James Ensor, hijo de un inglés y una mejicana, nació en Ostende (Bélgica), y allí se crió en la tienda de souvenirs de sus padres. Todo eso debe de marcar.
Con su sátira, su simbolismo y su distorsión enmascarada, influyó en el expresionismo y el surrealismo. Una exposición itinerante, ahora aposentada en Bruselas, reúne una muestra de toda su trayectoria, pero hay un exceso de primera parte, ortodoxa y sin demasiado interés (a excepción de toda la serie que hizo sobre el cadáver de su madre) y poca representación de su producción final, mucho más visual y poderosa, la de la vida es un baile de máscaras, y debajo llevamos el cadáver que en breve seremos.
A la salida huele a gofres, cómo no. Pero Gog aún lleva pegado en la memoria del paladar el brioche que ha desayunado hace un rato, el mejor del mundo, que es el que hornean en la pâtisserie Le Saint-Aulaye, en el barrio de Ixelles. Y el recuerdo de la mantequilla chorreando por el corazón de esa delicia le revolotea junto a la cancioncilla que They Might Be Giants le dedicaron al pintor belga en «Meet James Ensor»:
No hay comentarios:
Publicar un comentario