viernes, 6 de enero de 2017

Strano mondo di tanti nomi #34: Dressy Bessy


Probablemente haber adoptado como apelativo artístico el nombre de una muñeca de los años setenta le haya restado credibilidad al trío Dressy Bessy. Además, timoneados por Tammy Ealom y John Hill, siempre han estado empeñados en desmarcarse del sonido más psicodélico y sesudo que practican sus camaradas de Elephant 6, colectivo al que pertenecen (de hecho, Hill toca la guitarra en The Apples In Stereo), a base de un bubblegum-pop acelerado, bullicioso y de pocos acordes, al que se entregaron con fervor hasta 2008. 

Fue aquel un mal año, azuzado por vientos contrarios para todo el mundo. Las bandas de segunda fila se vieron más afectadas por la crisis y los nuevos rumbos del negocio, así que los Dressy Bessy decidieron parar. Ocho años más tarde, completamente revitalizados y ahora en una discográfica confortable, han publicado KINGSIZED (Yep Roc, 2016), su sexto y más completo, consistente, sólido y efervescente álbum. Desde el redoble de batería inicial de Craig Gilbert, se suceden trece temas que te mantienen en vilo hasta el final, sin tiempo para dramas ni falsa intensidad. Tiene un ritmo frenético, unos guitarrazos tremendos y pocos discos habrá con un ejercicio de pandereta como en este. La fuerza del trío se ve ahora arropada por una constelación de invitados: Peter Buck a la guitarra, armonías de Rebbeca Cole (de Wild Flag) y Vanessa Briscoe-Hay (de Pylon), percusiones extra de Jason Garner (de The Polyphonic Spree), el bajo de Eric Allen (de The Apples In Stereo), Michael Giblin (de Split Squad) y Andy Shernoff (de The Dictators), y teclados aquí y allá de Scott McCaughey (de The Minus 5 y Young Fresh Fellows). Y todo encaja, todos empujan en la misma dirección, dan firmeza y aportan una energía que hace de este disco uno de los artefactos más llamativos de los últimos tiempos.


La edición en vinilo es de color azul. En el precioso encarte interior puede apreciarse que los temas de Ealom son caramelos con más veneno que azúcar. La felicidad poppy de antaño ha dejado paso a cierta dureza y a un sentido más escéptico y crítico, y a Dressy Bessy les ha sentado mejor que fenomenal. Escuchado a todo trapo es un trallazo por la escuadra.