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viernes, 6 de septiembre de 2019

La banda sonora de un libro #20: El dia del watusi, de Francisco Casavella

Cuentan quienes conocieran en persona a Francisco García Hortelano —Francisco Casavella para los lectores— que era un hombre grande, de tamaño considerable. El dato no tendría mayor relevancia si no fuera porque tras leer las más 800 páginas de El día del watusi (Anagrama, 2016) uno tiene la impresión de que para forjar un monumento literario semejante, con proporciones cuasi enciclopédicas y una estructura tan perfectamente granítica cincelada con esa precisión, hay que ser poco menos que un Obélix de las letras, esculpiendo palabra a palabra menhires con una fuerza propia de alguien que hubiese caído de niño en la marmita de la literatura. Casavella tenía un poderío y un vigor colosales a la hora de trazar historias y componer frases. Y en esa potencia residen tanto sus virtudes como sus defectos. Excesivo a veces; deslumbrante, otras. En cualquier caso, no deja indiferente a nadie. Como nadie podrá negarle una arquitectura narrativa sólida e impecable, tan perfecta, quizá con un final no del todo bien rematado, menos compacto, pero sin que deje resquicios en los pilares fundamentales en la obra que la haga venirse abajo. 

A través de la vida protagonista de la novela, Fernando Atienza, se nos muestra un retrato desencantado de los años que abarcaron desde la Transición, con sus oscuros, tétricos, corredores del poder, hasta el pelotazo de corruptelas y regalías que fueron las olimpiadas de Barcelona. En lo particular, la obra es la ópera de un perdedor, un túmulo funerario en vida —un estar muerto en vida—, una pirámide colosal para un faraón del desastre existencial; tal es cantidad de indolencia que se acumula en las entrañas del protagonista, que su deriva personal sólo tiene un compromiso a fuego con la Nada. 

Las referencias musicales son igual de vastas a lo largo de toda la narración. Hay música pop a toneladas, de diferentes épocas y variados estilos. La hemos recopilado en una playlist para goce de watusis, casavellanos o de cualquier degustador musical. El orden de las canciones sigue escrupulosamente su aparición en las páginas del libro; no se han secuenciado de ninguna otra manera. No he encontrado en la plataforma de streaming ninguna de Los Novios, El Hombre de Pekín, New Buildings, Psicópatas del Norte, Klaustrofobia, Kakao P’al Mono, Dios, Nervios Rotos, Disciplina Inglesa, Quinto Congreso y The Gynecologist. Las que más abajo van marcadas con un asterisco son las que aparecen específicamente citadas por el autor. El resto de canciones —Casavella nombra artistas pero no temas suyos— son de mi elección. Al escogerlas, he procurado, por un lado, no cometer anacronismos, puesto que Casavella utiliza los referentes muchas veces para ambientar la época en que se halla la historia en ese momento; por ejemplo, cuando se mencionan The Rolling Stones, tiene que ver con su concierto en Barcelona en 1977, así que el tema que yo he escogido no es de un álbum posterior a esa fecha. Y lo mismo con otro buen número de referencias (excepción: la de Los Especialistas, porque no he encontrado otra en la plataforma). Por otro, he pretendido que evocaran, aunque fuese de refilón, algo de la historia que se narra en el libro (por ejemplo, las de Beatles, Ramones, Coyotes, Kaka de Luxe, Objetivo Birmania, Brighton 64, Loquillo...). 


Los Bravos - Black is Black * 
The Beatles - A Day In The Life 
Renato Carosone - Torero * 
José Feliciano - Qué será * 
Jimmy Frey - Rosas a Sandra * 
Los Diablos - Un rayo de sol * 
Pedro Vargas - El rey * 
Nino Rota - El padrino (Love Theme) * 
Nelson Ned - Déjame si estoy llorando 
Vino Tinto - Habla, pueblo * 
Lina Morgan - Gracias por venir * 
Leo Ferré - Avec Le Temps * 
Abba - Fernando * 
Glenn Miller - Chattanooga-Choo-Choo * 
Charlie Parker - Ornithology 
Luis Pastor - Lluvia de mayo 
Raphael - Mi gran noche 
Paul Anka & Rita Pavone - Oh Carol * 
Françoise Hardy - Tous les garçons y les filles * 
The Rolling Stones - Sympathy For The Devil 
Willie Rosario - Let’s Bogaloo * 
Chubby Checker - The Watusi * 
Ventures - Wah Watusi * 
Charles Kynard - El toro Poo-Poo 
Ray Barretto - El watusi * 
Manolo Caracol - Cuando yo te conocí 
Karina - El baúl de los recuerdos * 
Velvet Underground & Nico - All Tomorrow’s Parties 
Elvis Costello - Watching The Detectives
Talking Heads - Psycho Killer 
The B-52’s - Rock Lobster 
David Bowie - Heroes 
Bob Marley - Could You Be Loved 
The Ramones - I Wanna Be Sedated 
Rebeldes - Cerveza, chicas y rockabilly 
Los Negativos - Graduado en underground 
Los Secretos - Sobre un vidrio mojado 
Los Canguros - El Dorado Whisky Club 
Zombies - Extraños juegos 
Ilegales - Tiempos nuevos, tiempos salvajes 
Los Enemigos - Desde el jergón 
Los Burros - Huesos 
Los Mestizos - La pócima del amor 
Los Ratones - Más fiestas 
Los Especialistas - Vivo vivo 
Los Novios - 
Vulpes - Me gusta ser una zorra 
Los Rápidos - Confusión 
Decibelios - Vacaciones en el Prat 
Los Coyotes - Esta noche me voy a bailar 
Los Nikis - Diez años en Sing-Sing 
Alphaville - De máscaras y enigmas 
Polansky y El Ardor - Ataque preventivo de la URSS 
La Frontera - El límite 
Gabinete Caligari - Al calor del amor en un bar 
Los Intocables - No hay futuro 
Melodrama - La meva festa 
Dinarama - Perlas ensangrentadas 
Loquillo y los Trogloditas - Rompeolas
El Hombre de Pekín - 
UA - La ciudad sin fin 
TNT - Deberías tener cuidado 
PVP - Miedo 
Kaka de Luxe - Borracho no se puede conducir por la ciudad 
PP Tan Solo - Quiero ser guitarra de Siniestro Total 
Oviformia, Sci - La luna la nuit 
La Fundación - Todo pensado para no durar 
Radio Futura - Oscuro affair 
New Buildings - 
Esplendor Geométrico - Moscú está helado 
Aviador Dro y Sus Obreros Especializados - Programa en espiral 
Berlín - Cuando el cielo deje de existir 
Objetivo Birmania - Desidia 
Brighton 64 - Barcelona Blues 
Minuit Polonia - Teléfonos 
Kamembert - Sha La La 
Mermelada - Coge el tren 
Glutamato Yeyé - Danzad, danzad, malditos 
Ultratruita - L’esquizofrénic 
Semen Up - Lo estás haciendo muy bien 
Johnny Juerga y Los Que Remontan El Pisuerga - Bertha 
Psicópatas del Norte - 
Klaustrofobia - 
Kakao P’al Mono - 
Dios - 
Danza Invisible - Ocio y negocio 
Un Pingüino En Mi Ascensor - Espiando a mi vecina 
091 - La vida que mala es 
Toreros Muertos - Yo no me llamo Javier 
Derribos Arias - Branquias bajo el agua * 
Siniestro Total - Me pica un huevo 
Golpes Bajos - No mires a los ojos de la gente 
Parálisis Permanente - Autosuficiencia 
Ejecutivos Agresivos - Te espío 
Gatos Locos - Prende una vela por mí 
Nervios Rotos - 
Delincuencia Sonora - Mamones 
Seres Vacíos - La casa de la imperfección 
Nacha Pop - Magia y precisión 
Liquid Car - Com Ho faràs 
Último Resorte - Johnny Mofeta 
Peor Imposible - El medidor del tiempo 
Sindicato Malone - Sólo para robar 
Aerolíneas Federales - Soy una punk 
Disciplina Inglesa - 
Quinto Congreso - Rebel 
Dean & The Stars Cats feat. PJ Proby - Rock ‘n’ Roll Heart 
Yellowman - Lost My Love 
Elvis Presley - Return To Sender 
Dion Di Mucci - Save The Last Dance For Me 
Wreckless Eric - Whole Wide World 
Ian Dury - Sex and Drugs and Rock & roll * 
The Monochrome Set - Golden Waters 
Brian Wilson - Love & Mercy 
The Walker Brothers - The Sun Ain’t Gonna Shine Anymore 
The Rezillos - Flying Saucer Attack 
Bob Dylan - Mr. Tambourine Man * 
The Impressions - People Get Ready 
The Routers - Let’s Go * 
The Surfaris - Wipe Out * 
Scott Walker - Track Three (del álbum Climate of hunter *) 
Peter Gordon & Love Of Life Orchestra - Beginning Of The Heartbreak 
The Theoretical Girls - Lovin’ In The Bed 
The Gynecologist - 
Throbbing Gristle - Walkabout 
Pere Ubu - The Modern Dance 
The Residents - Read Rider 
Four Tops - Reach Out, I’ll Be There 
Ritchie Valens - La Bamba * 
Paolo Conte - Wanda, stai seria con la faccia ma però *

martes, 1 de mayo de 2018

Letras sin acordes #16 // La banda sonora de un libro #20: Joe Pernice

—Por el futuro —dijo Jocelyn. 
—Por que venga ya —soltó James. 


Con la ocurrencia conviene no extralimitarse, y Joe Pernice es ocurrente, muy ocurrente. Este escritor de canciones antes de convertirse también en escritor de novelas es propenso a introducir escenas en las que siempre hay un elemento anecdótico cómico. Afortunadamente, aunque bordea el abismo en numerosas ocasiones, sabe detenerse a tiempo para proseguir con la historia. En cualquier caso, aunque sólo sea por leer la delirante conversación que mantienen dos personajes sobre los bigotes de Stalin y Hitler ya habrá merecido la pena adentrarse en Esta canción me recuerda a mí (traducción del editor español para It Feels So Good When I Stop). Y esa sonrisa que nos saca desde la primera página nos la mantiene entreabierta hasta el final. 

Esta su primera novela —escrita en 2009 y publicada aquí en 2017 por Blackie Books— trata de relaciones rotas, la soledad y otras amistades. Pernice, que se había estrenado anteriormente como escritor con un volumen de la colección 33 1/3 sobre un álbum de los Smiths, tiene toque literario, sin duda. Junto al ingenio verbal, destaca su habilidad para construir personajes: todos tienen un punto de interés, no hay ninguno que resulte anodino o literariamente insustancial; incluso cuando se trata de alguien real, la transmutación que hace de esa persona en un personaje de ficción (lo hace con Lou Barlow) es muy enriquecedora. 

Por supuesto, hay en ella críticas al negocio musical, y música, toneladas de música a lo largo de las doscientas y pico páginas. La condición de músico de Pernice la lleva soldada, lógicamente. Si bien a lo largo de la novela se citan muchos más artistas y muchas más canciones, el propio autor seleccionó algunos cortes para lo que sería la banda sonora:

 

Nota final: Se podría hacer otra buena playlist con una selección de temas de las bandas por donde ha pasado Pernice, desde Scud Mountain Boys, Chappaquiddick Skyline, Pernice Brothers, The New Mendicants o Roger Lion.

sábado, 4 de julio de 2015

La banda sonora de un libro #18: Todavía no me quieres, de Jonathan Lethem

Algunas obras literarias menores desprenden cierto encanto innegable. Sería el caso de la novelita de Jonathan Lethem titulada Todavía no me quieres (Mondadori, 2008). Claro que todo es relativo, principalmente porque hay libros que se saborean más o menos dependiendo de la edad del lector. El impacto no es igual si se leen El guardián entre el centeno de adulto y La Regenta de adolescente que al revés. Así pues, puede que para un joven de entre 18 y 20 años, que además esté montando una banda de música independiente, la lectura de la novela de Lethem podría causarle el mismo efecto que si hubiera leído Hamlet o El Quijote. Superada esa determinada franja de edad, se queda en un entretenimiento, a veces encantador, pero otras, no tan ameno. 

Es la historia de cuatro amigos que deciden montar un grupo. Todas las historias que tratan de cómo unos chavales deciden formar una banda y las querencias y fricciones que se derivan son prácticamente iguales, llámense The Movies o Axolotes Mexicanos, por ejemplo. No hay forma de resultar muy original con esto. Lethem no es la excepción, aunque se nota que intenta escaparse de lugares comunes, sin duda, pero el fondo de la cuestión lleva repitiéndose décadas y así seguirá siendo. 

Pese a lo que pueda parecer, no hay un chorreo de nombres y referencias metamusicales en la novela. Lethem lo hace premeditadamente, quizá para no ahuyentar a un público no versado en el tema. Y de las que se vierten, se hace tan de puntillas que Gog había decidido no reunirlas a modo de banda sonora del libro. Sin embargo, dos apuntes han resultado fundamentales para convencer a Gog de lo contrario: una cita con una alusión musical imprescindible —«En el equipo sonaba una cinta que Lucinda había escuchado cientos de veces, una mezcla de grupos de Australia y Nueva Zelanda»— y, sobre todo, la mención del álbum We Are Not Men: We Are Devo

Lamentablemente, no se especifica alguna de esas bandas de nuestras antípodas, excepto a The Verlaines en otro pasaje de la obra, así que obviando esta cuestión, una posible banda sonora del libro sería, en orden de aparición, la siguiente: 



El título del libro, según ha explicado el propio Lethem, está inspirado en dos canciones homónimas, de Roky Erikson y The Vulgar Boatmen. Las otras canciones referidas explícitamente a lo largo de la novela son las de Black Sabbath, The Clash, The Soft Boys, The Verlaines y las dos de The Rolling Stones. El resto son elección de Gog, con la salvedad de que la de Devo pertenece al álbum citado.

martes, 29 de abril de 2014

La banda sonora de un libro #17: Limbo, de Agustín Fernández Mallo

Como es habitual en la gente que no sabe cocinar, 
preparó pasta. 


Agustín Fernández Mallo es un alquimista capaz de amalgamar como pocos las ciencias con las letras. Sus novelas suelen ser una miscelánea de saberes científicos y cultura popular entremezclados con la acción, que a veces se torna secundaria. Abundan las divagaciones mentales, sobre todo las que nacen de una observación científica de la realidad: AFM repara con su mirada en aspectos de la realidad que sorprenden al lector porque nunca se nos había ocurrido pensar sobre algo así; y nos lo vierte a través de esos personajes suyos llenos de soledad —o permanentemente acompañados de soledad—, unos como desiertos humanos. Por su carácter divulgativo, a veces parece que estemos leyendo un ejemplar refinado del Muy Interesante; incluso hay fotos, gráficos, ilustraciones, mapas, etc., en sus libros. Limbo (Alfaguara, 2014) retoma tales parámetros. Aquí narra tres historias aparentemente paralelas que de alguna manera confluirán al final en una especie de caleidoscopio global. 

Y como siempre hasta ahora en la obra del autor, debería venderse junto a un cedé que recopilara una muestra de todos los músicos que aparecen mencionados en sus páginas. En esta ocasión, sólo se señala expresamente el tema de The Boomtown Rats; de The Magnetic Fields, Sting y Wilco se hace referencia a unos álbumes en concreto, y de ellos ha escogido Gog los temas. Del resto de músicos únicamente se menciona el nombre. Así pues, a excepción de «I Don’t Like Mondays», todos los temas son libre elección de Gog. La secuenciación sigue escrupulosamente el orden de aparición en el libro. 


Para que no quedara una lista de reproducción excesivamente larga, en la selección se ha obviado la ristra de nombres que figuran en el cartel de un imaginado Benicàssim Chino:


domingo, 1 de diciembre de 2013

La banda sonora de un libro #16: Diarios de bicicleta, de David Byrne

El mundo no entiende de lógica, es una canción (p. 241). 

Poseer el sentido de la vista no implica necesariamente saber mirar. Mirar es interpretar; poner la vista sobre algo o alguien es sólo un acto físico. Mirar está directamente emparentado con observar, y quien observa, comprende. Quien sólo ve, no llega al discernimiento. Después de leer Diarios de bicicleta (Reservoir Books, 2010), resulta muy evidente que David Byrne pertenece a la estirpe de los observadores. 

Este libro no es un diario en su sentido estricto, sino que se trata más bien de un libro de viajes. La curiosidad principal es que Byrne, allá donde va, suele incluir en su equipaje una bicicleta plegable, con la que pasea por todas esas ciudades del mundo en las que ha estado, de Manila a Buenos Aires, de Adelaida a Berlín, de Londres a Estambul… Aupado en el sillín y a base de pedales, contempla los edificios, las calles, la gente que las puebla, y eso le sirve para aplicar con perspicacia e inteligencia, y enorme talento literario, la riada de conocimientos que posee este artista —músico es una palabra que se le queda corta— y sus imponentes dotes de observación. Así, reflexiona sobre cuestiones tan dispares como urbanismo, arquitectura, comportamiento social, zoología, arte, historia, política, etc. En el último capítulo, dedicado a Nueva York, su ciudad, se muestra como un activista del empleo de la bici en las ciudades y explica los movimientos ciudadanos en los que anda metido para implantar un sistema de movilidad más racional. 


La música también está presente, de manera especial en el capítulo sobre la capital argentina y en las páginas dedicadas a su viaje por Filipinas, adonde viajó para empaparse de la cultura del país de la esposa del dictador Ferdinand Marcos, Imelda, figura esta que le sirvió para componer y grabar junto a Fatboy Slimm el álbum Here Lies Love (2010). Por lo demás, las referencias que vierte Byrne a lo largo de estas páginas no significa, a la fuerza, que se traten de sus preferencias musicales; a veces no es más que el testimonio de lo que oye o ve en la calle cuando pasea en bicicleta: Los conductores de yipnis adornan sus vehículos con nombres y dichos. En uno de ellos leo «Simply the Best», que alude sin duda a la canción de Tina Turner. Además de esta última, las referencias expresas que aparecen mencionadas son las siguientes: el álbum Tropicalia de Caetano Veloso; «He Got What He Wanted (But He Lost What He Had)» de Little Richard; «8 Mile», de Eminem; «Kilo», de Ghostface Killah; «Psycho Killer», de Talking Heads; el álbum Segundo, de Juana Molina; «Todo cambia», de Mercedes Sosa; «Trapped in the closet», de R. Kelly; «In Da Club», de 50 Cent; David Byrne & Fat Boy Slim: Here is Love; «Burning Down the House», David Byrne & Brian Eno; «Tie a Yellow Ribbon», de Dawn; «Climb Every Mountain», de Tom Jones; «Pennies From Heaven» (no dice en qué version, aunque habla de «un toque jazz», lo cual no es decir mucho tratándose de un stardard de jazz); y «Bycicle Race», de Queen. El resto de referencias atañen únicamente al nombre de los artistas. Siguiendo rigurosamente el orden de las citas y completando esos nombres con temas escogidos por Gog, una banda sonora posible de Diarios de bicicleta podría ser la que sigue (a falta de Tracey Ullman, Ghostface Killah y Tom Jones):

miércoles, 23 de octubre de 2013

La banda sonora de un libro #15: Fiebre en las gradas, de Nick Hornby

Tener facultades críticas es algo terrible. A los once años no había películas malas, sólo había películas que no me apetecía ver; no había comidas malas, sólo coles de Bruselas y berzas; no había libros malos, pues todo lo que leía era estupendo. De repente, me levanté de la cama un día cualquiera y todo había cambiado. (…) Desde aquel momento y en lo sucesivo, el placer ha sido algo mucho más huidizo. 

La pasión, entendida como una afición vehemente a algo, es vuelo y es cadena. Por una parte nos libera, nos eleva cuando saca de nuestro interior toda esa energía exaltada; por otra, nos hace prisioneros, nos amarra a ella, nos esclaviza y tiraniza. 

Que se le conozcan, el escritor inglés Nick Hornby tiene dos inmensas pasiones: la música y el fútbol. De la primera de ellas ha dado buena cuenta en bastantes ocasiones, y en cuanto puede, como se verá aquí más adelante, hace referencia a ella. La segunda, su amor ciego por el equipo del Arsenal y por el fútbol en general, la describió en su autobiografía Fiebre en las gradas (Anagrama, 2008; la edición original es de 1992). En ella Hornby relata, con la amenidad y facilidad que le caracterizan, en qué momento se produjo ese flechazo obsesivo suyo y cómo, desde entonces, toda su vida ha girado alrededor del fútbol, hasta el punto de que algunos de los momentos más importantes de su vida están asociados inevitablemente a algún episodio futbolístico que conserva en su memoria de hincha irredento. Sin duda, se trata de un libro que disfrutará mucho más el lector que esté un poco versado en el juego del balompié. Con todo, resulta muy interesante la radiografía que traza de los entresijos deportivos y sociales relacionados con el fútbol y, sobre todo, la defensa lúcida y sentida que hace de una devoción muchas veces malentendida por el público ajeno a este deporte. El fútbol tiende a asociarse con la idea de que los seguidores son una panda de descerebrados, seres embrutecidos, vándalos de lo peor, y que los campos son «un agujero infecto en el que habita la escoria de la sociedad», cuando la realidad es que entre esos mismos seguidores hay médicos, profesores, contables... El fútbol está demonizado por culpa de cuatro bárbaros y unos medios de comunicación que a base de sobreexposición termina agotando la paciencia de muchos. Y a estos detractores habría que decirles que sus constantes quejas y plañidos cada vez que hay jornada futbolera resultan tan cansinos si no más. 

El conocimiento musical de Hornby también aparece entreverado entre las páginas de esta obra. Son breves referencias, muy tangenciales respecto a la línea argumental, y no en todos los casos significa que le gusten esas bandas mencionadas. Lo más curioso es que a medida que avanza el libro, y con él la edad del autor, las referencias musicales van disminuyendo, como si el hecho de cumplir años conlleve la mengua de la capacidad para emocionarse con las novedades musicales, de modo que ya no se quedan marcadas las canciones con la misma intensidad que en la juventud. Esa es la razón primordial que nos lleva a creer que la música que se hacía en nuestra época era muchísimo mejor que la que se hace en el presente. Aquí Hornby únicamente cita tres álbumes: II de Led Zeppelin, el debut de los Ramones y Singles. Going Steady de los Buzzcoks, y un tema en concreto —«Sailing», de Rod Stewart, otro gran futbolero, que incluso llegó a comprarse un equipo—, así que a excepción de este, los temas de la lista de reproducción de abajo están seleccionados por Gog, atendiendo, eso sí, a la época en que están referidos los artistas; por ejemplo, el Van Morrison de finales de los 70 no el de los 90. El orden de la lista sigue escrupulosamente el orden de aparición en el libro. Faltan los de Led Zeppelin, Beatles y King Crimson porque el servicio en streaming utilizado no los tiene. Para bien o para mal, así es como queda una posible banda sonora de Fiebre en las gradas:

lunes, 9 de septiembre de 2013

Boris Vian #20 // La banda sonora de un libro #14

A Boris Vian nunca le supuso un esfuerzo eso de dar con un buen nombre artístico. Lo que para muchos es un quebradero de cabeza, para él era una «relaxing cup of café con leche». Firmó sus artículos, libros, cartas, etc., con multitud de heterónimos. Hay quien se ha dedicado a contarlos, y en la suma aparecen 27 contrastados. 

Uno de los más famosos fue Vernon Sullivan, con el que Vian publicó su primera novela negra, Escupiré sobre vuestra tumba (1946). Leída hoy, parece mentira que el término pornográfico significara en aquel entonces lo mismo. El caso es que esta breve novela estuvo prohibida, aunque andando el tiempo se ha reeditado en numerosas ocasiones. Una de las más logradas es la de Christian Bourgois de 1973, que utilizó la acuarela de René Magritte Lola de Valence (1948) para ilustrar la portada. 

Como no podía ser de otra forma, dado el frenesí jazzístico que consumía a Vian, y pese al poco más del centenar de páginas que tiene la obra, hay unas cuantas referencias musicales, que por sí solas podían ponernos en la pista del verdadero autor en caso de no haber sabido quién era ese Sullivan: 

> Dinah Shore: «Shoo Fly Pie» 
> Cab Calloway 
> W.C. Handy 
> Duke Ellington: «I didn’t know About You» 
> «When the Saints Go Marchin’ On» 

Más el siguiente diálogo, a modo de digresión metamusical, que no tiene desperdicio: 

—No —dijo ella—. Nunca he oído a ningún cantante o guitarrista que cante como tú. He oído voces que me recuerdan la tuya, sí..., allí... en Haití. Los negros. 
—Me halagas —dije yo—, son los mejores músicos del mundo. 
—¡No digas tonterías! 
—Toda la música americana ha salido de ellos —afirmé. 
—No lo creo. Todas las grandes orquestas son de blancos. 
—Claro, los blancos están en mejor posición para explotar los descubrimientos de los negros. 
—No creo que tengas razón. Todos los grandes compositores son blancos. —Duke Ellington, por ejemplo. 
—No, Gershwin, Kern y todos esos. 
—Todos europeos emigrados —le aseguré—. Son los peores explotadores. No creo que en todo Gershwin se pueda encontrar un solo pasaje original, que no haya sido copiado, plagiado o reproducido. Te desafío a que encuentres uno solo en toda la Rhapsody in Blue...

domingo, 4 de agosto de 2013

La banda sonora de un libro #13: El jardinero nocturno, de George Pelecanos

-Esto no es un homicidio. Los chicos se pelean, se ponen a prueba unos a otros... 
-El chico recibió un puñetazo en la cara –aclaró el señor Guy. 
-Es una manera de perder una pelea. (p. 240) 


Unos días de playa por delante. En la maleta, el bañador, la toalla, el iPod y una novela policiaca en edición de bolsillo: El jardinero nocturno, de George Pelecanos. No es Gog un lector asiduo de este género literario, pero tenía cierto interés en echarse a la vista algo de la obra de uno de los guionistas de la mítica The Wire. A Pelecanos lo definió S. King como "el mejor escritor vivo de  novela policiaca". El jardinero nocturno (2009), su sexta novela, gira alrededor del caso de un asesino en serie que debe resolver el departamento de policía de Washington DC, entreverado con historias paralelas, el ambiente marginal de los barrios residenciales, reflexiones sobre el conflicto racial, las relaciones entre padres e hijos, el lamentable estado de la escuela pública (tan presente en la serie de TV, como bien se sabe) y música. 

Este último ingrediente, por totalmente inesperado, ha convertido la lectura de El jardinero nocturno en un hallazgo. Al principio las referencias musicales de la novela parecen sólo una nota de color, un toque literario para crear ambiente, pues casi todas salen en las conversaciones que mantienen un grupo de amigos comentando las canciones que suenan en una jukebox en el mismo bar después del trabajo. Más adelante la música se introduce en el caso y acaba convirtiéndose en una de sus piezas clave. 

Los artistas mencionados, en riguroso orden de aparición, se copian a continuación, con referencia a la canción o al álbum cuando estos aparecen también en el libro. Más abajo se ofrece una lista de reproducción resultante de todas las referencias, a modo de banda sonora del libro; en enlace directo los temas que no se han podido encontrar en streaming. La selección de temas para los artistas que aparecen sin ninguna otra referencia concreta en la novela ha corrido a cargo de Gog. 

The Ramones; Ann Peebles; Syl Johnson; «Girls just Wanna Have Fun»; Bob Marley (el album Catch a Fire); «Summer Nights» (de Grease); Humble Pie y Steve Marriott «I’m Ready» (en directo); Paul Pena «Jet Airliner»; Johnny Winter; «I Heard It Through the Grapevine»; Eric Clapton «Let It Grow» y su álbum 461 Ocean Blvd.; Stevie Wonder «The Secret Life of Plants»; Elvis Presley «In the Ghetto»; Bob Dylan; Freda Payne «Band of Gold» y «Bring the Boys Home»; Candi Stanton In the Ghetto y «Young Hearts Run Free»; Brian Wilson «Wouldn't It Be Nice»; Allman Brothers «Blue Sky»; Eric Clapton y Duane Allman «Have you Ever Loved a Woman» (la colaboración en Derek & the Dominos); Laura Lee «Separation Line»; Junior Walker & The All-Stars «Monkey Jump»; Bettye Swan «Closed For the Season»; Brenda Holloway y la versión de «You've Made Me So Very Happy» que de ella hicieron Blood, Sweat & Tears; [Lisa Stansfield] «Been Around the World»; The Jimmy Castor Bunch «It Isn't What You Got It, It's What You Give» y «Troglodyte»; Clyde McPhatter de The Drifters; Bo Donaldson & The Heywoods; Frankie Lymon de The Teenagers; The Nightingales «Just A Little Overcome»; [Dire Straits] «Money For Nothing»; Simple Minds (de 1985); Prince (de 1985); y Miles Davis (el album Live Evil).

lunes, 17 de diciembre de 2012

Letras sin acordes #9 // La banda sonora de un libro #12: Kristin Hersh


Remedando un famoso verso de Gustavo Adolfo Bécquer, el mundo es gigante y extraño. Tan chocante les resulta a algunos seres humanos relacionarse con su entorno, tan ancho de talla les queda el mundo de su alrededor, que conseguir llegar al final del día ya es un éxito para ellos. 

Entre la primavera de 1985 y la primavera de 1986, Kristin, una chica de 19 años, que compone crípticas canciones de rock y canta y toca la guitarra en una banda llamada The Throwing Muses, deja la universidad para trasladarse a Boston con sus compañeros, le diagnostican síndrome bipolar, les contrata una discográfica para grabar su primer álbum y se queda embarazada. Una pequeña precisión: este novelesco argumento es, en realidad, la vida de la propia Kristin Hersh, narrada por ella misma en la fascinante y alucinada autobiografía Rat Girl (Alpha Decay, 2012). Se lee como una novela sin ser una novela. Es literatura en estado puro, de quien posee el don de la escritura. Hersh escribe con tensión, inteligencia, humor, sabe emocionar y absorber la atención del lector. Y es un libro que puede leer cualquier amante de la buena literatura, no hace falta ser un erudito en música alternativa. Claro que Hersh habla mucho de música; de hecho, hay varios capítulos antológicos directamente relacionados con el mundillo musical, como la descripción de un caótico concierto que llegaron a dar o la primera conversación que mantuvo con el dueño de la discográfica que los fichó (y en la que sigue casi treinta años después), pero que nadie piense en el típico libro de un músico hablando de otros mil grupos ignotos para el lego en rock alternativo. Rat Girl no es eso. Es un huracán emocional referido con palabras, la tormenta mental de alguien que no alcanza a comprender cuanto le rodea y que se siente incapaz de relacionarse con normalidad con todo ello. «Hay demasiadas cosas. No me gusta estar obligada a ver todo lo que tengo delante», llega a escribir. En resumen, probablemente Rat Girl es una de las mejores autobiografías que haya escrito nunca un músico. 


En el vídeo de «Fish» está todo. Es el primer vídeo que grabaron Throwing Muses, justo durante esa época. Está su íntimo amigo Dave Narcizo, tocando la batería sin platillos, están las rastas de Leslie Langston, está su medio hermana Tanya Donelly y está ella, con su barriga de ocho meses, cantando con rabia y sus característicos gañidos; está el mundo de luces y sombras, como peces eléctricos, de los Throwing Muses. «En la vida hace falta algo que sea al mismo tiempo hermoso y necesario»; este libro, por ejemplo. 


La única banda sonora posible para estas páginas son sus propias canciones. La autora apenas menciona, de forma muy tangencial, a Stevie Wonder y Bob Dylan, pero a lo largo del libro va intercalando algunas líneas sacadas de las letras de sus composiciones a la luz de lo que acaba de contar y que ahora se entienden en toda su extensión. Estas son todas las canciones que aparecen citadas, y en ese orden:  

Cartoons [K. Hersh] - Arnica Montana [K. Hersh] - Calm Down, Come Down [Throwing Muses] - Call me [Throwing Muses] - Portia [Throwing Muses] - Elizabeth June [K. Hersh] - Ellen West [Throwing Muses] - Flipside [K. Hersh] - The Letter [K. Hersh] - Carnival Wig [Throwing Muses] - Baseball Field [K. Hersh] - Spring [K. Hersh] - Crabtown [Throwing Muses] - Cold Water Coming [K. Hersh] - Snake Oil [K. Hersh] - Rock Candy Brains [K. Hersh] - Styrofoam Rattlebox [K. Hersh] - Pretty Ugly [50 Foot Wave] - Fear [Throwing Muses] - Soap and Water [K. Hersh] - Him Dancing [Throwing Muses] - Flood [Throwing Muses] - Honeysuckle [50 Foot Wave] - Serene [Throwing Muses] - Marriage Tree [Throwing Muses] - Fish [Throwing Muses] - Day Glo [Kristin Hersh] - Shark [Throwing Muses] - Solar Dip [Throwing Muses] - Hate My Way [Throwing Muses] - America [Throwing Muses] - Doghouse [Throwing Muses] - Mania [Throwing Muses] - Close Your Eyes [K. Hersh] - Hot Pink, Distorted [50 Foot Wave] - Diving [K. Hersh] - Pandora’s Box [Throwing Muses] - Walking in the Dark [Throwing Muses] - Winter [K. Hersh] - Fuchsia Wall [50 Foot Wave] - Catedral Heat [K. Hersh] - Vitamins V [K. Hersh] - Civil Disobedience [Throwing Muses] - Listerine [K. Hersh] - Gazebo Tree [K. Hersh] - Hook in her Head [Throwing Muses] - Vena Cava [50 Foot Wave] - Candyland [K. Hersh] - Silver Sun [K. Hersh] - Summer Street [Throwing Muses] - Clara Bow [50 Foot Wave] - And a she-wolf After the War [Throwing Muses] - Buzz [Throwing Muses] - Sugar Baby [K. Hersh] - Caffeine [K. Hersh] - Devil’s Roof [Throwing Muses] - Pale [K. Hersh] - Flying [Throwing Muses] - Mercury [K. Hersh] - Heaven [K. Hersh] - Peggy Lee [K. Hersh] - Pneuma [K. Hersh] - 37 Hours [K. Hersh] - Silica [K. Hersh] - Hope [K. Hersh] - Eter [K. hersh] - I’m Alive [Throwing Muses] - Golden Ocean [50 Foot Wave] - Red Eyes [Throwing Muses] - Night Driving [Throwing Muses] - El Dorado [K. Hersh] - Juno [K. Hersh] - Fish [Throwing Muses] - Moan [K. Hersh] - Beestung [K. Hersh] - Catch [K. Hersh] - Rat [K. Hersh] - Some Catch Flies [K. Hersh] - Firepile [Throwing Muses] - Bright Yellow Gun [Throwing Muses] - Long Painting [50 Foot Wave] - White Trash Moon [K. Hersh] - Statu Quo [Throwing Muses] - Hysterical Bending [K. Hersh]




Tirón de orejas al editor: Existe un profesional en el mundo editorial llamado corrector. Cuesta poco dinero encargarle que corrija un libro, porque es una de esas profesiones mal pagadas; a cambio, evitas que libros como Rat Girl salgan publicados con erratas y con fallos básicos en la puntuación (como en los diálogos).

domingo, 16 de septiembre de 2012

La banda sonora de un libro #11: Jim Dodge


Road movie con dos vías: la automovilística y la psicotrópica, pues su protagonista viaja tanto física como mentalmente a lo largo de las páginas de la novela, lo mismo da que en un coche que con cualquier otro vehículo alucinógeno en su interior. De hecho, las más de las veces viaja en coche puesto hasta arriba de pastillas y cerveza. El coche de El Cadillac de Big Bopper (El Aleph, 2007) —lo habrán adivinado rápidamente los avispados lectores— es un Cadillac. El motivo: el accidente aéreo en el que perdieron la vida Ritchie Valens, Buddy Holly y —lo habrán adivinado rápidamente los avispados lectores— Big Bopper. El argumento: George Gastin, conductor de grúas, se saca un dinero extra destrozando vehículos por encargo de sus propietarios para que puedan cobrar el seguro; su último trabajo será quemar un Cadillac que estaba destinado a Big Booper, lo cual decide hacerlo en el mismo lugar donde se estampó la avioneta, adonde se dirige mientras va recogiendo autoestopistas y poniendo viejos singles de rock & roll en un tocadiscos que lleva en el asiento trasero. 

Dado el buen número de pasajes oníricos causados por los alucinógenos, tal vez lo más apropiado para leer esta obra de Jim Dodge sería escuchar discos de psicodelia o incluso de dream pop si se quiere hacer a la moderna, pero la banda sonora que le da vida sería la siguiente según estricta cita del autor: 

> Big Booper: Chantilly Lace 
> Ritchie Valens: La Bamba 
> Buddy Holly: Not Fade Away 
> Chuck Berry: Maybelline 
> Jerry Lee Lewis: Shake, Rattle & Roll 
> Little Richard: Lucille 
> Elvis Presley: All Shook Up 
> Mama Thorton: Hound Dog 
> Fats Domino 
> Bill Haley & The Comets 
> The Everly Brothers: Bird Dog 
> The Diamonds: Little Darlin’ 
> The Drifters: Save the Last Dance for me 
> Fabian 
> Frankie Avalon: Why? 
> Ricky Nelson 
> The Beatles: Help 
> The Rolling Stones: Satisfaction 
> Bob Dylan: Like a Rolling Stone 
> Loving Spoonful: Do you Believe in Magic 
> James Brown: Pappa’s Got A Brand New Bag 
> T-Bone Walker 
> Joe Turner 
> Sonny Boy Williamsom 
> Big Billy Broonzy 
> Mississippi John Hurt 
> Johnny & The Hurricanes: Red River Rock 
> The Kingsmen: Louie Louie 
> Bobby Picket & the Crypt Kickers: Monster Mash 
> Frankie Line: Ghost Riders in the Sky 
> Sam Cooke: Bring it on Home to Me 
> Roy Orbison: Pretty Woman

miércoles, 15 de agosto de 2012

La banda sonora de un libro #10: Simon Reynolds


¡Hemos visto demasiado, escuchado demasiado, leído demasiado! 
(S. Reynolds)


Lo primero es el pellizco. El pellizco como forma de sentir el éxtasis, la felicidad. Para Simon Reynolds, en música, esa sacudida inesperada que te proporciona una dosis de placer y de potencia alucinatoria a base de timbre, textura y armonía lo es todo. Y cual chamán de tribu amazónica acude a buscarlo a las aguas psicodélicas del acid-rock, del post punk, de la música electrónica… siempre con la premisa que lo que se encuentre sea algo realmente nuevo. Alrededor de esta idea muy simplificada, Reynolds —proveniente de los postulados teóricos de Barthes y Derrida— desarrolla un discurso implacable con que significar los hitos donde puede hallarse ese anhelado bliss.

Después del rock es una edición argentina (Caja Negra, 2010) donde poder leer algunos artículos fundamentales de Reynolds, que flotaban dispersos por muy diversas publicaciones. Y digámoslo pronto y rápido para que duela lo menos posible, como quien quita un esparadrapo de la piel: lo suyo es deconstruir. Pero como fino ensayista inglés, esta deconstrucción del pop no está exenta de amenidad, nunca se forja por apilamiento pedante y ladrillesco. El artículo final, «El agotamiento de la innovación: la música pop en la primera década del siglo XXI», es de una claridad histórica fascinante. 

Siguiendo su canon, la lectura de este pequeño volumen debería ir acompañada de la siguiente selección musical: 

> Scritti Politti: Hegemony [*] 
> Boards of Canada: Michael

[*] Temas expresamente citados por el autor. El resto es selección de Gog. Listados por orden de aparición.

sábado, 7 de julio de 2012

A mí no hace falta que me cambies el plato #29 // La banda sonora de un libro #9


¿Se te pega la cebolla? ¿Nunca aciertas con los granos de sal que van en un pizco? ¿Los bocadillos de chorizo no te salen como a tu madre?

Mario Suárez y Ricardo Cavolo son de la opinión de que no hay nada como mezclar música y comida. Lo demuestran con su libro Cocina indie. Recetas, dibujos y discos para gente diferente (Lunwerg, 2012), que queda gigacool junto a los fogones si eres un indie-cocinillas. Las recetas que contiene no serán candidatas a obtener estrellas Michelín, pero resulta un vademécum absolutamente recomendable para sacar ideas culinarias y, lo que tal vez sea más importante, ideas musicales para pinchar mientras estás con las manos en la masa. 

El volumen lo han dividido en tres partes: 1. EP: picoteo (tapas, entrantes), 2. LP: platos fuertes (primeros y segundos) y 3. Singles: postres y cócteles. Cada receta va acompañada de una propuesta musical, a la que se hacen referencias mientras se explica la elaboración del plato. Algunas de las recetas a modo de ejemplo: 

> «Trío de champiñones rellenos» / Portishead, Third 
> «Mojo picón sobre la mesa de mezclas» / El Guincho, Pop negro 
> «Bullabesa con corazonada» / The Pains Of Being Pure At Heart, Belong 
> «Cous Cous Remember When» / Au Revoir simone, Still Night, Still Light 
> «Manzanas con carne para la paz mundial» / Klaus & Kinski, Tierra, trágalos 
> «Berenjenas rellenas de cariño y queso» / Camera Obscura, Tears For Affairs 
> «Salchichas con pisto y borsalino» / Kraftwerk, Electric Café
> «Brownie tributo a David (Bowie)» / Warpaint, The Fool 

Es entre muy probable y casi seguro que Gog ya haya escrito antes por aquí lo siguiente: uno de sus mayores placeres es cocinar escuchando música, y su disco favorito cuando se pone a preparar una cena para los amigos es un recopilatorio con los hits de The B-52’s. No hay suflé que se niegue a subir si está sonando, por ejemplo, Rock Lobster.

¿Cuál es vuestro disco o canción favoritos para cocinar? Si queréis comentarlo, Gog promete hacer un post con vuestras sugerencias.

miércoles, 6 de junio de 2012

La banda sonora de un libro #8


Dylan trajo la seriedad al pop; 
solo eso es ya razón para tenerle 
un poco de manía.

Los traspasados por la música, como Gog, son esos bichos raros que asocian cada época de su vida, cada año incluso, a una canción, un disco, una banda, un momento musical. Pueden explicar su propia biografía hablando de música que no han hecho ellos pero que llevan marcada a hierro en una esquina de su ser.

El escritor y periodista Kiko Amat es otro de esos tipos; ha expuesto la banda sonora de sus días en el libro Mil violines (Mondadori, 2011) comentándola con ardor y entusiasmo y explicándose de alguna forma a través de ella. Es tal su pasión por el pop que hasta está casado con una guitarrista (la de Los Fresones Rebeldes).

Cada uno de los 14 capítulos está dedicado a una canción —de ahí que el libro se haya comparado con el 31 canciones de Nick Hornby— y cada canción, obviamente, se asocia con un momento determinado de su vida. son importantes para él porque, si ellas no hubieran existido, Amat, sencillamente, hoy sería una persona diferente; ni mejor ni peor, distinta.

Sus filias y sus fobias las defiende cual espadachín fogoso. Tiene razón en todo aunque no estemos de acuerdo con él en nada. No importa que a Amat le parezcan sublimes The Dictators y a Gog no; lo esencial es que comprendemos la importancia que tuvo ese grupo para él, al igual que The Clash, por ejemplo, la tuvieron para Gog. Cambian los nombres, no la idea.

He aquí el canon personal de un verdadero amante de la música y cultura pop, la lista de las heridas que más le curtieron, la banda sonora que habría que escuchar leyendo ese libro:

> Mose Allison, I'm Smashed
> The Chords, Maybe Tomorrow
> The Dictators, Baby Let's Twist
> Alison Statton & Spike, "Tidal Blues"
> De La Soul & Teenage Fanclub, Fallin'
> Jimmy Webb, "Met Her On A Plane"
> The Headcoats, Girl of 62
> Snuff, Cricklewood
> REM, Pilgrimage
> Mega City Four, President
> Hurrah!, "Don't Need Food"
> Morrissey, Interesting Drug

La relación con la música puede volverse obsesiva, sin duda compulsiva, quien lo probó lo sabe. Te conviertes en un maniático, tus acciones pasan a girar al son que la música te toque. Gog, mismamente, si tiene que salir de casa pero está sonando algo en el reproductor (y siempre está sonando algo), jamás lo apaga hasta que termine la canción que esté saliendo por los altavoces en ese instante; luego ya se va. Y así con todo. Mucha de esta relación obsesivo-compulsiva con la música pop, y el efecto que causa esta en su estado de ánimo, es lo que describe Amat en Mil violines. Con su estilo espontáneo y un tanto sobrado de personalidad, contiene, al menos, cinco capítulos memorables.


Nota aparte: Se ruega al editor explique qué carajo pinta en el libro el anexo titulado "Manual de literatura para punks", que son unos consejos a la pata la llana del propio Amat para quien quiera ser escritor (¿?). El lector puede saltárselo sin cargo de conciencia, pues no hay en esas páginas ni una referencia musical.