sábado, 29 de marzo de 2014

5 sobre... #29: el Antiguo Egipto

La cosa del antiguo Egipto siempre le ha resultado irresistible a los occidentales, atraídos por una especie de exotismo ilustrado y refinado y sus faraónicas pirámides. Recuérdese que ya Astérix y Obélix estuvieron enamorados de la mismísima Cleopatra. 

El pop y el rock no han sido ajenos a ello. Hace poco hablamos aquí de las Tammys y su arrebatador «Egyptian Shumba». El asunto abunda. Otros cinco temas que podrían servir de ejemplo serían los siguientes: 

> Un clásico inevitable si de asuntos egipcios se trata es el «Walk Like An Egyptian» de las Bangles. Tema millones de veces oído, sigue resistiendo el paso del tiempo con entereza por los guitarrazos, el baqueteo, el ritmo entecortado y la voz de Susanna Hoffs



> El gran Robyn Hitchcock grabó durante un tiempo como Robyn Hitchcock & The Egyptians. Su álbum Fegmania se abría, además, con este «Egyptian Cream», que tiene un éxtasis guitarrero final soberbio: 


 
Egyptian cream, she loves to smear 
She loves to smear it everywhere 
When you're sore, too sore to dream 
Try some more Egyptian cream

> Poi Dog Pondering fue una banda norteamericana de tinte folkie muy poco saboreada por aquí. Su delicado violín siempre animó a Gog. 


> Hasta el legendario Tom Verlaine sintió nostalgia del Antiguo Egipto: 


> La lista podría alargarse bastante: The Feelies, Alain Toussaint, The Fiery Furnaces, Clinic, Brisa Roche… pero por escoger una en español, oigamos la bailonga «Club de egipcios» de Alaska y Dinarama, que cantaba el añorado Carlos Berlanga


Las portadas de los discos también se han visto decoradas con motivos egipcios en numerosísimas ocasiones. Y de nuevo por escoger sólo un puñado, aquí van cinco muy pintonas:





miércoles, 26 de marzo de 2014

Comerse un cocodrilo (en Dinamarca) #21: Shit & Chanel


Es muy sabido que el pijama de Marilyn Monroe era más bien escaso y olía de maravilla. En los años setenta, en la fría Dinamarca, cinco chicas se unieron para formar una banda de rock clásico y recurrieron al mismo perfume que la actriz para bautizarse artísticamente, sólo que le antepusieron una fragancia menos glamurosa: Shit & Chanel. E incluso a uno de los cuatro discos que llegaron a grabar lo titularon Chanel nº 5 (1977). Pese a que el grupo sólo era popular en su país —Anne Linnet cantaba en danés—, a la marca no le hacía gracia que la usaran tan frívolamente; en 1981 consiguió por vía judicial que las chicas tuvieran que cambiar el nombre, que pasaron a llamarse Shit & Chalou, aunque esta nueva historia duró un año y lo dejaron. 

 

En 2012 se publicó un recopilatorio con lo mejor de sus cuatro álbumes y un cedé extra con tomas en directo. Eso sí, hubo que hacerlo como Shit & Chalou: Shit & Chalou 1974-1982 (Primary Artist).

lunes, 24 de marzo de 2014

El arte de la versión #90 // Género chico #59

Borja Prieto y Pepo Márquez, cual unos Tip y Coll del underground —y es elogio—, conducen el programa de radio on-line Está Pasando. En teoría se trata de un espacio musical donde dar cabida, principalmente, a novedades y rarezas. Pero lo que en realidad les sale es un programa de humor, bastante subversivo, en el que ambos se ponen a dialogar hasta que el desvarío les lleva hasta las ramas más altas del árbol, momento en que entonces pinchan algún tema que les gusta. Además, una vez al año organizan una fiesta en la que tocan algunas de bandas del underground patrio. En la última, reunieron a tres de ellas, que además han grabado un 7’’ para dejar constancia de ello, publicado recientemente: 300 copias numeradas a mano en vinilo transparente (ClubSocial, 2014). Cada una de las bandas versionea un tema, y tienen en común que las tres lo hacen en clave electrónica. 

 
Cara A 

> El Último Vecino: «Moscas aulladoras, perros silenciosos» (de Los Burros). Versión absolutamente lógica. Primero porque la ascendencia catalana de ambas bandas les emparenta, hasta el punto de que incluso hay cierto paralelismo en los nombres (recuérdese que Los Burros fueron luego El Último de la Fila); segundo, porque entre las influencias vocálicas de Gerard Alegre son muy evidentes las huellas de Los Burros (junto a las de Germán Coppini). El tema ha sido grabado por Guille Mostaza. Tiene un ritmo trepidante a la vez que toda esa oscuridad del synth pop que practican El Último Vecino. Repárese en la caída total del tema a los 3 minutos y cómo lo retoman en menos de un segundo. 



El Último Vecino ya tienen un radiante álbum de debut (Domestica, 2013) y son una enorme realidad. Y el carisma de Gerard Alegre sobre un escenario —interpreta, gesticula, baila, mira al público— deja boquiabierto. Ha nacido una estrella. 

Cara B 

> M A J E S T A D: «Adrianne 6» (de El Desvän del Macho). Grupo del propio Pepo Márquez, un nuevo proyecto después de estar en Garzón, Grande Marlaska, The Secret Society, el sello Gran Derby Records...  Es todo un personaje del mundillo musical madrileño. Han escogido versionear a una banda de los noventa que se está reivindicando mucho en la actualidad, oscura y muy poco conocida. El pop electrónico de golpeo maquinal, trabajado con sintetizadores y sonidos puramente tecnológicos salidos de aplicaciones del iPad, ha resultado fascinante. Temazo. Atentos a este grupo. 



> Pan Total: «Tiempos nuevos, tiempos salvajes» (de Los Ilegales). De Logroño. Son los más rockeros, atendiendo al uso que hacen de las guitarras, aunque también están entremezcladas con sonido electrónicos. Pero es realmente la guitarra la que da cohesión y lo llena todo. Atentos a ese guitarrista, que gasta gafas al igual que el resto de la banda. Tienen ya un estupendo álbum, Románticos no (2013).


 



Recomendadísimo single el que han construido las tres bandas.

martes, 18 de marzo de 2014

El monstruo de las galletas #4: Ginnels


Irlanda ganó el sábado el torneo del 6 Naciones de rugby, el día en que su dios Brian O’Driscoll jugaba su último partido con la selección. Ayer fue el día de San Patricio. Es evidente que hoy tocaba hablar de algún irlandés. 

Mark Chester es una especie de Juan Palomo. Suele componer, tocar y grabar todo él solo. Lo ha vuelto a hacer en su cuarto álbum, a excepción de las baterías, trabajo de Ruan Van Vliet. A Ginnels, que es el nombre artístico bajo el que se acaparazona Chester, se los conoció aquí el año pasado gracias al recopilatorio que el pequeño sello madrileño Tenorio Cotobade plastificó con los mejores temas de sus tres discos anteriores. Aquello resultó una buena forma de abrir el apetito, así que este reciente A Country Life (Tenorio Cotobade, 2014) entra de un bocado. En lo que parece ser una alabanza de aldea y menosprecio de corte, hay puro y fresco pop de guitarras, trenzadas con gusto y adornadas con algún levísimo toque noise («God Botheres») y tecladillos (especialmente en «Not For Moving» o en el tema inicial). A lo largo de los 14 temas va alternando momentos enérgicos y acelerados con cortes más reposados. En general, resulta muchísimo más arrebatador cuando acelera, y el álbum está repleto de esos temas instantáneos y contagiosos, sobre todo la primera cara. 



Por eso, a veces apetece posar la aguja directamente sobre el segundo corte, la exultante «Car’s Parked», para que el álbum arranque desde ahí. Y si lo que requiere el ánimo es un poco de sosiego y quietud, mejor darle la vuelta y empezar por la preciosa y emocionante canción que da título al álbum, y dejar que llegue hasta el final. 

Para ilustrar la portada, han escogido la obra de Jan Dirksz Both Italianate Landscape with an Artist Sketching from Nature, que se muestra en todo su esplendor en la edición en vinilo. Especialmente logradas han quedado las galletas, elgantes y serenas; tipografía clásica sobre un fragmento de cartografía también clásica


viernes, 14 de marzo de 2014

Ette aquí #56 // Preparados para un solo de órgano #25 // Ellas llevan el ritmo #55: Les Planèttes


Tras el trágico final de las canadienses The Beatlettes, la bajista, Hélène Duguay se enroló en otro grupo de chicas de Quebec: Les Planèttes. La novedad es que estas incorporaron un órgano a la formación, que tocaba Rosy Lang, mientras que Linda Duncan se aplicaba a la batería y Margie Duplessis a la guitarra.

Sólo se les conoce este fogoso «Mon ami noir» de 1968:


lunes, 10 de marzo de 2014

Letras sin acordes #12: Música moderna, de Fernando Márquez

El público resultó menos tonto que de costumbre. 
O sea, que le gustamos. 
Fernando Márquez


El mejor historiador no es quien mejor sabe interpretar el pasado, sino el que sabe leer su presente y lo deja plasmado. Hay que estar dotado de una cierta clarividencia para captar e interpretar lo que sucede a nuestro alrededor en una época determinada. En este sentido, la labor de La Fonoteca —el entusiasta tándem formado por Diana Cortecero y Raúl Alonso— es doble: por un lado practican una formidable recuperación de la memoria histórica musical española en los archivos de su web; por otro, demuestran tener ese olfato esencial de cuanto se cuece en su ahora compilando y plastificando la escena musical underground patria más actual. Por eso no es de extrañar que sean precisamente ellos quienes hayan reeditado el legendario e inencontrable libro de Fernando Márquez “El Zurdo” sobre el origen de la Movida, Música moderna (La Fonoteca/Libros Walden, 2013), que hoy es historia pero que en su momento fue fulgurante presente. 

El libro nació por encargo de la editorial La Banda de Moebius en 1981, lo cual también dice mucho de la conciencia de presente histórico que tenía su editor, Juan Luis Recio. El valor documental de Música moderna es incontestable: mucho de lo que se sabe y se ha contado de la Movida está en esta obrita. La primera mitad del libro, aproximadamente, narra la intrahistoria de Kaka de Luxe y el big bang que le siguió: Paraíso y Alaska y los Pegamoides, más dos bandas muy relacionadas con ellos, Zombies y Radio Futura. Podría deducirse que este sería el top 5 personal de El Zurdo en lo que él consideraba el núcleo capital y más auténtico y moderno de toda aquella explosión artística que tuvo lugar entre finales de los setenta y comienzos de los ochenta en Madrid. En la otra mitad de la obra, cataloga y comenta el resto de bandas que surgieron entonces, en su mayoría con una línea artística muy diferente a la que practicaban ellos («Los llamados grupos sanos», «Aunque el Topo se vista de popy», «Montajes discográficos: menuda trastada», etc.), y el contexto de todo ello: los medios de comunicación, los promotores ladinos, las salas y el estado de la cuestión en provincias. En medio —como novedad de esta edición—, se recoge un pequeño dosier fotográfico con algunas imágenes inéditas hasta ahora. 

Fernando Márquez y Mario Gil, en la fiesta de Primavera de la Universidad Autónoma de Madrid en 1980 (Foto: Senovilla).

Lejos queda el malditismo y la idiosincrasia tantas veces comentada del líder de Paraíso y después La Mode. Cierto que Música moderna es un documento muy personal y subjetivo, pero eso no le quita valor. Al contrario; tenga o no razón en sus comentarios, estemos de acuerdo o no con ellos, no cabe duda de que están hechos con inteligencia y conocimiento de causa y de que Márquez supo leer el presente que lo rodeaba. Y en cualquier caso, quedémonos, simplemente, con que este centenar de páginas están escritas con estilo y empuje, con una prosa que se mantiene lozana y que hace que la obra se sorba de un tirón. Lo demás es historia.

sábado, 8 de marzo de 2014

Se aceptan fantasmas #15


Quiosco abandonado en la calle Francos Rodríguez (Madrid). Curiosa la cartelería que anunciaba los periódicos que se vendían antaño.

Eels: Friendly Ghost

martes, 4 de marzo de 2014

Sales en mi canción #77 // Doble o nada #8: Momus

En la mitología griega, Momo (Momus) era la personificación de la sátira y la mofa, además de ser el dios de los escritores. Sin duda, Nick Currie le da también con ganas a la burla y la ironía, tanto cuando compone canciones como cuando escribe libros o artículos; es excesivo, verborreico, sarcástico, fecundo en obra, provocador, quimérico y pagano, por lo que haberse bautizado artísticamente como Momus sólo puede tenerse por lógica consecuencia. 


Desde 1986 lleva publicando casi un álbum al año. Hoy vamos a detenernos en Stars Forever (Le Grand Magistery, 1999). Consta de dos discos, con 19 y 20 cortes respectivamente. Lo más llamativo es que 30 de ellos se titulan como las personas o instituciones que donaron mil dólares para reflotar el sello discográfico de Currie. El resto de cortes son las grabaciones de los ocho ganadores de un concurso de karaoke y una entrevista a sí mismo. Todo ello expone a las claras la personalidad artística de Currie y el cáustico concepto que tiene del arte. 

El supergrupo The Minus 5 (suma de músicos de REM y The Posies más Scott McCaughey aportó pasta al proyecto, por lo tanto tienen su tema dedicado en Stars Forever. De hecho, es el primer corte del álbum. En la letra se menciona a un buen puñado de músicos y bandas del rock alternativo norteamericano: 

Who can now remember Zebediah Lane
The great singing sensation of 1909 
With his chicken and his monkey and his ukelele 
[…] 
One hundred years from now 
Who will still be famous? 
Scott McCaughey of The Minus 5 
John Crist of the Dashboard Saviours 
Or their collaborators 
Pearl Jam, REM, Sonic Youth, Guided By Voices 
The Walkabouts, The Posies (Ken [Stringfellow] and John [Auer]
The Presidents of the United States Of America
(Not them, the other ones)?

domingo, 2 de marzo de 2014

Cameos musicales #55 // Rock 'n' actor #31: Lulu y Adrienne Posta

Lulu es nombre que transpira "francesitud" por cada una de sus cuatro letras. Lulu c'est moi, etc. Pero hay una conocida Lulu de ascendencia escocesa, como no puede ser de otra forma si te llamas realmente Marie McDonald McLaughlin Lawrie. Claro, que si el nombre se pasa por el acento inglés, la pronunciación es llana y no aguda, con lo que pierde algo de ese aroma chic.

Así que bautizada artísticamente con el más vistoso Lulu [Lúlu], se dio a conocer en el Reino Unido en 1964 con una retumbante versión del clásico Shout; y otra porción de fama le cayó al otro lado del Atlántico cuando interpretó el tema principal en una escena de la película Rebelión en las aulas -To Sir, with Love (J. Clavell, 1967)-. En ella, Sidney Poitier (otro nombre afrancesado para alguien no fancés, si bien su ascendencia bahanameña lo aproxima más) interpretaba a un recto profesor que consigue ganarse el respeto de sus conflictivos alumnos:



Lulu, que llegó a estar casada con Maurice Gibb, tuvo una carrera irregular e intermitente. En 1969, el mismo año de su boda, ganó el festival de Eurovisión (hubo cuádruple empate) con "Boom-bang-a-bang". Y después de pasarse la segunda mitad de los años sesenta versioneando temas de r&b británico (de Them, por ejemplo), intentaron convertirla en una nueva Dusty Springfield cuando en 1970 grabó en los legendarios estudios de Muscle shoals su álbum New Routes (Atco); el primer corte estaba compuesto por los Bee Gees al completo y el segundo por su marido de entonces. Mayor repercusión logró pocos años después al grabar las dos caras de un single compuestas y producidas por David Bowie: The Man Who Sold the World/Watch that Man (Polydor, 1974).

Curiosamente, en la misma película se daba un caso contrario, o sea, una actriz que esporádicamente se dedicó a la música: Adrienne Posta. En plena era de las chicas yeyés, grabó un puñado de singles, como este "He Doesn't Love Me" de 1965: