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domingo, 24 de septiembre de 2023

Cine #162: Kill (Romain Gary, 1971)


Romain Gary
, lituano de nacimiento, francés de adopción, hombre de mundo o del mundo en general, fue siempre un escritor de éxito. Sin embargo, cuando se trasladaron algunas de sus novelas a versión cinematográfica no hubo tanta suerte. Y mira que la dirección y el reparto estuvieron en manos de reputados cineastas: Peter Ustinov, con Sophia Loren y Paul Newman en Lady L.; John Huston, con Juliette Greco y Errol Flynn en Las raíces del cielo; o Samuel Fuller con Perro blanco. Y así hasta una docena de títulos. El propio Gary, polifacético como era, se metió a director; fueron un par de rodajes los que dirigió, que llegaron aún mucho menos lejos que las citadas. La primera película que rodó fue en 1968, Les oiseaux vont mourir au Pérou. Tres años después se estrenó Kill, que es posible ver hoy en Filmin. 

¡Qué curiosa esta Kill! Arrebatada rareza, imperdible para todo degustador del séptimo arte, porque es un festín cinematográfico. Rodada entre España (Almería y La Manga), Túnez y Afganistán, tiene una rica parte visual (impresionantes tomas de ciudades de adobe en medio del desierto) y notables escenas de acción (una alucinada persecución de motos y coche). Cierto que los actores protagonistas —Jean Seberg, James Mason y Stephen Boyd— están un poco tiesos y de cartón piedra, pero el trío transmite esa relación insidiosa, oscura y turbia que vivió el matrimonio Gary-Seberg. De hecho, hay frases en el guión en las que se entrevé la relación entre ambos, incluso hay guiños y referencias a sus vidas. No puede interpretarse de otra forma cuando en una escena se ve a Seberg disfrazada una enorme peluca negra tipo afro. Y es que la protagonista de À bout de souffle se había sentido atraída por el movimiento de los Panteras Negras, con quienes tuvo una intensa relación, hasta el punto de que la explotaron sin piedad, económica y sexualmente. Uno de sus líderes, llamado Hakim Abdullah Jamal musulmanamente al cambiarse su norteamericano Alan Donaldson, casado con una prima de Malcom X y con seis hijos, la hizo su amante y la maltrató psicológicamente durante años. 




















Llama la atención, también a modo de autorreferencia, el primer plano de un hombre en un zoco con un manojo de serpientes en cada mano y en la boca, exhibiéndolas; quizá encontrarse con ese personaje real le cautivó hasta el punto de escribir y publicar muy poco después la historia de un hombre solitario que vive en París con una serpiente pitón (Mimos). 

Tiene, además, diálogos dignos de ser memorizados, como «El mundo fue salvado hace dos mil años y mira cómo está» o el que cierra la película, que debería figurar en los anales de los grandes finales de la historia del cine:

«—No los puedes matar a todos, Brad. 
—Tampoco busco la perfección.»

La película es todo un euro-spy giallesco contra el imperio de la droga, una fantasía de Serie B con un delirante final: todos los muertos que ha habido durante la película aparecen saltando en una cama elástica, ensangrentados, como zombies. Y para goce final, tiene una maravillosa banda sonora, compuesta por Berto Pisano y Jacques Chaumont, cuyo tema principal está interpretado por Doris Troy


Y aquí su versión instrumental: 



Nota: Por suerte, pese a ser un escritor poco comentado, es posible encontrar un buen puñado de títulos en nuestro mercado editorial. La editorial Galaxia-Gutenberg en particular ha aportado varios de ellos. Y ojalá algún día haya traducción de la completa biografía de Gary que trazó Myriam Anissimov, Romain Gary, le caméleon (Denoël, 2004).

domingo, 9 de octubre de 2022

Parecidos razonables #34

El retrato de Brian Eno, capturado por Shigeo Anzai en 1980, sintetiza los dos fotogramas siguientes, los del actor Ted Levine encarnando al villanísimo de El silencio de los corderos




En la segunda instantánea, se ve a Levine con el pelucón que se planta en la legendaria escena en la que se trasviste mientras suena «Goodbye Horses» de Q Lazzarus, alias artístico de Diane Luckey


La canción, que se convirtió en un éxito imperecedero a partir de entonces, ya había sonado tres años antes en otra película de Jonathan Demme, la simpática comedia Casada con todos. Luckey, muy amiga de Demme, interpretó en 1993 una versión de «Heaven», de Talking Heads, en Philadelfia. Y nada más se supo de ella. Siempre se le deberá la hipnótica interpretación de un tema muchas veces versioneado después sin ninguna trascendencia y que el director tan buen partido sacó en la angustiosa escena de una película también imperecedera. 

Por conjeturar, de haberse rodado hoy día, algún tema The XX habría encajado muy bien. Y si Demme no hubiese dado con Q Lazzarus entonces, podría haber funcionado en su lugar algo de Brian Eno, «Baby’s On Fire» o «Backwater», por ejemplo.

domingo, 27 de marzo de 2022

Cameos musicales #69: Doble cuerpo

A Brian de Palma le habría gustado ser Alfred Hitchcock —bueno, y a cuántos otros cineastas no. La ochentera Doble cuerpo es probablemente una de las principales pruebas de la afirmación inicial. Es como asistir a La ventana indiscreta con mucho erotismo. El voyeurismo de la cinta llega hasta tal punto obsesivo que uno se pregunta si no será el propio De Palma el primer voyeur, si no fue todo un montaje para sacar al mirón que llevaba dentro. 

Desde el punto de vista cinematográfico, quizá de lo más interesante sea el tratamiento del mundo del cine y su ambiente desde dentro, o sea, el cine dentro del cine. En una de las escenas donde se representa un rodaje de una película porno, aparece Holly Johnson interpretando «Relax». Frankie Goes To Hollywood. Claro, si es que ya sólo el nombre cuadra, porque mira que es angelina la película de De Palma. Hay un sinnúmero de pelis neoyorquinas, pero existen las de Los Angeles.


Johnson lo petó en 1984 con su megahit. Tal fue el revuelo y la propagación que ese mismo año hizo las maletas y se presentó en Hollywood para ponerse a las órdenes de De Palma, que olfateó rápidamente dónde podía sacar partido al escándalo.

sábado, 4 de diciembre de 2021

Cameos musicales #68: Petulia

Petulia
(1968) es una peli un tanto fallida de Richard Lester. El raro casting te tiene con el ceño fruncido, pero es cierto que la pareja protagonista 
parece funcionar por extraño que parezca imaginarlos juntos. La historia resulta algo incomprensible, sin profundidad ni emoción. Eso sí, la cámara está absolutamente hechizada por la belleza de Julie Christie

Y por aquel San Francisco de finales de los sesenta, andaban Grateful Dead y la Janis Joplin de los Big Brother & The Holding Company. Ambas bandas tienen una breve aparición actuando en directo. Los primeros tocan en una fiesta privada, en el arranque de la película, que son las escenas de mayor interés narrativo, con dos planos escénicos aparentemente diferentes que acaban uniéndose:


 

 

domingo, 26 de septiembre de 2021

Cameos musicales #67: Por fin es viernes (Thanks God It's Friday)

Denostada y elogiada en una guerra entre un ejército de furibundos odiadores y otro de defensores a ultranza, la música disco no dejó rastro de indiferencia a su paso por la historia de la música. Se hizo una pira con sus discos en un estadio de béisbol de Chicago pero se vendieron millones de ellos por todo el mundo. El caso es que la música disco tuvo un periodo de esplendor que agitó a su modo la cultura de una época y fue un ingrediente musical básico para mezclarse poco después muy bastardamente con movimientos como el hip hop y la música electrónica. 


Pronto hubo sabuesos que olfatearon el negocio y detectaron su importancia. Empresarios, sellos discográficos, productores, artistas, diseñadores, etc., se apiñaron a su alrededor para sacarle rendimiento. Un ejemplo es la película Por fin es viernes (Thanks God It’s Friday, 1978), cinta producida a medias por Casablanca y Motown: la primera puso a su estrella Donna Summer y la segunda, a The Commodores

La película tiene más interés histórico que valor cinematográfico. Eso sí, obtuvo el Oscar a la mejor canción, en pugna aquel año con Grease. Es una película coral que describe, muy superficialmente, la vida de un grupo de jóvenes disc-jokeys, músicos, cantantes, fanáticos del baile y toda una variada fauna nocturna durante varias horas de un viernes por la noche en una discoteca de Hollywood. Entre los actores, unos jovencérrimos Jeff Goldblum y Debra Winger, y una carismática Terri Nunn todavía adolescente. Años después Nunn fue la vocalista del grupo Berlin, que ganó a su vez el Oscar a la mejor canción con “Take My Breath Away”, compuesta, como no, por Giorgio Moroder para la banda sonora de Top Gun (1986). 

Donna Summer, además de cantar en un momento de la noche la famosa canción, tuvo un papel como actriz. Lo de The Commodores se ajusta más al cameo. Durante su interpretación de "Too Hot to Trot" se celebra un concurso de baile.

De Summer puede encontrarse la escena: 

  

No de la The Commodores, que aún contaba con Lionel Richie en la banda, pero sirva esta otra para hacerse una idea: 

sábado, 29 de mayo de 2021

Cameos musicales #66: Scream And Scream Again

Ver encabezando el reparto de una cinta de terror a Vincent Price y Christopher Lee pica la curiosidad de cualquier degustador cinéfilo. La realidad es que Scream And Scream Again (G. Hessler, 1970) —aquí La carrera de la muerte, víctima del maltrato traductor— se queda en una poco interesante serie B, con u
nos Price y Lee muy menores, que no son tan protas como se anuncia.

La historia es una mezcolanza entre Frankenstein y el mito del superhombre, como un engendro nacido entre Mary Shelley y Friedrich Nietzsche. Añádasele un asesino en serie con ínfulas de vampiro y un tanque de ácido. Pero las escenas de acción resultan infantiles y alguna da algo de vergüenza ajena. Lo mejor de toda la cinta es la elipsis que une el grito de una mujer a la que van a cortarle un dedo con unas tenazas y el inicio de la actuación del grupo Amen Corner en una discoteca del más puro swinging London

En el montaje del vídeo que podemos encontrar no está esa elipsis, pero podemos ver ese ambiente londinense y a la banda en acción:


Amen Corner eran originalmente de Cardiff. Su rhythm and blues psicodélico tuvo cierto reconocimiento popular en la década de los sesenta. "Scream And Scream Again", el tema que interpreta la banda galesa en la escena de la discoteca, se compuso para la peli ex profeso. Su vocalista y guitarrista Andy Fairweather Low tuvo luego carrera en solitario e hizo de músico acompañante de gente como Eric Clapton, George Harrison o Roger Waters. Por su parte, Dennis Bryon, el batería, estuvo con los Bee Gees durante la segunda mitad de los setenta; hasta escribió luego una autobiografía de aquella época junto al trío de hermanos.

domingo, 11 de abril de 2021

Cameos musicales #65: This Must Be The Place

El mundo no lo sabe, pero aquí es ver a Sean Penn interpretando a una decrépita estrella del rock gótico y recordar ipsofactamente aquel gag de Joaquín Reyes imitando a Robert Smith. Por eso se nos hace tan inverosímil Un lugar donde quedarse (This Must Be The Place; P. Sorrentino, 2011), que es como si Muchada Nui se hubiesen tomado en serio haciendo una peli. Y aunque no existiera aquel episodio de los de Albacete y The Cure, la peli de Sorrentino habría sido igual de inverosímil por mor de un guión tan ilógico y ridículo, enfermo de importancia, que convierte la road movie del viejo rockero gótico en un excéntrico artilugio tragicómico. 

Lo mejor, la música. La banda sonora está compuesta conjuntamente por David Byrne y Will Oldham; además de otras canciones que suenan por detrás: Vic Chesnutt, Iggy Pop… Hacia el minuto 35, el protagonista va a un concierto de David Byrne en Nueva York, con quien luego se queda unos minutos departiendo en otra escena. El tema que interpreta en directo lo grabó en su día con Talking Heads, y aquí sirve para dar título y contexto a la película. Como viene siendo habitual en Byrne, se hace acompañar de un nutrido número de excelentes músicos y prima un vigoroso componente visual.

domingo, 4 de abril de 2021

Rock 'n' actor #36: James Taylor y Dennis Wilson

Siempre hay dos historias: una que queda y otra que podría haber sido. En el mundo del celuloide, los factores que terminan decidiendo el reparto de una película son múltiples: desde las agendas de los actores, al presupuesto con el que se cuenta para contratarlos, los caprichos y veleidades de los directores o las mil vicisitudes del proceso de casting. Probablemente habrá muy pocas películas en la historia del cine que hayan contado para el rodaje con los actores protagonistas en los que se pensó desde el primer momento. Podría decirse que hay tantas películas hechas como otras tantas películas que podrían haber sido. Se cuenta, por ejemplo, que Cary Grant renunció a actuar en La reina de África: él era la primera opción de John Huston, pero Grant no lo vio claro. Habría sido otra película, otra historia, simplemente. 

Otro ejemplo de hasta qué punto puede dar la vuelta un elenco y acabar convirtiéndose en una rareza sin par es Carretera asfaltada en dos direcciones (Two-lane Blacktop, 1971), de Monte Hellman. Para el reparto se barajaron nombres de famosos actores (De Niro y Pacino entre otros); sin embargo, al final se recurrió a actores no profesionales para la mayoría de los papeles, ya fuera por el prurito de realismo que ansiaba el director, o porque el presupuesto estaba demasiado ajustado. El caso es que los papeles protagonistas terminaron interpretándolos el cantautor James Taylor y el batería de los Beach Boys, Dennis WilsonNi en el sueño más surrealista habría cabido a priori una idea semejante. Pero, digámoslo ya, la decisión no pudo ser más acertada. La sensación de camaradería, de sólida e inquebrantable amistad que transmiten es casi poética. Sus diálogos se limitan a un puñado de frases; no necesitan hablar verborreicamente cuando están juntos, como los camaradas de verdad. Ni siquiera sus personajes tienen nombre, se les conoce como Conductor y Mecánico, nada se sabe ni se sabrá de ellos, ni de dónde vienen ni adónde van. Una fascinante road movie existencialista. 



El modelo cinematográfico lo había enmarcado un par de años antes
Easy Rider. Esa búsqueda del destino a través de una carretera entendida como un símbolo de libertad es parte inherente de la cultura popular norteamericana. Tras la Segunda Guerra Mundial, las calzadas no sólo de poblaron de bandas de moteros sino que también llamaron la atención de la Generación Beat, principalmente de Jack Kerouac, como plasmó en esa novela trascendental que es On The Road (1957). Desde entonces el rito cuasi iniciático no ha dejado de repetirse. 

La enigmática Carretera asfaltada en dos direcciones narra las peripecias de dos jóvenes que recorren el país a bordo de un Chevrolet de 1955 tuneado, con el que compiten en carreras ilegales para ganar el dinero suficiente con el que seguir viajando sin un destino concreto. Hellman contaba con un presupuesto exiguo, que prefirió gastar rodando todas las escenas en localizaciones reales a lo largo de la mítica Ruta 66. Aunque su idea iba más allá de captar la esencia del viaje en la carretera. Pretendía asimismo que ese periplo influyera en la vida de sus actores, que llegaran a ser partícipes de esa experiencia iniciática mencionada más arriba. Taylor y Wilson cumplieron sobradamente. 

El silencio, quebrado a veces por el ruido de los motores, es la auténtica banda sonora de la película, pues no tiene una composición propia definida. Eso sí, suenan numerosas canciones, sobre todo en el coche de otro conductor tan errático como los dos protagonistas, que comparte sus casetes con los sucesivos autoestopistas que va recogiendo: «Moonlight drive», de The Doors; «Me & Bobby McGee», de Kris Kristofferson;  «Stealin’», de Arlo Guthrie... De cuando Blablacar era otra cosa.

sábado, 27 de febrero de 2021

El arte de la versión #110

Luché contra la ley, y la ley ganó. El espíritu rebelde que desde siempre ha palpitado en "I Fought The Law" ha hecho que sea fácil identificarse con esta mítica canción, sobre todo por parte de gentes proclives a andar fuera de la manada y outsiders con querencias reivindicativas. No es extraño, por tanto, que haya sido un tema muy versioneado por grupos punks (The Clash, Dead Kennedys, Ramones, Green Day). Un himno para ellos y para tantos otros.

Lo curioso es que es una composición de 1960, cuando las letras de las canciones no solían tratar temas así. Quizá los historiadores musicales podrían establecer en ella algún indicio de los posibles orígenes del punk, porque además de lo bien que se ajustaba el mensaje a la idiosincrasia del movimiento del imperdible, era puro rock & roll, y estaba cantando con la entraña. Tenía crudeza y actitud. Por supuesto, salió escondida originalmente en una cara B, la de la dulce y romanticona "A Sweet Love", de The Crickets, la primera banda de Buddy Holly antes de volar en solitario (y morir volando al poco tiempo, en 1959). The Crickets continuaron grabando discos. El tejano Sonny Curtis, uno de los miembros fundadores del grupo y que junto a Holly había teloneado a Elvis Presley en 1955, fue el compositor principal de los Crickets. Del mismo año que el 7'' es el álbum In Style With The Crickets (Coral, 1960), en el cual estaban ambas canciones de Curtis y otro de sus éxitos, "More Than I Can Say", sí, el que décadas después popularizase de nuevo Leo Sayer.


Una de las últimas versiones que se han hecho de "I Fought The Law" aparece en los créditos de cierre de la película Intermission, del muy recomendable director John Crowley. Esta adaptación está cantada por el actor Collin Farrell, uno de los protagonistas de la cinta: interpreta a un delincuente impenitente, un forajido sin solución. (Dadle una raqueta a Farrell y creeréis estar viendo a Andre Agassi.)

Para que se perciba aún más la importancia histórica de The Crickets, Los grillos traducido a la lengua cervantina, The Beatles se inspiraron en ellos para bautizarse artísticamente.

Larga vida a Sonny Curtis. El Salón de la Fama del Rock n' Roll preserva su nombre y el de su banda.

sábado, 4 de enero de 2020

Cameos musicales #64: Megatón ye-yé

En 1965, el éxito de Micky y Los Tonys era tan grande que empezaron a llegar las ofertas de conciertos más allá de las sesiones del Price y hasta su incursión en el mundo del cine. La arrebatadora personalidad de Miguel Ángel Carreño, 'Micky' le llevó incluso a protagonizar Megatón ye-yé (1965), dirigida por Jesús Yagüe y coprotagonizada por María José Goyanes. La banda sonora de la película —compuesta íntegramente por Micky y Los Tonys— es todo un compendio entre rock clásico, el rock instrumental de The Shadows, la música surf y el ye-yé. Sobresalen muy especialmente los temas "I'm Over", "Sulpher Soap" (tocada en la película por Los Shakers), "Ya No Estás" o "Pretty Baby". Por cierto, Los Shakers (los españoles, que hay por todo el mundo conjuntos llamados Shakers) estaban comandados por los hermanos Ricardo y José Luis Sáenz de Heredia, sí, hijos del muy conocido director cinematográfico. 

Volviendo a Megatón Yeyé, a continuación se lista el elenco al completo de artistas/bandas que salen tocando, el minuto en que aparecen (minutaje aproximado, es un cálculo propio hecho a ojímetro) y las correspondientes canciones: 

> Juan Erasmo Mochi - Yvonne (primera escena) 
> The Shakers - Sulpher Soap (18’15’’) 
> Micky y Los Tonys - I´m Over (21’) 



> Juan Erasmo Mochi - No comprendo (25’15’’) 
> Micky y Los Tonys - Pretty Baby (40’) 



> Micky y Los Tonys - Tú serás muy feliz (45’55’’) 



> Juan Erasmo Mochi - Pediré (51’30’’) 
> Micky y Los Tonys - Tú ya no estás (53’19’’) 



> Micky y Los Tonys - Un bel amour (70’) 
> Micky y Los Tonys - Sha-la-la (74’) 


Ese mismo año, Fernando Argenta tiene que dejar a Los Tonys para cumplir el servicio militar y entra en su lugar Francisco Ruiz, que acababa de abandonar Los Shakers. Por su parte, Micky siguió compaginando música y cine. En 1968, llegó a participar como actor en la película La vida sigue igual, protagonizada por un entonces emergente Julio Iglesias, pero ese es el capítulo de otra historia.

domingo, 29 de diciembre de 2019

Últimamente se está muriendo gente que no se había muerto nunca #40: Sue Lyon


Una mirada rebosante de tristeza, acumulación de sinsabores y bipolaridades. La foto del personaje probablemente sea irreconocible para casi todos. Era Sue Lyon, muy lejos de las iconográficas estampas de la película que tanto la hizo famosa como la enterró. Ha muerto a los 73 años. 

Deja un single grabado, con el que se acompañó a la legendaria cinta: Lolita Ya-ya w/b Turn Off The Moon (MGM, 1962). Dos canciones puro sixties, orquestadas con profusión y clasicismo, y con entrañables arreglos de vieja escuela. En la cara A Lyon se limita a un acompañamiento vocal repetitivo, ya-ya, ya-ya




La gema está en la cara B, en la que la voz surca entre la orquesta a base de modulaciones y con una calidez que reconforta



La versionearon mucho después The Primitives. Sigue teniendo sabor añejo, aunque lógicamente está pasada por un filtro más electrificado.


viernes, 13 de diciembre de 2019

Dime qué lees y te diré cómo se llama tu banda #34: Katrina & The Waves

The Soft Boys → Kimberley Rew → Katrina & The Waves → Ganadores de Eurovisión 1997 es una de las sucesiones más estrafalarias e insospechadas de la historia del pop. 

Kimberley Rew, Katrina Leskanich, Alex Cooper y Vince de la Cruz formaron el grupo Katrina and The Waves en 1981 en Cambridge (Reino Unido). Lo del Waves del nombre provenía del grupo que Cooper y Rew habían creado en los años setenta. El nombre estaba tomado a su vez del libro The Waves de Virginia Wolf, de quien Cooper era pariente lejano. Rew había dejado a los Waves en 1978 para unirse a los Soft Boys de Robyn Hitchcock, también en Cambridge. Tras dos discos monumentales —Can Of Bees [1979] y Underwater Moonlight [1980]— se dijeron un par de cosas, entre ellas, hasta la vista. Rew volvió entonces junto a su colega Cooper y montaron el proyecto de Katrina. Una de esas decisiones que resultan acertadas y te regalan una vida afortunada: pegaron un pelotazo mundial a la primera con “Walking On The Sunshine”. Y uno siempre se acuerda de Barry:


Continuaron publicando discos, hasta que tiempo después, como unos Midas musicales, Katrina & The Waves ganaron Eurovisión en 1997 con “Love Shine A Light” (compuesta por Rew), representando al Reino Unido. 


Tras la definitiva bajamar de las olas en 1999, Rew continuó haciendo discos en solitario. En 2002 volvió a juntarse con Hitchcock (Nextdoorland fue el interesante desenlace, aunque sin el brillo y el fulgor de antaño). Katrina, que era estadounidense, intentó de nuevo la cosa eurovisiva ahora cantando para Suecia, pero el asunto salió mal.

jueves, 1 de noviembre de 2018

5 sobre... #40: Pam Berry

Pete Astor se halla en una nueva juventud creativa. Tras mucho tiempo varado en otros puertos, últimamente ha publicado dos álbumes, se ha subido con regularidad a los escenarios y se ha involucrado en proyectos novedosos para él desde el punto de vista artístico, como por ejemplo el de acento electrónico en The Fairlight Myth

El segundo de esos dos discos mencionados ha salido en 2018. Aún así, acaba de publicar un nuevo single, esta vez en el sello WIAIWYA. En la cara A va todo un clasicazo, dedicado al actor y guionista británico Peter Cook. La cara B es una exquisita pieza de orfebrería, en la que se acompaña de la voz de Pamela Berry

Vieja amiga Pam Berry. Como Astor, tuvo su momento artístico más álgido en la década de los noventa y también es una figura que regresa ahora a la actualidad. En aquel entonces formó parte de un puñado de bandas, además de la más señera, Black Tambourine. Hoy se acuerdan de ella aquellos amigos y artistas más jóvenes, que la reclaman para que colaboren con ellos. Vamos a escuchar algunos de estos trabajos, de adelante hacia atrás. 

Aunque ya había participado en el LP de Astor de este mismo año, nos detenemos en la más reciente, la rabiosamente delicada «Petrol & Ash»: 


En 2014 lo hizo con Whitered Hand, en el homenaje homónimo del conocido grupo de Berry:


Y ese mismo año quizá tuvo una de las llamadas más sorprendentes, la de Gold-Bears, para que hiciese los coros acompañada de su guitarra en este tema del álbum Dalliance (Slumberland Records):


La verdad es que no menos llamativa fue su aparición en el I, Lucifer (PIAS, 2004), de The Real Tuesday Weld, un interesante como tan poco conocido pop de tintes cabareteros: 

 

Y, vale, de acuerdo, lo de los australianos The Lucksmiths tampoco sería una de las primeras opciones que se te ocurriría pensar para un trabajo conjunto: 



Bonus track > Mucho que reconocer a Pam Berry, y con razón. Hasta The Shins le han dedicado una canción: 

sábado, 17 de febrero de 2018

Cameos musicales #63: Ladies and Gentlemen, The Fabulous Stains

Una película de culto no es, necesariamente, una buena película. Las  películas consideradas de culto suelen ser casi siempre poco convencionales y de bajo presupuesto, y apenas las conocen unos pocos iniciados, que las encuentran interesantes por ciertos elementos extracinematográficos; es una peli de serie B con galones. 

Ladies & Gentlemen, The Fabulous Stains (Lou Adler, 1982) es una película de culto. Para empezar, nunca llegó a estrenarse en cines, lo cual da puntos para ser considerada en esa categoría; la fascinación por el perdedor, ya se sabe. Rescatada poco a poco de la sima del olvido, hoy día se la tiene por precursora de la estética y la ética riot grrrl por cosas como esta:  


No en vano el guion de la película es de Nancy Dowd, voz muy activa en las lides de la expansión del mensaje feminista de liberación de la mujer. 

Y sí, esa joven con un look tan Nina Hagen era Diane Lane en el que fuera su primer papel protagonista. Esa imagen rebelde —ella misma cantaba los temas punk en la película— la acompañó en las siguientes cintas que interpretó: Rebeldes, La ley de la calle y Calles de fuego, y que empezó a cambiar en Cotton Club

Las hermanas Corinne (el personaje de Diane Lane) y Tracy junto a su prima Jessica (interpretado por una jovencísima Laura Dern) asisten al concierto The Looters, un grupo punk inglés de gira por EEUU. Las tres adolescentes deciden entonces formar una banda, The Stains, y salir de gira con ellos, lo que les permitirá marcharse de casa y de la deprimente y deprimida ciudad en la que viven. Así que sin apenas saber tocar nada, se unen a la gira de The Metal Corpses —un remedo de Kiss; el cantante incluso saca la lengua como Gene Simmons, y lleva plataformas y la cara pintada—y los mencionados The Looters, interpretados, atención que aquí viene el datazo definitivo para lo de la peli de culto, por los mismísimos Paul Simonon (bajo), Steve Jones (guit.) y Paul Cook (bat.). No sólo representan el papel de los miembros del grupo, sino que, además, Jones y Cook aportaron varias canciones a la banda sonora. Como The Looters se les ve tocar en directo en un par ocasiones a lo largo de la cinta: el tema «Join The Professionals» en un pequeño garito (minuto 10) y después en sala grande (1 h 09’). 



Por su parte, The Stains tienen una turbadora presentación en directo a la media hora (primer vídeo más arriba) en la que parecen una especie de The Slits; y repiten después con una actuación en un centro comercial (58’). También aparecen Black Randy and The Metrosquad ensayando su tema «I Slept In An Arcade» (54’). Y Black Randy hace doblete interpretando al personaje Mexican Randy.



sábado, 3 de febrero de 2018

Parecidos razonables #30: Morrissey y Kurt Russell

Fascinado por la interpretación de Mary Elizabeth Winstead en la tercera temporada de Fargo, he vuelto a ver Death Proof, de Tarantino, en la cual tenía un papel y yo no lo recordaba. (De hecho, su personaje en Fargo, llamado Nikky Swango, es muy tarantiniano ya desde el nombre).

El caso es que en un momento de la peli se me apareció Morrissey, cuando Kurt Russell conduce su coche mortífero contra el de las chicas, mientras suena el explosivo tema de Dave Dee, Dozy, Beaky, Mick & Tich:



martes, 7 de noviembre de 2017

Cameos musicales #62: Streets Of Fire


Acción, música y estética de cómic para esta peli de culto de los 80. La dirigió Walter Hill y la protagonizó Diane Lane

El cameo de The Sorels, que cantan a capella el tema «Countdown To Love», es un tanto surrealista, pues surgen vestidos de gala en un autobús. 



sábado, 26 de marzo de 2016

Cameos musicales #61 // La cara oculta #18: Nash the Slash

Roadkill, la fascinante roadmovie de Bruce McDonald, la serie B en todo su esplendor. Con una fotografía espléndida y con encuadres e imágenes espectaculares, el esfuerzo de la realización sirvió para conseguir el premio a la mejor película del festival de Toronto en 1989. Al parecer, McDonald, cuando recogió el galardón, tuvo la ocurrencia de decir que se gastaría los 25 mil dólares del premio en una pelota de hachís. 

La historia de Roadkill (del propio McDonald) es tan absurda como descacharrante; y los personajes parecen salidos de las familias más desectructuradas del planeta Tierra. La sinopsis viene a ser algo así: Ramona —interpretada por Valerie Buhagiar—trabaja en una promotora musical; la envían a buscar a los miembros de la banda de rock Children of Paradise, que han desaparecido y tienen que presentarse en varios conciertos que tiene firmados. Como ella no sabe conducir, tiene que tomar el tren y el autobús y finalmente acaba haciendo autostop y aprendiendo a conducir. En su camino a través de Canadá, conoce a los más extraños de personajes... Entre las historias que se van sucediendo, hay tiempo para ver alguna actuación en directo. Concretamente la de Nash the Slash, que supuestamente hace telonero de los ficticios Children of Paradise, interpretando su propia composición "We Will Be The Leaders". 


Jeff Plewman —como constaba en su carnet de identidad— también era canadiense, y, como podrá comprobarse en breve, sus excentricidades a la fuerza habían de avenirse con el también excéntrico McDonald. Como Nash the Slash siempre aparecía en escena con la cabeza cubierta de vendas, gafas negras y tocado con algún tipo de sombrero, ya fuera chistera, bonete o casco de obrero. No sólo era un notable multiinstrumentista (violín, chelo, etc.), sino que todo lo pasaba por el filtro de la experimentación y de la electrónica. Uno de sus proyectos más osados fue el mini-álbum Descomposing, que se puede escuchar a cualquier velocidad (33, 45 e incluso 78 rpm). Aparte de la curiosidad técnica en sí, el resultado es más que interesante


Además de intervenir en otras bandas (FM, por ejemplo) y de colaborar con diferentes artistas, como Gary Numan, mantuvo un vínculo constante con el mundo del cine, componiendo bandas sonoras —e él se debe la de Roadkill— o interpretando la música de películas mudas en salas de cine, a la vieja usanza. Y podría decirse que fue un pionero en llevar música en directo a espectáculos audiovisuales relacionados con el mundo del arte, como hizo en una exposición del pintor Robert Vanderhorst


Como curiosidad final, en Roadkill tiene una pequeña escena Johnny Ramone, del que no pueden alabarse sus dotes escénicas ni siquiera interpretándose a sí mismo: 


(Gracias a @srlansky por su ayuda con los vídeos.)

domingo, 20 de septiembre de 2015

Cameos musicales #60: RocknRolla

El director de cine Guy Ritchie es una especie de Tarantino británico. Ambos hacen pulular por sus películas a seres de oblicua personalidad, marginales, violentos hasta el sadismo algunos de ellos, reyes de las cloacas y de los bajos fondos, gánsteres de poca monta o mafiosos de altos vuelos, estafadores todos. Cuando están rodando ambos, las fábricas de kétchup no dan abasto para producir la ingente cantidad de sangre ficticia que se necesita para tanto cadáver. También ambos intercalan un peculiar sentido del humor entre toda esa cadena de violencia. Y ninguno de los dos deja indiferente: o se les adora o se les vapulea. 

Ritchie anda ahora rodando superproducciones de éxito en Hollywood. En el camino hasta llegar allí, iluminó las pantallas con, por ejemplo, las tronchantes Snatch: cerdos y diamantes (2000) y RocknRolla (2008). 

Quizá no tiene el gusto musical de su colega Tarantino, pero la música también es un ingrediente importante de las pelis de Ritchie. En RocknRolla incluso rodó una escena de club con una banda tocando en directo. El grupo era The Subways, trío de apariencia alternativa y malota pero que en el fondo le da a un rock de estadio muy del gusto de los anunciantes y de eso que se llama el gran público. El tema que interpretaron en la película de Ritchie fue "Rock and Roll Queen": 

domingo, 19 de julio de 2015

Vidas paralelas #4 // Preparados para un solo de órgano #36: Roberto Carlos y Lafayette


No cualquier músico brasileño sirve para la bossa nova, como no cualquier español puede ponerse a cantar flamenco ni todos los alemanes son capaces de componer óperas wagnerianas (bueno, esto último sí). Se tiene al brasileño Roberto Carlos por cantante romántico y baladista empedernido, pero antes de comenzar a vender millones de discos en la década de los años setenta bajo esa faceta, intentó triunfar, sin éxito, como cantante de bossa. En agosto de 1965, con la mecha de la beatlemania prendida en todo el mundo, la televisión brasileña inició un programa dedicado a las nuevas tendencias musicales, sociales y de moda y le reclutaron para presentarlo junto a los también músicos Erasmo Carlos y Wanderléa. El programa se llamó Jovem Guarda, que devino en un fenómeno nacional. Con él se originó en el país un nuevo lenguaje musical, alegre y desenfadado, cuya influencia principal era el pop y el rock y se miraba muy especialmente en el espejo de los Beatles. El gran mérito de Roberto Carlos fue darse cuenta de que a lomos de ese carro se le veía mejor, por lo que no dudó en encabezar dicho movimiento. 

Aquel mismo año grabó un álbum que, imperativos del sello discográfico, que pronto entrevió el filón, se tituló… Jovem Guarda (CBS, 1965). El sonido del álbum está sostenido principalmente por el órgano Hammond del que a partir de entonces sería su músico acompañante durante un lustro, Lafayette Coelho Varges Limp. Este había sido requerido por Erasmo Carlos —por cierto, ningún vínculo familiar con Roberto— para grabar el piano en un álbum suyo, pero Lafayette se presentó en el estudio con un Hammond B-3. Erasmo Carlos probó entonces a ver cómo sonaba aquello; el resultado fue de su agrado, así como del de Roberto, que también andaba por allí, y ya sabemos de su infalible radar. De todas formas, hay que tener problemas auditivos muy graves para obviar el maravilloso sonido del Hammond de Lafayette, tan cálido, lírico y emocionante. El caso es que juntos, antes de que Roberto Carlos pasara a dedicarse a los baladones que le harían ultrafamoso, se unieron en la que a la postre ha resultado ser la época musicalmente más interesante del cantante, aunque los millones de vinilos posteriores que hay diseminados por los hogares de todo el orbe indiquen otra cosa. 

Detengámonos en dos canciones que ejemplifican la grandeza que ambos lograron juntos. El primero es «Esqueça», cuarto corte de su siguiente álbum: Eu Te Darei O Céu (1966), obra cumbre de Roberto Carlos a nuestro entender. 

 

Lo de Lafayette abriéndole paso no tiene nombre de lo bello que es; y luego retirándose para dejarle a la voz expresarse, y volviendo a continuación cuando se necesita su presencia… Es un oleaje hermoso y perfecto. 

En 1968 ganó (¿ganaron?) el festival de San Remo con Canzone per te. Durante mucho tiempo Roberto Carlos fue el único artista sudamericano con tal gesta en su haber. La canción ganadora abriría más tarde el álbum San Remo 1968, publicado en 1975 y que recogía piezas suyas que andaban sueltas y desperdigadas pertenecientes a la segunda mitad de la década anterior. La pieza que sigue a esa canción es el otro ejemplo que queríamos mostrar. «Eu daria minha vida» es una de las canciones más tristes y desoladoras que se hayan compuesto. La letra, cantada por Roberto Carlos con un tono de patetismo realmente desgarrador, consigue hacer saltar las lágrimas del oyente como le pille en horas bajas y con la guardia desarmada. 

 

El caso de Roberto Carlos, guste o no su música, es un ejemplo de superación personal encomiable, pues lleva una pierna ortopédica de rodilla para abajo desde que a los seis años le arrollara un tren, lo cual nunca fue óbice y cortapisa para salir de gira multitudinarias, ganar prestigiosos festivales, presentar programas de televisión o actuar en el cine en películas de acción, como puede verse en esta escena de Em rítmo de aventura (1967): 

 

En cuanto a Lafayette, actualmente está considerado el mejor organista en activo y es una eminencia en todo lo referente a la marca Hammond, que acude a él para probar sus nuevos modelos. Tiene grabados decenas de discos en solitario.

miércoles, 27 de mayo de 2015

Hubo un tiempo en que bastaba con una portada #17: hoy lo cuenta Álex 7iete Pulgadas

El caso es que siendo vinilómano 100% y adicto a la compra de discos, no es frecuente que compre un disco simplemente por que me guste su portada. En el 99% de los casos, los discos que compro son de grupos/canciones que me gustan o al menos conozco. Algunas veces se trata también de puro coleccionismo para completar discografías; en otras, por recomendaciones de amigos. Y sobre todo me encanta darle veinte vueltas a la carpeta buscando algún detalle que me impulse a comprarlo, bien sea por un sello que me guste, una primera referencia, una colaboración, una edición rara... pero creo que casi todos los discos que he comprado con bonita o llamativa portada los conocía de antemano. 

Sin embargo, al igual que Federica Pulla, soy adicto a las cubetas polvorientas de todo a 1 € (o 100 pts. antiguamente). Ahí es raro encontrarse discos que reúnan buenas condiciones y además sean discos predilectos míos y entonces entra otra de mis “pasiones”: mi colección de discos petardos (o bizarros, si preferís). Todo empezó hace mucho tras alguna visita a La Metralleta, de esas en la que no pescas nada y te da por mirar lo más escondido y de saldo, pensando "hoy me llevo lo que sea, no me voy a casa con las manos vacías"; es cuando apareció ante mí un single de Los Hermanos Calatrava, no recuerdo ahora mismo cuál fue el primero que compré, pero fácilmente pudo ser el La, la, la o el Aleluya. El caso es que cada portada que veía me parecía más ridícula y a la vez desternillante con lo que me aficioné a comprar sus discos y a estas alturas creo que sólo me faltan 5 o 6 singles para tener todos. Ni que decir tiene que algunas de sus canciones son míticas ya que su filosofía de hacer versiones cómicas a veces daba con originales cojonudos que ya ellos se encargaban de destrozar, si acaso. No sólo su archifamosa «Space Oddity», sino otras maravillas como «O quizá simplemente te regale una rosa» de Leonardo Favio, «Honey» de Bobby Rusell, «Aleluya» de Aute, «El chico de la harmónica» de Micky, y tantas otras. 


Hurgar entre basura me ayudó muchas veces a no irme a casa sin compra y siempre encontraba alguna portada patética que se venía conmigo, como las incalificables portadas de Emilio el Moro, Manolo Escobar (con mi favorita «Horóscopo» en gatefold sleeve), Los 3 Sudamericanos, Pablo Abraira, Las Trillizas o mi favorita e indescriptible del grupo mallorquín La Pera, compuesto por un combo que incluye tanos, afros, hippies, calós... Menudo circo. Pero seamos serios, lo que mola es que te gusten las portadas de tus grupos favoritos, y cuando yo era adolescente uno de ellos eran The Pogues. Si ya flipaba con sus canciones, cuando descubrí sus portadas, sus historias y anécdotas (gracias sobre todo al libro de Ann Scanlon) flipé. Desde su primer LP Red Roses for me (1984) en el que Andrew Ranken figura “recortado” en una esquina ya que se fue de vacaciones antes de la sesión de fotos mientras el resto posan desafiantes tras el retrato de Kennedy, y la contraportada con Shane escayolado, James Fearnley liándose un porro con su botella de whisky en el bolsillo, Cait O'Riordan con su lata de cerveza y todos orgullosos estrenando abrigo. El segundo, Rum, Sodomy and the Lash (1985), tampoco tiene desperdicio (al igual que la contra), con todos los miembros del grupo incrustados en el cuadro «La balsa de la medusa» (Le Radeau de la Méduse) de Théodore Géricault. Luego vinieron la preciosa de If I Should Fall From Grace With God (1988), la curiosa de Peace and love (1989) con su boxeador de seis dedos, o la enigmática de Hell's Ditch (1990). 

Pero probablemente mi favorita, ya que también junta su pasión por el fútbol, es su single «Jack Heroes» junto con The Dubliners en el que recrean el increíble recibimiento que recibió la selección de fútbol irlandesa tras llegar hasta cuartos de final en la Copa del Mundo de Italia 90, donde únicamente pudieron ser derrotados por los anfitriones por un mínimo 1-0. 


Y ya si nos vamos a mis favoritos del indiepop no pueden faltar los cuatro vinilos de los fabulosos James Dean Driving Experience, que rinden homenaje a otras tantas musas del celuloide como son Audrey Hepburn, Claudia Cardinale, Rita Hayworth y Sofia Loren. Perfectas. 


El mundo de las portadas de discos es una maravilla, independientemente de que luego te guste el vinilo o no, pero disfrutar de la carpeta en la mano, acercártela, darle la vuelta, ver los detalles, escudriñarla, olerla... es un placer que en mi caso supera al de disfrutar de cualquier otra obra de arte. 

Autor del texto: Álex
Blog: 7iete Pulgadas 
Twitter: @alexbummer