puppets: Two Rivers [*]
> Coldcut: Beats + Pieces [*]
> Boards of Canada: Michael
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