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sábado, 21 de diciembre de 2019

A mí no hace falta que me cambies el plato #51: Mattiel

Foto tomada en 5180 S Atlanta Road, Smyrna, Georgia.

Las licuadoras lo aceptan todo. No tienen ningún problema en pasar por sus hélices apios con arándanos, o brécol con plátanos, o apios con arándanos, brécol y plátanos. No les importa porque saben que el producto resultante no depende de ellas, sino del arte de equilibrar sabores de quien se pone a echar ingredientes al vaso de la batidora. 

Mattiel Brown es una de esas personas capacitadas para mezclar lo que le salga de la gana y encima obtener un resultado muy original y genuino. Ella es el núcleo principal sobre el que se asienta la banda de Atlanta que lleva su nombre a secas, Mattiel, y que van ahora por su segundo álbum, el maravillosamente ecléctico y enriquecido Satis Factory (Heavenly, 2019). 

¿Qué es lo que combina para su batido musical? Pues en la receta hay que poner, entre otras cosas, spaghetti western, blues narcótico, aromas de pop sixtie francés, psychobilly, rock alternativo, espíritu garagero, imitaciones velvetundergroundianas, power pop melódico y energético, country, rockabilly… No lo revuelve todo a la vez, claro, sino que posee la sabiduría del druida que sabe la cantidad exacta de muérdago y de baba de sapo que hay que poner en una poción o de la chef que sabe hasta dónde puede llegar el sabor del cardamomo o el jengibre en un plato. Como ellos, Mattiel conoce el secreto. 

Además, desborda actitud y personalidad, y contiene cierta excentricidad lírica cargada de un humor muy peculiar. “Gonna marry myself and get a divorce” es una de las líneas más afortunadas del disco (en “Je Ne Me Connais Pas”, con estribillo también en francés). O cuando se pregunta para qué pensar en comida cuando todo lo que tienes es algo para regurgitar, como canta en “Food For Thought”. 


Acompañan a tan singular personaje, Jonah Swilley (batería) y el extraordinario músico Randy Michael. Los palpitantes dibujos de guitarra que traza en el tema inicial (“Til the Moment of Death”) entusiasman; como lo que hace con el órgano en otro de los cortes más vitalistas y memorables (“Berlin Weekend”). 

Para rematar, voz especial, toneladas de temperamento, un estilo propio, todo es afortunadamente entretenido y original aunque a veces las referencias sean muy evidentes.

domingo, 21 de diciembre de 2014

Como decíamos ayer #26 // Discos con portada con discos #72: Blancmange

Lo bueno de irse es que siempre se puede volver. En el mundo de la música, este viaje de ida y vuelta se da en los últimos tiempos con tanta frecuencia que apenas quedan ya regresos que anotar. Bandas que decidieron agotar su andadura musical por la razón que fuera y que ahora ven la oportunidad de recoger réditos de nuevo. Y no importa si se trataba de grupos de contrastada notoriedad o algo menores en cuanto a acogida pública. 

Tal es el caso de Blancmange, el dúo londinense formado por Neil Arthur (voz) y Stephen Luscombe (teclados). Pertenecientes a la época gloriosa del synth pop de los años ochenta, su nombre nunca saldrá a la primera a la hora de citar bandas señeras del género: Depeche Mode, Human League, OMD, Yazoo, Soft Cell… Tal vez pueda aparecer en una segunda ronda y siempre y cuando seas un conocedor del tema. En los ocho años de existencia (1979-1987) que tuvo esta banda con nombre de postre gelatinoso, publicaron tres álbumes; desde 2011, fecha de regreso, hasta hoy, llevan dos discos más. 

Bueno, en realidad habría que precisar bastante respecto al segundo de ellos. Happy Families Too… The Story So Far (Cherry Red, 2014) es su album de debut —Happy Families (Island, 1982)— grabado de nuevo, con un tema extra que no estaba en el original más cuatro remixes (el mejor de ellos realizado por Vince Clark). Según Arthur, querían abordar de nuevo esas canciones pero utilizando la tecnología actual. 


Esa idea de hacer “lo mismo pero diferente” está presente desde la portada. Aparentemente es igual, pero se ha modernizado: idénticos animales, idéntico paisaje, idéntica composición, pero ahora la casa es una construcción moderna, hay un cohete al fondo y los personales llevan escafandras espaciales; además, el gato que está pinchando música en la jira campestre maneja dos platos de DJ en vez de un gramófono.


domingo, 23 de noviembre de 2014

5 sobre... #33: novedades

Discos de temporada con cosas interesantes. Tres de ellos comparten la peculiaridad de que son proyectos paralelos a su banda nodriza. 

> By The Sea - Endless Days Crystal Sky (Piccadilly Records, 2014). Pop melódico de guitarras con un punto oscuro muy influenciado por el ambiente ochentero de ese mismo palo tan en boga hoy. Tiende a una cierta épica cargada de melancolía que lo hace enternecedor y emocionante por momentos. Provienen de cerca de Liverpool y su fundador, Bill Ryder-Jones, es guitarrista de The Coral



> Literature - Chorus (Slumberland Records, 2014. Optimistas, efusivos, festivos. Precisamente por eso, no se les tendrá muy en cuenta, lamentablemente, cuando resulta que la seriedad está sobrevalorada; es sabido que tendrás más opciones de que te hagan caso en cuestiones artísticas si te muestras tristón o depresivo, incluso llorón. Son de Filadelfia y Kevin Attics, Nathaniel Cardaci, Chris Schackerman y Seth Whaland saben qué es el pop. 



> Music Go Music - Impressions (Secretly Canadian, 2014). La pista de baile adora a este trío comandado por la cantante Gala Bell por su mezcla de los Abba más discotequeteros y los Fleetwood Mac de Tango In The Night, con los que además comparten californidad. 

  

Y si el contenido es un festín para el baile, en la portada ofrecen uno gastrónomico. 


> Erlend Oye - Legao (Bubbles, 2014). Componer canciones sencillas y bonitas porque sí, sin más pretensión ni más ganas de epatar y, sin embargo, calar hondo. La mitad de los noruegos The Kings of Convenience —el de las gafas— está tocado por ese don. 



> Gulp - Season Sun (Sonic Cathedral, 2014). Son los galeses Guto Pryce (de Super Furry Animals) y Lindsey Leven. Hacen un pop etéreo pero cálido, de mucha construcción y elaborados arreglos a base de sintes principalmente. La voz de ella es embriagadora. 

sábado, 27 de septiembre de 2014

A mí no hace falta que me cambies el plato #48: Kelis


Que el sexto álbum de la estrella neoyorquina Kelis lleve por título Food (Ninja Tune, 2014) y contenga temas de aparente inspiración culinaria como el bombástico «Jerk Ribbs», «Cobbler» (una tarta de frutas), «Friday Fish Fry» o «Biscuits n’ Gravy» no es nada extraño. En primer lugar porque ya avisó de su querencia gastronómica en esto de la música al titular Tasty (Star Track, 2003) a otro de sus discos o «Milkshake» a una de sus canciones más afamadas. En segundo lugar, porque su mayor periodo de silencio discográfico (2006-2010) se debió a que andaba graduándose como chef en la escuela de alta cocina Le Cordon Blue. Ahora vende salsas de elaboración propia y presenta el programa Saucy & Sweet del Canal Cocina estadounidense. Una foodie en toda regla: 

 

¿Y qué ingredientes musicales hay en Food? La base es la presencia de Dave Sitek, de TV On The Radio, que lo produce y también colabora con ella en la composición. El sabor se aleja algo de ese R&B a la moderna que mezcla UK garaje, urban, dubstep, hip hop… Y contra pronóstico, lo que le ha salido ahora a la cambiante, camaleónica y versátil Kelis es un disco de R&B clásico; parece algo así como una recopilación de rarezas de R&B del sello Soul Jazz. Claro que hay bases electrónicas, pero llaman mucho más la atención las macizas secciones de vientos y cuerdas preponderantes en muchos de los temas. Aunque también le quita todo el aliño en la versión desnuda que hace de «Bless The Telephone» de Labi Siffre

 

En cuanto a esas referencias gastronómicas aludidas, son más una forma de ayudar a ilustrar un conjunto que trata principalmente de las relaciones sentimentales.

domingo, 29 de junio de 2014

Qué se sabe de los belgas #26 // Últimamente se está muriendo gente que no se había muerto nunca #33: The Child of Lov


El tiempo se lo lleva todo por delante; no hay tsunami que arrase como él. Esta trágica consideración viene a cuento para hablar de The child of Lov, nombre artístico bajo el que se escondía Martijn William Zimri Teerlinck (también conocido como Cole Williams). Su debut discográfico del año pasado estuvo varias semanas sin salir del giradiscos de Gog, y por lo mismo figuró un tiempo al frente de la sección de On Repeat de este blog. Empezaron a acumularse capas de tiempo, jaleadas por esto y aquello y lo otro, hasta que al final no se le dedicó el post que había pensado para él. 

El caso es que acaba de rodarse un vídeo para uno de aquellos temas —«One Day»—, el que compartía protagonismo con Damon Albarn. Y lo que debería ser un motivo de satisfacción, resulta que no puede serlo tanto, ya que se trata de un trabajo póstumo. Nos enteramos ahora de que a Williams lo barrió el tiempo el pasado diciembre por unas complicaciones sin determinar durante una operación clínica. Criado en Holanda, había nacido en Bélgica hacía 26 años. Un cadáver exquisito. 


Así pues, un talento menos en el mundo. Y de verdad que lo decimos convencidos y no llevados de ese comportamiento tan humano de criticar a los vivos y alabar a los muertos, aunque los vivos sean buena gente y los muertos unos bichos malvados que lo mejor que podían hacer es pudrirse bajo la tierra. Las virtudes de The Child Lov (Double Six, 2013) se encuentran en sus sonidos gruesos, oscuros, abisales, dominados por sintetizadores fúnebres, loops de percusión dura y punteos de guitarra eléctrica. Una especie de Prince introvertido y alucinado. 

Dos curiosidades finales. LOV es el acrónimo de Light-Oxygen-Voltage, que es como se conoce a los sensores proteínicos de ciertas algas para detectar las condiciones ambientales. La otra es que en el tumblr de The Child of Lov daba salida a una curiosa fijación: fotos de mujeres comiendo, sobre todo de famosas.

martes, 29 de abril de 2014

La banda sonora de un libro #17: Limbo, de Agustín Fernández Mallo

Como es habitual en la gente que no sabe cocinar, 
preparó pasta. 


Agustín Fernández Mallo es un alquimista capaz de amalgamar como pocos las ciencias con las letras. Sus novelas suelen ser una miscelánea de saberes científicos y cultura popular entremezclados con la acción, que a veces se torna secundaria. Abundan las divagaciones mentales, sobre todo las que nacen de una observación científica de la realidad: AFM repara con su mirada en aspectos de la realidad que sorprenden al lector porque nunca se nos había ocurrido pensar sobre algo así; y nos lo vierte a través de esos personajes suyos llenos de soledad —o permanentemente acompañados de soledad—, unos como desiertos humanos. Por su carácter divulgativo, a veces parece que estemos leyendo un ejemplar refinado del Muy Interesante; incluso hay fotos, gráficos, ilustraciones, mapas, etc., en sus libros. Limbo (Alfaguara, 2014) retoma tales parámetros. Aquí narra tres historias aparentemente paralelas que de alguna manera confluirán al final en una especie de caleidoscopio global. 

Y como siempre hasta ahora en la obra del autor, debería venderse junto a un cedé que recopilara una muestra de todos los músicos que aparecen mencionados en sus páginas. En esta ocasión, sólo se señala expresamente el tema de The Boomtown Rats; de The Magnetic Fields, Sting y Wilco se hace referencia a unos álbumes en concreto, y de ellos ha escogido Gog los temas. Del resto de músicos únicamente se menciona el nombre. Así pues, a excepción de «I Don’t Like Mondays», todos los temas son libre elección de Gog. La secuenciación sigue escrupulosamente el orden de aparición en el libro. 


Para que no quedara una lista de reproducción excesivamente larga, en la selección se ha obviado la ristra de nombres que figuran en el cartel de un imaginado Benicàssim Chino:


domingo, 27 de octubre de 2013

A mí no hace falta que me cambies el plato #45 // Debut #79: vàlius

Al ver la portada del álbum de debut de vàlius, le ha venido a Gog a la memoria aquella otra de Fire Engines para Lubricate Your Living Room (1980). Sandwich de tomate, jamón y queso en aquella de 1980; bocata de jamón y queso en esta de 2013. Frenesí de guitarras nervudas y discordantes, y percusiones tribales en los ingleses; pop acelerado y también algo frenético en los catalanes. 



Gerard Segura y Pol Serrahima no necesitan más que una guitarra eléctrica y una batería para armar esta jarana sónica. Resulta realmente estimulante entrever en su música cierto toque Beat Happening, cosa de agradecer siempre. Aunque hay algún medio tiempo en Escola (The Indian Runners), sin duda mejoran mucho cuando meten una marcha más, con dos momentos especialmente atinados: «Mai» y «Kim», dedicada al dictador norcoreano. Menos afortunado es el tema inicial (¿por qué no se dejó para el final o para alguna cara B?), donde parecen unos Pogues a la catalana que a Gog le eriza los nervios. 




Si se va a escuchar Escola a través de un iPod o similar, o tema a tema en su bandcamp, podrá verse que la ilustración de la portada cambia con cada canción, de modo que el conjunto queda como uno de esos menús con fotos en bares y restaurantes para guiris.

lunes, 16 de septiembre de 2013

A mí no hace falta que me cambies el plato #44: They Might Be Giants


Los benditos tarados de They Might Be Giants, desparramando desde 1986 y siguen en racha. Se diría que en los últimos años se han revitalizado. Probablemente sea difícil que a estas alturas capten nuevos adeptos, pero quienes les conozcan de tiempo ha saben que con Nanobots (Megaforce, 2013) han vuelto a hacerlo. Nada ha cambiado: 25 canciones, muchas de ellas breves fragmentos instrumentales, llenas de humor, ritmo contagioso y un mundo propio deslumbrante. Nunca se les tomará lo suficientemente en serio, y es una lástima. Nanobots contiene al menos una decena de temas inspiradísimos, repletos de un pop capaz de hacer que en una cocina todo baile solo: 


Es curioso que hayan acudido al motivo culinario para el vídeo de su último single, porque Gog siempre ha pensado —y él mismo así lo hace— que muchos de sus discos están hechos para cocinar mientras suenan.

jueves, 12 de septiembre de 2013

...Y ellos se juntan #78: Klaus Dinger + Japandorf

Todo álbum mítico suele ir acompañado de una a su vez mítica exterior con la que termina de adquirir una consideración de obra artística incontestable. Pensemos, por ejemplo, en Exile in Main Street, con esa huida de los Rolling Stones de su país cual forajidos y su refugio en Francia, el desparrame y las mil anécdotas que se sucedieron durante la grabación en la casona de Keith Richards donde convivían todos ellos, etc. 


Es muy pronto aún para juzgarlo, pero al menos sí podría aventurarse ya que el álbum Klaus Dinger + Japandorf (Grönland, 2013), grabado por el legendario krautrocker y un combo de músicos japoneses asentados en Düsseldorf, podría ser considerado un hito musical andando el tiempo. Para empezar, cuenta con un punto extra: nunca habrá otro álbum de ellos juntos, este será el único que exista, como una brillante anomalía. Y es que se trata de un disco póstumo, y la muerte es una gran aliada de la gloria. Se grabó unos meses antes de que muriera Dinger. Incluso este no vio todas las pistas del disco concluidas. La parte vocal de la preciosa y delicada «Spacemelo», por ejemplo, se añadió después de su fallecimiento. 

El origen de la historia que desembocó a la postre en la gestación del proyecto también tiene cierto sabor trascendental. En julio de 1998, Dinger, otrora percusionista durante breve tiempo de Kraftwerk, fundador de Neu!, La Düsseldorf (junto a su hermano Thomas) y La! Neu?, dio un concierto final con su última banda antes de deshacerla. A la finalización de aquel concierto, se le acercó el músico japonés Masaki Nakao, residente en Düsseldorf desde hacía tiempo. Un año más tarde, la amistad entre ambos había cuajado, habían colaborado juntos y Nakao le presentó entonces a otros músicos japoneses afincados en la ciudad. Décadas después, volvía a repetirse la historia, y el krautrock veía cómo la alianza entre músicos japoneses y alemanes cobraba vida de nuevo, como aquella legendaria del músico callejero Damo Suzuki y Can.


En cuanto a las canciones del álbum, publicadas por fin ahora pero grabadas en 2008 en creativas jam sessions, prácticamente todas tienen también una intrahistoria significativa. La brutalmente obsesiva «Cha Cha Cha 2008» es una versión del «Cha Cha Cha 2000» de La Düsseldorf; son doce minutos que se podrían escuchar doce veces seguidas al día durante doce meses. El primer single, «Immermannstraße», lleva el nombre de la calle donde Nakao le presentó a Dinger a Miki Yui y Kazuyuki Onouchi. «Udon», como la sopa japonesa de noodles, que se la preparaba Nakao a Dinger. Y el corte final, «Andreaskirche», es una grabación de las campanas de la iglesia de Düsseldorf de mismo nombre. 

En lo estrictamente musical, la batería funcionando como un metrónomo y la guitarra rítmica repitiendo estructuras sin cesar en continuo crescendo. O sea, el ritmo motorik a todo trapo, especialmente en esa apisonadora sónica que es «Sketch Nº 4». Sólo «Kittlebach Symphony», sobre un suave piano, y la mencionada «Spacemelo» ponen la calma entre esta gozosa tormenta de krautrock.

sábado, 29 de junio de 2013

A mí no hace falta que me cambies el plato #42

El comer y el rascar, todo es empezar. El comer y publicarlo en internet, últimamente también (Gog el primero). Dos ejemplos muy recientes, la mar de vistosos y suculentos:  

> Casa Pletina, el tumblr Doble Pletina 






martes, 28 de mayo de 2013

Cosas de hermanos #46 // A mí no hace falta que me cambies el plato #41: The Undertones

Al punk habría que ponerle un monumento. El punk ha sido uno de los movimientos más importantes de la historia del rock, no tanto por su calidad en sí como por lo que supuso de reseteo musical, del acabose del antiguo régimen, de volver a la casilla de salida y servir de arranque a cuanto de bueno vendría inmediatamente a continuación, principalmente la explosión del post-punk y la new wave, pero que llegó a salpicar a otros géneros, como el jangle pop, por ejemplo, o la escena del indie primerizo del C-86. Lo dijo Alan McGee, «entre 1978 y 1982 se ha hecho la mejor música de la historia». 


De 1980 es Hypnotised, el segundo álbum de unos de esos hijos putativos del punk, The Undertones, apenas un año después de su exitoso y celebrado debut homónimo. La foto de la portada, algo desenfocada, se tomó con una cámara barata de usar y tirar; pensaron que sería un suicidio comercial, pero aún así la mantuvieron en la cubierta. En ella se ve a Billy Doherty (batería) y a Michael Bradley (bajo) tenedor en mano, imberbes y de rostro aún aniñado, con una servilleta con el dibujo de una langosta a modo de babero, lo que les infantiliza aún más, en una marisquería de Nueva York (a Gog le encantaría saber en cuál y si ese local aún existe). Con tamaña poca pinta de gourmets, la foto transmite la impresión de que es como dar de comer margaritas a los cerdos, y es ahí donde precisamente radica el acierto de la instantánea: jóvenes de clase obrera fuera de su contexto intentando comerse el mundo. Para curiosos, la edición para Alemania salió como portada la foto de la trasera de la edición inglesa, con los cinco miembros al completo. 


Comenzaron a grabarlo en Holanda, pero pronto se dieron cuenta de que les faltaba material y que allí no les llegaba la inspiración suficiente, así que se volvieron a la carrera a Londres, al mismo estudio donde habían grabado su primer álbum para que todo volviera a fluir. Ya en Londres, compusieron y grabaron, entre otros temas, el que a la postre sería el tercer single del álbum y la versión del clásico soulero de los Drifters «Under the Boardwalk», pero filtrada a través de la versión de los Rolling Stones, como le gustaba la padre de los hermanos O’Neill, cabecillas de la banda junto al cantante Feargal Sharkey

Como suele ocurrir en tantos casos, las canciones no tienen la urgencia y visceralidad que en el debut, o al menos no tanta, pero a cambio son mucho más sólidas, están mejor construidas, son algo más complejas (añadieron algún teclado, hay algún arreglo más) y todo el conjunto resulta más regular, entre otros factores porque habían aprendido a tocar mejor. La guitarra de Damian O’Neill, aquí ya mucho más dura y poderosa, influiría posteriormente en bandas como Ash o Blur, Graham Coxon lo sabe. En general siguen siendo temas directos, pues en este segundo trabajo, al igual que en el primero, The Undertones seguían empeñados, muy ramonianamente, en pisar los pedales lo menos posible. Y sigue habiendo temazos llenos de eterna y osada juventud. Se demuestra simplemente con el primer tema, «More Songs About Chocolate and Girls», parodia de los Talking Heads («More Songs About Buildings and Food»); de hecho, Undertones y Heads coincidieron en un festival en Edimburgo y allí hubo sus más y sus menos, como no podía ser de otra forma teniendo en cuenta que el lema de los norirlandeses era «Fuck art, let’s dance». La voz nasal, cuasi gangosa, de Feargal Sharkey en «My Perfect Cousin», «Wednesday Week», «She That Girl» (con parapapeo incluido), «What's With Terry», etc., terminaba por hacer únicos esos temazos. 


Al año siguiente publicarían su tercer álbum, Positive Touch, también memorable pero ya algo diferente y a distancia de los dos primeros, pese a que contiene uno de los temas favoritos de Gog de todos los tiempos (It’s Going To Happen). Van más de tres décadas desde que se publicó el arrebatador Hypnotised. Escucharlo hoy día a todo volumen sigue proporcionando un subidón muy reconfortante. 

Mientras que Sharkey continuó grabando en solitario, los hermanos O’Neill acabaron montando That Petrol Emotion, de inclinación política y más experimental, y que tanto influyó en bandas de brit pop y Madchester, pero esa es ya otra historia.

miércoles, 20 de marzo de 2013

A mí no hace falta que me cambies el plato #40

Algunas portadas con la cocina como leitmotiv fotográfico:

Townes Van Zandt: At My Window (Suhar Hill, 1987). Los vaqueros también cocinan, aunque sólo sea unos huevos con beicon.

Marshall Crenshaw (Warner, 1982). El debut de quien durante un tiempo fue la gran esperanza del power pop. Someday, Someway estaba bastante bien.

Charlie: Kitchens of Distinction (Voiceprint, 2009). Banda de jazz-rock de los setenta que solía adornar sus cubiertas con fotos de chicas con mucha piel a la vista. Treinta años después volvieron con este otro concepto.

UB40: Rat in My Kitchen (Virgin, 1986). Vendieron discos como churros. No hay tienda de segunda mano que no disponga de al menos un ejemplar de su Labour of Love.


Don Henley: I Can't Stand Still (Elektra, 1982). El miembro de los Eagles que más éxito tuvo en solitario. Este fue su debut. El single  Johnny Can't Read contribuyó lo suyo a desgastar la aguja del tocadiscos de Gog, para qué negarlo. Ese teclado insistente le volvía loco.

Adenda [31 de marzo de 2013]: El comentario vertido por Ticket Loser en este post, hace obligado el siguiente añadido.


Ivy: Apartment Life (Sony 550 Music, 1998). El delicioso segundo álbum de la banda neoyorquina tuvo una edición especial con diversos remixes al año siguiente de su primera publicación. Para la portada de esa edición, se cambió la cubierta original: se sustituyó la foto de Dominique Durand maquillándose por una de las fotos que aparecía en el interior del libreto primigenio.

martes, 19 de febrero de 2013

A mí no hace falta que me cambies el plato #39: Lindstrom


La comida tiene fecha de caducidad. La música, en principio, no, aunque bien sabemos que hay discos que han caducado indecentemente. El caso es que tenía Gog apartado en la alacena de los mp3 el álbum que el noruego Lindstrom publicó el año pasado; y al cocinarlo esta tarde, menuda merienda se ha pegado con esto: 


A Giorgio Moroder le habría gustado. Es el tema que abre Smallhans (Smalltown Supersound). Según contó el propio Lindstrom, el título hace referencia a un tipo de comida rápida y barata de su país. Y aún más: todos y cada de los títulos de las canciones llevan el nombre de un plato noruego. Así lo explicó en la revista Spin

Can you describe some of the dishes a little bit? 
All these dishes are the food I used to get when I was growing up. The Norwegian quality of the lamb is really high — they come down from the mountains and are really big and fat and tasty. If you get a hot dog in Norway it’s 20 percent meat and the rest is crap, but “Vos-sako-rv” is made of real meat. The third song, “Eg-ged-osis," is egg and sugar mixed together. When I was a kid I really liked it, but I’m not sure I would like it today. 

(En este enlace, toda la entrevista y el disco al completo en streaming.)

Música electrónica para no parar de bailar. Buen provecho.

miércoles, 6 de febrero de 2013

A mí no hace falta que me cambies el plato #38: Yo La Tengo


Yo La Tengo: primera persona de la conjugación verbal del indie. Treinta y cinco años de gramática rockera alternativa. Trece álbumes de presente continuo.

A lo largo de esas tres décadas, con tantas idas y venidas a España de gira, hasta han aprendido a hacer la tortilla de patatas. James McNew muestra, incluso, mucha desenvoltura en la cocina. En el vídeo, además, la receta de una spicy tortilla soup:



Fade (Matador, 2013), más claro, más diáfano, más bonito que nunca, no es que sea breve, es que se te hace corto. 

Tú la llevas.

lunes, 28 de enero de 2013

...Y ellos se juntan #69: Beak>>

Hoy Gog va a hablar del repollo-rock, lo que los alemanes, tan dados ellos al chucrut o repollo en salmuera, bautizaron como krautrock. Este género musical, de notas sostenidas y ritmos intensos repetitivos, actualmente goza de una reputación reputadísima, pero en sus inicios todo ese buclerío surgido de las influencias del rock progresivo, las vanguardias y el free jazz fue burla y hazmerreír de la cultura canónica: krautrock lo llamaron, o sea, 'repollo-rock'. 


Hoy día invocar a Can, Faust, Neu!, Cluster, Kraftwerk, etc., y cuanto vino y ha venido después es un acto se diría cuasi-religioso. Sin ellos, Portishead no habrían existido, probablemente, décadas más tarde. O al menos, de haber existido de todas formas, Portishead no habrían sonado como suenan. El idéologo principal de los de Bristol, Geoff Barrow, ha decidido ahora sacar del armario todo el repollo que tenía dentro con un grupo paralelo, Beak>> (superkrautrock ya desde el nombre). Parece que le van los tríos, porque lo ha hecho en compañía del bajista de Fuzz Against Junk (Billy Fuller) y del teclista de Team Brick (Matt Williams); y ambos gastan gafas. Repollo-rock a saco, sin ambages, hipnóticamente:



Por estos lares, el repollo no lo metemos en salmuera, sino que se lo echamos a un buen cocido, pero cabe recordar que también se le rinde pleitesía al género con muchísima calidad: Lüger, Schwarz, David Rodríguez y su La Estrella de David...

martes, 15 de enero de 2013

A mí no hace falta que me cambies el plato #36

On the road también se come. Doble Pletina haciendo acopio de fuerzas en Sevilla durante su gira del año pasado.
  
Y Mark Everett, que acaba de anunciar próximos conciertos de Eels por estas tierras, dispuesto a devorar lo que sea, como siempre.

lunes, 24 de diciembre de 2012

A mí no hace falta que me cambies el plato #35: Sergio Algora


En 2004 Mondosonoro comenzaba una nueva sección en su revista a la que llamaron «Cocina Pop». Se trataba de que algunos músicos que les gustara cocinar compartieran sus recetas favoritas con los lectores. Para ese primer capítulo, eligieron al gran Sergio Algora, que destapó la olla de su buen gusto con una sepia estofada con setas. Por si alguien quiere sacar ideas para estos días de tanto recogimiento (se come y se recoge, se cena y se recoge, etc.), aquí va la receta con sus propias palabras: 

Ingredientes (para 4 personas).- 1 kg de sepia, 300 g de setas, 200 g de salsa de tomate, una pastilla de caldo de pescado, 2 dientes de ajo, 2 rebanadas de pan de barra, 1 vaso de vino blanco, 1 cebolla para guisar, 2 hojas de laurel, aceite, sal y pimienta. 

Preparación.- En una cazuela, ponemos un fondo de aceite y rehogamos la cebolla previamente picada; cuando empiece atomar color, añadimos la sepia cortada en tiras y freímos entre 10 y 15 minutos. Añadimos entonces el tomate frito, las setas cortadas en trozos, las hojas de laurel y la pastilla de caldo disuelta en medio litro de agua caliente. Salpimentamos y añadimos el vaso de vino blanco. Cocemos a fuego lento hasta que la sepia esté tierna (alrededor de hora y media). Freímos los ajos y las rebanadas de pan y lo machacamos todo en un mortero. Lo añadimos al guiso y lo dejamos cocer 10 minutos más. Y después a disfrutar… Se puede acompañar con un buen tinto a pesar de ser sepia. 

Consejo.- No lavar las setas, limpiarlas con un trapo húmedo. Si al sofreír la sepia suelta mucha agua, es mejor retirarla y luego continuar. 

Por su parte, Gog recomendaría preparar este plato mientras suena Llamadas perdidas (Mushroom Pillow, 2004), el disco de aquel año de LA COSTA BRAVA.

lunes, 19 de noviembre de 2012

5 sobre... #22: pizzas

Las pizzas son universales, tienen algo de viejas amigas, se encuentran casi en cualquier parte, gustan prácticamente a todos, son baratas y nos divierten que jueguen con la geometría, porque son redondas pero se comen en triángulos (ya, ya, existen pizzas cuadradas, pero a esas pobres les falta el alma de la pizza genuina). Algunos músicos, incluso, han compuesto canciones en su honor:

> Ariel Rot: «Confesiones de un comedor de pizza». Pieza instrumental del ex Tequila que se incluyó en su disco Hablando solo (Dro East West, 1997). A ritmo de swing, con un bajo y un órgano inmensos dándolo todo; claro que se trataba de Bruce Thomas y Steve Nieve, es decir, dos de los Attractions de Elvis Costello.



> Nick Heyward: «Pizza Tears». Uno más que decidió cabalgar en solitario, el otrora líder de los simpáticos Haircut One Hundred, aquellos de «Love Plus One» en los ochenta. Este era un tema mucho menor que grabó con su nombre en 1988. 



> The Cannanes: «Pizza Addict». Tema paradigmático del sonido lo-fi indie —yo me lo guiso, yo me lo como—, sin mayores pretensiones que pasarlo bien un rato los dos miembros fijos del grupo en las múltiples variaciones que tuvo la formación, Stephen O'Neil (voz, guitarra) y Frances Gibson (bajo). Tal vez su síndrome amateur tan elevado les impidió ser grandes; nunca grabaron en un sello medianamente importante en sus dos décadas de historia y seguir su dilatada pero dispersa discografía es un ejercicio de paleontólogo. Este delicioso «Pizza Addict», tan Beat Happening, fue uno de los dos temas de la cara B del single «Broken Bottles» (Bi-Joopiter, 1992). Para quien desee más información sobre la banda australiana, se recomienda este completísimo artículo


> Las Hermanas Benítez: «Sole, pizza, amore». Eran Beatriz, Beba, Petry, Carmen y Juanita y luego Hadee, hijas del ministro de Trabajo cubano Francisco Benítez, quien creara la primera ley para que no se trabajara más de 40 horas semanales. Comenzaron a grabar en los años cincuenta; en 1958 su famoso «Corazón de melón» se utilizó en la peli Sube y baja del gran Cantinflas. Al llegar a España en los sesenta, comenzaron a disgregarse y quedaron como trío Petry, Juanita y Hadee, que grabaron a la italiana esta definitiva canción sobre pizzas. 


> Para cerrar la serie, una fotografía sacada por el grupo Caveman durante su última gira. A su paso por Delawere, se vieron en un restaurante ante esta Banana Dessert Pizza, a base de plátanos, canela y azúcar morena. (Gog la ha cocinado hace poco reconvirtiéndola en una tarta tatin.)

viernes, 26 de octubre de 2012

...Y ellos se juntan #63 // A mí no hace falta que me cambies el plato #33: RZA + The Black Keys

El rapero RZA y el dúo The Black Keys se alían para interpretar juntos uno de los temas de la banda sonora de The Man With The Iron Fists (2012), una de samuráis dirigida por Robert Diggs, o sea, el propio RZA. Además, a la canción le han hecho vídeo exclusivo, en el que los tres se enzarzan en una pelea en un restaurante chino cuando la camarera, al llevarles la cuenta, sólo les pone una galleta de la fortuna para compartir. La guerra de comida en la que se enfrascan tiene su culmen en el momento queso de tetilla (en 3’12’’).

viernes, 19 de octubre de 2012

Las nuevas aventuras del llanero solitario #27 // A mí no hace falta que me cambies el plato #32: Joe Goddard


 

Hoy día es menos frecuente que antes encontrarse temas instrumentales en los discos de pop y de rock; así, sin pensarlo mucho, The Clash o The Police, por ejemplo, grabaron algún corte sin voz. En fin, tal vez sea una mera cuestión de percepción y resulta que hay más de lo que Gog se percata. De lo que no hay duda es de que la electrónica es género abonado para el desarrollo de la música instrumental. Así Harvest Festival (Greco Roman, 2009), de Joe Goddard, uno de los cabecillas de los exitosos Hot Chip

Por ser un poco respetuosos con la exactitud, habrá que señalar que de la docena de temas que contiene este álbum, en tres de ellos sí hay interpretación vocálica: en [5], [7] y [12], es decir, convenientemente repartidos. De hecho, en la primera de ellas se trata de una repetición vocálica más encaminada a crear una sensación que a transmitir un mensaje al uso. En [7], sí hay una letra cantada; el resultado es un delicioso juguete de pop electrónico en la línea de la factoría Hot Chip. El álbum se cierra con la tercera de las piezas cantadas, tal vez de lo más interesante del álbum, una extraña letanía construida con electrónica. 

El resto del álbum es un despliegue de tecno, house y electro orientados hacia la pista de baile. A su favor, que Goddard no parece tomarse demasiado en serio esto del clubbing, o al menos esa es la aliviadora sensación que nos transmiten los temas, como con un cierto tono de distanciamiento, perceptible pero difícil de describir. Deja para el final las piezas más experimentales, sobre todo [9] y [10]. Y mención aparte para el puro Kraftwerk que es [2]. 

A ese no tomarse demasiado en serio el asunto contribuye el hecho de que parece que Goddard se hubiera dado un garbeo por una frutería, con sus plataneces incluidas, a la hora de titular las canciones: 

[1] Apple Bobbing 
[2] Tinned Apricot 
[3] Pear-Shaped 
[4] Strawberry Jam 
[6] Half-Lime Oranges 
[8] Tropical Punch 
[9] Sour Grapes 
[10] Pineapple Chunk 
[11] Mango Chutney 
[12] Coconut Shy 

Nota para gourmets: en el interior de la portadilla viene la receta de un chutney de tomate preparado por Rosie Lovell, propietaria del Rosie’s Deli Cafe de Brixton.