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domingo, 24 de septiembre de 2023

Cine #162: Kill (Romain Gary, 1971)


Romain Gary
, lituano de nacimiento, francés de adopción, hombre de mundo o del mundo en general, fue siempre un escritor de éxito. Sin embargo, cuando se trasladaron algunas de sus novelas a versión cinematográfica no hubo tanta suerte. Y mira que la dirección y el reparto estuvieron en manos de reputados cineastas: Peter Ustinov, con Sophia Loren y Paul Newman en Lady L.; John Huston, con Juliette Greco y Errol Flynn en Las raíces del cielo; o Samuel Fuller con Perro blanco. Y así hasta una docena de títulos. El propio Gary, polifacético como era, se metió a director; fueron un par de rodajes los que dirigió, que llegaron aún mucho menos lejos que las citadas. La primera película que rodó fue en 1968, Les oiseaux vont mourir au Pérou. Tres años después se estrenó Kill, que es posible ver hoy en Filmin. 

¡Qué curiosa esta Kill! Arrebatada rareza, imperdible para todo degustador del séptimo arte, porque es un festín cinematográfico. Rodada entre España (Almería y La Manga), Túnez y Afganistán, tiene una rica parte visual (impresionantes tomas de ciudades de adobe en medio del desierto) y notables escenas de acción (una alucinada persecución de motos y coche). Cierto que los actores protagonistas —Jean Seberg, James Mason y Stephen Boyd— están un poco tiesos y de cartón piedra, pero el trío transmite esa relación insidiosa, oscura y turbia que vivió el matrimonio Gary-Seberg. De hecho, hay frases en el guión en las que se entrevé la relación entre ambos, incluso hay guiños y referencias a sus vidas. No puede interpretarse de otra forma cuando en una escena se ve a Seberg disfrazada una enorme peluca negra tipo afro. Y es que la protagonista de À bout de souffle se había sentido atraída por el movimiento de los Panteras Negras, con quienes tuvo una intensa relación, hasta el punto de que la explotaron sin piedad, económica y sexualmente. Uno de sus líderes, llamado Hakim Abdullah Jamal musulmanamente al cambiarse su norteamericano Alan Donaldson, casado con una prima de Malcom X y con seis hijos, la hizo su amante y la maltrató psicológicamente durante años. 




















Llama la atención, también a modo de autorreferencia, el primer plano de un hombre en un zoco con un manojo de serpientes en cada mano y en la boca, exhibiéndolas; quizá encontrarse con ese personaje real le cautivó hasta el punto de escribir y publicar muy poco después la historia de un hombre solitario que vive en París con una serpiente pitón (Mimos). 

Tiene, además, diálogos dignos de ser memorizados, como «El mundo fue salvado hace dos mil años y mira cómo está» o el que cierra la película, que debería figurar en los anales de los grandes finales de la historia del cine:

«—No los puedes matar a todos, Brad. 
—Tampoco busco la perfección.»

La película es todo un euro-spy giallesco contra el imperio de la droga, una fantasía de Serie B con un delirante final: todos los muertos que ha habido durante la película aparecen saltando en una cama elástica, ensangrentados, como zombies. Y para goce final, tiene una maravillosa banda sonora, compuesta por Berto Pisano y Jacques Chaumont, cuyo tema principal está interpretado por Doris Troy


Y aquí su versión instrumental: 



Nota: Por suerte, pese a ser un escritor poco comentado, es posible encontrar un buen puñado de títulos en nuestro mercado editorial. La editorial Galaxia-Gutenberg en particular ha aportado varios de ellos. Y ojalá algún día haya traducción de la completa biografía de Gary que trazó Myriam Anissimov, Romain Gary, le caméleon (Denoël, 2004).

sábado, 11 de febrero de 2023

Dime qué lees y te diré cómo se llama tu banda #37: Public Image Ltd.

Los Sex Pistols fueron necesarios. Alteraron su contexto social, lo zarandearon, lo perturbaron, lo incomodaron, lo despertaron. Fue el poder del arte aplicado a una situación social, económica y política podrida (he ahí el verdadero 'rotten') para espabilar conciencias. Y eso no lo puede decir la mayor parte de bandas que han existido. 




Si se tienen en cuenta criterios estrictamente musicales, Public Image Ltd., la banda que formó después Rotten, ya como John Lydon, tuvo (o tiene, que para algo sigue en activo)— muchísimo más valor. Y de nuevo resultó ser un precursor, esta vez con el post-punk, ya desde 1978 con su primer álbum, en el que, entre otras cosas, atizaba a la Iglesia con su saña habitual: 

Fat pig priest 
Sanctimonious smiles 
He takes the money 
You take the lies 

El nombre artístico lo tomó del título de la novela The Public Image (1968) de la escritora escocesa Muriel Spark. Y es que la percepción de la imagen pública que tienen los demás de ti ha sido algo en lo que Lydon, tan expuesto siempre a ella, ha reflexionado mucho.

Desde entonces no ha dejado de surgir y de resurgir; además, con hitos muy logrados: 

> Metal Box (1979), su segundo disco, un rodillo sónico que enlató para vender 
> Flowers of Romance (1981), en el que la imagen de la portada (la imagen, siempre la imagen) no tiene nada que ver con la aspereza y experimentación que contienen los surcos. 
> «This Is Not A Love Song» (1984), lo más cercano a un pelotazo pop que ha tenido. 
> La fabulosa «Rise» al año siguiente, nerviosa y trepidante: 

I could be wrong 
I could be right 

> Y al menos un par de discos más potentes: That What Is Not (1991), con portada que no deja indiferente, y This Is PIL (2012), lo mejor que lleva hecho en el nuevo siglo. 

Hace unos días, provocador nato, atizador formidable, incansable agitador, ha intentado representar a Irlanda en el festival de Eurovisión. No ha sido elegido finalmente. Es una canción de amor, muy sentida pero, la verdad, poco conseguida. No obstante, una lástima, porque habría sido algo digno de verse, o al menos realmente divertido, un giro más de su imagen pública.

 

sábado, 28 de enero de 2023

Sales en mi canción #103: Tom Verlaine y Television

Nada nuevo es contar que Thomas Miller adoptó el nombre artístico de Tom Verlaine en honor del poeta francés Paul Verlaine. El mismo Tom fue un poeta tocando la guitarra, con ese rasgueo lírico con el que conseguía sacar el alma del instrumento. No ha habido una guitarra eléctrica tan lírica y expresiva como la suya. 

Siguiendo con los nombres, tras empezar las andanzas musicales como The Neon Boys junto a Billy Ficca y Richard Hell, no mucho después, cuando se les unió Richard Lloyd, pasaron a llamarse como les recordará siempre la historia. Verlaine siempre ejerció de líder y compositor principal del grupo, al que tenía por propio y más que propio. No sería de extrañar que pasar a llamarse Television no fuera secretamente una artimaña suya, pues las iniciales de su nombre coinciden con las siglas internacionales del televisor: TV. 

Nada en su obra, ya sea como Television o como Tom Verlaine en solitario, alcanza la excelencia de Marquee Moon (1977). Es un disco emocionante, que es de los mejores apelativos que puede recibir cualquier obra artística. En casa suena muy a menudo, pero de forma regular lo hace también alguno de sus discos en solitario, sobre todo Cover (1984), que fue el que más me marcó. Y fue así no porque lo considere mejor que su obra suma, sino porque su publicación coincidió con mi tiempo y «Let's Go To Mansion», «O Foolish Heart» y, principalmente, «Swin» me arañaron por siempre. Descubrir Marquee Moon y admirarlo vino luego. 


Las muestras de respeto de ayer por su fallecimiento dejan ver cuánto influyó en otros músicos. Alguno llegó a bautizarse como The Verlaines en su honor. Otros le dedicaron canciones o lo mencionaron en sus letras. Valgan de ejemplo las cinco que siguen a continuación. 

> Family Cat: Tom Verlaine, que fue como se tituló su primer single (Bad Girl, 1989) 

April the 7th, 1979 
Didn’t we breakfast together? 
We celebrated my seventeenth 
And heard Tom Verlaine together 

> The Go-Betweens: Sang About Angels, en The Friends of Rachel Worth (Clearspot, 2000). ¡Hacen rimar Cobain con Verlaine! 

When she sang about a boy 
Kurt Cobain 
I thought what a shame 
it wasn't about Tom Verlaine 

> Alvvays: Tom Verlaine, de su reciente Blue Rev (Polyvinyl, 2022) 

You were my Tom Verlaine 
Just sitting on the hood 

> Tom Tom Club: Downtown Rockers (Earmusic, 2012), en la que citan toda una ristra de bandas cuya influencia fue determinante para ellos. 

> Una Sonrisa Terrible: Lecturas recomendadas, desde Valencia acordándose de ellos un grupo que mereció más.

sábado, 26 de diciembre de 2020

Dime qué lees y te diré cómo se llama tu banda #35

A principios de los años ochenta, la onda siniestra proveniente del Reino Unido se extendió por nuestro país como marea negra. El afterpunk (o postpunk) lo hacían punks que ya sabían tocar los instrumentos que se cubrían de oscuro y se forraban con arreos góticos y estética cementerial. Bandas como Joy Division, The Cure, Siouxsie & The Banshees, Bauhaus, Killing Joke o Echo & The Bunnymen sirvieron de fuente de inspiración y motor vital a un enjambre de jóvenes españoles con ganas de modernidad. Y fueron muchos, más de los que puedan parecer echando un simple vistazo a los recuerdos. Así lo atestigua Pablo Martínez Vaquero en lo que probablemente sea el libro definitivo sobre la escena siniestra en España: Negro oscuro (Editorial Milenio, 2019). 

El autor no se queda en los consabidos y archisabidos nombres por todos, ni en la manoseada Movida. Es un trabajo de investigación profundo; se ha molestado en indagar, en preguntar, en conocer y dar noticia de cuantas bandas de corte siniestro se formaron en España entre 1981 y 1985. Narra anécdotas relevantes y traza las relaciones que había entre ellas. Llama la atención que para bautizarse artísticamente recurrían principalmente al cine (Gabinete Caligari, Décima Víctima, Alphaville, Polanski y el Ardor) y a la literatura, que es en lo que vamos a detenernos ahora. Los que siguen son los que hemos entresacado de la lectura de Martínez Vaquero. 

> Agrimensor K: formados en San Sebastián en 1981, su líder, Nacho Goberna, era un entusiasta de Franz Kafka. El nombre viene del del protagonista de la novela El castillo, que además fue el título de la cara B de su primer single: 

 

> Perspectiva Nevski: surgidos en Madrid en 1982, aunque sus miembros tenían diferentes procedencias. El nombre provenía directamente de un cuento de Nicolai Gogol

 

> La Caída de la Casa Usher: de Madrid hacia mediados de 1983. Es casi innecesario señalar a Edgar Allan Poe y su cuento de terror homónimo.  

 

> Donación Agnelli: grupo de la periferia de Barcelona creado en 1983. El nombre lo extrajeron del vodevil de Dario Fo La mueca del miedo, protagonizado por Gianni Agnelli, a la sazón presidente de Fiat. De lo más parecido que ha habido nunca a Siouxsie & the Banshees. 

 

Castillo Interior: grupo tinerfeño formado en 1984. Si su inspiración artística provenía de Joy Division, su inspiración literaria salió directamente de una obra de Santa Teresa Jesús conocida como Las moradas o Castillo interior.
Es de las bandas desconocidas más reivindicables de aquella época. Abrazaron el afterpunk y con él alcanzaron cotas que deberían haber merecido mayor atención. Afortunadamente, no hace mucho se publicó El sueño dorado: Castillo Interior y la escena musical de Tenerife en los 80 (Los 80 Pasan Factura, 2017), libro que recoge su historia y aporta numerosa memorabilia, y que se acompaña de un EP de 10'' y un CD/CDrom con el disco más un vídeo. 


> El Primer Tercio: grupo mallorquín de 1985, cuyo nombre no alude a un tamaño de cerveza, sino que sale de la novela del escritor de la Generación Beat Neal Cassidy

 

> Crénom 1867: valencianos con un más que curioso y rebuscado nombre. ‘Nom, crénom’ (contracción de ‘Sacre nom de Dieu’) fueron las últimas palabras que pronunció, a modo de blasfemia, el poeta Charles Baudalaire en el lecho de muerte en 1867. Un "Me cago en Dios" y la espichó. Un grande. 

> La Náusea: de Benimanet (Valencia), en 1984 el cuarteto recurrió, obviamente, a Jean-Paul Sartre

 

> Teatro Negro de Praga: del barrio de Moratalaz (Madrid) a comienzos de 1982. El nombre alude a un tipo de representación muda sobre un escenario a oscuras, cuya puesta en escena se dio principalmente en Praga.

> Farenheit 451 / Trópico de Cáncer: en una onda menos siniestra y más apegada al synth-pop (bastante luminoso) fue el cuarteto que tomó su nombre de la novela de Ray Bradbury y que estuvo en escena entre 1979 y 1982. Cuando el proyecto se deshizo, el cantante (Jorge Grundman) y el batería (Óscar Bergón) formaron otra banda también de literario nombre, esta vez bebiendo en las páginas de Henry Miller.

lunes, 6 de enero de 2020

Letras sin acordes #17 // ¿Y tú de quién eres?#32: Steve y Justin Townes Earle


No somos por En Esta Quiero Humo unos degustadores del country y del género de la Americana, dicho así en general. Por lo tanto, poco tenemos que añadir a lo que musicalmente de dedica Steve Earle, sobre todo por desconocimiento casi absoluto de quien esto escribe. Más interesantes nos resultan sus facetas de activista político (ya desde lo de Vietnam, y presente en bastantes composiciones suyas), actor (The Wire; también es suya la versión de "Way Down The Hole" de Tom Waits para la cabecera de varias temporadas) y de escritor. Pese a este interés, y con el libro comprado hace años, no ha sido hasta recientemente cuando hemos abierto No saldré vivo de este mundo (El Aleph, 2011). El título, realmente llamativo y brillante, sale de una canción de Hank Williams, personaje presente en la novela en forma de fantasma, que se le aparece al empedernido yonqui Doc cada vez que está de subida. 

Doc es un heroinómano que vive en el peor barrio de San Antonio ejerciendo como médico clandestino de la zona, aunque le retiraron la licencia. Todo cambia cuando llega una joven mexicana, Graciela, para que le practique un aborto. La chica acabará quedándose y ayundándolo; a Doc y a cuantos la rodean, porque empieza a manifestar curaciones y redenciones milagrosas con solo tocar a una persona. A Doc, por ejemplo, lo desengancha. Un cura irlandés se meterá por medio prevenido por los milagros de la chica, que además tiene un estigma en una muñeca. Y, mientras, Doc habla con el fantasma de Hank Williams. Esta historia se ambienta en la América profunda en 1963, año de la muerte de Kennedy. El retrato de la vida de un yonqui es implacable; y en general todos los personajes están muy bien perfilados. Hay cierta influencia literaria del realismo mágico hacia el final. 

Si existen o no las casualidades, o si son otra cosa, poco importa. El caso es que justo cuando acabábamos el libro, nos enteramos de la existencia de Justin Townes Earle, primer hijo de Steve Earle, fruto de uno de sus numerosos matrimonios. Lo llamó así en honor de su admirado Townes Van Zandt. Justin Townes también se dedica a la música desde hace años y a un palo similar al del padre. Su último álbum es The Saint of Lost Causes (New West Records, 2019), impecable y muy ortodoxo, pero sin la intensa herrumbe ni rugosidad de las canciones paternas.

viernes, 13 de diciembre de 2019

Dime qué lees y te diré cómo se llama tu banda #34: Katrina & The Waves

The Soft Boys → Kimberley Rew → Katrina & The Waves → Ganadores de Eurovisión 1997 es una de las sucesiones más estrafalarias e insospechadas de la historia del pop. 

Kimberley Rew, Katrina Leskanich, Alex Cooper y Vince de la Cruz formaron el grupo Katrina and The Waves en 1981 en Cambridge (Reino Unido). Lo del Waves del nombre provenía del grupo que Cooper y Rew habían creado en los años setenta. El nombre estaba tomado a su vez del libro The Waves de Virginia Wolf, de quien Cooper era pariente lejano. Rew había dejado a los Waves en 1978 para unirse a los Soft Boys de Robyn Hitchcock, también en Cambridge. Tras dos discos monumentales —Can Of Bees [1979] y Underwater Moonlight [1980]— se dijeron un par de cosas, entre ellas, hasta la vista. Rew volvió entonces junto a su colega Cooper y montaron el proyecto de Katrina. Una de esas decisiones que resultan acertadas y te regalan una vida afortunada: pegaron un pelotazo mundial a la primera con “Walking On The Sunshine”. Y uno siempre se acuerda de Barry:


Continuaron publicando discos, hasta que tiempo después, como unos Midas musicales, Katrina & The Waves ganaron Eurovisión en 1997 con “Love Shine A Light” (compuesta por Rew), representando al Reino Unido. 


Tras la definitiva bajamar de las olas en 1999, Rew continuó haciendo discos en solitario. En 2002 volvió a juntarse con Hitchcock (Nextdoorland fue el interesante desenlace, aunque sin el brillo y el fulgor de antaño). Katrina, que era estadounidense, intentó de nuevo la cosa eurovisiva ahora cantando para Suecia, pero el asunto salió mal.

jueves, 12 de diciembre de 2019

Sales en mi canción #99: Desmond Dekker

Según se lee en la mastodóntica novela del jamaicano Marlon James, los Beatles sólo mencionaron a otro músico en sus canciones. Ellos, tan citados hasta la saciedad. Fue a Desmond Dekker en «Ob-La-Di, Ob-La-Da». Era la época en que el reggae y el ska empezaban a calar en la isla; de isla a isla.

Desmond has a barrow in the marketplace 
Molly is the singer in a band 
Desmond says to Molly, girl, I like your face 
And Molly says this as she takes him by the hand

La línea siguiente —«ob la di ob la da, life goes on, bra»— era una expresión frecuente del conguero nigeriano Jimmy Scott, un conocido de Paul McCartney. Scott llegó a demandar a McCartney por el uso de la frase en la letra y el título de la canción. Las pupilas se le debieron de llenar de fajos de libras al bueno de Jimmy en cuanto oyó la canción y ya se veía dado a la gran vida para siempre. Sin embargo, McCartney alegó que «Ob-La-Di, Ob-La-Da» era simplemente un dicho común de la tribu yoruba y que Scott se había limitado a enseñárselo. 

Ob-la-di ob-la-da.
Life goes on.
La vida sigue.


viernes, 6 de septiembre de 2019

La banda sonora de un libro #20: El dia del watusi, de Francisco Casavella

Cuentan quienes conocieran en persona a Francisco García Hortelano —Francisco Casavella para los lectores— que era un hombre grande, de tamaño considerable. El dato no tendría mayor relevancia si no fuera porque tras leer las más 800 páginas de El día del watusi (Anagrama, 2016) uno tiene la impresión de que para forjar un monumento literario semejante, con proporciones cuasi enciclopédicas y una estructura tan perfectamente granítica cincelada con esa precisión, hay que ser poco menos que un Obélix de las letras, esculpiendo palabra a palabra menhires con una fuerza propia de alguien que hubiese caído de niño en la marmita de la literatura. Casavella tenía un poderío y un vigor colosales a la hora de trazar historias y componer frases. Y en esa potencia residen tanto sus virtudes como sus defectos. Excesivo a veces; deslumbrante, otras. En cualquier caso, no deja indiferente a nadie. Como nadie podrá negarle una arquitectura narrativa sólida e impecable, tan perfecta, quizá con un final no del todo bien rematado, menos compacto, pero sin que deje resquicios en los pilares fundamentales en la obra que la haga venirse abajo. 

A través de la vida protagonista de la novela, Fernando Atienza, se nos muestra un retrato desencantado de los años que abarcaron desde la Transición, con sus oscuros, tétricos, corredores del poder, hasta el pelotazo de corruptelas y regalías que fueron las olimpiadas de Barcelona. En lo particular, la obra es la ópera de un perdedor, un túmulo funerario en vida —un estar muerto en vida—, una pirámide colosal para un faraón del desastre existencial; tal es cantidad de indolencia que se acumula en las entrañas del protagonista, que su deriva personal sólo tiene un compromiso a fuego con la Nada. 

Las referencias musicales son igual de vastas a lo largo de toda la narración. Hay música pop a toneladas, de diferentes épocas y variados estilos. La hemos recopilado en una playlist para goce de watusis, casavellanos o de cualquier degustador musical. El orden de las canciones sigue escrupulosamente su aparición en las páginas del libro; no se han secuenciado de ninguna otra manera. No he encontrado en la plataforma de streaming ninguna de Los Novios, El Hombre de Pekín, New Buildings, Psicópatas del Norte, Klaustrofobia, Kakao P’al Mono, Dios, Nervios Rotos, Disciplina Inglesa, Quinto Congreso y The Gynecologist. Las que más abajo van marcadas con un asterisco son las que aparecen específicamente citadas por el autor. El resto de canciones —Casavella nombra artistas pero no temas suyos— son de mi elección. Al escogerlas, he procurado, por un lado, no cometer anacronismos, puesto que Casavella utiliza los referentes muchas veces para ambientar la época en que se halla la historia en ese momento; por ejemplo, cuando se mencionan The Rolling Stones, tiene que ver con su concierto en Barcelona en 1977, así que el tema que yo he escogido no es de un álbum posterior a esa fecha. Y lo mismo con otro buen número de referencias (excepción: la de Los Especialistas, porque no he encontrado otra en la plataforma). Por otro, he pretendido que evocaran, aunque fuese de refilón, algo de la historia que se narra en el libro (por ejemplo, las de Beatles, Ramones, Coyotes, Kaka de Luxe, Objetivo Birmania, Brighton 64, Loquillo...). 


Los Bravos - Black is Black * 
The Beatles - A Day In The Life 
Renato Carosone - Torero * 
José Feliciano - Qué será * 
Jimmy Frey - Rosas a Sandra * 
Los Diablos - Un rayo de sol * 
Pedro Vargas - El rey * 
Nino Rota - El padrino (Love Theme) * 
Nelson Ned - Déjame si estoy llorando 
Vino Tinto - Habla, pueblo * 
Lina Morgan - Gracias por venir * 
Leo Ferré - Avec Le Temps * 
Abba - Fernando * 
Glenn Miller - Chattanooga-Choo-Choo * 
Charlie Parker - Ornithology 
Luis Pastor - Lluvia de mayo 
Raphael - Mi gran noche 
Paul Anka & Rita Pavone - Oh Carol * 
Françoise Hardy - Tous les garçons y les filles * 
The Rolling Stones - Sympathy For The Devil 
Willie Rosario - Let’s Bogaloo * 
Chubby Checker - The Watusi * 
Ventures - Wah Watusi * 
Charles Kynard - El toro Poo-Poo 
Ray Barretto - El watusi * 
Manolo Caracol - Cuando yo te conocí 
Karina - El baúl de los recuerdos * 
Velvet Underground & Nico - All Tomorrow’s Parties 
Elvis Costello - Watching The Detectives
Talking Heads - Psycho Killer 
The B-52’s - Rock Lobster 
David Bowie - Heroes 
Bob Marley - Could You Be Loved 
The Ramones - I Wanna Be Sedated 
Rebeldes - Cerveza, chicas y rockabilly 
Los Negativos - Graduado en underground 
Los Secretos - Sobre un vidrio mojado 
Los Canguros - El Dorado Whisky Club 
Zombies - Extraños juegos 
Ilegales - Tiempos nuevos, tiempos salvajes 
Los Enemigos - Desde el jergón 
Los Burros - Huesos 
Los Mestizos - La pócima del amor 
Los Ratones - Más fiestas 
Los Especialistas - Vivo vivo 
Los Novios - 
Vulpes - Me gusta ser una zorra 
Los Rápidos - Confusión 
Decibelios - Vacaciones en el Prat 
Los Coyotes - Esta noche me voy a bailar 
Los Nikis - Diez años en Sing-Sing 
Alphaville - De máscaras y enigmas 
Polansky y El Ardor - Ataque preventivo de la URSS 
La Frontera - El límite 
Gabinete Caligari - Al calor del amor en un bar 
Los Intocables - No hay futuro 
Melodrama - La meva festa 
Dinarama - Perlas ensangrentadas 
Loquillo y los Trogloditas - Rompeolas
El Hombre de Pekín - 
UA - La ciudad sin fin 
TNT - Deberías tener cuidado 
PVP - Miedo 
Kaka de Luxe - Borracho no se puede conducir por la ciudad 
PP Tan Solo - Quiero ser guitarra de Siniestro Total 
Oviformia, Sci - La luna la nuit 
La Fundación - Todo pensado para no durar 
Radio Futura - Oscuro affair 
New Buildings - 
Esplendor Geométrico - Moscú está helado 
Aviador Dro y Sus Obreros Especializados - Programa en espiral 
Berlín - Cuando el cielo deje de existir 
Objetivo Birmania - Desidia 
Brighton 64 - Barcelona Blues 
Minuit Polonia - Teléfonos 
Kamembert - Sha La La 
Mermelada - Coge el tren 
Glutamato Yeyé - Danzad, danzad, malditos 
Ultratruita - L’esquizofrénic 
Semen Up - Lo estás haciendo muy bien 
Johnny Juerga y Los Que Remontan El Pisuerga - Bertha 
Psicópatas del Norte - 
Klaustrofobia - 
Kakao P’al Mono - 
Dios - 
Danza Invisible - Ocio y negocio 
Un Pingüino En Mi Ascensor - Espiando a mi vecina 
091 - La vida que mala es 
Toreros Muertos - Yo no me llamo Javier 
Derribos Arias - Branquias bajo el agua * 
Siniestro Total - Me pica un huevo 
Golpes Bajos - No mires a los ojos de la gente 
Parálisis Permanente - Autosuficiencia 
Ejecutivos Agresivos - Te espío 
Gatos Locos - Prende una vela por mí 
Nervios Rotos - 
Delincuencia Sonora - Mamones 
Seres Vacíos - La casa de la imperfección 
Nacha Pop - Magia y precisión 
Liquid Car - Com Ho faràs 
Último Resorte - Johnny Mofeta 
Peor Imposible - El medidor del tiempo 
Sindicato Malone - Sólo para robar 
Aerolíneas Federales - Soy una punk 
Disciplina Inglesa - 
Quinto Congreso - Rebel 
Dean & The Stars Cats feat. PJ Proby - Rock ‘n’ Roll Heart 
Yellowman - Lost My Love 
Elvis Presley - Return To Sender 
Dion Di Mucci - Save The Last Dance For Me 
Wreckless Eric - Whole Wide World 
Ian Dury - Sex and Drugs and Rock & roll * 
The Monochrome Set - Golden Waters 
Brian Wilson - Love & Mercy 
The Walker Brothers - The Sun Ain’t Gonna Shine Anymore 
The Rezillos - Flying Saucer Attack 
Bob Dylan - Mr. Tambourine Man * 
The Impressions - People Get Ready 
The Routers - Let’s Go * 
The Surfaris - Wipe Out * 
Scott Walker - Track Three (del álbum Climate of hunter *) 
Peter Gordon & Love Of Life Orchestra - Beginning Of The Heartbreak 
The Theoretical Girls - Lovin’ In The Bed 
The Gynecologist - 
Throbbing Gristle - Walkabout 
Pere Ubu - The Modern Dance 
The Residents - Read Rider 
Four Tops - Reach Out, I’ll Be There 
Ritchie Valens - La Bamba * 
Paolo Conte - Wanda, stai seria con la faccia ma però *

domingo, 4 de noviembre de 2018

El arte del calzador #29: Perapertú


El debut de Perapertú se titula igual que la novela del escritor egipcio Naguib Mahfuz: Miramar (El Genio Equivocado, 2018). La calidad que hay en todo él se encuentra tanto en la música como en las letras, y además le acompaña un diseño fresco y llamativo. He utilizado el disco para acompañar uno de los platos que comento en La Gastroteca de La Fonoteca. Copio aquí los párrafos relativos a las cuestiones musicales del álbum: 

Las letras de las canciones evidencian que Moussa es un asiduo de los libros. Las referencias literarias y artísticas son constantes (Cézanne, Art Decó, la ínsula Barataria, el poeta Drummond de Andrade) y es capaz de encajar sin despeinarse palabras como obituario, sinople, ostracismo, pericardio, clorofila o cian. Su mérito, claro, está en incluir todo eso y que el conjunto se resulte natural, que no chirríe ni asome un ápice de pedantería por ninguna esquina. Eso cuando el texto no es directamente pura poesía, como ocurre en “Dibújalo antes”. 

En lo musical, la gama de matices que aportan principalmente los sintes y los teclados confieren a los diez cortes un toque alucinado y fantástico. Hay un punto de animada extravagancia en las atmósferas que recrean, como de fondo marino, canciones como peces que palpitan entre los restos de antiguos naufragios. A veces suena tribal; otras, una pincelada tropical, y siempre colorista como un cuadro de Cézanne. Y la alucinación alcanza el culmen con la ayuda de un bombardino y una trompeta desenfrenados en “Amor de Java”.

sábado, 3 de noviembre de 2018

Dime qué lees y te diré cómo se llama tu banda #33: The Clash

La guerra. Siempre hay una guerra detrás. 

A Arturo Barea, republicano comprometido y colaborador directo durante la II República y el confrontamiento bélico, le tocó vivir el asedio de Madrid. En 1938, casado con la austriaca Ilse Kulcsar, se refugió en Inglaterra, país que tiempo después le otorgaría la nacionalidad inglesa. Allí escribió y publicó una de las obras más representativas del exilio, La forja de un rebelde (1941-1944). En España, obviamente, la dictadura sepultó la existencia de la novela; y hasta 1951 no se publicó en su lengua original, en Argentina. Mientras, traducida al inglés por la mujer de Barea, The Forging Of A Rebel figura entre los libros españoles más vendidos en el extranjero. 

Compuesta por tres partes, en inglés se titularon, respectivamente: The Forge, The Track y —sorpresa— The Clash. En efecto, de ahí proviene el nombre de la banda de Joe Strummer, quien siempre anduvo muy interesado por la Guerra Civil española y la causa republicana. «Granada, oh ma corazón». 

martes, 1 de mayo de 2018

Letras sin acordes #16 // La banda sonora de un libro #20: Joe Pernice

—Por el futuro —dijo Jocelyn. 
—Por que venga ya —soltó James. 


Con la ocurrencia conviene no extralimitarse, y Joe Pernice es ocurrente, muy ocurrente. Este escritor de canciones antes de convertirse también en escritor de novelas es propenso a introducir escenas en las que siempre hay un elemento anecdótico cómico. Afortunadamente, aunque bordea el abismo en numerosas ocasiones, sabe detenerse a tiempo para proseguir con la historia. En cualquier caso, aunque sólo sea por leer la delirante conversación que mantienen dos personajes sobre los bigotes de Stalin y Hitler ya habrá merecido la pena adentrarse en Esta canción me recuerda a mí (traducción del editor español para It Feels So Good When I Stop). Y esa sonrisa que nos saca desde la primera página nos la mantiene entreabierta hasta el final. 

Esta su primera novela —escrita en 2009 y publicada aquí en 2017 por Blackie Books— trata de relaciones rotas, la soledad y otras amistades. Pernice, que se había estrenado anteriormente como escritor con un volumen de la colección 33 1/3 sobre un álbum de los Smiths, tiene toque literario, sin duda. Junto al ingenio verbal, destaca su habilidad para construir personajes: todos tienen un punto de interés, no hay ninguno que resulte anodino o literariamente insustancial; incluso cuando se trata de alguien real, la transmutación que hace de esa persona en un personaje de ficción (lo hace con Lou Barlow) es muy enriquecedora. 

Por supuesto, hay en ella críticas al negocio musical, y música, toneladas de música a lo largo de las doscientas y pico páginas. La condición de músico de Pernice la lleva soldada, lógicamente. Si bien a lo largo de la novela se citan muchos más artistas y muchas más canciones, el propio autor seleccionó algunos cortes para lo que sería la banda sonora:

 

Nota final: Se podría hacer otra buena playlist con una selección de temas de las bandas por donde ha pasado Pernice, desde Scud Mountain Boys, Chappaquiddick Skyline, Pernice Brothers, The New Mendicants o Roger Lion.

sábado, 11 de noviembre de 2017

Género chico #77 // El arte de la versión #103: Juana Chicharro


Juana Chicharro sigue publicando con cuentagotas pequeños y efectivos artefactos que nos hacen desear pronto algo más copioso. Al 10'' de hace unos años, se le ha sumado en 2017 un explosivo EP de 7'' (Folc Records). Una breve intro y cuatro temas, a dos por cara y a 33 rpm. Las dos primeras son composiciones propias; por el otro lado, una adaptación libérrima de The Cramps, hilarante temazo sobre aquel vergonzante proyecto del megacasino que se quiso construir en la Comunidad de Madrid, y versión con voz y turuta del lorquiano "Anda jaleo". Y en todas ellas el torbellino marbellí, asentada en Vallecas, le da al garage-copla con una gracia y un arte sin par para engastar géneros tan alejados entre sí.




Es un espectáculo que habría que considerar ver en directo al menos una en la vida a esta peineta del underground y sus huestes (Ayuso/guit., Martín/bajo y Cecilia Jos/bat.). Vestida de flamenco, riñorera en ristre, la actitud y la entrega, la ironía y la mordacidad soterrada, garantizan que pasarás un buen rato con ellos y de nuevo se te hará corto.

 

Y volviendo al asunto de las versiones, atención a esta adaptación que hicieron, titulada "Carne mechada" y que como muy bien no se puede suponer es de un tema de The Go-Betweens

jueves, 9 de noviembre de 2017

Sales en mi canción #94 // Letras sin acordes #15 // Las nuevas aventuras del llanero solitario #49: Viv Albertine


Hay que ser más inglés que el té con scones para discernir y descifrar toda la onomástica mencionada en "Still England". Canción río compuesta casi exclusivamente a base de una ristra de nombres tras otra, ya sean artistas de diversa índole, políticos, personajes populares y todo un compendio de referencias a la cultura inglesa. Exclusivamente relacionados con la música, se oyen los nombres de:

Dennis Bovell, Kate Bush, David Bowie, The Slits, Keith & Mick (sobran las presentaciones), Jah Shaka, Siouxsie Sioux, Sid Vicious, Johnny Rotten, Dusty Springfield, Poly Styrene, The Kinks, Jarvis Cocker, Brian Eno, Cosey Fanni Tutti, The Clash, Robert Wyatt, Ewan McColl, Sandy Denny, Lemmy, Syd Barrett, Lennon y T-Rex. Y no estamos seguros de si Whinehouse [sic] es Amy Winehouse. Finalmente, no era inglés, aunque allí se lo adoptó: Bob Marley.



El tema se encuentra en el único álbum que ha publicado en solitario quien fuese componente de las legendarias The Slits, The Vermilion Border (Cadiz Music, 2012). Tiene la particularidad de que colabora un bajista diferente en cada corte: Jack Bruce, Tina Weymouth, Glen Matlock, Dennis Bovell, Danny Thompson, Jah Wobble, Phil Oakley o Jim Barr (Portishead), entre otros. Y quien fuese su pareja en los incipientes años de germinación del punk, Mick Jones, toca la guitarra en el tema inicial.

A este respecto, la vida personal de Viv Albertine, conviene leer su autobiografía Ropa música chicos (Anagrama, 2017), que si no es una cima literaria, sí es un apoteósico viaje al centro del nacimiento del punk. Dividido en dos partes, que llama 'caras', la primera es un documento esencial sobre un momento musical histórico de alguien que estuvo allí, que lo vivió, que fue parte de él, que contribuyó a que rodara; en la segunda describe su vida después del punk, años de reubicación personal y un infierno médico.


sábado, 2 de septiembre de 2017

A la tercera va la vencida #23 // El arte del calzador #25: Los Lagos de Hinault


Avanzar y culminar, y a ser posible intentando escabullirse de la mediocridad, esa debería ser siempre la línea argumental de aquel que quiera dedicarse al arte de la creación. Quien sepa aferrarse al trazo de esa línea podrá dejar una obra más perdurable. Hace falta genio para destacar, no hay duda, pero también voluntad de diferenciarse del resto. 

Carlos Ynduráin, por ejemplo, no dice las cosas como los demás. Acaba de publicarse su tercer álbum con Los Lagos de Hinault. Llegar hasta ahí no se antoja fácil; hacerlo de forma tan pletórica, menos; no dejarse alguna astilla en el camino, casi imposible. En Escenas de caza (Fikasound, 2017) despliega un dominio absoluto sobre la escritura, exhibiendo definitivamente su enorme talento escritor; y ya no está Matilde al bajo. 

Habrá quien diga que al álbum le falta algún tema señero, de esos que los seguidores de LLH reconocen al instante y corean de principio a fin al desgañite, pero no sólo sería una afirmación discutible, sino que además sería obviar que Escenas de caza es su disco más completo e inteligente. Acompañado por Andrea Gasca en los teclados y en las voces (muy mejoradas), en la docena de minúsculas estampas que lo componen Ynduráin vierte esa fascinante capacidad suya para atravesar lo cotidiano con finas y agudas puntadas. 

La urbanidad y la templanza 
como atributos destacados. 
Y nunca piden esas cosas 
en las ofertas de trabajo. 
[…] 
Y los recursos que ellos quieren 
no son recursos tan humanos. 

Sería ingenuo pensar que la casualidad está detrás de que cada uno de esos versos sea eneasílabo. Y qué gusto ver recuperada toda esa riqueza léxica que gasta, palabras precisas y sonoras metidas sin chirriar, con naturalidad y sentido común (polisemia, glaciación, Perseidas, dejadez, arrogancia, franqueza etc.). 

«Corcel colorado» nos parece su cénit, el punto cumbre de toda su obra. Mezcla brillantemente, sin un adarme de pedantería, figuras retóricas, gotas de lirismo, referencias literarias y se despacha con un elegante e inesperado giro en la historia; además, da la impresión de que ha alcanzado ese punto en la vida —llámese madurez en caso de que se quiera vulgarizar la idea— en que uno empieza a pensar que tal vez no hay seguir buscando indefinidamente un amor estelar, que basta con uno sencillo y bueno. No hace falta complicarse la vida. 

Son sólo veintitrés minutos y pico, y si bien es cierto que se echa de menos un poco más de desarrollo musical en algún tema, se hace irremediable escucharlo varias veces seguidas porque se mantiene intacto su poder de seducción. 

viernes, 13 de mayo de 2016

La influencia del centeno en la cultura popular #28 // Cosas de hermanos #79: Airport Girl

Los aeropuertos y los aviones son espacios cerrados con mínimas opciones de distracción y están colmados de tiempo muerto, lo cual los convierte en lugares idóneos para la lectura. Aunque hoy día los objetos tecnológicos están copando el antiguo paisaje de lomos y portadas, no hay aeropuerto en que aún no se vendan libros y revistas. Suponemos que en el de Nottingham, patria chica de Airport Girl, sucederá lo mismo. 

Airport Girl es (o era) el combo de los hermanos Rob y Sean Price, pero el número de miembros oscila entre 6 y 8 en ocasiones, así que viajar juntos les saldrá siempre por un pico. En algún aeropuerto debieron de toparse con la chica que inspiró el nombre a la banda. Su breve obra discográfica está publicada en dos de los sellos más exquisitos a la hora de hablar de indie pop: Matinée —Honey, I’m an Artist (2001)— y Fortuna Pop —Slow Light (2007)—. En medio de ambos discos, grabaron un single para el sello Where It's at Is Where You Are (más conocido como WIAIWYA): el 7" Salinger Wrote / Emmaweg House (2004). 


La cara A narra una historia de amor indie entre chico y chica en la que el nombre JD Salinger pone una nota intelectual. Musicalmente, es una montaña rusa; en los tres minutos que dura, les da tiempo a desarrollar subidas y bajadas, acelerones y frenazos, remansos y acumulaciones, una sucesión de rasgueos delicados frente a muro de guitarras. 

La cara B es bien diferente. Se trata de un tema instrumental envuelto en una leve atmósfera reggae y comandado por una melódica, que podría sonar en cualquier tenderete del mercado de Portobello. 


Este single resultó un puente de transición entre el pop naíf de sus comienzos y el pop más barroco de una historia que a la postre no parece que vaya a tener continuación.