miércoles, 12 de diciembre de 2012

La cara oculta #12: Clinic


Ser cuatro y de Liverpool no garantiza nada. Más bien, ser cuatro y de Liverpool, hoy día, obliga al desmarque, al disfraz, al distingo. Así debieron de entenderlo Clinic cuando decidieron montar una banda en su ciudad. Optaron por enmascararse para pergeñar una imagen misteriosa que estimulara la curiosidad. Claro que de nada sirve ocultar el rostro si luego en lo musical no tienes nada que aportar, porque si no cualquier cofradía semanasantera podría grabar un disco. 

En el caso de Clinic, con o sin mascarillas cubriéndoles el rostro, lo que realmente resulta misterioso y atrayente es esa sonoridad suya tan peculiar, como si le pusieran música a la fibrilación cardiaca. Si los cirujanos operaran con música de fondo, esta debería ser la que sonara por el hilo musical del quirófano, porque es fría pero palpitante. 

Son cuatro y de Liverpool. Evidentemente, estos no han alcanzado ni alcanzarán ni la mitad de la montaña en la que se encumbraron sus afamados paisanos; son más bien un grupo de culto, de esos que despiertan una filia pétrea entre un pequeño círculo de seguidores, como los hay que ven partidos de segunda división todos los domingos. A veces este tipo de bandas menores consigue una empatía mayor con ciertos oyentes, y se convierten para ellos en una pequeña obsesión. A Gog, sin duda le sucede con Clinic, como en los ochenta le ocurrió con The Darling Buds, o con Swell en los noventa: su sola mención sirve para ponerle los pelos como Scorpions. 


Acaban de publicar su séptimo álbum, Free Reign (Domino, 2012). Queda ya lejos The Second Line, uno de los mejores temas de aquellla década, que hasta una marca de vaqueros acudió a ella para anunciarse, y es probable que estén dando vueltas más o menos a lo mismo desde hace quince años, pero suena este «King Kong» con su «ah ah ah ah ah ah» y apetece subirse al Empire State a gritarlo. 


Con el paso del tiempo también se están dejando ver más. 

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