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sábado, 9 de junio de 2018

Las nuevas aventuras del llanero solitario #51

Las coincidencias sólo son coincidencias. En este caso, vienen bien para reunir en un único espacio a dos americanas que han publicado, el mismo año, su disco de debut en solitario sin la sombra de sus habituales y respectivos compañeros de banda, y no muy alejadas en las propuestas musicales que presentan. 

> Cindy WilsonChange (Kill Rock Stars, 2017) 
No hace falta tener un máster universitario, ni tan siquera regalado, para darse cuenta de que el título del álbum de una de las vocalistas de The B-52’s es una declaración de intenciones. Wilson ha tenido que esperar cuatro décadas desde que empezara con su grupo para plantar su solo nombre en una portada —Kate Pierson y Fred Schneider ya lo habían hecho tiempo atrás—, por lo tanto no era cuestión de repetir la fórmula. Tenía que ser algo personal y diferente; y lo que le ha salido es un sonido bastante etéreo y melancólico, en el que dominan los sintetizadores.  

 


> Annie Hart - Impossible Accomplice (Instant Records, 2017) 
Qué bien nos caen Au Revoir Simone; imposible no sentir simpatía por ellas. Eso sí, el trío lleva ya unos años sin destilar un latido de vida. Menos mal que Hart ha decidido continuar hacia adelante con un proyecto personal. El álbum con que se lanza tiene una vena más indie pop que el de Wilson, aunque también despuntan las texturas etéreas, las atmósferas creadas por sintetizadores y las percusiones secuenciadas, con un punto más bailable o al menos más vital. 


viernes, 15 de diciembre de 2017

Debut #102

La pasión es uno de los motores más fiables para poner en marcha un proyecto. Que luego funcione o no es otro cantar. Pero esa chispa de la ilusión, de la satisfacción de empezar y volcarte en algo en lo que crees, lo enciende todo. El impulsor del novísimo sello afincado en Madrid Meritorio Records es una de esas personas movidas por el arrebato y el entusiasmo. Lo suyo son los discos de vinilo y el indiepop de origen australiano o como australiano, con su bien de jangle, que es hacia donde ha dirigido su primera mirada, ya sea publicando directamente o distribuyendo. Larga vida a este sello y a estas bandas que ahora empiezan. 

> Smokescreens – S/t (Meritorio Records, 2017) 
Un restallido de guitarra, unas notas de bajo y la batería haciendo una aparición triunfal. I can’t waaaaait. Así de fulgurante empieza el debut de la banda angelina Smokescreens. Y por esa senda continúa su álbum homónimo. Todo un tobogán por el que deslizarse y disfrutar con la seriedad que de niño se tenía al jugar. El cantante Chris Rosi y Corey Cunningham (de Terry Malts) unieron esfuerzos para grabar un disco que recordase, en lo posible, al sonido Dunedin. Para la grabación, echaron mano de Jon Green a la batería y la producción (Dum Dum Girls), fallecido poco después. 



> Last LeavesOthers Towns Than Ours (Lost & Lonesome, 2017) 
Hay discos que requieren intimidad, tranquilidad, una escucha demorada pero activa, un regodeo en los detalles, en el tempo, en la profundidad del sonido. No funcionan igual en condiciones jaraneras y bulliciosas, no sirven para complementarse con otras actividades. Pero cuando te quedas a solas con ellos, no quieres que el momento se acabe nunca. ¿Un ejemplo? Compartir 37 minutos de tu vida con este álbum, de los australianos Last Leaves, es reconfortante, te emociona, te acompaña, te llena. Parece que Marty Donald cante para nosotros y nadie más, mientras que la banda —hay tres miembros de The Lucksmiths— acompasa y nos mece. Delicatessen para el espíritu. 

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Debut #101: Expert Alterations


Las corrientes de aire son una fuerza motriz central de tiempo y clima. Las corrientes artísticas actúan de manera similar y esparcen, a lomos del viento de las influencias, las semillas de toda creación. 

Quince mil kilometros distan entre la ciudad neozelandesa de Dunedin y Baltimore. En esta última se rodó la serie de television por excelencia —The Wire— y de allí es el trío Expert Alterations, aunque imaginamos que no de barrios tan marginales como por los que patrullan McNulty y compañía. Por los poros de Patrick, Alan y Paul transpiran los aires del sonido Dunedin, esto es, la guitarra jangle, líneas de bajo mínimas y una batería de fiesta permanente. He ahí tal cual lo que se encuentra encerrado en el animoso You Can’t Always Be Liked (Kanine, 2015). Tan sólo un ligero teclado se atreve a hacer algún acto de aparición, como en «Psychic Surgery». Los otros diez cortes se suceden a galope bajo las riendas de los tres instrumentos mencionados. De entre todos, brilla especialmente «The Past And You», tan lleno de alegría y pena: un ritmo que acelera el corazón y una letra que convoca los fantasmas de una relación pasada rota. Ese contraste entre un sonido alegre y vivaz y unas letras pesimistas es tal vez la otra característica destacada. Escuchas gloriosos parapapeos mientras se narra un fracaso personal tras otro: 

I can see why you turned back on me 
Because I was nothing but cruel 
And I’m such a stupid fool 
Papapapapapapa 

El pasado y Expert Alterations con todo el futuro por delante.

viernes, 27 de noviembre de 2015

Las nuevas aventuras del llanero solitario #47: Caliza

Nuestros pasos a través del espeso bosque llamado redes sociales van dejando un rastro a modo de migas garbanciteras con las que se podría recomponer un buen pan quien se molestara en ir recogiéndolas. Viene a cuento esta reflexión porque algo así me ha ocurrido por azar con Elisa Pérez, conocida principalmente por llevar las baquetas de Cosmen Adelaida. Y es que llamó la atención que a lo largo del año pasado recomendara vivamente por Twitter al menos dos temas que en principio poco tenían que ver con su labor a la batería. Los temas en cuestión eran «Anna» de Trio y uno de Oppenheimer Analysis, es decir, loops, krautrock, cajas de ritmo, electrónica fría… todo lo cual era extraordinario viniendo de una percusionista. ¿Se traía algo Elisa entre manos? 

Este año comenzó a extenderse a la velocidad ya no del rayo sino de Internet un nuevo y misterioso proyecto musical llamado Caliza. Los primeros temas colgados en la red nos pusieron tiesas las orejas —ese hit anti-verano llamado «Verano no» y después uno antinavideño, «Apuesta»—, y ante el entusiasmo suscitado (el entusiasmo que pueden llegar a generar los cuatro gatos que hay interesados en el indie patrio) y las ganas de conocer la identidad de la artista, se prefirió mantener el secreto de quién andaba por detrás, aunque pronto se rumoreó que era alguien conocido de la escena indie. Ahora podemos unir ambos puntos y cerrar el círculo.

Caliza es Elisa Pérez haciendo synthpop, o algo así como pop sintético industrial echando mano del garageband y un teclado. Su primer álbum no ha tardado en aparecer. No sólo eso; Medianoche/Mediodía (Discos Walden, 2015) es una enorme sorpresa. El año, sin él, no hubiera sido igual. 


Desde el primer corte, Caliza despliega esa capacidad suya para producirnos desconcierto y poner a prueba nuestra ambivalencia. Es como si sus canciones nos rodearan con una soga y tirasen de ambos lados en direcciones opuestas: mientras nos anima con ritmos sintéticos bailables, nos hiela el alma con unas letras donde vierte su pesimista visión de la existencia, demasiado real como para que no nos afecte. «Verano no», gélida como una estatua, con un martilleo machacón y una tristeza palpitante que te horada el ánimo hasta verte hecho un trapo con el bajón, es el mejor ejemplo: 



Y así al menos hasta «Schadenfreude». Después, en la segunda mitad, el disco se zambulle musicalmente en la placidez del ambient, sólo alterado por las nervudas pulsiones de la inquietante «Misterio», pero siempre con esas letras prestas para una pesadumbre honda y serena: 

Es el final, es el final, no parecía que fuera a llegar. 
Es el futuro, es el futuro, ¿quién iba a decir que estaría tan sucio? 
Este es mi hogar, este es mi hogar, sea lo que sea este lugar. 
Voy a dormir, voy a descansar, no hay nada que hacer en el futuro, en el final.

Tremendo disco. Lo lleva al directo acompañada por el bajo Laura, de Rusos Blancos. Ha sido Discos Walden el sello que se ha encargado de publicarlo. No podía haberse puesto Elisa en mejores manos, pues se trata discográfica más interesante del país para referencias nacionales, con un ya antológico catálogo de novedades que nos ha descubierto y que ha editado con un gusto inmejorable. Con ese buen gusto y el mejor hacer que tiene su capo, ha pergeñado para la ocasión un vinilo numerado que se acompaña de pegatinas para que cada cual tunee la portada a su antojo. 

viernes, 12 de junio de 2015

Debut #99: Mihassan

Mihassan 
Con ellos se pasa bien 

Mihassan 
Con ellos se pasa bien
No les falta de nada: 
ni máquinas ni guitarras 

Mihassan 
Con ellos se baila bien 
El poder de la repetición 
Las letras iluminadas 

Mihassan 
Son mejores que las vitaminas 

Mihhassan 
Son mejores que las vitaminas 
Póntelos a todo trapo 
En directo te fulminan

Mihassan 
Todo les sale bien 

(Especie de reseña de Mihassan LP [La Resistencia, 2014] adaptando la letra de “Señorito”.)

jueves, 7 de mayo de 2015

Las nuevas aventuras del llanero solitario #46: Vadim Tudor

Corneliu Vadim Tudor fue un político rumano ultranacionalista, que lideró durante años el Partido de la Gran Rumania. Sobre él pueden leerse lindezas como que en su juventud ejerció de poeta de corte de los Ceausescu o que se le conoce como “el payaso de los Cárpatos”. No se encuentran más referencias a ningún otro Vadim Tudor, así que obviando la simple casualidad, cabría imaginarse que Javier Rincón se inspiró en el nombre del politicastro para bautizarse artísticamente. En caso de ser cierto, incluso tiene sentido. Por un lado, al sonido de synth pop y dark wave que desarrolla Rincón en este proyecto le sientan bien las reminiscencias de un estrafalario personaje salido de oscuros parajes transilvanos. Por otro, la mordacidad con la que Rincón se despacha en las letras encaja con la sorna y la ironía que supone apropiarse del nombre de un infecto fachón. 


Para lo que realmente nos interesa, o sea, la música, Vadim Tudor es el proyecto en solitario del que fuera integrante del dúo Ambilívebol, allá cuando el indie patrio de los noventa, y que luego ha sido un conocido pinchadiscos de la escena underground madrileña. Su primer disco como Vadim Tudor es un minielepé homónimo (Autoreverse, 2014) en una edición de 500 ejemplares numerada a mano. Y aunque las cinco canciones apenas sobrepasan los veinte minutos, acaba convirtiéndose en un doble o triple elepé de tantas veces como se vuelve a poner cada vez que termina. Porque son temas llenos de impulso bailable, de ritmos sintéticos y repetitivos a base de casiotones y demás artefactos electrónicos que te atrapan como un imán a un clip. La voz surte el mismo efecto por la forma de recitar las frases; son cortas, directas y claras, y deja hábilmente un silencio entre ellas de manera que da tiempo al oyente a retenerlas, a fijarlas, a sopesarlas.

Nos estamos muriendo 
No sabemos qué ponernos 
Si será en verano o en invierno 

Si te quedas sin cena 
Si tu vida da pena 
Si te tiras al Sena 
Si te cortas las venas 
Esta es la canción del dolor 

Como se ve, nihilismo, humor negro y existencialismo macabro son los aderezos principales. Si estas canciones fueran una bebida, serían té con lejía, por usar una imagen del propio autor: la música pone el efecto excitante del té; y las letras, el vitriolo de nuestros días. Y es que hay toneladas de personalidad y de saber hacer en Vadim Tudor. Este disco está llamado a ser un referente del synth pop que se hace por estos lares actualmente. Y sí, suena una guitarra en «La loba herida», interpretación de Ana Béjar (otrora en Usura, también de cuando el indie patrio noventero).

sábado, 11 de abril de 2015

Debut #97: Cosines


Se cuenta que las dos cabezas más visibles del quinteto londinense Cosines, esto es, Simon Nelson y Alice Hubley, se conocieron en el metro a la vuelta de un concierto de Stereo Total en 2009. Ha pasado tiempo hasta que han perfilado nítidamente su proyecto musical, que ha desembocado, un par de sínguels después, en su logradísima puesta de largo: Oscillations (Fika Recordings, 2014).

Desde que se le da al play, da la impresión de que has encendido un motor. Hay un ritmo repetitivo y sostenido en todo él, un traqueteo Motorik que te lleva de paseo. Lo consiguen a base de una variedad de instrumentos vintage: sintetizadores Roland, un viejo Moog, theremin, autoharp… y una batería exacta como un metrónomo, sin florituras, que marca ese ritmo sintético como si fuera una pulsación cardiaca, casi marcial. La cantante encaja las frases con precisión y claridad; y a veces uno cree estar escuchando a una Deborah Harry liderando un ejército de sintetizadores. Pop matemático, lo llaman ellos. 

Por citar algunos de los cortes más sobresalientes, «Nothing More Than a Feeling» o «Walking Away» representan la parte más directamente pop y festiva, mientras que «Pop-In-Court» (que parece la melodía de alguna serie televisiva de los setenta) y «Binary Primary» muestran la capacidad de la banda para desarrollar estructuras musicales hipnóticas. Y si suena una trompeta en «Misguide Me» es un adorno que embellece aún más este encapsulado sónico que es Oscillations. Por cierto, dicha trompeta está tocada por Gary Olson, de los siempre añorados The Ladybug Transistor. Y sería injusto no acabar nombrando a los demás componentes del grupo, a saber: Daniel Chapman, Jonny Tansey y Kajsa Tretow

Si el nombre artístico de Cosines remite al mundo de las matemáticas, también lo hace la portada del álbum, que muestra un gráfico de los polinomios de Legendre, matemático francés del siglo XVII, cuyo nombre es uno de los 72 inscritos en la Torre Eiffel.

martes, 3 de marzo de 2015

Debut #96: Lavandera


Los contadores de historias existen prácticamente desde los albores de la humanidad. Los seres humanos, ávidos de escucharlas, han precisado de quien pueda crearlas y, muy importante, de quien sepa contarlas. 

Luis Sánchez, el compositor de Lavandera, parece ser uno de esos contadores. Se conoce que en Pola de Siero, de donde procede el trío asturiano, han mamado esa tradición. Porque el álbum de debut que han publicado (Discos de Kirlian, 2014) está lleno de historias fabulosas y de personajes que les dan vida: pescadores, duelistas, submarinistas, bomberos, asesinos… Esas historias contienen, además, frases colosales, desarmantes, de tierna apariencia pero de fiera puya. 


Y luego hay ritmo, un ritmo extraordinario en 19 primorosos minutos. El trabajo de Javier Prado a la batería sobresale de manera colosal, es el timón y los remos de toda esa feliz cadencia que tienen las canciones (hágase una escucha del disco poniendo el oído especialmente en esa batería y podrá apreciarse su magnitud). Delfi Fonseca le sigue con el bajo; también hace coros y alterna la voz con Luis Sánchez en algunos cortes. 

Y vamos con esas historias: 

> En «A lo zorro» el protagonista nos asegura que tanto un amigo como su propia familia quieren matarlo antes de Navidad. Así que no sabe qué hacer, aunque a veces la mejor defensa es un ataque… 

> «La duelista» es la historia de una mujer que… Mejor dejemos que sea ella misma quien nos lo cuente: 

Sólo el ver dos hombres pelear me ayuda a sobrevivir 
Me llaman la duelista, me llaman la duelista 
Yo soy esa mujer y he de reconocer 
que tuve algo que ver para llegar a esa situación. 

> «El tuerto» es una pieza instrumental, pero aunque no tenga letra, sólo con el título y esa trompeta invitada (Pablo Camblor) con aroma a spagueti western y la batería marcial hace imaginarnos otro duelo y el ojo de un hombre saltando de la cuenca de un balazo. 

> El título de «La nana del alcalde» no engaña si nos atenemos a la parte musical, porque, en efecto, ese es el género, una canción de cuna, un toque infantil en la forma de cantarla pero una letra truculenta, un cuento de horror, retorcido y atroz. 

> Si te sumerges en «Submarinista» encontrarás al pez payaso, tesoros españoles e islas griegas. 

> «Superpodre» es enigmática; habla de flores, insectos, un jardín, pero algo huele a podrido en ese aparente remanso de paz y probablemente el olor viene de algo enterrado bajo tierra… 

> «Acampau» está cantada en asturiano y en principio no da la imprensión de que contenga otra historia de espantos. 

> «Jackie» (¿Kennedy?) es otro instrumental. 

> Y remata este maravilloso disco de pop atemporal «Valparaíso», que de nuevo parece otra inocente canción con las melodías de las voces y el riff de guitarra juguetón y que de nuevo exige un pero en la subordinación. Y es que nada es lo que parece con Lavandera. Te invitan, pero luego te lo tienes que currar: 

Yo tengo una casa al otro lado del mar 
Si quieres venir a verme sólo tienes que nadar 
Oooh, oooh

domingo, 22 de febrero de 2015

Ellas llevan el ritmo #67: Daniela Kennedy (de The Limboos)


“Se me van los pies”, dice la castellana expresión cuando una canción tiene tal cantidad de ritmo que no puedes dejar de moverlos mientras está sonando. Que mucho tiene que ver el ritmo con los pies lo demuestra Daniela Kennedy, que toca descalza la batería en The Limboos, como si así sintiera más los pedales y pudiera transmitir mejor toda su energía, que es la que derrocha a raudales la banda entera guiados por sus baquetas y por la voz y la guitarra de Roi Fontoira

 

Quien se asome por vez primera al sonido de The Limboos sin estar avisado de quiénes son pensará ipsofactamente que se trata de la reedición de una oscura e ignota banda de R&b de finales de los años 50 o principios de los 60. Pues no. Daniela y Cia. pertenecen al presente; afincados en Madrid, han amasado un artefacto sonoro titulado Space Mambo (Penniman Records, 2014), que destila sabor a otra época, una mezcla de influencias añejas traídas con salero, devoción y vitalidad. Guateque sideral.



martes, 17 de febrero de 2015

Debut #94: Zebra Hunt


Una decena de escuchas después —varias de ellas seguidas— en pos de desentrañar por qué el álbum de debut de Zebra Hunt resulta tan fascinante, de cuál es la clave para que vuelva a darse al play según acaba, de dónde está la raíz que lo hace tan entrañable, podemos concluir que gran parte radica en el diálogo que establece Robert Mercer con su guitarra. Es como si ésta tuviera vida propia, como si hablase. Mercer no suele recitar sus frases de corrido, sino que a veces hace una mínima pausa en medio de ellas, las parte, mientras que la guitarra, alegre y dicharachera, parece responderle, le acompaña y «cantan» juntos. 

City Sighs (Tenorio Cotobade, 2015) está envuelto, además, en una atmósfera cálida y reconfortante. La guitarra, el bajo y la batería chisporrotean como ascuas en una chimenea. Uno escucha, por ejemplo, «Delaware», y sólo puede sentirse bien, acogido, y ser feliz, aunque sólo sea durante algo menos de tres minutos. Le sigue «20 Ways To Belong» y así hasta una docena de cortes que se escucha del tirón, sin que haya un momento de decaimiento. Es uno de esos discos en que la inspiración y el talento cohabitan y sacan juntos lo mejor de sí mismos; no ocurre a menudo, pero cuando sucede el resultado tiene mucho que ver con la magia y el arte. 

Mitch Leffler, Erik Bennett y el mencionado Mercer no parecen unos jovencitos, aunque como Zebra Hunt sólo llevan desde 2012. En las redes sociales se reconocen deudores de The Feelies —algo inocultable tras escucharlos—, lo cual hace pensar que quizá el apellido Mercer tenga algo que ver en ello (recordemos que uno de los cabecillas de The Feelies era Glenn Mercer). No es así. Sin embargo, si alguien está pensando en que el líder de The Shins también se apellida Mercer, únicamente queda por decir que los padres de Robert y James pueden estar orgullosos de haber tenido a dos hijos como ellos.

jueves, 8 de enero de 2015

Debut #93 // Ellas llevan el ritmo #65: Ex Hex


La sinergia, esto es, la suma de varios factores que juntos consiguen crear un efecto mayor que el que hubiera podido esperarse de cada uno en caso que hubieran operado independientemente, es un concepto capital en el rock. Cuántas veces no se habrá repetido la historia de una banda magnífica que, al disgregarse, sus miembros no consiguen ni por asomo aproximarse a las excelencias alcanzadas como grupo. 

Nada más darle al play al álbum de debut del trío washingtoniano Ex HexRibs (Merge, 2014)— se percibe una sinergia apabullante entre las tres componentes. La voz y la guitarra de Mary Timony (antes en Wild Flag), la monstruosa batería de la intuitiva Laura Harris y el bajo de Betsy Wright suenan con la solidez de una bola de acero y el ensamblaje de un motor; desprenden una energía excitante, son un generador sónico potente y veloz, sin tiempo que perder. Acción/reacción. Ya lo dicen ellas mismas en "Don't Wanna Lose": Come on, baby, come on, give me a little reaction.

Helas aquí en directo en los estudios de la emisora WVAU:


El productor Mitch Easter (Let’s Active) ha sabido encauzar el torbellino. Y la mejor forma de escucharse Ribs es a todo trapo (a ser posible dentro de un coche), que además tiene este contraportadón:

viernes, 2 de enero de 2015

Debut #92 // ...Y ellos se juntan #91 // Ellas llevan el ritmo #64: Pale Lights


O lo juran sobre un vinilo o no hay quien se crea que este cuarteto es de Brooklyn y no de alguna remota localidad de Australia o Nueva Zelanda. Su jangle pop tan extremadamente prístino y radiante es la condensación perfecta de The Go-Betweens, The Lucksmiths, The Bats, The Chills y Felt (que no eran de Oceanía, pero tampoco de Estados Unidos). Ni el más fervoroso seguidor de este sonido podría haber imaginado en sus sueños una réplica igual. 

Con los Lucksmiths guardan además una similitud curiosa: la batería de Lisa Goldstein es tan esquemática como la de los australianos, apenas una caja y un Tom (ni siquiera hay bombo). Y es igual de efectiva y rítmica, lo cual demuestra que muchas veces menos es más. Además de Goldstein, el resto de la banda aporta un ADN la mar de curioso: Philip Sutton (voz, guit.) viene de Comet Gain y Cinema Red and Blue (en los que curiosamente toca la batería), Andrew Adler (guit.) es el bajista de Crystal Stilts, pero aquí es Maria Pace la que lleva el bajo. 


Si alguien no es un conocedor de toda esta cascada de nombres y de interconexiones a modo de saga interminable, eso no impide un disfrute placentero, cabal y espontáneo de Before There Were Pictures (Calico Cat, 2014), que es como Pale Lights han titulado su álbum de debut y que lo produce Gary Olson, ni más ni menos, el líder los fantásticos The Ladybug Transistor.

domingo, 28 de diciembre de 2014

Rock 'n' actor #33: Jena Malone


De frente despejada y una mirada en la que se vislumbra un fondo triste pese a sus poses pizpiretas, Jena Malone, hija de actriz, se ha dedicado al mundo del cine desde muy jovencita (debutó con 12 años con Angelica Houston) y aunque en él siempre le ha acompañado el éxito como lo demuestra la saga de Los juegos del hambre, parece que lo de cantar también va con ella y que le tiene afición. 

Primero lo intentó como Jena Malone And Her Blood Stains, con los que apenas publicó un 7’’ titulado The Social Club No. 1 (The Social Registry, 2007) y que contenía los temas Tested Dry / Green Eyed Monster. Este año ha colaborado con el dúo Thumpers poniendo voz e imagen en Devotee


Y además ha iniciado un proyecto musical propio llamado The Shoe, junto al pianista y productor Lem Jay Ignacio. El álbum de debut, I’m Okay (Community Music, 2014), está compuesto por tiempos medios de tono confesional, con un apoyo instrumental mínimo, básicamente un teclado y una suave percusión, a los que se les rodea de diferentes arreglos y adornos (electrónicos inclusive). 

martes, 14 de octubre de 2014

Ellas llevan el ritmo #61 // Debut #90: Habibi

Uno aún conserva en un compartimento de la cartera de la memoria la enseñanza de aquellas estrofas líricas en lengua romance aljamiada —las jarchas— que cerraban ciertos poemas árabes que se componían en la Península ibérica en la Edad Media. El tema principal de las jarchas era el desconsuelo, el sufrimiento amoroso o la queja por la ausencia del amado (habibi). Y hete aquí que aparece ahora una banda femenina, asentada en Brooklyn, con el nombre de Habibi. Y sí, es la misma palabra, con idéntico significado, pues sigue vigente en árabe, lengua que domina la cantante, de origen iraní, Rahill Jamalifard
  

Por si alguien se dispone ya a pinchar en el aspa para cerrar la ventana de este blog ante el posible advenimiento de un post sobre música folclórica árabe o, peor aún, world music, apresurémonos a decir que las influencias musicales de este cuarteto nada tienen que ver con ello, sino con el sonido garajero, algo de surf y harmonías a lo girl groups. Es decir, un aire vintage muy en boga hoy día. De hecho, hacia ese exceso de modernidad, o falta de originalidad, es por donde habría que encaminar los reproches. Su debut —Habibi (Burger, 2014)— es un álbum muy agradable, rítmico y encantador, pero también algo trillado y le falta un punto de vigor o de alocado trote que lo haga más particular. 


Detroit Baby

A la cantante la acompañan la guitarrista Lenny Lynch, la bajista Erin Campbell y la batería Karen Isabel.

lunes, 15 de septiembre de 2014

Debut #89: Coves

 

La palabra atmósfera, aplicada a las composiciones musicales como sinónimo de «ambiente», puede hacer torcer el gesto a más de uno, porque es sabido que a veces ese término está intentando conferir autoridad a lo que no es más que el eufemismo de «sopor» o «ladrillo». No es el caso. 

La vocalista Rebekah Wood y el multiinstrumentista John Ridgard se conocieron en Lemington, localidad a orillas del lago Erie que mira a Cleveland frente por frente. Conforman el evocador y atmosférico dúo Coves. No sabemos si se debe a que la zona de los Grandes Lagos del norte de Estados Unidos son gélidos y de enorme evaporación, pero lo cierto es que los temas que construyen evocan algo de aquel paisajismo entre imperturbable y nebuloso. Ello se debe sobre todo a la lánguida, impávida y glamurosa voz de Wood. Por su parte, Ridgard se revela como un talentoso instrumentista —el dominio sobre las seis cuerdas es muy evidente— y aún mejor compositor, o casi habría que decir arquitecto musical, pues consigue con aparente sencillez la complicada tarea de amalgamar psicodelia, spagueti-western, garaje rock y art pop sin resultar pedante o aburrido; no hay nada en sus composiciones que no tenga sentido o no aporte un matiz especial, hace que los temas fluyan y se nos impregnen como una fina y persistente lluvia.



Soft Friday (Nettwerk, 2014) es su álbum de debut.

martes, 22 de julio de 2014

Debut #88: Roladex



Como si no hubiera futuro y sólo existiera el pasado. El dúo texano Roladex se recrea con fruición y detalle en el sonido del synth pop de los años 80, y más concretamente de la facción más oscura de aquella época. 

En estos casos de recreación artística tan evidente, de amor retromaniaco por un género específico, surge la duda de si debemos considerarlo un arte lícito o un mero ejercicio de estilo; ¿tienen el mismo valor la creación original y la fiel recreación? Lo curioso es que en el caso del synth pop, este sonido sigue resultando moderno hoy día. Así pues, puede parecerle arrebatador a un joven que lo oiga por vez primera y nunca haya escuchado a los precursores que lo modelaron, que por otra parte no tiene por qué conocer. El problema entonces parece que afecta más a quien sí conozca las fuentes y se haya bañado en ellas en su día. El drama, pues, es que si se ocupan y preocupan en rastrear las influencias de cuanto suena, les resultará imposible disfrutar de nada de lo que se haga o se esté haciendo porque siempre encontrarán algo familiar ya hecho que invalide el presente. Un dilema.

Roladex son Tyler Jacobsen y Elyssa Dianne. Él está licenciado en Bellas Artes, tiene un máster en arte electrónico y se gana la vida como profesor en una escuela de arte. Cargados de un arsenal de instrumentos analógicos, han grabado Anthems For The Micro-Age (Medical Records, 2014), una especie de futurismo pasado, frío, maquinal, melancólico, apocalíptico, subyugante. Que cada cuál decida si merece la pena o no. Aquí pensamos que temas como «Cathode Rays» o «Nuke It Out», entre otros, no deberían desperdiciarse:



domingo, 29 de junio de 2014

Qué se sabe de los belgas #26 // Últimamente se está muriendo gente que no se había muerto nunca #33: The Child of Lov


El tiempo se lo lleva todo por delante; no hay tsunami que arrase como él. Esta trágica consideración viene a cuento para hablar de The child of Lov, nombre artístico bajo el que se escondía Martijn William Zimri Teerlinck (también conocido como Cole Williams). Su debut discográfico del año pasado estuvo varias semanas sin salir del giradiscos de Gog, y por lo mismo figuró un tiempo al frente de la sección de On Repeat de este blog. Empezaron a acumularse capas de tiempo, jaleadas por esto y aquello y lo otro, hasta que al final no se le dedicó el post que había pensado para él. 

El caso es que acaba de rodarse un vídeo para uno de aquellos temas —«One Day»—, el que compartía protagonismo con Damon Albarn. Y lo que debería ser un motivo de satisfacción, resulta que no puede serlo tanto, ya que se trata de un trabajo póstumo. Nos enteramos ahora de que a Williams lo barrió el tiempo el pasado diciembre por unas complicaciones sin determinar durante una operación clínica. Criado en Holanda, había nacido en Bélgica hacía 26 años. Un cadáver exquisito. 


Así pues, un talento menos en el mundo. Y de verdad que lo decimos convencidos y no llevados de ese comportamiento tan humano de criticar a los vivos y alabar a los muertos, aunque los vivos sean buena gente y los muertos unos bichos malvados que lo mejor que podían hacer es pudrirse bajo la tierra. Las virtudes de The Child Lov (Double Six, 2013) se encuentran en sus sonidos gruesos, oscuros, abisales, dominados por sintetizadores fúnebres, loops de percusión dura y punteos de guitarra eléctrica. Una especie de Prince introvertido y alucinado. 

Dos curiosidades finales. LOV es el acrónimo de Light-Oxygen-Voltage, que es como se conoce a los sensores proteínicos de ciertas algas para detectar las condiciones ambientales. La otra es que en el tumblr de The Child of Lov daba salida a una curiosa fijación: fotos de mujeres comiendo, sobre todo de famosas.

lunes, 21 de abril de 2014

Debut #86 // Ellas llevan el ritmo #56: The Icypoles

Esto sabe a vainilla y lleva sol: 

Gotta Stop It

Son The Icypoles, cuarteto femenino de Melbourne que ha cuajado a la primera el sorprendente My World Was Made For You (Highline Records, 2014), plagado de armonías pop sixties y un minimalismo diríase casi feroz, algo así como un gota a gota musical entre lo angélico y lo hipnótico. Hay algunos pasajes en los que incluso le dan al a capella. ‘Pasajes’, de hecho, es una palabra que se ajusta muy bien a ellas; por eso resulta bastante natural que hagan una versión del «Just You» de Twin Peaks.


Tara Shackell y Isobel Knowles estuvieron un tiempo en Architecture In Helsinki, y ahora han tomado esta otra senda junto a Kim White y Lani Sommer (aunque en la versión de Lynch y Badalamenti es Evelyn Morris quien toca la batería). 

Su bandcamp.


domingo, 9 de febrero de 2014

Debut #85: Pendentif


Malos tiempos para la sonrisa. Andan las semanas batidas por la oscuridad, el frío y la humedad. El sol es una quimera; no está y, aun peor, casi ni se le espera. La depresión nos sobrevuela como un buitre carroñero esperando la mínima ocasión para abalanzarse sobre nuestro ánimo. Menos mal que Pendentif están aquí para espantar todo atisbo de sombras. 

 

Porque este quinteto de Burdeos nos trae un pop lleno de vitalidad y color, glamuroso y expansivo, bailable y alegre. Las guitarras suenan con una elocuencia convincente, los ritmos tienen alma funk, las bases electrónicas son más contagiosas que la gripe, los estribillos retumban pletóricos y al frente está una chanteusse angelical -Cindy Callede- en la onda del mejor pop francés de siempre. 


Mafia Douce (Discograph, 2013) es un gran título para un álbum de debut y es un gran álbum de debut. Una docena pildorazos como hacía mucho que no se juntaban.

lunes, 6 de enero de 2014

Debut #84 // Ellas llevan el ritmo #51: La Luz


Resulta altamente revelador que uno de los discos más luminosos de 2013 haya sido una práctica de reestructuración y revalorización de todos aquellos lugares donde ya hemos estado. Este viaje al pasado para construir el presente es lo que Elizabeth Guffey llama retro-guardia, según cita Simon Reynolds en su esclarecedor libro Retromanía (2009). Para el crítico inglés, la retirada hacia las formas establecidas expresa, en parte, cierto agotamiento de la innovación, una huida de las opciones más inaccesibles. Y llevamos décadas con esta cultura del revival.

Es evidente que It’s Alive (Hardly Art, 2013), del cuarteto femenino La Luz, obedece a esas premisas creativas en las que el pasado cobra vida en la actualidad. En su caso, la década resucitada es la de los sesenta, con el surf, el garaje y el doo-wop como faros omnipresentes a lo largo de los once cortes del álbum. Ellas mismas no ocultan las influencias; en su página de Facebook puede leerse la lista de esos nombres evidentes


El proyecto se ordena alrededor de la guitarrista y cantante principal —Shana Cleveland—, que saca destellos realmente evocadores de las cuerdas de su instrumento. Esa es la parte en la que la crítica ha hecho más hincapié, pero conviene tener en cuenta que el sonido de La Luz no sería tan brillante sin las aportaciones de la teclista —Alice Sandahl— y, sobre todo, de la batera —Marian Li Pino—; no en vano, lo primero que se escucha nada más empezar el álbum es el redoble de la batería, segundos antes de que entre la guitarra con su estallido surfero. El resto de temas se basa de la misma manera en el ritmo sostenido y cadencioso de Li Pino. Por acabar de mencionarlas a todas, la bajista es Abbey Blackwell. Veámoslas en movimiento:


En definitiva, entretenidísimo ejercicio de estilo. Hay algo en este grupo de Seattle que engancha. 

Por su parte, la brillante Shana Cleveland mantiene un proyecto paralelo más folkie e intimista. Puede escucharse en su bandcamp.