viernes, 31 de julio de 2015

Ellas llevan el ritmo #69 // Género chico #73: Primetime


Afortunadamente, hoy día ya no es un escándalo que las chicas le bajen con toda naturalidad la bragueta a la portada del Sticky Fingers y por ella saquen el dedo del fuck you. No contentas sólo con eso, el EP de 7’’ (La Vida Es Un Mus, 2014) de las londinenses Primetime comienza al grito de “I want your body not your mind / don’t want to see you all the time”, vociferado por las dos cantantes, Lucy Anstey y Claudia Serfaty, mientras la batería y la acuchillante guitarra las acompañan en lo que parece el ritual de una tribu caníbal. Flora Watters y Maria son las otras dos componentes. 


Así pues, se trata de una banda de punk compuesta por mujeres independientes, emancipadas y desafiantes, con las ideas claras en lo existencial y en lo musical, aunque de momento apenas sumen cuatro temas. Y si el primero de ellos te atiza, atención al que abre la cara B, "Right Track", con una línea mugrienta de bajo capaz de una hecatombe con sólo tres notas.

domingo, 19 de julio de 2015

Vidas paralelas #4 // Preparados para un solo de órgano #36: Roberto Carlos y Lafayette


No cualquier músico brasileño sirve para la bossa nova, como no cualquier español puede ponerse a cantar flamenco ni todos los alemanes son capaces de componer óperas wagnerianas (bueno, esto último sí). Se tiene al brasileño Roberto Carlos por cantante romántico y baladista empedernido, pero antes de comenzar a vender millones de discos en la década de los años setenta bajo esa faceta, intentó triunfar, sin éxito, como cantante de bossa. En agosto de 1965, con la mecha de la beatlemania prendida en todo el mundo, la televisión brasileña inició un programa dedicado a las nuevas tendencias musicales, sociales y de moda y le reclutaron para presentarlo junto a los también músicos Erasmo Carlos y Wanderléa. El programa se llamó Jovem Guarda, que devino en un fenómeno nacional. Con él se originó en el país un nuevo lenguaje musical, alegre y desenfadado, cuya influencia principal era el pop y el rock y se miraba muy especialmente en el espejo de los Beatles. El gran mérito de Roberto Carlos fue darse cuenta de que a lomos de ese carro se le veía mejor, por lo que no dudó en encabezar dicho movimiento. 

Aquel mismo año grabó un álbum que, imperativos del sello discográfico, que pronto entrevió el filón, se tituló… Jovem Guarda (CBS, 1965). El sonido del álbum está sostenido principalmente por el órgano Hammond del que a partir de entonces sería su músico acompañante durante un lustro, Lafayette Coelho Varges Limp. Este había sido requerido por Erasmo Carlos —por cierto, ningún vínculo familiar con Roberto— para grabar el piano en un álbum suyo, pero Lafayette se presentó en el estudio con un Hammond B-3. Erasmo Carlos probó entonces a ver cómo sonaba aquello; el resultado fue de su agrado, así como del de Roberto, que también andaba por allí, y ya sabemos de su infalible radar. De todas formas, hay que tener problemas auditivos muy graves para obviar el maravilloso sonido del Hammond de Lafayette, tan cálido, lírico y emocionante. El caso es que juntos, antes de que Roberto Carlos pasara a dedicarse a los baladones que le harían ultrafamoso, se unieron en la que a la postre ha resultado ser la época musicalmente más interesante del cantante, aunque los millones de vinilos posteriores que hay diseminados por los hogares de todo el orbe indiquen otra cosa. 

Detengámonos en dos canciones que ejemplifican la grandeza que ambos lograron juntos. El primero es «Esqueça», cuarto corte de su siguiente álbum: Eu Te Darei O Céu (1966), obra cumbre de Roberto Carlos a nuestro entender. 

 

Lo de Lafayette abriéndole paso no tiene nombre de lo bello que es; y luego retirándose para dejarle a la voz expresarse, y volviendo a continuación cuando se necesita su presencia… Es un oleaje hermoso y perfecto. 

En 1968 ganó (¿ganaron?) el festival de San Remo con Canzone per te. Durante mucho tiempo Roberto Carlos fue el único artista sudamericano con tal gesta en su haber. La canción ganadora abriría más tarde el álbum San Remo 1968, publicado en 1975 y que recogía piezas suyas que andaban sueltas y desperdigadas pertenecientes a la segunda mitad de la década anterior. La pieza que sigue a esa canción es el otro ejemplo que queríamos mostrar. «Eu daria minha vida» es una de las canciones más tristes y desoladoras que se hayan compuesto. La letra, cantada por Roberto Carlos con un tono de patetismo realmente desgarrador, consigue hacer saltar las lágrimas del oyente como le pille en horas bajas y con la guardia desarmada. 

 

El caso de Roberto Carlos, guste o no su música, es un ejemplo de superación personal encomiable, pues lleva una pierna ortopédica de rodilla para abajo desde que a los seis años le arrollara un tren, lo cual nunca fue óbice y cortapisa para salir de gira multitudinarias, ganar prestigiosos festivales, presentar programas de televisión o actuar en el cine en películas de acción, como puede verse en esta escena de Em rítmo de aventura (1967): 

 

En cuanto a Lafayette, actualmente está considerado el mejor organista en activo y es una eminencia en todo lo referente a la marca Hammond, que acude a él para probar sus nuevos modelos. Tiene grabados decenas de discos en solitario.

sábado, 4 de julio de 2015

La banda sonora de un libro #18: Todavía no me quieres, de Jonathan Lethem

Algunas obras literarias menores desprenden cierto encanto innegable. Sería el caso de la novelita de Jonathan Lethem titulada Todavía no me quieres (Mondadori, 2008). Claro que todo es relativo, principalmente porque hay libros que se saborean más o menos dependiendo de la edad del lector. El impacto no es igual si se leen El guardián entre el centeno de adulto y La Regenta de adolescente que al revés. Así pues, puede que para un joven de entre 18 y 20 años, que además esté montando una banda de música independiente, la lectura de la novela de Lethem podría causarle el mismo efecto que si hubiera leído Hamlet o El Quijote. Superada esa determinada franja de edad, se queda en un entretenimiento, a veces encantador, pero otras, no tan ameno. 

Es la historia de cuatro amigos que deciden montar un grupo. Todas las historias que tratan de cómo unos chavales deciden formar una banda y las querencias y fricciones que se derivan son prácticamente iguales, llámense The Movies o Axolotes Mexicanos, por ejemplo. No hay forma de resultar muy original con esto. Lethem no es la excepción, aunque se nota que intenta escaparse de lugares comunes, sin duda, pero el fondo de la cuestión lleva repitiéndose décadas y así seguirá siendo. 

Pese a lo que pueda parecer, no hay un chorreo de nombres y referencias metamusicales en la novela. Lethem lo hace premeditadamente, quizá para no ahuyentar a un público no versado en el tema. Y de las que se vierten, se hace tan de puntillas que Gog había decidido no reunirlas a modo de banda sonora del libro. Sin embargo, dos apuntes han resultado fundamentales para convencer a Gog de lo contrario: una cita con una alusión musical imprescindible —«En el equipo sonaba una cinta que Lucinda había escuchado cientos de veces, una mezcla de grupos de Australia y Nueva Zelanda»— y, sobre todo, la mención del álbum We Are Not Men: We Are Devo

Lamentablemente, no se especifica alguna de esas bandas de nuestras antípodas, excepto a The Verlaines en otro pasaje de la obra, así que obviando esta cuestión, una posible banda sonora del libro sería, en orden de aparición, la siguiente: 



El título del libro, según ha explicado el propio Lethem, está inspirado en dos canciones homónimas, de Roky Erikson y The Vulgar Boatmen. Las otras canciones referidas explícitamente a lo largo de la novela son las de Black Sabbath, The Clash, The Soft Boys, The Verlaines y las dos de The Rolling Stones. El resto son elección de Gog, con la salvedad de que la de Devo pertenece al álbum citado.