viernes, 7 de diciembre de 2012

Dime qué lees y te diré cómo se llama tu banda #17: The Verlaines

El escritor francés Paul Verlaine fue poeta simbolista y, a la postre, símbolo para artistas de muy diferentes épocas y condición, el rock incluido. Tom Miller y Graeme Downes, por ejemplo. El primero, el cristalino guitarrista de Television, se rebautizó a sí mismo como Tom Verlaine; el segundo llamó a su banda The Verlaines

Escribió el Verlaine original: «Los dioses nos regalan el primer verso; los demás debemos conseguirlos nosotros con esfuerzo y tenacidad». Pues si algo ha demostrado tener Downes a lo largo de tres décadas de carrera musical es tenacidad. Hoy día es un ilustre catedrático en la Universidad de Otago (Nueva Zelanda), aunque también continúa activo musicalmente. 

Su canción de presentación, allá por 1983, fue «Death and The Maiden». De título con reminiscencias clásicas, era una declaración de intenciones sin ambages posibles: 

Do you like Paul Verlaine? 
Is it gonna rain today? 
Shall we have our photo taken? 
We'll look like Death and The Maiden 
Verlaine, Verlaine, Verlaine, Verlaine, Verlaine, Verlaine, Verlaine, Verlaine, Verlaine Verlaine, Verlaine, Verlaine, Verlaine, Verlaine, Verlaine, Verlaine, Verlaine, Verlaine 


Su trabajo mejor considerado, el más dramático, dicho esto en un sentido positivo, el más intenso, con las guitarras más briosas y ensambladas, es el segundo álbum, Bird-Dog (Flying Nun, 1987). Era pop rabioso de guitarras pasado por la oscuridad del post-punk y la propia complejidad de Downes; pop, al fin y al cabo, pero como si su autor no quisiera dejarlo todo tan fácil ni tan hecho. 


Este mismo año ha publicado Untimely Meditations (Flying Nun, 2012), que se abre con un tremendo tema, áspero, vibrante, con ese «fucking idiot» del estribillo machacándote el cerebro:



Es un álbum lleno de tensión, complejo, ajeno a los cánones convencionales, poblado por los fantasmas de Nietzsche, Shakespeare, Beethoven, Charlie Chaplin, Dante… Un carrusel sonoro, un tiovivo de sensaciones musicales, cabaretero y alucinado, en el que hay que prestar atención a los detalles —como la trompeta de «Dark Riff», el piano de «On the Patches» o la entonación a lo The Fall y los coros en el tema final— y al mismo tiempo dejarse empapar por el conjunto. Impresiona. 


Escribió el Verlaine original: «Hay que entrar en uno mismo armado hasta los dientes». Pues lo mismo sucede para entrar en este álbum.

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