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sábado, 4 de abril de 2020

Sales en mi canción #100


Entendemos el amor, principalmente, como una manifestación sentimental que se siente por otra persona. Pero hay amores a todo y de todo. Existe un amor como pasión por algo que llena, colma, rebosa tu vida de tal manera que esta no sería la misma si no existiera ese objeto adorado, tal vez obsesivo. El que profesa Jaime Cristóbal por la música deja corto el de Romeo y Julieta, el de Dante y Beatriz, el de Narciso por Narciso, el de Ramón y Cajal (por la ciencia)... Cristóbal escucha música sin cesar, la colecciona, la compone, la interpreta, escribe sobre ella, habla sobre ella (su antológico Popcasting), la respira, la consume y le consume. 

Parece lógico, pues, que haya terminado componiendo una oda al amor por los discos, a su relación con ellos, a la música que tan feliz le hace. Seguirá amando a la persona con la que comparte su vida, pero es incapaz de desprenderse de ese otro amor. Así se lo declara a ella, y le ruega que lo entienda. Una preciosa y emocionante confesión: 

700,000 records couldn’t keep me away from you 
But 300 of those records are the songs that speak about you 
700,000 records could have sucked the life out of me 
But the fact is all those records are the things that set me free 
So that’s the matter with me; you can have me either way, oh baby 
But please consider the love I have for all these precious 



“700,000 records” es el tema que, además, ha servido como ariete de su primer álbum como J’aime, Love and Squalor (Jabalina, 2020). La canción, que lleva implícita su intención desde el título, rezuma, como el resto del álbum, esa clase y elegancia que Cristóbal siempre lleva pegada como una segunda piel. 

El telón de “700000 Records” lo levanta una caja de ritmos, a la que enseguida se le une un teclado. En ese momento aún no sabemos qué intenciones tiene: ¿es un teclado que está sonando alegre o triste? La voz de Cristóbal (más consistente y segura de sí misma que nunca) deshace la duda. En el estribillo nos aguarda una sorpresa: se le une la voz de Françoiz Breut y ya nada puede ir mal. Qué bien se imbrican las dos voces, cómo se acompasan y se acompañan. Cuando el tema se encamina hacia el final, Breut desgrana una retahíla de esos artistas que tanto significan para Cristóbal y que están presentes en su vida a través de sus discos, “all these precious":

The Pet Shop Boys, Ellie Greenwich, James Wilsey, Helen Merrill, Radio Futura, Iris DeMent, Sandy Denny, Gainsbourg, Johnny Thunders, Jacno, Tracey Keenan, Madonna, Eddie & The Hot Rods, Dolly Mixture, Tyrone Davis, The Shortcuts

Los nombres, explica el propio autor, son elección suya aunque los recite Breut, si bien metió a Helen Merrill como un guiño a la cantante francesa, ya que fue Breut quien se la descubrió a Cristóbal una mixtape que le grabó hace años. 

La canción ha terminado. Volvemos a darle al play, porque esas líneas nos parten el corazón pero hacen que amemos aún más de lo que ya amábamos la música.

sábado, 21 de diciembre de 2019

A mí no hace falta que me cambies el plato #51: Mattiel

Foto tomada en 5180 S Atlanta Road, Smyrna, Georgia.

Las licuadoras lo aceptan todo. No tienen ningún problema en pasar por sus hélices apios con arándanos, o brécol con plátanos, o apios con arándanos, brécol y plátanos. No les importa porque saben que el producto resultante no depende de ellas, sino del arte de equilibrar sabores de quien se pone a echar ingredientes al vaso de la batidora. 

Mattiel Brown es una de esas personas capacitadas para mezclar lo que le salga de la gana y encima obtener un resultado muy original y genuino. Ella es el núcleo principal sobre el que se asienta la banda de Atlanta que lleva su nombre a secas, Mattiel, y que van ahora por su segundo álbum, el maravillosamente ecléctico y enriquecido Satis Factory (Heavenly, 2019). 

¿Qué es lo que combina para su batido musical? Pues en la receta hay que poner, entre otras cosas, spaghetti western, blues narcótico, aromas de pop sixtie francés, psychobilly, rock alternativo, espíritu garagero, imitaciones velvetundergroundianas, power pop melódico y energético, country, rockabilly… No lo revuelve todo a la vez, claro, sino que posee la sabiduría del druida que sabe la cantidad exacta de muérdago y de baba de sapo que hay que poner en una poción o de la chef que sabe hasta dónde puede llegar el sabor del cardamomo o el jengibre en un plato. Como ellos, Mattiel conoce el secreto. 

Además, desborda actitud y personalidad, y contiene cierta excentricidad lírica cargada de un humor muy peculiar. “Gonna marry myself and get a divorce” es una de las líneas más afortunadas del disco (en “Je Ne Me Connais Pas”, con estribillo también en francés). O cuando se pregunta para qué pensar en comida cuando todo lo que tienes es algo para regurgitar, como canta en “Food For Thought”. 


Acompañan a tan singular personaje, Jonah Swilley (batería) y el extraordinario músico Randy Michael. Los palpitantes dibujos de guitarra que traza en el tema inicial (“Til the Moment of Death”) entusiasman; como lo que hace con el órgano en otro de los cortes más vitalistas y memorables (“Berlin Weekend”). 

Para rematar, voz especial, toneladas de temperamento, un estilo propio, todo es afortunadamente entretenido y original aunque a veces las referencias sean muy evidentes.

miércoles, 10 de febrero de 2016

El porqué de mis peinados #24 // Cosas de hermanos #77 // Género chico #74: Gomina


Llega un momento en que ya no es uno es el que se peina, sino que es la vida la que le peina a uno. Antes de que la caída del cabello se haga una realidad insalvable y llegue ese instante en que el cepillo se convierte en un objeto de adorno, suele haber un periodo de tiempo con pelazo por domar, donde la gomina puede ser el aliado que ayude a fijar el pelo. Lo más curioso es que parece que la gomina también fija las ideas, sobre todo las más reaccionarias, carcas y tradicionalistas, porque un hombre engominado, generalmente —insisto en el adverbio—, comulga con un patrón fachoide y conservador que pone los pelos de punta; eso cuando no es el look de tiburones financieros, pijos de jersey en los hombros y demás borjamaris. 

No sabemos si en Francia la asociación es la misma. La palabra existe tal cual para señalar ese gel untuoso. Y además da nombre artístico a un cuarteto de Caen, que practica un tecno-pop fresco y para nada engolado. En las cabezas de los hermanos Robveille (Julien y Nicolas), Peter Bannier y Nicolas Varin tampoco se ven rastros de fijador. 


Corren malos tiempos para el formato de 7’’. Fabricar un single cuesta casi tanto como un elepé; si le añadimos los demenciales gastos de envío, animarse a comprarlos es una decisión que requiere un bolsillo repleto. O un enganche feroz a alguna canción. «Stupid» es el sexto corte de su segundo álbum, Prints (2015); también es el hipnótico tema que eligieron como avance y que prensaron en la cara A de un 7’’ de color verde (hOOz, 2014). Comienza con un fogoso revuelo de teclados y sintes, como una ráfaga de viento alocado que surge de repente para ponerse a juguetear con papeles. Luego se sostiene una cadencia etérea durante más de cuatro minutos que te lleva flotando. El vídeo que le hicieron fue un acierto pleno, porque ese monótono y a la vez vertiginoso descenso en monopatín capta perfectamente su esencia: 



En la cara B, «She Falls», el rapero COEFF colabora con ellos. Pese al título en inglés, la letra del rapeo está entonada en la lengua de Balzac, mientras que la banda se limita a emitir un festivo tututututututu en los coros. La base del tema tiene una estructura repetitiva que recuerda mucho a Clinic, lo cual sólo puede ser bueno. De remate, «She Falls» no se encuentra en el álbum, que es como tienen que hacerse estas cosas. 

A saber qué pasará cuando estalle la burbuja del vinilo. Probablemente este formato pequeño acabe por extinguirse. Mal camino lleva, desde luego. Disfrutemos de una joya como esta mientras se pueda.

viernes, 20 de noviembre de 2015

¿Y tú de quién eres? #25 // Cosas de hermanos #75: Minuit


Las parejas sentimentales que forman un dúo musical es un género en sí mismo. Los ha habido en todas las épocas y los sigue habiendo: Iker & Tina Turner, Chrisma, Everything But The Girl, Mates of States, The Rosebuds, Souvenir, Klaus & Kinski... Rizando el rizo, hasta se da el caso de bandas formadas por varios emparejamientos —léase Abba, Fleetwood Mac o The Mamas & The Papas—, con el subsiguiente lío. Aunque a veces, incluso con la ruptura como pareja de por medio, se mantiene el combo, que una cosa es el amor y otra los negocios. 

Catherine Ringer y Frédéric Chichin se enamoraron hasta las trancas en 1979; al año siguiente ya estaban dando conciertos juntos como Les Rita Mitsouko, ella a la voz y él a la guitarra y los sintes. Extravagantes al máximo, consiguieron llamar la atención con su look a base de anoraks fluorescentes o bolsas de plástico de Félix Potin (como ponerse aquí unas de Galerías Preciados) y su ecléctico synth-pop, que en ocasiones aderezaban con ritmos latinos, pizcas de jazz o lo que hubiera por encima de la mesa en la que cocinaban sus ideas. Dejaron un porrón de elepés y tres retoños, de los cuales dos siguen ahora los pasos musicales paternos como Minuit, si bien se presentan con los apellidos paternos por separado: Simone Ringer y Raoul Chichin.

Están empezando, por lo tanto su obra es aún exigua; de momento se reduce a un EP en formato digital y un vídeo. Evidentemente es poco material para juzgarlos, pero se entrevé la misma genialidad e irregularidad que tenían sus padres, que siempre fueron más de buenas canciones que de discos redondos. Así, el tema que abre el EP de Minuit te atrapa de inmediato y no hay duda de quiénes son hijos, musical y biológicamente hablando: 



En los tres temas siguientes hay que escarbar un poco para encontrarles la originalidad. Tienen menos chispa y son mucho más acomodados; en ninguno falta un pequeño solo de guitarra. Al final vuelven a bordarlo en «Sur Les Berges», una pieza mayúscula de pop francés de suntuosa instrumentación.

sábado, 28 de marzo de 2015

Ellas llevan el ritmo #70: Margot (tal vez)


Margot —si es que se llama así, porque también aparece reseñada como Kim Jonquille— es la baterista del cuarteto parisino Cheap Riot. Acaban de publicar su primer single, que ya desde el título insinúa por dónde van sus tiros musicales: Part-Time Vacancy (Croque Macadam, 2014). O sea, punk tierno y new wave a lo TV Personalities (cara A), pero sin la tristeza ínsita de Dan Tracey, y sí más vital, con algunos toques garajeros e incluso levemente surf (cara B).

viernes, 23 de enero de 2015

Sales en mi canción #87

Buenos artistas los hay a montones y están muy bien, en efecto, pero dejadme que yo prefiera a Frank Sinatra y quedaos vosotros con todos los modernos. Es la interpretación que se desprende de ese medio tiempo lánguido y nostálgico, sostenido por un teclado y arreglos orquestales, que Alain Chamfort incluyó en su álbum Le Plaisir (Virgin, 2004). Entre el inexorable paso del tiempo y la lucha generacional: 

Björk et Bowie 
Tom Waits, Lou Reed, Nirvana 
Etienne Daho 
Miossec et Dominique A 
Pet Shop Boys 
Air, les Daft Punk, Madonna 
sont à toi.

Sinatra est à moi. 

jueves, 25 de diciembre de 2014

Ette aquí #61 // Cameos musicales #57 // La France #65: Les Chaussettes Noires


En Francia, el término rock‘n’roll va estrechamente cosido al nombre de Johnny Hallyday, que es la encarnación francesa del género por excelencia. Sin embargo, ateniéndonos a cuestiones cronológicas, el primer grupo de r&r francés fue Les Chaussettes Noires. Es curioso que su figura principal, Claude Moine, adoptara, al igual que el mentado Hallyday, un alterego en inglés: Eddy Mitchell. El r&r en inglés parece más r&r. 

Incluso Moine y el otro cofundador del grupo, Aldo Martínez, habían bautizado al grupo medio a la inglesa como Les Five Rocks, con el que se subieron a la ola musical que lo anegaba todo: el rock’n’roll y su versión bailada, el twist —de hecho, titularon uno de sus 10’’ como Rock’n’Twist (1961)—. En la primera aparición radiofónica de la banda, el locutor los anunció como Les Chaussettes Noire, en connivencia con la casa discográfica y sin que el quinteto estuviera avisado, para pasmo e indignación suya. Pero con el nombre se quedaron hasta su desaparición a finales de 1963, cuando Mitchell decidió volar solo. Fueron apenas tres o cuatro años juntos, pero resultó un periodo lleno de éxitos durante el cual no pararon de grabar, de hacer conciertos y de aparecer en películas. Era tal el fervor por el twist que en la película Comment reussir en amour (1962) salen tocando en una escena en la los protagonistas dan una lección de cómo debe ser ese baile. 


Y por aquello del tiempo en que estamos, concluyamos con este villancico roquero, que como tendrían que ser todos los villancicos. (Por cierto, si a Gog le han informado bien, Francia es un país en que no existen los villancicos tal y como se entienden aquí. Qué envidia.) 

lunes, 15 de diciembre de 2014

Rock 'n' actor #32 // Criaturas celestiales #45: Françoise Fabian

Me llamo Michèle Cortes de Leon y Fabianera, pero puedes llamarme Françoise Fabian, tonto: 


La escena pertenece a la película más famosa que protagonizó Françoise Fabian, Mi noche con Maud (Eric Rohmer, 1969), y es el “tonto” más erótico y voluptuoso que jamás se haya pronunciado en la historia del cine. Se lo llama al personaje interpretado por J.-L. Trigtinant, cuando este rechaza su invitación a acostarse a su lado en vez de pasar la noche en el sofá. Dos Luises como Buñuel y Malle, que sabían de sus dotes, también la dirigieron. 

Hija de franco-español y ruso-polaca —y además nacida en Argelia—, la mezcla desembocó en esa mirada suya entre perdida, triste, segura, penetrante y difícil de sostener. Tuvo algún intentó como cantante melódica, pero sin tanta presencia y reconocimiento como en las pantallas, interpretando baladas de medio tiempo con una imperturbabilidad y un deje sensual desarmantes: 


Moi, faut pas me prendre (1963), de Marc Heyral y Philippe Gérard.

martes, 1 de julio de 2014

Género chico #61: Juniore


Que en la lengua de Jules Renard «fin del mundo» tenga género femenino es algo que fascina y sobrecoge. Al fin del mundo uno se lo imagina viril y áspero, recio y bruto. Hombrón, vamos. 

«La Fin du Monde» (Entreprise, 2014) es el nuevo tema del dúo galo Juniore; o lo que es lo mismo, Anna Jean y Samy Osta, que se suman a una especie de nueva corriente del pop en francés —junto a Pendentif, Granville…—, que en los últimos tiempos suele andar más escorado hacia lo anglosajón. De hecho, «La Fin du Monde» es una de esas piezas pluscuamperfectas del pop francés de siempre, con ese aroma y esa clase sesenteros que no hay paso del tiempo que marchite. 



Se ha publicado en un 7’’ cuya cara B, «Marche», se mueve entre la marcha militar y el spaguetti-western con mucho desparpajo.



domingo, 11 de mayo de 2014

Ette aquí #56: The Pirouettes


Mira que les gusta a los franceses los dúos —y no digamos los tríos, que hasta le tienen puesto un nombre especial la mar de sonoro—. La historia del pop galo está preñada de colaboraciones a dos voces tan significativas y señaladas que repetirlas aquí sería minusvalorar a los lectores. Los grupos de chico y chica también los bordan. Últimamente, por ejemplo, hemos traído aquí a The Limiñanas

En una onda más naíf, juguetona y deliciosamente irresistible son The Pirouettes. Es lo suyo un electropop en el que se entrelazan, con una eficacia melódica formidable, las voces de Vickie Chérie (voz y teclados) y Leo Bear Creek (voz, teclados y percusión; es también batería de Coming Soon). Después de dos EP, publican ahora L'importance des autres (2014). Contiene siete canciones como siete soles; precisamente ahora que parece que el calor ya es definitivo, se adivina que este ramillete de melodías van a sonar mucho este verano al borde de las piscinas. Es tan corto y tan refrescante que es imposible no darle de nuevo al play según acaba. Y «Oublie moi» en concreto, y muy al contrario de lo que predica el título, es inolvidable.



Hubo otras The Pirouettes de las que apenas se encuentra información. Parece el típico girl group de los años sesenta. Publicaron el 7'' If You See My Baby/The Wrangler Stretch (Diamond, 1964). Ambos temas aparecen compuestos por Norman Meade y Ben Raleigh, y producidos por Jerry Ragovoy, ni más ni menos. Por cierto, Norman Meade era el seudónimo que usaba a veces Ragovoy en sus composiciones.

sábado, 22 de febrero de 2014

Dime qué lees y te diré cómo se llama tu banda #25: Lispector


Dejó escrito la brasileña Clarice Lispector que cercenarnos los defectos puede ser peligroso, porque nunca se sabe cuál es el defecto que sostiene todo nuestro edificio. 

No sabemos cuáles sean los defectos de Julie Margat, pero sí que esta cantante y compositora francesa es una ferviente lectora de la obra de Lispector. Tan es así que de nombre artístico se ha bautizado con ese apellido. Lispector no es una banda; Lispector es Julie y sus instrumentos. Esta mujer-orquesta y de titánica independencia lleva grabando en un cuatro pistas casero y autoeditando casetes y CD-r desde 1996. El último hasta ahora, Life without a map (autoeditado, 2013), continúa con su pop de dormitorio cantado en inglés, acompañado por una guitarra y unas bases electrónicas con las que recostarse y dejarse adormecer, a la espera de que venga y te mezcle con champán.

 

domingo, 9 de febrero de 2014

Debut #85: Pendentif


Malos tiempos para la sonrisa. Andan las semanas batidas por la oscuridad, el frío y la humedad. El sol es una quimera; no está y, aun peor, casi ni se le espera. La depresión nos sobrevuela como un buitre carroñero esperando la mínima ocasión para abalanzarse sobre nuestro ánimo. Menos mal que Pendentif están aquí para espantar todo atisbo de sombras. 

 

Porque este quinteto de Burdeos nos trae un pop lleno de vitalidad y color, glamuroso y expansivo, bailable y alegre. Las guitarras suenan con una elocuencia convincente, los ritmos tienen alma funk, las bases electrónicas son más contagiosas que la gripe, los estribillos retumban pletóricos y al frente está una chanteusse angelical -Cindy Callede- en la onda del mejor pop francés de siempre. 


Mafia Douce (Discograph, 2013) es un gran título para un álbum de debut y es un gran álbum de debut. Una docena pildorazos como hacía mucho que no se juntaban.

sábado, 1 de febrero de 2014

La France #59 // Ellas llevan el ritmo #53: The Limiñanas



Los pacientes lectores que sigan con alguna frecuencia estas publicaciones de Gog seguramente habrán percibido que intenta evitarse en las reseñas mencionar referencias que, a modo de palpable influencia, determinan el sonido de una banda. ¿Para qué describir a un músico en comparación con otro más o menos conocido que al lector puede que no interese? Boris Vian opinaba que era preferible describir a un músico, en la medida de lo posible, objetivamente, en valor absoluto, porque situarlo en su época basta para definir sus fuentes. Además, si bien es cierto que nos encontramos en un espacio para conneiseurs, recurrir a la cita de influencias para explicar la música de alguien es, literariamente, un recurso fácil y pobre. Dicho esto, intentar hablar del tercer álbum del dúo de Perpignan de The Limiñanas sin caer en ello va a ser harto complicado. 

Y es que ellos mismos se encargan de hacernos una lista con sus filias artísticas de la cultura popular (el cine sobre todo), en la que son capaces de rimar Sergio Leone con mascarpone


En esa retahíla onomástica ensartada por Lionel Limiñana y la voz invitada de Francesca Cusimano se distinguen, en lo musical, los nombres de Poison Ivy, The Rolling Stones y Kim Fowley. Lo que tienen en común esos personajes con The Limiñanas es más un componente estético, porque en cuanto al sonido —digámoslo ya y acabemos con esto de una vez— es como si Serge Gainsbourg interviniera en un álbum The Velvet Underground. Por supuesto, también hay duetos vocales como los que practicaba el enfant terrible de Gainsbourg, y que en esta ocasión podría ser con Nico. Hay en Costa Blanca (Trouble In Mind, 2013), además, toneladas de fuzz en las guitarras, baterías maquinales a lo Moe Tucker —curiosamente, es otra mujer la encargada aquí de las baquetas, María Limiñana, que también canta—, Farfisas palpitantes, sitares, arreglos imaginativos y toda una psicodelia envolvente. 


miércoles, 27 de noviembre de 2013

Cameos musicales #52 // Rock 'n' actor #30

Beat Girl (E. Gréville, 1960) no pasaría de ser una mediocre película de serie B si no fuera porque su banda sonora, y más concretamente su tema principal, es uno de los hitos de la música incidental en el arte cinematográfico. Fue la primera composición para el cine que realizó quien a la postre sería famosísimo compositor, John Barry, que además apareció en varias escenas de la propia película acompañado por la Seven Orchestra. Desde los créditos iniciales, sin ir más lejos:


La protagonista fue la entonces jovencísima Gillian Hills. Este papel —una insufrible y consentida adolescente, de bofetada— es tal vez su aparición cinematográfica estelar, aunque cuenta en su currículum, ni más ni menos, con haber interpretado un pequeño papel en la mítica Blow Up (Antonioni, 1966) y otro en la no menos legendaria La naranja mecánica (Kubrick, 1971). Hills grabó varios singles y EP durante la primera mitad de la década de los 60, casi todos en francés. Aunque inglesa de nacimiento, pasó varios años en Francia, y allí terminó cuajando la mayor parte de su carrera como actriz y chanteusse. Su conocido «Zou Bisou Bisou» lo versionaría después Sophia Loren, mientras que en la época actual lo ha actualizado la actriz Jessica Paré en una de las más celebradas escenas de la serie Mad Men.

martes, 8 de octubre de 2013

Parecidos razonables #24: Sébastien Tellier y Demis Roussos

Sébastien Tellier cada día se parece más a un Demis Roussos con ojos claros. Hasta gasta unos ropajes estrafalarios parecidos. Ambos podrían considerarse dentro del mismo saco general de la canción melódica, aunque el francés es un punto más rijoso que el griego. 


Tellier acaba de adelantar una canción de lo que será su eminente nuevo álbum. «L’amour naissant» es una preciosidad de tema, con una rica orquestación conducida por un piano y arropada por suaves violines, y que vuelve a llevar a la chanson francesa a altísimas cotas musicales.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Hubo un tiempo en que bastaba con una portada #14: hoy lo cuenta Juan de Ribera Berenguer


Pues lo último que me ha «bastado con la portada» es el recopilatorio de Lee Hazlewood The Lhi Years: Singles, Nudes & Backsisdes (1968-71), que actualmente es uno de los discos que preside mis estanterías. Lo editó Light In The Attic Records el año pasado a modo de introducción en el programa de reediciones que tienen previsto hacer del catálogo de Lhi, el sello fundado y dirigido por Hazlewood. Todo el mundo que me visita me pregunta por él, aunque al sector femenino no parece gustarle mucho la portada, que no tarda en calificarla de machista. No sirve de nada que les explique que creo que es una parodia del Electric Layland de Jimi Hendrix, pero no les logro convencer. También les digo que Lee Hazlewood tenía tendencia a poner bigotes a todo el mundo, empezando por él mismo y siguiendo por los niños, pero no hay manera, ellas parecen tener claro que Hazlewood es un machista de tomo y lomo.

Otros discos que tengo ahora expuestos en mi estantería son el maxi The Able Label Singles de The Go Betweens (¡está guapísima Lee Remick!), el Viens de Francoise Hardy (ella nunca falta) y los CD de The Essential de Sly & The Family Stone y Abracadadabra (un recopilatorio de él/Richmond Records con una magnífica portada futbolera). 





La sección de box sets que tengo también llama mucho la atención a las visitas, sobre todo la caja de One Kiss Can Lead To Another - Girl Group Sounds - Lost and Found. Imita las cajas en las que se guardaban los sombreros. Aquí el sector femenino cae rendido: tengo una amiga que se la compró al verla aunque tengo mis dudas de que escuche su contenido muy a menudo. 


En general las buenas portadas de los discos siempre han sido como la manzana de Adán y Eva, toda una tentación. Incluso aunque presientas que muchas veces el contenido no sea lo que el envoltorio promete. Si por mí fuera, tendría ahora todas las referencias que editaron muchos sellos discográficos únicamente por las portadas. Pero afortunadamente para mi bolsillo tengo algunos trucos para no caer en la tentación. Por ejemplo, el caso de Factory Records. Bastante material del que editaron no me gusta mucho, pero se editó un libro firmado por Mathew Robertson que recogía todas sus portadas... Así que me he ahorrado un buen pico con el libro. En cualquier caso adoro al estética de muchos sellos: Elenco, Verve, él, Les Disques du Crepuscule, Marina. Por no hablar de sellos de ahora especializados en reediciones que cuidan muchísimo las portadas y el artwork, como Numero Group o Soul Jazz. 

También tengo auténtica devoción por las portadas de las jazz vocal girls de los años 50: chicas como Betty Blake, Ethel Ennis, Meg Myles, Helen Merrill, Peggy Lee, Beverly Kenney, etc. Los discos son casi imposibles de encontrar, claro, y están fuera de precio. Los japoneses enloquecen con ellas y hacen reediciones en CD. Lo curioso es que en muchas ocasiones las chicas que salen en la portada no son ellas... Las discográficas buscaban el atractivo en imagen a toda costa y no dudaban en contratar modelos. Y aquí las contraportadas también son una delicia porque incluían textos de reputados críticos. Y muchos vivían de ello. Era todo un arte que lamentablemente se fue perdiendo, aunque hoy todavía hay grupos como Saint Etienne que siempre incluyen textos de sus críticos/escritores favoritos como en el Foxbase Alpha que escribió Jon Savage ("Stay busy, out of phase, in love"). 


También tengo que mencionar a un buen montón de ilustradores que hacen portadas de discos, como por ejemplo Frances Castle (Clay Pipe Records), María Castelló (los singles de Jabalina Love Songs), Wendy Smith (¡¡¡¡La Varieté!!!! y la saga de los Young Marble Giants), lo que ha hecho Jean Duprez para el In Space de los BMX Bandits, Javier Aramburu o el trabajo de Aggi para The Pastels, de la que tengo grabada en mi memoria el recuerdo de ella en uno de los primeros FIB en el backstage, donde todo el mundo estaba dedicado en cuerpo y al alma al hedonismo y ella estaba en un rincón en el suelo absorta dibujando con sus pinturas en un cuaderno. 

De todas maneras estoy pensando que todo esto de las portadas de discos suena ya a reliquia y que este tag en el blog de Gog es una batalla perdida, aunque siempre nos quedará el romanticismo. Vivimos en la época de las descargas y del desapego al material físico. Una vez leí a Bob Stanley (de Saint Etienne) decir que los mp3 eran aire y tiene toda la razón, pero lo curioso es que incluso cuando escucho una canción o un disco en descarga, necesito una referencia visual aunque sea mental. Igual es algo exclusivo mío y que estoy demasiado acostumbrado a las portadas, pero la portada es lo primero que busco en la web cuando me descargo algo. Ahora estoy escuchando el single de The Clouds "Tranquil" y es el disco que probablemente tiene la peor portada de la historia, pero me sirve... 


[Autor del texto: Juan de Ribera Berenguer, de http://lavarieteradio.tumblr.com/]

miércoles, 28 de agosto de 2013

Debut #75: Granville

Mon Hawaï à moi, 
Cette île. Cette île 
Que j'aperçois de la plage de Granville. 

Esa isla es Jersey, a golpe de vista desde Granville, ciudad costera de la Baja Normandía. Y es la misma ciudad en que nació Mélissa Dubourg (voz), que andando el tiempo y ya afincada en Caen se unió a Sofian El Gharrafi (voz, guitarra, teclados) y Arthur Allizard (batería) para formar una banda. Se llaman Granville no sólo por ser el lugar natal de la chanteusse, sino porque su ambiente marítimo es un vínculo de unión, según ellos mismos cuentan, con la California soleada y popera. 


Y es que la idea era crear un grupo con influencias del pop francés y norteamericano sesenteros. Para que no haya dudas, el tema que abre su álbum de debut —Les Voiles (East West, 2013)— es una oda sixtie dedicada a Nancy Sinatra: Si Nancy Sinatra n'avait pas chanté bang bang / Je n'vous aurai pas embrassé

Le sigue esa «Jersey» citada más arriba, con un silbido y un rasgueo de guitarra iniciales, y después toda la banda cantando al unísono, que es uno de los temas más irresistibles del año. 


Tras un par de cortes que siguen la línea marcada al comienzo, llega el que es su segundo single, «Le Slow». Se inicia con otra referencia exquisita, a la actriz y cantante Sophie Marceau; la canción rápidamente adquiere un ritmo alegre y juguetón, pero al llegar al estribillo sobrevuela un deje triste difícil de precisar, y esa sensación de tristeza ya no abandonará el tema pese a la guitarra cristalina y los coros entrañables. Una maravilla de pop atemporal, del pop que permanecerá siempre. 


Por delante quedan siete cortes más. Todos luminosos, contagiosos, llenos de vida, a los que la personalidad de Sophie les confiere una profundidad especial, tal vez la misma que subyace en sus penetrantes ojos verdes. 

lunes, 29 de abril de 2013

Letras sin acordes #10: Dominique A

Enseguida es demasiado tarde (p. 33).

No podemos regresar a nuestro propio pasado porque es imposible regresar adonde uno jamás se ha marchado. Nuestro pasado nos acompaña de por vida; es incansable, caminará cuanto nosotros caminemos. Nos trasladaremos a miles de kilómetros del lugar del que procedemos huyendo de él, pero al darnos la vuelta para comprobar si ya lo hemos perdido de vista, ahí estará el pasado a nuestro lado moviendo el rabo y sacando la lengua a la espera de que le volvamos a lanzar otra vez la pelota. 

Dominique Ané nació en Provins, una triste y gris ciudad de provincias en la que pasó su triste y gris infancia y adolescencia. La casa paterna estaba en la Rue des Marais, calle a la que en el álbum L'Horizon (Le Pop Musik, 2006) le dedicó una sentida canción de remembranza. 



Y recuerdos, remembranzas, es lo que hay en Regresar (Alpha Decay, 2013), pequeño librito en el que narra su intento de zanjar por fin las desavenencias con su pasado. Lo que él identificaba como el origen de su aflicción, Provins y su ambiente claustrofóbico, resulta que no tenía la culpa y que esa pesadumbre más bien existía sólo dentro de sí mismo. Volvió años después para enfrentarse a ello y darse cuenta. Y lo rememora a través de una bella prosa, nada alambicada, con escasos adjetivos que la adornen. 

[Aunque lo suyo sería leerlo en francés, en este caso la traducción, de Mercedes Cebrián, no desmerece.]

sábado, 2 de marzo de 2013

Últimamente se está muriendo gente que no se había muerto nunca #28: Daniel Darc

Nada como la muerte de una figura pública para que periodistas y blogueros reciban la luz de la inspiración articulística. El rutinario y letal «¿sobre qué escribir hoy?» se borra ipsofactamente del desánimo en cuanto salta la noticia del fallecimiento de alguien. Hoy el material nos lo brinda Daniel Darc, que además fue uno de esos personajes novelescos que tanto juego literario dan. 

—Cínico estás, Gog. 
—Es el frío, que me calienta la amargura. 


Daniel Darc era una de esas almas abastardadas, indómitas, desafiantes, una personalidad en permanente exceso, un punk ilustrado, un maudit. En los últimos tiempos, este músico parisino era un tatuaje andante; apenas le quedaba piel en la que dibujar algo, como si quisiera mostrar por fuera, a modo de espejo, esa alma suya tatuada de inconformismo y dolor existencial. Teloneaba a Talking Heads en 1979 con su primer grupo, Taxi Girl —y aquí vienen los datos sórdidos que tanto nos gustan— cuando se cortó las venas sobre el escenario. Un par de años después la banda alcanzó cierta popularidad con Cherchez le garçon. Al desmembrarse el grupo (estaba también el hoy popularísimo productor Mirwais, Madonna lo sabe), Darc continuó la búsqueda en solitario, dando más traspiés de los aconsejables para hacer carrera. Demasiadas adicciones y cierta querencia por dar con sus huesos en prisión. En 2004 sus astros se le alinearon por fin y resurgió con Crevecoeur (Water Music). Acaparó algo de popularidad, lo que le permitió otro par de álbumes notables. 


Las drogas le habían salvado la vida, decía. De hecho, fue un polémico defensor de ellas. Pero un cóctel de alcohol y barbitúricos acabó con él a los 53 años el último día de febrero el breve. En «J’irai au paradis» —segundo corte de Amours supremes (Water Music, 2008) escribió: cuando muera iré al Cielo / porque me he pasado la vida en el Infierno. Así sea; seguro que lo hace más interesante.