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sábado, 2 de marzo de 2013

Últimamente se está muriendo gente que no se había muerto nunca #28: Daniel Darc

Nada como la muerte de una figura pública para que periodistas y blogueros reciban la luz de la inspiración articulística. El rutinario y letal «¿sobre qué escribir hoy?» se borra ipsofactamente del desánimo en cuanto salta la noticia del fallecimiento de alguien. Hoy el material nos lo brinda Daniel Darc, que además fue uno de esos personajes novelescos que tanto juego literario dan. 

—Cínico estás, Gog. 
—Es el frío, que me calienta la amargura. 


Daniel Darc era una de esas almas abastardadas, indómitas, desafiantes, una personalidad en permanente exceso, un punk ilustrado, un maudit. En los últimos tiempos, este músico parisino era un tatuaje andante; apenas le quedaba piel en la que dibujar algo, como si quisiera mostrar por fuera, a modo de espejo, esa alma suya tatuada de inconformismo y dolor existencial. Teloneaba a Talking Heads en 1979 con su primer grupo, Taxi Girl —y aquí vienen los datos sórdidos que tanto nos gustan— cuando se cortó las venas sobre el escenario. Un par de años después la banda alcanzó cierta popularidad con Cherchez le garçon. Al desmembrarse el grupo (estaba también el hoy popularísimo productor Mirwais, Madonna lo sabe), Darc continuó la búsqueda en solitario, dando más traspiés de los aconsejables para hacer carrera. Demasiadas adicciones y cierta querencia por dar con sus huesos en prisión. En 2004 sus astros se le alinearon por fin y resurgió con Crevecoeur (Water Music). Acaparó algo de popularidad, lo que le permitió otro par de álbumes notables. 


Las drogas le habían salvado la vida, decía. De hecho, fue un polémico defensor de ellas. Pero un cóctel de alcohol y barbitúricos acabó con él a los 53 años el último día de febrero el breve. En «J’irai au paradis» —segundo corte de Amours supremes (Water Music, 2008) escribió: cuando muera iré al Cielo / porque me he pasado la vida en el Infierno. Así sea; seguro que lo hace más interesante.

lunes, 8 de marzo de 2010

Últimamente se está muriendo gente que no se había muerto nunca #10: Mark Linkous

Buah, qué bajona. Se ha quitado de en medio Mark Linkous, que artísticamente se escondía tras el nombre de Sparklehorse.

En jenesaispop lo han enterrado con mucho detalle biográfico, así que no merece la pena insistir en ello. Solamente el detalle: se ha pegado un tiro en el corazón.

Aquí, como tema de despedida, sin duda, «Pig», porque Gog aún recuerda el estremecimiento y el entusiasmo que le causó la primera vez que la oyó (era 1999):



Aunque ya se había hablado de él aquí, Gog le tenía reservada una entrada para la sección de «Gastan gafas». Ahora hay que cambiar el tiempo verbal: Mark Linkous gastaba gafas.

domingo, 27 de diciembre de 2009

Últimamente se está muriendo gente que no se había muerto nunca #8: Vic Chesnutt


Sigue necrológico el tema, pero es que la muerte de Vic Chesnutt antes de ayer obliga a hacerle aquí un hueco.

Ahora Chesnutt ha decidido quitar de en medio a él y a su silla de ruedas. Mierda de fechas, deprimen a cualquiera.

Deja este año At The Cut y el acongojante desgarro con que lo inicia, "Coward".

Gog siempre recordará su concierto en el Primavera Sound, qué manera de llenar un Auditorio con una guitarra y una voz.

miércoles, 3 de junio de 2009

La videoconsuela #7

Dentro de nada van a fallarse los premios UFI al mejor vídeo de música independiente de 2008. Los finalistas son:

Duo Kie, «Nosotros lo hicimos»
Klaus & Kinski, «Flashback al revés»
Manel, «Dona Estrangera»
Vetusta Morla, «Un día en el mundo»
We Are Standard, «The Last Time»

El favorito de Gog (pueden verse todos aquí), obviamente, es el de Klaus & Kinski, aunque reconoce que el de los raperos le ha sorprendido:



Ese suicidarse alegre, ese matarse feliz y despreocupado, acongojan.

sábado, 21 de marzo de 2009

Imposturas #1: Romain Gary


¿Saben aquel de un gris y solitario funcionario parisino que vive en un apartamento de dos habitaciones con una serpiente pitón de dos metros veinte y que intenta conquistar a una compañera de oficina negra que viste minifalda y botas por encima de la rodilla?
Mimos —novela que Romain Gary publicó bajo el seudónimo de Émile Ajar en 1974 — sería un chiste muy gracioso si no fuera porque lo que aguarda debajo de él es el desolador relato de «un hombre sin nadie dentro».

El texto de Gary repta, se enrosca, su escritura es también el trazado de una serpiente. Su innovador juego con el lenguaje contribuye a crear la sensación laberíntica que aplasta al pobre Cousin; chistes dentro un chiste con el que uno no está seguro de si reírse es lo más acertado.

La propia vida de Gary tiene algo de ese curveo «reptilíneo». Fue aviador, diplomático, narrador incesante, impostor audaz y, como lo definió su biógrafa, un hombre «repleto de mujeres» (su único hijo lo tuvo con Jean Seberg, la celestial protagonista de Al final de la escapada).





Gary llevó la impostura hasta el extremo de ganar el Premio Goncourt dos veces, algo imposible, pues sólo se puede obtener una vez en la vida; pero Gary engañó al jurado presentando una novela bajo seudónimo y haciendo pasar a su sobrino por ese Émile Ajar que firmaba la obra. El timo se descubrió por confesión propia después de su muerte. Se había suicidado en 1980.

domingo, 28 de septiembre de 2008

Maneras de morir #1

Desde luego que es numeroso el gremio de los suicidas entre los escritores, como se recuerda en este artículo.

En el mundo de la música, sin contar a los suicidas premeditados (a lo Michael Hutchence, Ian Curtis, Kurt Cobain…), parece abundar más el género de los desfasados y autodestructivos hasta el fin de las consecuencias: Janis Joplin, Jim Morrison, Keith Moon, Jimi Hendrix, Richard Hell e infinito etcétera, por citar sólo a algunos clásicos bien conocidos y por no mencionar a los dos ejemplos actuales más obvios que, de momento (y mientras sigan vivos y coleando), tanto juego dan a los periodistas británicos.

martes, 16 de septiembre de 2008

Últimamente se está muriendo gente que no se había muerto nunca #3: David Foster Wallace

En Tokyo las tiendas de discos permanecen abiertas por la noche, según cuenta Murakami en Tokio blues (Norwegian wood), que para los que tengan dificultad con el español se escribe así en su lengua original: ノルウェイの森.

Sólo le faltaba al insomnio de Gog que a las tantas de la madrugada pudiera ponerse un pantalón y una camisa encima del pijama para salir a comprar discos.


(Otros coletazos del pensamiento que rabotean hoy por la cabeza de Gog: se puede comprender el suicidio de un fracasado pero no se concibe que un genio ahorque a su talento, ¡con lo que daría cualquiera por poseerlo!, por eso impresiona más [David Foster Wallace colgado de una viga en su casa]; qué sugestivo y otoñal el Mingotes de hoy; qué balsámico y reparador —para cuando alguien necesita que lo arropen— es el tema de Paul Weller que ha inspirado el título de esta entrada.)