De acuerdo, es un disco blandito, menos incisivo que el cuchillo de la mantequilla, y el cantante, que aún usa espinillas, a ratos se le nota mucho le gustaría cantar como Morrisey. Pero por lo mismo Chasing After Ghosts (Fierce Panda, 2011) resulta un álbum encantador si te pilla con el día no demasiado exigente, porque sobre todo contiene esa pasmosa facilidad para el pop que los británicos llevan impresa en su genoma. Lo olvidaremos pronto; mientras, que nos quiten lo bailado.
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