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sábado, 21 de diciembre de 2019

A mí no hace falta que me cambies el plato #51: Mattiel

Foto tomada en 5180 S Atlanta Road, Smyrna, Georgia.

Las licuadoras lo aceptan todo. No tienen ningún problema en pasar por sus hélices apios con arándanos, o brécol con plátanos, o apios con arándanos, brécol y plátanos. No les importa porque saben que el producto resultante no depende de ellas, sino del arte de equilibrar sabores de quien se pone a echar ingredientes al vaso de la batidora. 

Mattiel Brown es una de esas personas capacitadas para mezclar lo que le salga de la gana y encima obtener un resultado muy original y genuino. Ella es el núcleo principal sobre el que se asienta la banda de Atlanta que lleva su nombre a secas, Mattiel, y que van ahora por su segundo álbum, el maravillosamente ecléctico y enriquecido Satis Factory (Heavenly, 2019). 

¿Qué es lo que combina para su batido musical? Pues en la receta hay que poner, entre otras cosas, spaghetti western, blues narcótico, aromas de pop sixtie francés, psychobilly, rock alternativo, espíritu garagero, imitaciones velvetundergroundianas, power pop melódico y energético, country, rockabilly… No lo revuelve todo a la vez, claro, sino que posee la sabiduría del druida que sabe la cantidad exacta de muérdago y de baba de sapo que hay que poner en una poción o de la chef que sabe hasta dónde puede llegar el sabor del cardamomo o el jengibre en un plato. Como ellos, Mattiel conoce el secreto. 

Además, desborda actitud y personalidad, y contiene cierta excentricidad lírica cargada de un humor muy peculiar. “Gonna marry myself and get a divorce” es una de las líneas más afortunadas del disco (en “Je Ne Me Connais Pas”, con estribillo también en francés). O cuando se pregunta para qué pensar en comida cuando todo lo que tienes es algo para regurgitar, como canta en “Food For Thought”. 


Acompañan a tan singular personaje, Jonah Swilley (batería) y el extraordinario músico Randy Michael. Los palpitantes dibujos de guitarra que traza en el tema inicial (“Til the Moment of Death”) entusiasman; como lo que hace con el órgano en otro de los cortes más vitalistas y memorables (“Berlin Weekend”). 

Para rematar, voz especial, toneladas de temperamento, un estilo propio, todo es afortunadamente entretenido y original aunque a veces las referencias sean muy evidentes.

domingo, 20 de mayo de 2018

Preparados para un solo de órgano #41: Cherry Wainer

La maestría no siempre es compañera del reconocimiento masivo. A Cherry Wainer tampoco pareció importarle demasiado a tenor de lo feliz que se la veía siempre que actuaba. Había aprendido piano de niña en su Sudáfrica natal, una vena más jazzistíca que clásica. En Inglaterra entró a formar parte de la banda Lord Rockingham's XI, con la que logró su único #1 en las listas británicas con este tema: 


Wainer pronto empezó a trabajar por su cuenta, actuando en algunos programas de televisión. Se conoce la mayor parte de su carrera por álbumes instrumentales con su órgano Hammond, en los que la acompañaba su marido, Don Storer, a la batería. 



«Peter Gunn», uno de los mejores temas instrumentales de todos los tiempos, estaba en su repertorio: 


Esta es quizá una de sus actuaciones más estelares, acompañando a la cantante de jazz Ernestine Anderson en 1967. El tema estaba compuesto por el pianista Bobby Timmons, miembro del combo del baterista Art Blakey, The Jazz Messengers

sábado, 30 de diciembre de 2017

Preparados para un solo de órgano #40: Os Pontas

 
Van Os Pontas armados con viejos instrumentos analógicos de fabricación brasileña y un buen manojo de pedales y válvulas, adentrándose por la selva al son de un garaje instrumental primitivo. Las guitarras reverberan, el órgano convoca a su alrededor espíritus enloquecidos, y la percusión trae a veces ecos de antiguos nativos. 

Y sabor añejo ya desde la propia portada de Fuzz Jangle (Groovie Records, 2016).


sábado, 9 de diciembre de 2017

Strano mondo di tanti nomi #35 / Gastan gafas #76: Car Seat Headrest


Tiene Will Toledo, con su carita de niño bueno, sus gafas de pasta y su atuendo atildado, pinta de fino empollón, de inteligente a la par que cool; pero se le intuye también un algo de geniecillo arisco, una cara oculta que lo hace aún más interesante. Subyace en ese otro lado oscuro cierto poso de tristeza y de alucinación, que expresa cuando canta. De hecho, representa un enorme contraste el de su voz grave y casi ronca, y su imagen pulcra. Canta arrastrando un poco las palabras, ahora más seguro y liberado, más apasionado, como poseído en no pocos momentos de Teens of Denial (Matador, 2016). Y continúan sus letras nada banales. 


El grupo ha conseguido un equilibrio perfecto entre lo contundente y lo melódico. En casi la mitad de la docena de temas, el minutaje sobrepasa los 6’. Y en los más largos, que podrán parecer aburridos al principio, siempre los remontan hacia el final con un clímax, un éxtasis, una entrega que te atrapa. Big ending ante todo. 

«Drunk Drivers/Killer Whales» lo resume todo. Una primera parte triste, dolorosa, pura congoja; y hacia la mitad, tras un susurro de órgano, el tema estalla pletórico, con ese arrebatado It doesn’t have to be like this del estribillo. 



Matador los ha puesto en el mapa y han apostado fuerte. En ellos, se notan ambición, ganas subir de nivel. Tienen talento y fuerza. Podría apostarse que van a llegar lejos. 

lunes, 26 de diciembre de 2016

Como decíamos ayer #27 // Sales en mi canción #92: Wreckless Eric

Wreckless Eric pertenece a una generación de talentos que quizá no hayan cambiado el devenir de la música, pero le han aportado un poso y una personalidad que algún día habrá que calibrar convenientemente. Décadas después de sus primeros pasos y sostenidos desde entonces por una cohorte de fieles seguidores, el mentado Wreckless Eric, Nick Lowe, Elvis Costello, Graham Parker y Robyn Hitchcock continúan haciendo discos infalibles, preñados de clase, templanza y dominio. Nacidos todos ellos en Inglaterra entre 1949 y 1954, los cuatro primeros comenzaron en el legendario sello Stiff; por su parte, Hitchcock pertenecía a un círculo más cultivado y exquisito, pero por edad y similitudes musicales es compañero de estirpe. Representan la quintaesencia de lo británico; sin embargo, es curioso que todos hayan sentido en algún momento la llamada de las sirenas estadounidenses y allá que se ha ido. De hecho, la mayoría vive allí.

Wreckless Eric, afincado en Nueva York, ha publicado un soberbio álbum titulado amERICa (Fire Records, 2016), en el que traza una mirada crítica desde su atalaya de inglés emigrado. Por supuesto, es un disco ajeno a modas, personal, construido con sabio clasicismo y a la vez lleno de detalles en cada uno de sus cortes. Llaman especialmente la atención los efectos de los coros o las líneas de teclado (piano, órgano, etc.) que surcan los temas, como en «Several Shades of Green» o «Property Shows». 


El álbum —de portada desplegable en su edición en vinilo— se cierra con un paisaje conmovedor de unos Estados Unidos de trenes que lo cruzan y el panorama de sus típicos chalets, mientras resuenan en la memoria melodías de algunos de sus artistas a modo de paisaje musical:

Have a great day they say 
hope you like snow they say 
these colours don’t run they say 
fun fun fun 

Chuck Berry  
the Velvet Underground 
Jimmy Reed 
the Beach Boys and the Gold Star sound 

Judy In Disguise [tema de John Fred & His Playboys
Bobby Gentry’s Mississippi sky 
trains rolling by 
Sears bungalow homes

sábado, 10 de octubre de 2015

Sales en mi canción #91

Mike Scott lleva publicando discos desde 1983 bajo el nombre de The Waterboys. Al tercer intento consiguió uno de esos temas que acaban convirtiéndose en legendarios. Así que han pasado tres décadas desde aquel The Whole of the Moon y ahí sigue Scott componiendo y grabando de forma bastante regular. 

Modern Blues (Harlequin & Clown, 2015), su reciente retoño, es un álbum adulto, con lo bueno y lo malo que eso implica; o sea, el poso del buen hacer y la sabiduría de quien conoce el oficio permanece inalterado, pero por lo mismo el impecable sonido nos remite a una época pretérita algo manida y encorsetada. El vino de Rioja está bien, pero hoy día se hacen caldos más vigorosos e interesantes en muchas otras partes. 

Los mejores sorbos de Modern Dance los saboreamos en el órgano que tapiza «Destinies Entwined» y «Rosalind», en el sentimiento con que interpreta «The Girl Slept For Scotland» y, sobre todo, en la preciosa «I Can See Elvis», que suena como un Robyn Hitchcock pletórico. La letra es una mirada retrospectiva a través de la figura de Elvis Presley

I can see Elvis 
Skinny like he was back in '57 
(…) 
With Hendrix, Dean and Marley
(…) 
Keith Moon behind him banging drums 
Charlie Parker all thumbs 
John Lennon doing handstands 
(…) 
Showing Crazy Horse and Marvin Gaye 

domingo, 19 de julio de 2015

Vidas paralelas #4 // Preparados para un solo de órgano #36: Roberto Carlos y Lafayette


No cualquier músico brasileño sirve para la bossa nova, como no cualquier español puede ponerse a cantar flamenco ni todos los alemanes son capaces de componer óperas wagnerianas (bueno, esto último sí). Se tiene al brasileño Roberto Carlos por cantante romántico y baladista empedernido, pero antes de comenzar a vender millones de discos en la década de los años setenta bajo esa faceta, intentó triunfar, sin éxito, como cantante de bossa. En agosto de 1965, con la mecha de la beatlemania prendida en todo el mundo, la televisión brasileña inició un programa dedicado a las nuevas tendencias musicales, sociales y de moda y le reclutaron para presentarlo junto a los también músicos Erasmo Carlos y Wanderléa. El programa se llamó Jovem Guarda, que devino en un fenómeno nacional. Con él se originó en el país un nuevo lenguaje musical, alegre y desenfadado, cuya influencia principal era el pop y el rock y se miraba muy especialmente en el espejo de los Beatles. El gran mérito de Roberto Carlos fue darse cuenta de que a lomos de ese carro se le veía mejor, por lo que no dudó en encabezar dicho movimiento. 

Aquel mismo año grabó un álbum que, imperativos del sello discográfico, que pronto entrevió el filón, se tituló… Jovem Guarda (CBS, 1965). El sonido del álbum está sostenido principalmente por el órgano Hammond del que a partir de entonces sería su músico acompañante durante un lustro, Lafayette Coelho Varges Limp. Este había sido requerido por Erasmo Carlos —por cierto, ningún vínculo familiar con Roberto— para grabar el piano en un álbum suyo, pero Lafayette se presentó en el estudio con un Hammond B-3. Erasmo Carlos probó entonces a ver cómo sonaba aquello; el resultado fue de su agrado, así como del de Roberto, que también andaba por allí, y ya sabemos de su infalible radar. De todas formas, hay que tener problemas auditivos muy graves para obviar el maravilloso sonido del Hammond de Lafayette, tan cálido, lírico y emocionante. El caso es que juntos, antes de que Roberto Carlos pasara a dedicarse a los baladones que le harían ultrafamoso, se unieron en la que a la postre ha resultado ser la época musicalmente más interesante del cantante, aunque los millones de vinilos posteriores que hay diseminados por los hogares de todo el orbe indiquen otra cosa. 

Detengámonos en dos canciones que ejemplifican la grandeza que ambos lograron juntos. El primero es «Esqueça», cuarto corte de su siguiente álbum: Eu Te Darei O Céu (1966), obra cumbre de Roberto Carlos a nuestro entender. 

 

Lo de Lafayette abriéndole paso no tiene nombre de lo bello que es; y luego retirándose para dejarle a la voz expresarse, y volviendo a continuación cuando se necesita su presencia… Es un oleaje hermoso y perfecto. 

En 1968 ganó (¿ganaron?) el festival de San Remo con Canzone per te. Durante mucho tiempo Roberto Carlos fue el único artista sudamericano con tal gesta en su haber. La canción ganadora abriría más tarde el álbum San Remo 1968, publicado en 1975 y que recogía piezas suyas que andaban sueltas y desperdigadas pertenecientes a la segunda mitad de la década anterior. La pieza que sigue a esa canción es el otro ejemplo que queríamos mostrar. «Eu daria minha vida» es una de las canciones más tristes y desoladoras que se hayan compuesto. La letra, cantada por Roberto Carlos con un tono de patetismo realmente desgarrador, consigue hacer saltar las lágrimas del oyente como le pille en horas bajas y con la guardia desarmada. 

 

El caso de Roberto Carlos, guste o no su música, es un ejemplo de superación personal encomiable, pues lleva una pierna ortopédica de rodilla para abajo desde que a los seis años le arrollara un tren, lo cual nunca fue óbice y cortapisa para salir de gira multitudinarias, ganar prestigiosos festivales, presentar programas de televisión o actuar en el cine en películas de acción, como puede verse en esta escena de Em rítmo de aventura (1967): 

 

En cuanto a Lafayette, actualmente está considerado el mejor organista en activo y es una eminencia en todo lo referente a la marca Hammond, que acude a él para probar sus nuevos modelos. Tiene grabados decenas de discos en solitario.

domingo, 28 de junio de 2015

Cosas de hermanos #71 // Faropedia #22 // Dime qué lees y te diré cómo se llama tu banda #32: The Steinbecks

Cuando uno va a comenzar a escribir un texto, el problema no es el del papel en blanco en sí, tan desafiante e inmenso, sino no contar con un poderoso detonante de partida. Para ponerse a hablar de Kick To Kick (Matinée, 2014), de los australianos The Steinbecks, sucede todo lo contrario: hay muchos puntos que tratar, de manera que se pueden atascar las ideas como en un embudo. Y es que parece un álbum pensado especialmente para En Esta Quiero Humo. Quede claro que el disco es tan bueno que eso bastaría para que Gog se pusiera a teclear sobre él. Si encima es la obra de una banda formada por hermanos, que toman el nombre del apellido de un famoso escritor norteamericano, le ponen la foto de un faro a la portada y componen una canción repleta de nombres de otros músicos y otra con un sublime fondo de órgano… 

La historia de The Steinbecks tiene un origen mítico, como todo lo que tenga que ver de alguna manera con Sarah Records, si bien a veces sea todo algo desproporcionado. En 1989, Josh y Joel Meadows eran unos jovenzuelos de Melbourne que habían decido formar un grupo de indie pop, The Sugargliders. Como tales grabaron seis singles y un elepé para el mentado sello inglés, hasta que en 1994 lo disolvieron para, según sus propias palabras, comenzar algo nuevo, esta vez como The Steinbecks. 

Desde entonces no ha sido un grupo lo que se dice prolífico: media docena de discos, teniendo en cuenta que habían transcurrido siete años de sequía discográfica hasta que vio la luz Kick To Kick. Es un álbum que desprende esa maestría australiana para el indie pop de guitarras, especialmente en la juerga de las seis cuedas que son temas como "We Cannot Hop To Complete With Such Colours" y "Trying To Be Someone". El álbum no se queda en ahí; contiene una sabiduría musical y una delicadeza todo él que lo hace crecer a cada escucha. Está la ternura de "At Arkaroo Rock" o el goce físico y emotivo que transmite la voz de Joel en "Below The Limen" (con un órgano Vox Continental supurando por detrás) y en "Cold Little Bones" (acompañada de un frágil rasgueo de mandolina). 

Y también está "I, radio", que rememora los días en que descubrieron la música alternativa a través de las emisoras de FM y cómo se engancharon a ella para siempre. En inglés las canciones en las que se cita una ristra de nombres se llaman, con mucha propiedad, list song; en esta, The Steinbecks cuentan que eran unos chavales que escuchaban a The Police y a John Cougar Mellemcamp hasta que un día descubrieron un puñado de bandas que les cambiaron la vida: Jonathan Richman, Billy Bragg, REM, The Smiths, The Stams, The Chills y The Moles. Tal vez The Steinbecks no te cambien la vida, pero sí te pueden cambiar un mal día.



El faro de la portada es el del Cape Nelson, cerca de Portland (Australia). Quede anotado aquí el sueño de ir a verlo algún día.

jueves, 25 de junio de 2015

No son hombres: son Devo #31


En el 8760 de Sunset Boulevard, muy cerca del mítico club Whisky A GoGo, hay un extraño edificio circular, de un verde tan chillón que hace que no pueda pasar inadvertido. Se trata del Mutato Muzika, y ese nombre ya puede dar una pista de que tal vez los Devo, los mutantes musicales por excelencia, tengan que ver con él. Más concretamente, el Mutato Muzika fue fundado por Mark Mothersbaugh para albergar su impresionante colección de sintes. Se antoja visita obligada si alguien viaja a Los Angeles.

domingo, 11 de enero de 2015

Género chico #67: Discos Walden


En los últimos tiempos se viene hablando mucho del auge del vinilo en el mercado musical, como si se tratara de un surgimiento dado por generación espontánea. No se da la importancia que merece a esa ingente cantidad de pequeños sellos que no paran de aportar sus esporas para que la germinación se mantenga. En esos pequeños sellos independientes hay gente llena de ilusión pero con los bolsillos algo menos repletos, y que a base de sacrificio, afán y bocadillos de mortadela consiguen hacernos llegar el trabajo creativo de una proliferación de bandas como hacía tiempo no se daba. Hoy vamos a detenernos en uno de ellos, Discos Walden, y más en concreto en su apartado del Club del Single. 

La única premisa estilística que se ha impuesto su fundador y currante, Manuel Moreno, es publicar lo que a él le guste. Un ejemplo del maravilloso mundo que le anima es el doble recopilatorio que sacó en 2013 con una muestra de las bandas del sello, titulado Cenizas y diamantes, 31 canciones y un imponente diseño gráfico, que lo convierte en una especie de pequeño tesoro para todo aquel que posea una copia. Y otro elepé que con el tiempo ha de convertirse en una referencia esencial de la historia del pop patrio es el álbum Esconde tus alas en la torre fantasma (2014), de Los Caramelos


El Club de Single lleva tres años vigente. En esta colección se publican cuatro pequeños artefactos al año, uno por estación. Son 7’’ coloreados con dos grupos y cuatro canciones, a dos por cara y grupo. Hasta hace poco sólo se podían conseguir todos conjuntamente por suscripción anual, pero ya es posible acceder a ellos individualmente si lo que se desea es uno en particular y no el lote completo. De los correspondientes al 2014 recién caducado, aún no se ha publicado el de invierno; el split del verano lo compartieron Son Bou y Terrier

En el de otoño, en vinilo rosa, aparecieron Dúo Divergente y El Palacio de Linares

➢ Dúo Divergente son Paula Yei Yei y Micky Montecarlo, y le dan al pop yeyé para guateques de época. En directo se acompañan de Atilio González (bajo y órgano) y Alicia Holgado (batería). “Autoedición”, con un ritmo trotón muy divertido, es una loa al DIY, no exenta de enorme ironía y coña verbenera, ya que en el fondo es un fresco del panorama musical actual y a lo que se ven abocados los artistas sin el apoyo necesario. “La mala” comienza con un riff de guitarra espectacular, que se aparta para a continuación dejar al órgano que lleve el tono del tema; la letra es una crítica social a la situación laboral de algunas mujeres embarazadas. 

➢ El Palacio de Linares es un trío compuesto por Mariví Hernández (bajo), Clara Collantes (voz, guit. y gafas) y Gonzalo Marcos (bat.). Dominan el pop de guitarras. En “IMDB” rinden un homenaje al cineasta Ernst Lubitsch y en “Hoy empieza todo” coquetean con acierto con el shoegaze. Tienen álbum publicado y habría que estar muy atentos a ellos, tienen muchas cualidades. 



Y en primavera, en color burdeos, un maravilloso trabajo compartido por dos de las mejores bandas actuales: Doble Pletina y Los Lagos de Hinault, ambos ya reseñados varias veces en Esta Quiero Humo. 

➢ Doble Pletina muestran una muy interesante faceta nueva, más electrónica y con caja de ritmos, en “Mientras suena esta canción”. “Un delito” es la típica delicia de Doble Pletina, una pequeña historia cotidiana narrada y musicada con el estilazo que acostumbran, con la sierra musical de Marc Ribera incluida. 

➢ Los Lagos de Hinault… Aaah, Los Lagos de Hinault, qué enormes hacedores de estribillos, melodías, parapapeos y frases atinadas. “De los faros en el mar” tiene ese comienzo típico de algunas composiciones de Carlos Ynduráin como in medias res, y ese “tan guapa, tan guapa” que repiten y que no puede ser más sencillo, más entrañable y más pegadizo. “El giro angular” cabalga a ritmo sostenido y trepidante, conducido por una batería y una guitarra desbocadas, y con el bajo y los coros de Matilde Tresca poniendo orden y dulzura. Un par de estupendos discos ya publicados y aquí han conseguido dos de las mejores canciones de todo su repertorio. 



Y “sin más equipaje nos ponemos a bailar”.

viernes, 5 de diciembre de 2014

Ellas llevan el ritmo #63: Ana "Smogger" González


En muchas ocasiones, la música es una especie de religión, en la que, fieles a una Verdad, las bandas siguen con fervor los preceptos musicales estipulados en la biblia de su género idolatrado. Es el encomiable caso de los sevillanos The Smoggers, cuarteto entusiasta del rock garajero y el beat primitivo y cavernoso, pisando el pedal del fuzz hasta que echa humo. 

Como buenos creyentes, todos se hacen apellidar como el nombre del grupo. Así, Fernando Smogger y Jesús Smogger se encargan de las guitarras, crujientes y veloces como el rayo; Gusti Smogger saca notas bamboleantes y vacilonas del bajo; mientras que Ana Smogger golpea la batería como si no hubiera un mañana y toca el Farfisa en algunos cortes. Su compañía discográfica, Clifford Records, acaba de reeditar Join The Riot (2013), que andaba agotado y cuando era un clamor la demanda por parte de los devotos del género para hacerse con una copia. En él se suceden sin descanso una docena de temas enérgicos y rabiosos, en los que se alternan el español y el inglés en las letras. Dos de ellos son versiones de bandas ignotas si no eres un connoisseur del asunto: The Chob (“Sólo una vez más”) y The Tamrons (“Wild Man”). En esta última, es Ana la que lleva la voz principal:



También hay alguna pieza instrumental con toques surferos, como la que da título al álbum, en la que Ana vuelve a lucir sus colosales habilidades rítmicas: 



La ferviente escena garajera europea los tiene encumbrados y ya conoce sus eléctricos directos.

domingo, 30 de noviembre de 2014

Cosas de hermanos #64 // ¿Y tú de quién eres? #22: Angus & Julia Stone

Hay países donde el tratamiento que se da a la música independiente frente al mainstream y la música «adulta» no sufre una brecha tan abrupta como tal vez ocurre en España. Recientemente, en la polémica suscitada entre la revista Rockdelux y Diego A. Manrique a causa de las dichosas listas con lo mejor de lo mejor de lo mejor (en este caso los supuestamente mejores discos de los últimos 30 años), el crítico exponía en un artículo que «si algo caracteriza a nuestra crítica musical es la incapacidad para tratar el mainstream» y que «existe un abismo entre los gustos masivos y los de los prescriptores», algo que, asegura, no ocurre en otros países. No comentaremos aquí la raíz de la polémica aludida arriba, pero a Gog sí le parece interesante esa reflexión de Manrique puesto que, tratándose En Esta Quiero Humo de un espacio concebido sobre todo para hablar de música alternativa, que es lo que abrumadoramente escucha el autor de estas líneas, se ve ahora en la tesitura de querer diseccionar un proyecto musical de mayor audiencia de la acostumbrada. 


Se trata de los hermanos Angus & Julia Stone, cuyos padres —John & Kim Stone— formaban también un combo de folk en su Australia natal. El éxito se alió con los retoños desde el primer momento, gracias a ese folk-pop adulto de fácil digestión, muy agradable de escuchar, así como a una imagen cool y fresca, todo lo cual consigue que lleguen a un amplio espectro de público. A Book Like This (Netwerk, 2007), el debut de los hermanos, fue tan popular que ese mismo año un combo multitudinario como Travis solicitó la colaboración de Julia Stone para los coros del disco que estaban grabando. Para hacernos una idea de la liga en que juegan los hermanos Stone, su tercer álbum, de título homónimo (Virgin/EMI, 2014), téngase en cuenta que lo ha producido el archigigamegahíperafamado Rick Rubin (desde Neil Diamond y Mick Jagger, a Adele, Lana del Rey y Lady Gaga, pasando por Johnny Cash, AC/DC, Metallica, Weezer o Aerosmith) y está grabado en el estudio que este tiene en Malibú. El álbum mantiene esa estela del dúo de canciones compuestas con gusto, melodiosas, bonitas, sencillas y entrañables, alrededor de guitarra y teclado y las voces de ambos, con arreglos impecables que terminan de vestirlas con elegancia. Y el hit: se antoja difícil que una maravilla de tema como «Grizzly Bear» pueda dejar indiferente a alguien; tiene, además, lo que probablemente es el parapapeo del año y un leve solo de órgano (de Thomas Bartlett) para flotar ecuchándolos.

viernes, 24 de octubre de 2014

5 sobre... #32: el veranillo de San Miguel

El veranillo de San Miguel es un fenómeno atmosférico otoñal en el cual la temperatura asciende por encima de los valores normales de la época para luego sumergirse definitivamente en los grados típicos del otoño. En el hemisferio norte suele tener lugar alrededor del 29 de septiembre. Sin embargo, esta temporada el clima ha decidido regalarnos uno extra, cuando ya había pasado el primero y todo parecía abocado al frío, y así ocurre que la gente, norteños incluidos, lleva una semana en la playa a estas alturas de octubre. 

Su traslación al inglés es la expresión "indian summer"; en francés es "été indien", al parecer por influencia canadiense; en alemán se dice “el verano de las viejas”; y los italianos recurren a otro santo, San Martín. Quizá debido a que en esos países el frío es mucho más estridente que en España, se celebra mucho su llegada y hasta se le dedican canciones. Una selección con cinco de ellas sería la siguiente: 

> The Doors - Indian Summer (1970). Era un descarte del primer álbum de la banda, que se retomó para Morrison Hotel. Delicada, emotiva, sencilla y con un precioso punteo de guitarra. 


> Joe Dassin - L’été Indien (1975). Es uno de los temas más famosos de la música francesa, una de esas baladas románticonas con frases hiperbólicas del tipo “si estás conmigo, la vida será siempre como un veranillo de san Miguel” (es posible que la traducción no contribuya demasiado a evitar el ridículo). Por cierto, Joe era hijo del actor y director Jules Dassin


> Beat Happening - Indian Summer (en Jamboree, 1988). Ese tenor del indie que es Calvin Johnson apenas acompañado aquí por un rasgueo de guitarra y una tenue percusión. Se trata de una de sus canciones más conocidas, y ha llegado a versionearla, por ejemplo, Dean Wareham


> Van Morrison - Meet Me In The Indian Summer (2002). El irlandés de carácter destemplado hace tiempo que ha alcanzado ese nivel en que los discos parecen que le salgan solos, el piñón fijo tan peligroso para los artistas. Aunque la clase siempre está ahí, como en este segundo corte de Down The Road, una maravillosa pieza de R&B y leves toques de jazz marca de la casa, con saxo, clarinete, trompeta y el Hammond de Richard Dunn. La portada del álbum muestra el escaparate de una tienda de vinilos de segunda mano; se ven ahí discos que seguro que para el propio Van Morrison tienen un enorme significado: Sam Cooke, Louis Armstrong, Ray Charles, Leadbelly, Muddy Waters, Mose Alison… 




> Alpaca Sports - She’ll Come Back For Indian Summer (en Sealed With A Kiss, 2014). Un parapapeo festivo desde el inicio y un estribillo memorable acariciado por el violín. 


Discos titulados Indian Summer los hay de Poco, Al Stewart, Go West, Mick Ronson o el debut del grupo británico… Indian Summer.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

¿Qué se sabe de los belgas? #28 // Preparados para un solo de órgano #29: Fifty Foot Combo

Suelen contar quienes tuvieron ocasión de ver en directo a los belgas Fifty Foot Combo que sus actuaciones eran trepidantes y que la batidora rítmica que ponían en marcha sobre el escenario no dejaba músculo sin mover entre los asistentes. Todo ese torrente instrumental, que oscilaba entre el garaje, el surf, el psychobilly y subgéneros de esa calaña, contenía una energía que para sí hubiese querido reproducir Tesla. Es posible que haya habido pocas bandas con una capacidad tan grande para la aceleración. La guitarra, la batería, el bajo, los bongos y el órgano Hammond se disparaban enloquecidos como en una carrera de los Autos Locos. Durante la docena de años que duró su aventura (1994-2006), los de Gante recorrieron Europa de punta a punta; de entre el puñado de discos que grabaron en ese tiempo, afortunadamente alguno de ellos atestigua su portentoso quehacer en directo. 


De 2004 son los últimos que publicaron, precisamente directos: un doble elepé con el significativo título de Monstrophonic Sound Live at Ernesto's (Drunkabilly) y un picture disc de 7’’ con tres temas: «Jennifer Jennings», «Theme From F.A.C.T.S.» y «Banana Split». Además, para el mencionado «Jennifer Jennings», que estaba incluida en ambos, hicieron este divertido vídeo: 


Los tres temas del EP pueden escucharse del tirón en este enlace.

jueves, 28 de agosto de 2014

Últimamente se está muriendo gente que no se había muerto nunca #35 // Preparados para un solo de órgano #28: Peret


Mucho se habrá dicho ya, se estará diciendo y se dirá en los próximos días (y con mayor propiedad que aquí) sobre Pedro Pubill Calaf alias Peret y la rumba catalana. La alegría desbordante que desprendían aquellas canciones, llenas de ritmo y palmas más contagiosas que el ébola, te cambiaban el ánimo. Quizá el humor que se gastaba en las letras —hoy un tanto anticuado, pero hay que ponerse en la época— le han restado algo de prestigio artístico a todas ellas. Pero, la verdad, que le quiten lo «bailao»: uno se pone esas rumbas y todo se ve más soleado y jubiloso. Rumboso.

Sin embargo, vamos a recordar aquí a Peret con una rara y valiosísima pieza de la arqueología musical española. Se trata de «Chaví». Cantada en caló con mucho sentimiento, es un tema de groove funk que tuvo formato de single en 1972 y que recientemente se incluyó en el recopilatorio Achili Funk: Gipsy Soul 1969-1979 (Lovemonk, 2007). Tiene una riqueza orquestal de impresión: desde los rasgueos de guitarra iniciales, al órgano, los timbales y la sección de vientos que la recorren. 



La letra (y una posible traducción encontrada en internet) dice así:

Xaví, manguis at camelo// Chica, yo te quiero 
Xaví, manguis at duquelo// Chica, yo te amo 
Xaví, manguis at camelo// Chica, yo te quiero 
Xaví at camelo mistó// Chica te quiero bien. 
Tuquis batus // Tus padres 
manguis batus //Mis padres 
gallibelan da nusotri //Hablan de nosotros 
manguis i mutsubat// Y yo contigo 
an camelo romandiña// Me quiero casar 
Ua, ná, najá// Ua, no, huye 
Ua, ná, najá// Ua, no huye 
Xaví villén amán// Chica, ven conmigo 
Amán villén xaví //Conmigo ven, chica 
Ca manguis at duquelo// Que yo te amo a ti 
Xaví villén amán// Chica ven conmigo 
et duquelo mistó// y te quiero bien 
aman villén xaví //conmigo ven, chica 
Sinelas bon venir //Estaremos muy bien 
Xaví villén amán// Chica, ven conmigo 
i at camelo par man// y te quiero para mí 
De todis las calis// De todas las muchachas 
que pingarelu m,// que conozco yo 
Tuquis sinelas xaví// tú serás, chica 
La que camelo par man// la que quiero para mí. 
Xaví villén amán// Chica, ven conmigo 
Amán villén xaví //conmigo ven, chica 
Ca manguis at camelo// Que yo te quiero 
Xaví villén amán// chica, ven conmigo 
at camelo mistó// y te quiero bien 
aman villén xaví //conmigo ven, chica 
romandiñarme camelo// quiero casarme 
xaví villén amán //chica, ven conmigo 
Sinelas bon venir// Estaremos muy bien 
aman villén xaví // conmigo ven, chica 
De todis las calis// De todas las muchachas 
que pingarelu, man// que conozco yo 
Tuquis sinelas Xaví// tú serás, chica 
La que camelo par man //la que quiero para mí 
Xaví villén amán //chica, ven conmigo
Amán villén Xaví. //Conmigo ven, chica.

viernes, 16 de mayo de 2014

Todo el mundo quiere a PJ Harvey #16

En 1998 Pascal Comelade parió su obra magna, L’Argot du Bruit (Les Disques Du Soleil). En su mayor parte, era un fascinante recorrido instrumental por sonidos tradicionales y folclóricos, una fiesta armónica a base de acordeones, guitarras flamencas (Toti Soler en persona), melódicas, triángulos, órganos, vientos… 

Sólo en cuatro de las catorce piezas había interpretación vocálica. Un par de ellas nacieron del extraño ayuntamiento profesional entre Comelade y una ya por entonces muy afamada PJ Harvey. En mutua colaboración, compusieron «Green Eyes» y «Love Too Soon». En ambas, además, él toca los teclados y ella canta. Escuchada de nuevo hoy la segunda de ellas, sigue sonando tan hermosa, profunda y emocionante. Es, probablemente, una de las mejores interpretaciones vocálicas que jamás haya grabado PJ Harvey:

martes, 13 de mayo de 2014

Preparados para un solo de órgano #26


Laurens Hammond patentó el órgano que lleva su apellido el 19 de febrero de 1934. Acaban de cumplirse, pues, 80 años de su invención, y otro tanto sucederá en 2015 con la fabricación del primero de ellos. Aunque la empresa ya no existe como tal —es Suzuki quien los fabrica desde 1978—, este teclado de sonido único y característico sigue vigente hoy día. Para celebrarlo, pongamos un par de ejemplos de plena actualidad: Trio Valore y Elkano Browning Cream. 

> Trio Valore 
Podría considerarse una superbanda, pues este trío nace de la unión de afamados talentos musicales: Steve White a la batería (The Style Council, Oasis, Dr John, The Who) y Damon Minchella al bajo (fundador de Ocean Colour Scene), que se conocieron al coincidir como músicos de acompañamiento en los conciertos de Paul Weller. Toma pedigrí. En realidad, Trio Valore se trata de la continuación de un proyecto casi idéntico, The Players. La única diferencia notable es que allí el teclista era Mick Talbot (también ex Style Council) y ahora el órgano lo toca Justin Shearn, que sustituye a Seamus Beaghan desde 2013. En resumen, como anuncia su discográfica: ¡Mod-Jazz-Funk Supergroup! 
Aunque la mayor parte son composiciones propias, sobresalen la interpretación que hacen de algunas versiones. Oigamos dos de ellas: la primera con Beagham al Hammond y que proviene del álbum The Return of Iron Monkey (2008); la segunda con Shearn, publicada en 7’’ este año por Record Kicks. En la versión que hacen del rollingstoniano «Paint It Black» —aquí titulado curiosamente en español como «Pinturas negras»— es brutal la fuerza del Hammond, cómo se acopla al ritmo martilleante de la batería y baila a su alrededor. «Crazy» está más arreglada, más cocinada, vientos incluidos, pero tiene un groove sostenido envidiable. 




> Elkano Browning Cream 
Uh Eh (Mamusik, 2014) es el cuarto álbum de esta otra formación de concepto muy similar a la anterior. De nuevo un trío, aunque en esta ocasión sus orígenes son muy dispares: un español (Mikel Azpiroz, al Hammond C3), un francés (Franck Mantegari, batería) y un británico asentado en Barcelona (Dave Wilkinson, guitarra). La mayor parte son también temas instrumentales, aunque incorporan voz en algunos, como en este guatequero «Tout est bon», cantado por el propio batería: 

viernes, 14 de marzo de 2014

Ette aquí #56 // Preparados para un solo de órgano #25 // Ellas llevan el ritmo #55: Les Planèttes


Tras el trágico final de las canadienses The Beatlettes, la bajista, Hélène Duguay se enroló en otro grupo de chicas de Quebec: Les Planèttes. La novedad es que estas incorporaron un órgano a la formación, que tocaba Rosy Lang, mientras que Linda Duncan se aplicaba a la batería y Margie Duplessis a la guitarra.

Sólo se les conoce este fogoso «Mon ami noir» de 1968:


viernes, 17 de enero de 2014

Preparados para un solo de órgano #24: Mammane Sani


Por debajo de Argelia y Libia y encima de Nigeria, se expande geográficamente la República del Níger. Cualquier asociación de ideas que se pretenda establecer con este país estará muy lejos de algo que tenga que ver con la música, y sobre todo con la música electrónica. 

Azotado por las sequías cuando no por regímenes dictatoriales, en 1974 el país se hallaba en una de sus habituales convulsiones políticas. Ese mismo año, un delegado ruandés de la UNESCO le regaló al joven nigerino Mammane Sani, a la sazón delegado en la misma organización internacional, un órgano de la marca italiana Orlo. El asunto resultó más serio de lo que en un principio parecía. Sani se quedó absolutamente cautivado por el sonido de ese instrumento y por las nuevas vías musicales que se abrían ante sí; comenzó a experimentar con él y muy pronto se convirtió en uno de los artistas de la vanguardia de Níger. 

A modo de muestra, o mejor diríase de presentación, se ha publicado recientemente el álbum Mammane Sani et son orgue. La musique electronique du Niger (Sahel Sounds, 2013), que recoge seis de sus temas más representativos, grabados originalmente en casete a finales de los años setenta y comienzos de la década siguiente. Sin duda, se trata de un ejercicio de arqueología musical que no tiene por qué resultarle interesante a todo el mundo, pero quien sienta curiosidad podrá apreciar esa forma minimalista y fantasmal de pulsar el teclado que tiene Sani, y que es lo único que se escucha, a pelo, pues no hay acompañamiento de ningún tipo. Música folclórica e himnos «pastorales» (en su sentido de cuidador de rebaños) de su país tamizados y reconvertidos por teclados, botones e interruptores. 


Hoy día sigue en activo, aunque el sintetizador con que se presenta en los conciertos es un Yamaha actual.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Género chico #52 // Preparados para un solo de órgano #23: Quintron & Miss Pussycat


A Jay Poggi, alias Quintron, podría aplicársele un remedo del refranero español: fue electricista antes que fraile. Su paso por una universidad de Chicago fue efímero; desde que llegó a la ciudad del viento en 1989, su verdadera inclinación siempre fue la música. Se unió a varias bandas locales, pero pronto se cansó también de tanta compañía e inició sus correrías musicales en solitario. Adoptó como nombre artístico el de la empresa donde su padre había trabajado como ingeniero electrónico; y él mismo empezó a ganarse la vida como electricista en Mighty Mouse Electric Service. El cómo Poggi llegó en la música a un grado de extravagancia y singularidad como el suyo ya es más difícil de explicar. En 1995 encontró la panacea de su vida: Panacea Theriac, una profesora de ciencias de secundaria, en el Pussycat Caverns de Nueva Orleans. Y de ahí nació Quintron & Miss Pussycat y un raudo matrimonio a su paso por Las Vegas. Desde entonces siguen grabando y rodando sin parar con su Hammond S-6 tuneado dentro del parachoques de un coche, sus otros instrumentos inventados cual ingeniero-lutier (el Spit Machine, el Disco Light Machine y el Drum Buddy) y sus peculiares montajes musicales con guiñoles. 


Su última aventura trasladada a álbum fue poner banda sonora a una exposición en el New Orleans Museum of Art , donde además se grabó. Ahora parece que quieren aparcar toda esa experimentación arty con que resultó Sucre du Savage (Goner, 2011), y adelanta dos temas, flipados como siempre pero mucho más dinámicos, de lo que probablemente será un nuevo trabajo. De momento se han publicado en un 7’’ de color rosa, sin portada (Wacky Wacko, 2013). La cara A, «Not Good Enough», es algo así como el tema que debería sonar en una barbacoa dominical marciana. Para la cara B, una versión destripada del «Pink Panther» de Henry Mancini.




Como curiosidad final, recordemos su cameo en la serie Treme (segundo capítulo de la tercera temporada: