martes, 4 de diciembre de 2012

Como decíamos ayer #15: Kid Creole & The Coconuts


El humor no es un valor que consideren demasiado en la academia hollywoodiense a la hora de oscarizar al personal. ¿Una peli sobre el hundimiento de un barco con miles de pasajeros a bordo? Oscar inmediato. ¿Un actor interpretando a un enfermo terminal de cáncer? Otro tanto. Y así. En realidad el humor no goza de una pátina de seriedad artística en casi ningún campo, excepto en el Club de la Comedia. La comedia siempre ha sido lo inferior, lo bajo, lo corrupto. ¿En pintura? Mejor hablemos de Rothko. ¿En literatura? Miguel Mihura, Rabelais, qué cachondos, los tíos, y ya. En El nombre de la rosa la acción la desencadena el monje ciego que considera la risa como un pecado. Pues intentad hacer reír a alguien y veréis que no es nada fácil. Es mucho más difícil hacer reír que hacer llorar. 

August Darnell nació en agosto, así que aunque parezca un chiste, de ahí su nombre. Sus padres, un dominicano y una canadiense, otros cachondos. De casta le viene al galgo, porque el propio Darnell, después de unos primeros proyectos musicales insatisfactorios, se rebautizó como Kid Creole inspirado por la peli de Elvis Presley King Creole (1958). Para la imagen, el estro le vino de Cab Calloway. Y en el plano musical, unas muy diferentes influencias conformaron una ensalada que aderezó con su desparpajo y su sonrisa profidén: música disco, ritmos tropicales (mambo, conga), ambientación de big band y coristas con bastante pierna a la vista, comandadas por su mujer, Addy Kaegi, que se ocupó de la coreografía y el vestuario hasta su divorcio en 1985. Todo ello conformaba una imagen un tanto frívola que siempre ha hecho que la crítica circunspecta desviara su atención hacia cosas más «serias» y nobles. 


El pelotazo lo pegó con su tercer álbum, menos logrado en conjunto que los dos primeros, pero que se abría con la irresistible «Annie, I’m Not Your Daddy». El año pasado regresó, fiel a sus preceptos musicales, con I Wake Up Screaming (Strut, 2011), que es uno de sus mejores discos si no la cima de ellos. Llegó diez años después de su anterior álbum de estudio. Contiene, al menos, tres temas pletóricos: «I Do Believe», que tendría que estar sonando en todas las fiestas del planeta; «Stony & Cory», el inicial, con esa inconfundible guitarra funky tan entrañable sobre picoteos de teclado; o «Attitude», de ritmo sostenido irresistible; y el resto del trabajo mantiene el nivel. Su hermano Dario le echa una mano.


Disco saladísimo, de estimable calidad, que hará pasar un rato grande a quien lo escuche. Ponedlo en el coche, mientras cocináis, en cualquier fiesta… o siempre que queráis combatir el aburrimiento y la desidia. A reivindicar con la cabeza muy alta. Y encima todavía podemos seguir usando el chiste que circulaba entonces: eso te queda más ancho que los pantalones de Kid Creole. 

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