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domingo, 19 de julio de 2015

Vidas paralelas #4 // Preparados para un solo de órgano #36: Roberto Carlos y Lafayette


No cualquier músico brasileño sirve para la bossa nova, como no cualquier español puede ponerse a cantar flamenco ni todos los alemanes son capaces de componer óperas wagnerianas (bueno, esto último sí). Se tiene al brasileño Roberto Carlos por cantante romántico y baladista empedernido, pero antes de comenzar a vender millones de discos en la década de los años setenta bajo esa faceta, intentó triunfar, sin éxito, como cantante de bossa. En agosto de 1965, con la mecha de la beatlemania prendida en todo el mundo, la televisión brasileña inició un programa dedicado a las nuevas tendencias musicales, sociales y de moda y le reclutaron para presentarlo junto a los también músicos Erasmo Carlos y Wanderléa. El programa se llamó Jovem Guarda, que devino en un fenómeno nacional. Con él se originó en el país un nuevo lenguaje musical, alegre y desenfadado, cuya influencia principal era el pop y el rock y se miraba muy especialmente en el espejo de los Beatles. El gran mérito de Roberto Carlos fue darse cuenta de que a lomos de ese carro se le veía mejor, por lo que no dudó en encabezar dicho movimiento. 

Aquel mismo año grabó un álbum que, imperativos del sello discográfico, que pronto entrevió el filón, se tituló… Jovem Guarda (CBS, 1965). El sonido del álbum está sostenido principalmente por el órgano Hammond del que a partir de entonces sería su músico acompañante durante un lustro, Lafayette Coelho Varges Limp. Este había sido requerido por Erasmo Carlos —por cierto, ningún vínculo familiar con Roberto— para grabar el piano en un álbum suyo, pero Lafayette se presentó en el estudio con un Hammond B-3. Erasmo Carlos probó entonces a ver cómo sonaba aquello; el resultado fue de su agrado, así como del de Roberto, que también andaba por allí, y ya sabemos de su infalible radar. De todas formas, hay que tener problemas auditivos muy graves para obviar el maravilloso sonido del Hammond de Lafayette, tan cálido, lírico y emocionante. El caso es que juntos, antes de que Roberto Carlos pasara a dedicarse a los baladones que le harían ultrafamoso, se unieron en la que a la postre ha resultado ser la época musicalmente más interesante del cantante, aunque los millones de vinilos posteriores que hay diseminados por los hogares de todo el orbe indiquen otra cosa. 

Detengámonos en dos canciones que ejemplifican la grandeza que ambos lograron juntos. El primero es «Esqueça», cuarto corte de su siguiente álbum: Eu Te Darei O Céu (1966), obra cumbre de Roberto Carlos a nuestro entender. 

 

Lo de Lafayette abriéndole paso no tiene nombre de lo bello que es; y luego retirándose para dejarle a la voz expresarse, y volviendo a continuación cuando se necesita su presencia… Es un oleaje hermoso y perfecto. 

En 1968 ganó (¿ganaron?) el festival de San Remo con Canzone per te. Durante mucho tiempo Roberto Carlos fue el único artista sudamericano con tal gesta en su haber. La canción ganadora abriría más tarde el álbum San Remo 1968, publicado en 1975 y que recogía piezas suyas que andaban sueltas y desperdigadas pertenecientes a la segunda mitad de la década anterior. La pieza que sigue a esa canción es el otro ejemplo que queríamos mostrar. «Eu daria minha vida» es una de las canciones más tristes y desoladoras que se hayan compuesto. La letra, cantada por Roberto Carlos con un tono de patetismo realmente desgarrador, consigue hacer saltar las lágrimas del oyente como le pille en horas bajas y con la guardia desarmada. 

 

El caso de Roberto Carlos, guste o no su música, es un ejemplo de superación personal encomiable, pues lleva una pierna ortopédica de rodilla para abajo desde que a los seis años le arrollara un tren, lo cual nunca fue óbice y cortapisa para salir de gira multitudinarias, ganar prestigiosos festivales, presentar programas de televisión o actuar en el cine en películas de acción, como puede verse en esta escena de Em rítmo de aventura (1967): 

 

En cuanto a Lafayette, actualmente está considerado el mejor organista en activo y es una eminencia en todo lo referente a la marca Hammond, que acude a él para probar sus nuevos modelos. Tiene grabados decenas de discos en solitario.

lunes, 13 de octubre de 2014

Parecidos razonables #26 // Vidas paralelas #3: Paco Clavel y Captain Sensible

Paco Clavel y Captain Sensible no sólo tienen un cierto parecido físico. Ambos provienen de las alcantarillas más profundas del underground: las del punk el inglés y las de la Movida el español; son personajes nacidos para epatar, cargados de una personalidad excéntrica y única, colorida y coloreada, incapaces de dejar indiferente al personal, a favor o en contra. Y ambos, además, se iniciaron en el nido de una banda —The Damned y Clavel y Jazmín— antes de desplegar en solitario todo su plumaje de rara avis.


 


martes, 28 de abril de 2009

Vidas paralelas #2: Treacy/Doherty

No mucha gente consigue volver de los infiernos para contarlo, los «dark places» de los que habla Dan Treacy en uno de los más logrados discos de sus Televisión Personalities, después de arrastrarse algunos años por cunetas de droga y cruda desolación.


La mirada de Dan Treacy expresa que ha visto terribles mundos que no nos podemos ni imaginar. Él tiene aspecto de juguete roto; de ahí que no extrañe que algunas de sus últimas composiciones recuerden a canciones populares infantiles, e incluso que la melodía de más de un estribillo sea un calco de alguna de ellas (por ejemplo, en la que da título a ese mismo álbum o en «She can stop traffic»


).

Desaliñado y elegante, irregular y brillante, confuso y clarividente, la viva estampa de su creador, así era Down in Albion, así suelen ser los discos de Pete Doherty, con los Babyshmables o en solitario, como este Grace/Wastelands (2009) que ahora le devuelve el respeto perdido. (Atención a «Broken Love Song» como uno de los temas del año.)


Salvando las distancias en cuanto a repercusión mediática de uno y otro, se entrevé cierto paralelismo entre Pete Doherty y Dan Treacy. Hay en ambas errabundas existencias dosis comunes de patetismo ilustrado, de buscada autodestrucción, de tristeza acongojante, de reafirmación personal en negativo y de existencialismo terminal. El personaje los devora.

jueves, 7 de agosto de 2008

Boris Vian #1 // Vidas paralelas #1

Al parecer Sergio Algora era un fan de Boris Vian. Lo sorprendente del caso es que ambos murieron a los 39 años y debido a la misma dolencia cardiaca. Vian es otro de esos personajes que tanto gustan a Gog porque entremezclan su vida con la música y la literatura.

«Dejemos de llamar normal a lo que todos hacen», cantaban los Deltonos. Esta reivindicación de la individualidad personal y, a la postre, de la vida bohemia no está mal como regate, pero hay que reconocer que aplicarla a una existencia como la de Boris Vian no es del todo ajustado, pues por mucho que así se pretenda no es muy normal que se diga que una sola persona haya profesado como ingeniero, trompetista de jazz, cantautor, crítico musical, escritor, guionista cinematográfico, actor, escultor, inventor de aparatos mecánicos y experto pornógrafo, todo en una sola vida, sin necesidad de esperar a sucesivas reencarnaciones. Y recuérdese que su vida fue bien corta.

Bien mirado, la vida de Boris Vian fue un soplo en todos los sentidos del término: el soplo de la trompeta que hacía sonar, el soplo del acusica (le denunciaron por atentar en sus escritos contra la moral pública) y el soplo de corazón que acabó con él.

Bien mirado [bis], en cuestiones literarias Vian sí pareció alimentar la idea de la reencarnación acudiendo, como el múltiple Pessoa, al disfraz del seudónimo para firmar algunas de sus obras: Vernon Sullivan (Escupiré sobre vuestra tumba), Vison Ravi (Referéndum en forma de balada), Gédeon Molle (El jazz es peligroso), Jules Dupont (Tratado de civismo), entre otros.


Con todo ello y con ser Boris Vian el autor del himno pacifista «Le deserteur», el jamás desertó de sí mismo. Es lo que tiene el espíritu del instrumentista de jazz, que siempre va por libre. Igual igual que Algora.