viernes, 30 de noviembre de 2012

Sales en mi canción #51 // ¿Y tú de quién eres? #16 // Karaoke #18

Manuel Sánchez —guitarrista de Los Punsetes y el todo de Anntona— reflejó con gracejo en un tuit la frustración del artista cuando detecta en otros la genialidad que uno mismo no logra alcanzar: «Uno todo el día intentando hacer canciones y llegan los Espanto y TE MEAN». Fue a raíz de que saliera hace pocas semanas el espectacular adelanto del que será el inminente álbum del dúo logroñés: Rock n' Roll (Austrohúngaro, 2012). 

Ahora Espanto ofrecen un segundo tema como aperitivo, también con vídeo. «Hijos» les devuelve a la línea intimista habitual de la pareja, está sostenido por un piano y algún otro teclado; la letra, de tinte existencialista y generacional, cita a hijos de músicos famosos, al cineasta Zowie Bowie y los también músicos Rolan Bolan y Lisa Marie Presley, todos ellos de ilustre apellido.


¿Hay detrás de la letra una lectura social? Probablemente no, pero a Gog, al oír esos tres nombres, le vino a la cabeza la idea de que esta desastrada y desatrosa situación económico-laboral de hoy día conllevará que las nuevas generaciones no alcancemos el nivel de vida, prosperidad y bienestar al que llegaron nuestros mayores. Suele ser ley de vida, generalmente, que los hijos sobrepasen las condiciones y los logros de los padres. Los tres ejemplos citados en la letra de Espanto podrían servir como metáfora de que ahora no será así. Susceptible que está Gog con el asunto, ya ven ustedes.

jueves, 29 de noviembre de 2012

Grafitis por el mundo #25


La calle San Dimas, a la altura de San Bernardo, en Madrid, se convierte en un callejón sin salida abrupto, que alguien ha tenido a bien ilustrar en blanco y negro con esa loa a la maría.

martes, 27 de noviembre de 2012

...Y ellos se juntan #66: Boomgates


Suena por enésima vez la última línea del estribillo de «Cows Come Home»: —‘Cause I’m hundred years old— y por enésima vez brota la emoción en Gog. Cómo está entonada esa línea, resulta exultante y triste al mismo tiempo. Muchas veces basta con un pequeño detalle —un acorde, dos notas, una palabra pronunciada de forma especial— para que una canción te atrape, te estremezca. Esta en concreto la cantan a dúo Brendan Huntley y Steph Hughes, dos de los componentes de Boomgates, que es algo así como una especie de supergrupo del indie australiano. Él está tras el micrófono en Eddy Current Suppression Ring y ella en Dick Diver; se les suma el guitarrista de Twerps, Rick Milovanovic

Cows Come Home

La descripción del palo que practican Boomgates es muy sencilla: pop de guitarras a la australiana. El resultado de Double Natural (Bedroom Suck, 2012) también es muy sencillo de resumir: melodías contagiosas engarzadas entre rasgueos de guitarra llenos de entusiasmo y excitación. Sin embargo, no debe de ser tan sencillo alcanzar una plenitud tal, porque si no habría miles de discos así de pluscuamperfectos. Desprende encanto, tiene ese pellizco de inspiración que pocas veces se consigue, es nostálgico y familiar, optimista y fraternal. Es una espiral incesante de riffs, que nos hace olvidar durante un rato tantos sinsabores, tantos amargores.


Cuentan que se han juntado nada más que para pasar un buen rato. Not every beginning has an end cantan en «Any Excuse». Esperemos que este sea uno de esos casos y que no tenga final esta historia. Larga vida a Boomgates.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Cameos musicales #42: Ned Kelly (1970)

Ned Kelly fue uno de esos bandoleros de leyenda que se transforma en héroe popular entre los estratos menos pudientes de la sociedad, en su caso por luchar contra la élite colonial australiana en el siglo XIX. Hoy día no sólo tiene entrada propia en la Wikipedia (esa fueste del saber moderno), sino que se ha llevado su vida al celuloide en varias ocasiones. 

En la primera de ellas, un terne y barbilampiño Mick Jagger le dio vida en la película Ned Kelly (Tony Richardson, 1970). En una de las escenas de cantina el propio Jagger, acompañado por un flautista, canta «Wild Colonial Boy», una pieza del folclore tradicional irlandés mal vista entonces por las autoridades. 


Hay que decir que, vista hoy, Jagger no sale malparado de su interpretación, pese a que tanto el director como él renegaron de la obra en su día. Jagger ha llegado a decir que jamás la ha visto. 

Johnny Cash le dedicó una canción al bandolero incluida en su álbum A Man In Black (Columbia, 1971).

viernes, 23 de noviembre de 2012

Gog, reportero #3: una mixtape de Jaime Cristóbal


Pensó Gog que para un nuevo capítulo de esta sección podría estar bien preguntarle a un músico por sus canciones predilectas en determinadas circunstancias. Pensó Gog que si hay un músico que sabe de canciones ese es Jaime Cristóbal, media naranja de Souvenir, capitán absoluto de J’aime, pinchadiscos ocasional y alma completa de Popcasting, su programa radiofónico en formato podcast. Pensó Gog que sí, que Jaime Cristóbal probablemente completaría esa lista. 

Para valorar como merece lo que viene a continuación, se hace necesaria una rotunda aclaración: Jaime Cristóbal no es un viejo amigo de Gog ni nada parecido; de hecho, ni siquiera se conocen personalmente, tan sólo mantienen una cordial y esporádica relación a través del correo electrónico para hablar sobre música. Así pues, todo el esfuerzo que ha realizado Cristóbal es fruto de su generosidad, de su amabilidad y de su desinteresada predisposición, llevado, sin duda, por lo que en él es un desmedido amor a la música, porque lo que jamás pensó Gog es que no se iba a limitar a contestar el cuestionario, que se implicaría así en las respuestas, crearía una mixtape con las canciones seleccionadas por él, las subiría a Internet y, atención, las grabaría en una casete, tuneada a mano a manera de collage, para regalársela al atónito Gog. Convendremos en que el mundo iría mejor con más gente así; ¿o no? 

Sobre su sapiencia musical y su maestría no hay más que leer y escuchar lo que viene a continuación. 

 
> Una canción de este año 

JAI PAUL • jasmine (demo) // una canción de este año debe sonar a este año, y uno de los pocos sonidos realmente característicos, nuevos, de la música contemporánea es esa cualidad amortiguada, como de música que se oye tras la pared, o de cinta de cassette que ha perdido todos los agudos... Jai Paul funde ese sonido hipnagógico tan ‘indie’ con una canción de música negra que suena a unos 80 distorsionados, con algodón en la boca y los oídos. Un refinamiento del viejo lo-fi para una canción que me parece soberbia y narcótica. 

> Una canción de los 80 

NADIA CASSINI • obsessed // «la» canción de los 80 habría sido imposible de elegir. “Una” canción de los 80 resulta un complicado placer. ¿Por qué esta maravilla de 1983 producida por Bobby O? Seguramente porque la descubrí en los 00s y por tanto no la he desgastado después de 30 años. O porque precede a «West End Girls» por unos meses, como un familiar oculto que nadie conocía. O porque synthpop y melancolía mezclados me derriten el alma. 

> Una canción para planear el atraco a un banco 

MINK DEVILLE • Gunslinger // con Willy DeVille sacando su lado más callejero y alardeando de ser más duro que Jesse James y de tener la pistola más peligrosa de la ciudad, ¿quién no atracaría un banco en su compañía? Una canción de rock rabioso de 1978, producida por Jack Nietzsche, magistral toda. Le dan ganas a uno de ponerse a pegar tiros... 

[Breve intervención de Gog: es una genialidad pensar en un tipo como DeVille para atracar un banco. Eso sí que sería una banda.] 

> Una canción para impresionar a una chica 

THE COUNTS • Enchanted Sea // los misteriosos Counts versionan el hit menor de los Islanders y le instilan un cierto veneno; es una canción romántica pero con algo también de bruma hipnótica y un punto de desasosiego... si consiguiese que una chica entendiera la belleza inherente a esa niebla sofocante que a veces puede envolver al amor, sería mía... o más bien yo sería suyo. 

> Tu canción francesa favorita 

LIO • baby lou // compartiría palmarés con otras 12 o 15, pero «Baby Lou» tiene algo que unifica todas las esencias en un solo frasco: mi canción favorita francesa tenía que ser de Serge Gainsbourg, y esta lo es, y además la grabó Lio: los 60 y los 80 en uno. Los arreglos son magistrales: orquesta, dibujos de guitarra. Su voz, la mejor. La melodía, de las mejores y peor conocidas de Gainsbourg. La melancolía, exquisita y a granel. 

> Una canción infalible cuando pinchas 

THE CRAMPS • Human Fly // tienen algo estas siete pulgadas de primitivismo rockanrolero que nunca falla. Será el simplismo máximo del riff, el ‘drone’ del fuzz de Bryan Gregory, o la batería troglodítica, pero es la canción que pinchando siempre funciona, no importa lo que venga después o lo que haya sonado antes. Curiosamente, el punk y rock entre 1976 y 1982 siempre funciona como transición entre las canciones más oldies y las más modernas. 

> Una canción mientras te vistes para salir de fiesta 

NICOLA ROBERTS • lucky day // la combinación perfecta de frivolidad comercial (Nicola R) y emoción propia de la música independiente (Dragonette, que firman y producen la pieza). Canción redonda, letra anticipatoria... ah, y pocas cosas dan más placer que cantar ese «are you gonna take this golden opportuniteeee?» mientras sacas a la veinteañera que todos tenemos dentro (yo al menos sí). 

> Una canción mientras conduces 

JOHN PHILLIPS • topanga canyon // Phillips es uno de los mejores compositores americanos, aunque no se le dé a veces toda la importancia que merece. Esta canción es pura languidez dorada, sacada del mejor disco crepuscular post-sixties. «Sometimes I drive out to Topanga / And I park my car in the sand». Vale, la canción es el bello lamento de un yonqui, pero es que a mí me gustaría coger mi coche y llegar hasta Topanga y recoger a John Phillips, y ayudarle a salvarse. «Oh Mary, I'm in deep waters / And it's way over my head / Everyone thought I was smarter / Than to be this dead». Dos razones más: a) oí la noticia de su muerte en 2001 mientras conducía; b) las pedal steel guitars son para escuchar mientras viajas. 

> Una canción para arrullar a un bebé 

VASHTI BUNYAN • rose hip november // de nuevo debo remitirme a la realidad. Sonó en casa recientemente mientras sostenía a mi bebé en brazos y funciona... puro placer exquisito. ¡Hasta la flauta me parece que queda bien, que ya es difícil! 

> Tu canción del verano 

KEN GRIFFIN • ebb tide // de este verano, desde luego. Casi un breve suspiro, comienza y ya está terminando, envolviéndote entre frescas olas de órgano, con la magia de la marea baja al amanecer. Este verano pasado ha sonado en mi reproductor, y sobre todo en mi cabeza, innumerables veces. 

> Una canción para cocinar 

THE KREW KATS • jack’s good // para cocinar, música instrumental o rock and roll. Es una de mis reglas. Así que si vienen dos por el precio de uno, mejor que mejor. Una gema de la recopilación «Phantom Guitars», recopilación beat instrumental y twang británico de los primeros 60, que he elegido porque siempre me recuerda a mi cocina cuando la escucho; hay un vídeo por alguna parte de Patricia y yo bailando esta canción allí. 


> Una canción mala que te guste o que te guste de tan mala 

BERT LOWRY • Portland Rose Song // dentro del paralelo multiverso de los Song Poems, también llamados Vanity Records, hay muchas delicias para amantes de lo bizarro con encanto. Pequeños lugares en los que las buenas intenciones fueron canalizadas por ineptos musicales que, si no ‘elevaron’, al menos sí ‘desviaron’ canciones destinadas a ser mediocres a una realidad extraña, grotesca a veces, pero con un ‘charme’ inimitable. A veces el arquero erra el tiro, sí. Pero, ¿cuántas además perfora su propio pie? En el espectáculo de los errores, lo extremo puede ser exquisito. 

> La canción que más veces has intentado que te guste pero que nunca acaba de gustarte 

GNARLS BARKLEY • Crazy // no tengo nada contra Dangermouse, pero nunca acaba de convencerme casi nada de lo que hace. Con Cee-Lo Green, tres cuartos de lo mismo. Esta canción es todo buenos exteriores, pero el interior está vacío... qué buen sample, sí, piensa uno... pero es que ahí empieza y termina la idea, ahí acaba la canción. Todo lo bueno lo aporta el original, «Nel Cimetero di Tucson», de Giancarlo Reverberi. Es la que suena, por tanto, en mi mixtape. 

> Una canción infravalorada 

LOS BICHOS • Wishin’ Shift // es posible que los que vivimos la explosión de rock, glam y pop de Los Bichos conforme sucedía en esta pequeña ciudad tengamos un recuerdo idealizado, y que ni Josetxo Ezponda fuese para tanto, ni sus canciones clásicos injustamente ignorados. Pero yo juro que desde que los oí en los 40 en 1989 (sí, sí, destacados como «disco rojo») incrédulo de que ese grupo pudiese ser de Pamplona, hasta la salida del Bitter Pink en 1991, un doble LP que marcó mi entrada en muchas cosas nuevas, los noventa entre otras, no dudé ni un instante de que eran el mejor grupo de España. El casi epitafio agridulce de Wishin’ Shift, la gran canción del disco que se quedó en nada, poesía y guitarra que muerde, sigue hechizándome como la primera vez que la escuché, solo en mi cuarto, en la oscuridad. Como él mismo solía firmar en sus dedicatorias, «Josetxo, keep on rockin’...» 

> La canción que todo el mundo debería conocer 

ERNEST RODGERS • Willie The Chimney Sweeper // de un viejo 78 rpm del año 27, aparece en numerosas recopilaciones dedicadas a canciones sobre drogas. Pero más allá de ese, digamos, MacGuffin musical, tenemos una canción que describe un sueño maravilloso y a la vez espeluznante, con ese punto que tienen con frecuencia estos viejos discos de pizarra entre la sicofonía y el canto primitivo capturado en una lámpara mágica. Una de las melodías más tristes que he oído nunca va narrando cómo Willie el deshollinador conoce en su trance a la reina de Saba, que le regala un coche con luces de diamante y un volante de oro, para seguir visitando a las bailarinas de hula en Honolulu, o guiñar a Cleopatra montado en un cocodrilo en las aguas del Nilo. «Poseyó un millón de vacas y un millón de ovejas, poseyó un millón de barcos en el profundo océano, y un millón de dólares en monedas pequeñas, lo sabía porque las había contado miles de veces». Una joya entre la canción infantil y el realismo mágico de las Basement Tapes de Bob Dylan que merecería ser un estándar. 

> La canción de tu vida 

THE GO-BETWEENS • Rock and Roll Friend // tantas alianzas musicales en mi vida que han desembocado en amistades hacen que esta hermosa cara B sea la banda sonora ideal. En un par de ocasiones lo fue literalmente, tocándola en concierto a dúo con Charlie Mysterio, hace ya demasiado tiempo. Y después, en la letra, tantas sensaciones familiares, el olor a tu música, los amigos, el reproche que se torna reconciliación... todo en nombre de la música.

[El enlace directo a la mixtape aquí.] 


jueves, 22 de noviembre de 2012

Ette aquí #40 // ...Y ellos se juntan #65: Gorevette

Pinzas. 
Bisturí. 
Procedamos a separar Gorevette en dos mitades: Gore- y -vette. 


La primera parte remite a las Gore Gore Girls; la segunda es la misma terminación que la de Corvette; es decir, Amy Gore, la líder e infalible guitarrista de la banda de Detroit, y la cantante Nikki Corvette haciendo juntas lo que mejor saben hacer: darle con ardor al rock garajero. 


Ayudadas por Lianna Castillo al bajo y por Al King a la batería, despliegan toneladas de actitud y de vatios en el EP Lustfully Yours (Strange Girl Recods, 2009). Amargas y dulces, duras y tiernas, desenfrenadas y modosas en poco de más de quince minutos… lo que duran tantas otras cosas buenas de la vida.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

¿Y tú de quién eres? #15 // Debut #66: Lou Doillon



Tal vez el apellido Doillon no diga demasiado a alguien que no sea un seguidor de la cinematografía francesa. La modelo, actriz y cantante Lou Doillon lo luce con orgullo, y por aquello de que en la France el segundo apellido no suele constar, se oculta el que le sigue, Birkin, este sí bien evocativo y lustroso. Porque Lou es hija de la mítica cantante y actriz Jane Birkin, tras su segundo matrimonio con el director de cine Jacques Doillon. Y, claro, es medio hermana de Charlotte Gainsbourg


Quede claro desde ya que mostrarse precavido y a la defensiva ante estos orígenes resultará injusto, porque Places (Barclay, 2012) es un álbum muy meritorio, sentido, con cosas que contar en las once composiciones de la propia Doillon. 


Se abre con «I.C.U.» (pronúnciese a la inglesa para detectar el juego de palabras), que no solo es una canción preciosa, sino que destila calidad musical con su crescendo y esa forma de entonar las líneas del estribillo, como a ráfagas. El álbum transcurre entre aguas de medios tiempos, cálidas y arregladas con gusto, que para algo está tras la producción el siempre elegante Étienne Daho. Ella despliega enorme personalidad; canta en inglés con una voz algo áspera, fuerte, segura, expeditiva, no es chica susurrante o con hilo de voz.

lunes, 19 de noviembre de 2012

5 sobre... #22: pizzas

Las pizzas son universales, tienen algo de viejas amigas, se encuentran casi en cualquier parte, gustan prácticamente a todos, son baratas y nos divierten que jueguen con la geometría, porque son redondas pero se comen en triángulos (ya, ya, existen pizzas cuadradas, pero a esas pobres les falta el alma de la pizza genuina). Algunos músicos, incluso, han compuesto canciones en su honor:

> Ariel Rot: «Confesiones de un comedor de pizza». Pieza instrumental del ex Tequila que se incluyó en su disco Hablando solo (Dro East West, 1997). A ritmo de swing, con un bajo y un órgano inmensos dándolo todo; claro que se trataba de Bruce Thomas y Steve Nieve, es decir, dos de los Attractions de Elvis Costello.



> Nick Heyward: «Pizza Tears». Uno más que decidió cabalgar en solitario, el otrora líder de los simpáticos Haircut One Hundred, aquellos de «Love Plus One» en los ochenta. Este era un tema mucho menor que grabó con su nombre en 1988. 



> The Cannanes: «Pizza Addict». Tema paradigmático del sonido lo-fi indie —yo me lo guiso, yo me lo como—, sin mayores pretensiones que pasarlo bien un rato los dos miembros fijos del grupo en las múltiples variaciones que tuvo la formación, Stephen O'Neil (voz, guitarra) y Frances Gibson (bajo). Tal vez su síndrome amateur tan elevado les impidió ser grandes; nunca grabaron en un sello medianamente importante en sus dos décadas de historia y seguir su dilatada pero dispersa discografía es un ejercicio de paleontólogo. Este delicioso «Pizza Addict», tan Beat Happening, fue uno de los dos temas de la cara B del single «Broken Bottles» (Bi-Joopiter, 1992). Para quien desee más información sobre la banda australiana, se recomienda este completísimo artículo


> Las Hermanas Benítez: «Sole, pizza, amore». Eran Beatriz, Beba, Petry, Carmen y Juanita y luego Hadee, hijas del ministro de Trabajo cubano Francisco Benítez, quien creara la primera ley para que no se trabajara más de 40 horas semanales. Comenzaron a grabar en los años cincuenta; en 1958 su famoso «Corazón de melón» se utilizó en la peli Sube y baja del gran Cantinflas. Al llegar a España en los sesenta, comenzaron a disgregarse y quedaron como trío Petry, Juanita y Hadee, que grabaron a la italiana esta definitiva canción sobre pizzas. 


> Para cerrar la serie, una fotografía sacada por el grupo Caveman durante su última gira. A su paso por Delawere, se vieron en un restaurante ante esta Banana Dessert Pizza, a base de plátanos, canela y azúcar morena. (Gog la ha cocinado hace poco reconvirtiéndola en una tarta tatin.)

sábado, 17 de noviembre de 2012

Todo el mundo quiere a PJ Harvey #12

Todo el mundo quiere a PJ Harvey; hasta Kurt Cobain dejó constancia de ello en la famosérrima lista de sus discos favoritos (pínchese en la foto para verla con más claridad):

jueves, 15 de noviembre de 2012

Sales en mi canción #50 // Género chico #36: Allo Darlin'

En 1998 se celebró en la sala Caracol el minifestival The Green Room Tour. Era la época en que Hefner parecía ser la promesa más firme del pop inglés. Su líder, el jovial gafotas Darren Hayman, terminada su actuación, se infiltró entre el público para seguir los bits bailongos de Cuba. Por dar coordenadas más precisas, Hayman se puso a bailotear exactamente al lado de Gog; este no pudo resistirse a dar un poco la paliza al artista —qué menos, puesto que había ido allí nada más que por verlo a él—, así que lo saludó y le hizo el típico y soso comentario de fan sobre lo mucho que le gustaba su disco. Hayman le contestó con modestia que a él realmente lo que le gustaría era sonar como Cuba, a lo que Gog, veloz como el rayo y pedante cual tertuliano, le apostilló que Cuba tendría «sound» (chunda chunda) pero que Hefner tenían «songs». 

Quince años después sólo los dioses saben qué fue de Cuba, cuya vida musical resultó más efímera que la de una mariposa. Hayman, en cambio, pese a los múltiples avatares por los que ha transcurrido su carrera, ha seguido haciendo canciones hasta hoy, a veces incluso compulsivamente (su época de una canción diaria durante un mes). Nunca ha alcanzado aquella fama que estuvo a punto de tocar; sin embargo, parece que cuenta con el número de fieles suficiente para poder continuar en el tajo y va camino de convertirse en un artista de culto en algún que otro círculo minoritario. 

Los recién llegados Allo Darlin’, por ejemplo, así lo ven. Acaban de dedicarle «Darren», canción no incluida en el segundo álbum de los australianos, pero lanzada en simpático picture disc de 7’’ (Fortuna Pop, 2012). Y menudo temazo, como se presiente desde el inicio con ese arranque tan trepidante: el bajo, un leve roce en los platillos, palmas y un Uh de la cantante que parece dar la salida a una carrera desenfrenada; y más adelante te enreda el punteo de guitarra y Elizabeth Morris, entregada, implorando se diría, al final:

I could stay here forever hanging out.... 
Listening to Darren 
Listening to Darren 
Listening to Darren 
Listening 

Allo Darlin' - Darren by Fortuna POP!

Para la cara B han recuperado la versión que habían incluido este mismo año en el Covers EP de un tema del propio Hayman cuando grababa como The French, «The Wu-Tang Clan», que queda como un juego de matrioskas, pues es, a su vez, un homenaje a la banda de rap del Dr. Dre.



Nota personal: Gog, cuando te lo pongas, recuerda que, pese a su tamaño, gira a 33 rpm.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Cosas de hermanos #34 // Debut #65: Opossom

Escena familiar en el hogar de los Nielson, allá en Nueva Zelanda. Ruban y Kody, cada uno a un lado de la mesa, mismo pelo negro enmarañado, cierto parecido fraternal, se cuentan sus nuevos proyectos musicales después de deshacer la banda de punk rock que compartían, The Mint Chicks

Ruban.— Me voy a ir a EEUU para montar una banda que hará una especie de funk futurista. Nos llamaremos The Unknown Mortal Orchestra
Kody.— Pues yo también tendré un grupo nuevo, Opossom, pero probaremos más con el indie pop con aires sixties y algo de psicodelia. Y me iré a vivir con Bic Runga, a la que produciré su cuarto álbum. 


Dicho y hecho. De The Unknown Mortal Orchestra ya hablamos aquí este año. Toca el turno, pues, del debut de Opossom. 
 

Electric Hawaii (Fire Records, 2012) comienza con un aire de guateque sixtie, marimbas incluidas. Salvo la parte en la que han tomado unos RedBulls de más, como en «Cola Elixir», y el corte final, retorcido y lúgubre (recuerda a Sparklehorse), es uno de esos discos soleados y fiesteros; a veces con algunos efectos de producción de más, pero a cambio todo se desarrolla en apenas media hora. 

sábado, 10 de noviembre de 2012

jueves, 8 de noviembre de 2012

Género chico #35 // Plataneces #35: Stereolab

Si hoy día el cedé es un moribundo que se mantiene con respiración asistida, qué decir del cedé de 3’’. De hecho, nunca fue un formato muy extendido, pese a su apariencia de golosina musical. Más que de género chico habría que hablar de género miniatura. Gog sólo atesora tres ejemplares. Los dos primeros —REM y Danny Wilson— se los compró a finales de los años ochenta en una tienda de discos de Chicago. El último no fue hace mucho y en él vamos a detenernos ahora. 


Sala El Sol, noviembre de 2008, la que a la postre resultó ser la última gira que harían Stereolab por estos lares. En el tenderete del merchandising reposaba un simpático minicedé titulado Rose, My Rocket-Brain! (Duophonic, 2004), que se editó expresamente para la gira de 2004, también en vinilo de 7’’. El tema titular iba seguido de «Banana Monster ne répond plus» y «University Microfilms International». Las tres piezas eran inéditas y están entre lo mejor que dejó grabado la banda. Nada de descartes o de experimentos para alguna cara B. De hecho, «Banana Monster ne répond plus», con esos teclados espaciales y el aroma longue tan Stereolab, y «University Microfilms International», sostenida por una percusión excitante, engalan su cancionero como las que más.

Curiosamente el minicedé se publicó con una errata en la contraportada, pues el orden de las canciones aparece cambiado.


El error ha llevado a equívocos incluso a la hora de subir las canciones a YouTube. Esta que va a sonar no es la que se anuncia, sino la inicial:

lunes, 5 de noviembre de 2012

La influencia del centeno en la cultura popular #20 // Dime qué lees y te diré cómo se llama tu banda #16

Caulfield, Holden Caulfield. De los Caufield de toda la vida. De la costa este de toda la vida. Si El guardián entre el centeno es un mito literario en EEUU, aún lo es más en estados como Vermont, New Hampshire, Massachusetts o Connecticut. De por allí eran dos bandas musicalmente diferentes pero que compartieron idéntica inspiración para bautizarse en lo artístico: The Caulfields y The Caulfields! Un simple signo de exclamación los distingue.   

Todo lo que puede decirse del trío bostoniano The Caulfields! es que su álbum We Hope You Brought your Rock Shoes (2009) es un ejercicio de punk rock a piñón fijo a lo Green Day (curiosamente, sonido de la costa oeste).   

  
Por su parte, el cuarteto de Vermont dejó dos discos: Whirligig (A&M, 1995) y L (A&M, 1997); al segundo le engalanaron la portada con una foto del Atomium de Bruselas. En la información que puede rastrearse sobre The Caulfields, aparecen, perennes, las mismas influencias musicales —Elvis Costello y Joe Jackson—; escuchados entonces para dejar rascada la curiosidad, se comprende muy bien el significado de la expresión «a años luz». Uno de sus temas más conocidos fue Devil’s Diary.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Hubo un tiempo en que bastaba con una portada #13: hoy lo cuenta Luis (SurfinLou)


Cuando diferentes personas ya han escrito mucho y bien sobre el mismo tema, si le toca a uno volverlo a explorar conviene no repetirse. Así que como creo que lo que Gog pretende transmitir con estas colaboraciones solicitadas es no tanto loar grandes discos como recordar que hubo un tiempo (n. del a.: mejor) en que sus portadas asumían una trascendencia muy superior a la misión meramente estética actual, me propongo —confirmándolo, por supuesto— dar cuenta de que tal fase histórica comportó también lastimosas consecuencias negativas. 

Y por eso tardé tanto en conocer a Theo Hakola.

Y es que, díganme Vdes., en 1982, tiempos de sofisticados neo-románticos, elegantes y vanguardistas synth-poperos y gélidos y distantes after-punks... ¿quién coño iba a mirarse dos veces esa mierda de portada? Bien, pues yo. Yo la miré. Pero sólo una vez y no supe ver lo que había detrás. Sólo vi una foto virada a naranja-atardecer-revolucionario, que presentaba una formación musical con reminiscencias estéticas de lo que en mi ingenuidad me parecía banda popular de país del Este de mediados de siglo, presidida por... un acordeón. Un acordeón, sí. Justo más o menos cuando lo cool, para los que no éramos jevis era la música fría, sintetizada, industrial y deshumanizada. Y por ello moderna y futurista. O en su defecto el siempre introspectivo after-punk, capaz de reconciliarle a uno con todos sus problemas, fueran cuales fueran (era tan sólo cuestión de reconocer que eras un tipo torturado y que nadie te entendía, como Ian Curtis, Steve Kilbey o Adrian Borland; mucho más barato que un psicólogo infantil, dónde vas a parar). Pues eso, que un tipo enrrollado no iba a comprarse un disco en el que saliera un acordeón. ¿Es que me iba a volver tuno o algo? 

En fin, lo dicho, que la portada me disgustó profundamente y no supe intuir, cuando me di de bruces con ese disco (que aún recuerdo dónde fue), lo que pudiera tener de pista de lo que había dentro. Ni —en el caso de que entonces supiera ya quién era, que no lo tengo nada claro— acerté a leer la parte de los créditos que ponía «Produced by Martin Hannet». Eso hubiera ayudado, oh, gran señor de las texturas primi-ochenteras. Así que, si como decía por aquellos tiempos (en pareado que ha perdurado hasta hoy en mi pequeño mundo) un entonces amigo mío, él compraba los discos «más que nada, por la portada», yo prescindí de ese principalmente por la misma razón. Y años después me di cuenta de mi tremendo error. Porque, sin ser ni de lejos el mejor disco de post-punk de la historia, si es de los más ingenua y particularmente personales. Y a la vez eclécticamente compulsivo. Para etiquetadores impenitentes, quitémonos ya de encima la obligación descriptiva, que pasaría por una onda Wire y adláteres, con algo de Joy Division, Gang Of Four, ritmos poco habituales, postales radicales de visionario expatriado y demás blablablá de crítico musical. Sí, incluidas las guitarras afiladas y/o cortantes. 

 Y —ya bien etiquetado— pasemos a lo que íbamos; que un tiempo después, con bastantes más años y tecnología a cuestas y por tanto mayor información en la cabeza y al alcance de la mano, hallábame yo en el doloroso y oneroso proceso de recuperar y reconstruir una gran parte de mi colección de vinilos de los 80. La había vendido a finales de década por mi penuria económica post-adolescente y credibilidad absurda en el advenimiento del compact disc. Y entonces fue cuando me lo volví a tropezar. Esta vez ya no se me escapó, aunque seguía sin haberlo escuchado. Y al hacerlo caí en la cuenta de que, cuando creía que «Missiles» de The Sound era la única canción del post-punk que había reflejado hasta el fondo la patada en los cojones que suponía la tensión psicológica y física y la frustración de unos años mucho más oscuros para una generación de lo que los recordamos ahora, estaba equivocado. Porque dentro de Yellow laughter (RCA, 1982) venía «Soon come violence». Y aunque ya no estábamos en los 80, los tenía suficientemente frescos para que aún se me pusieran algunos pelos de punta. 



Además, resulta que donde yo había visto la foto de una banda verbenera lo que había eran unos jóvenes combatientes cantando La Internacional (que en la primera mitad del siglo XX tenía un valor, creánlo) y que Orquesta Roja era el nombre dado por los nazis a una organización clandestina de la resistencia diseminada por toda Europa. Y que tras la banda estaba un americano de Spokane de raíces finlandesas y suecas, residente en Francia después de haber sido sindicalista mientras trabajaba montando ojos de muñecas de juguete en Barcelona, licenciado en Ciencias Políticas, que había descubierto tarde el rock a través de los Clash... y que ni siquiera era muy joven. Iba ya por los 25, así que el nervio y la tensión presentes en canciones como «Soon come violence» o «Je cherche une drogue (qui ne fait pas mal)» ni siquiera derivaban de su rabia adolescente, sino de haber llegado tarde. Y de que Theo Hakola era justo eso, nervioso y tenso. Era, es, uno de esos personajes inquietos y fantásticos —de los que algunos dan en llamar francotiradores— cuya trayectoria multi-artística nunca alcanza a romper del todo pese a su variedad, continuidad y talento. Novela, teatro, música, performance... Un personaje. Este fue su primer grupo. Después vino Passion Fodder y muchas cosas más. Pero diría que nunca más esa crispada tensión. 

¿Haber entendido eso en su día hubiera cambiado mi opinión sobre la compra del disco? Pues no necesariamente, la portada seguía siendo igual de fea y las tentaciones en que gastar el dinero disponible muchas. Pero al menos la de la foto no era una banda de verbena y le habría dado un par más de vueltas a la carpeta antes de despreciarlo tan olímpicamente. Que las pretensiones intelectuales eran casi tan importantes como las estéticas, en aquellos añorados años de descubrimiento. Ahora esas cuestiones me preocupan ya menos. Aunque, insólitamente, sigo comprando discos a ciegas, me da más igual darme el lujo de despreciar por prejuicio estético y perderme algo «imprescindible». Hay tanta música... Pero la adolescencia era otra cosa, y por siempre me quedará la espinita de no haberme podido deprimir a gusto y autocompadecerme a discreción con la banda sonora de Yellow laughter cuando tenía la edad para ello. 

Culpa de la portada, vean si tenían importancia. 


Y ya para acabar, si se me permite, me atrevo a añadir algunas notas complementarias diversas al pie, visto todo ya desde bien entrado el siglo XXI: 

1. Y luego resultó que encima eran arties, experimentales y cool. Hubiera quedado como un rey ante mis amigos. 
2. Me repateó el acordeón... y no tanto después iba a estar botando como un saltamontes espídico con los Pogues. Coherencia post-teen donde las haya. 
3. Si hubiera enfocado este texto desde el punto de vista más normal de «mi portada favorita» o «la portada que más recuerdo», probablemente hubiera hablado del maxi americano de Atmosphere de Joy Division (esa nieve...), de Architecture & morality de OMD (esa geometría racionalista tan vanguardista entonces), de Heaven up here de Echo & the Bunnymen (esas portadas paisajísticas fotográficas, mis favoritas sin duda alguna), de Non-stop erotic cabaret de Soft Cell (ese submundo pringoso entonces sólo intuido, poco después deseado y algo más después experimentado) o de From the lions’ mouth, de The Sound, que es fea y descontextualizada de cojones (aunque no poco cool, que era lo grave...) pero significó mucho para mí. 
4. Y aunque no soy nada fan, hubiera tenido que reconocer que el artefacto discográfico más bonito de la historia, por lo que se refiere al contenido, es sin duda Tusk, de Fleetwood Mac. Claro que a ver quién pagaba hoy día cuatro carpetas superpuestas... 
5. Seamos sinceros del todo; los prejuicios no son tan malos. Ese del acordeón me perjudicó entonces, pero es el mismo que décadas después ha preservado mi salud y me ha permitido quedar a salvo e impertérrito ante la invasión de Manu Chao y sus herederos macaquistas. 
6. Recomiendo fervientemente una inmersión en la nueva ola y el after-punk franceses. No son muy conocidos, pero hubo grupos y discos muy interesantes. 
7. Gracias por leer hasta aquí, que se dice en los anuncios de venta en internet.

[Autor del texto: Luis (SurfinLou)]

jueves, 1 de noviembre de 2012

Hoy llego tarde #9: Magic Bullets


Hay dos motivos de máxima felicidad para Gog reunidos en Much Ado About EP (Mon amie, 2012): lo ha grabado y mezclado Monte Vallier —el bajista de los nunca suficientemente reconocidos Swell— y suena como si Orange Juice y Aztec Camera siguieran en activo. Es decir, pop de guitarras reflexivo pero contagioso, compuesto por espíritus sensibles dotados para lo bello. El quinteto de San Francisco Magic Bullets muestra una anglofilia total y transmiten toda esa energía optimista a base de guitarras animadas, percusiones bailongas y melodías para pasear en bicicleta una mañana soleada de domingo. Siete maravillas, veintitrés gozosos minutos, que no salen del reproductor. 

«Unlearned»

«Awful»

Lamentablemente, la banda se ha separado después de la última gira este verano. Dejan atrás tres discos de estudio más que Gog tampoco conocía y que se pondrá a escuchar cuando Much Ado About EP quede bien exprimido. 

El guitarrista gasta gafas.