Mostrando entradas con la etiqueta Misántropos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Misántropos. Mostrar todas las entradas

sábado, 20 de noviembre de 2010

Misántropos #5: Giovanni Papini

Ya no hay excusa.

—Es que no se encuentra.

Nada. Ya lo tienes si lo quieres. La editorial Rey Lear, con el gusto que le caracteriza, acaba de reeditar esa obra de Giovanni Papini que tanto gusta a Gog: Gog.

No es sencillo acotar qué había realmente en la cabeza de Papini, que dio más bandazos que un péndulo: anarquista, ateo beligerante, polemista radical (dejaría en pañales hoy día a los interecónomos), para pasarse al final a un catolicismo militante y el deslumbramiento mussolianiano y facistoide.

Su gran obra es Gog —nombre del príncipe que, según el Apocalipsis, encarna al personaje demoniaco que pretenderá el fin del mundo—, y pertenece a la primera etapa. Es el diario de un excéntrico millonario que, empeñado en averiguar qué mueve a la humanidad que él tanto detesta, hace propuestas descabelladas y lleva a cabo proyectos absurdos, para acabar trazando un panorama de una sociedad enferma y enloquecida, egoísta y cruel, como él mismo. Una profunda reflexion acerca de la civilizacion y su destino.

Cuatro perlas:

¿Y si la única cosa que creemos verdaderamente nuestra —el Yo— fuera, tal vez, como todo lo demás, un simple reflejo, una alucinación del orgullo?

Hay dos mil millones de personas y cada una tiene cuatro metros de intestinos. Cada día es preciso llenar ocho mil millones de kilómetros de tripas.

Temo que, al fin, mi vida no haya sido más que un pésimo negocio.

Batir un récord es hoy el ideal de todos; el de los antiguos era la sabiduría, la paz, la renuncia.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Platanaces #8: Sam Savage

…los nativos se tapan los oídos o salen huyendo para no tener que oírlo ni un solo segundo, aunque ello signifique dejar abandonadas las bananas o lo que sea que transporten en ese momento.

Mínimo y poco significativo fragmento que sólo sirve para traer aquí la reciente y, no escatimemos adjetivos elogiosos, pasmosa novela de Sam Savage, El lamento del perezoso (Seix Barral, 2009).

Es de género epistolar (con algún relato, listas de la compra y anuncios intercalados). Las cartas las escribe sólo el protagonista, pero uniendo lo que les va contando a unos y a otros se termina por componer el retrato del personaje: rastrero, miserable, mentiroso, egocéntrico, conflictivo, escandaloso… ¡Qué personaje ese Andrew Whittaker! Recuerda un poco a aquel otro desastre humano que era Ignatius J. Reilly, de Toole. Este es un fulano espantoso, pero no puedes dejar de apiadarte de él, de ponerte de su parte y de reírte con sus osadías. Es una especie de héroe marginal, con toda su miseria moral a rastras, que es enorme y no parece tener acabo. La locura no anda lejos. Quijote, etc.


Extraña poética la de este Savage. El resultado: un patetismo acongojante. Uno se ríe por fuera a carcajadas mientras por dentro se le hace una bola en el estómago. Es probable que nos las estemos viendo con uno de los personajes más cómicamente dolorosamente patéticos de la historia de la literatura, con todo lo de rimbombante que tiene tamaña afirmación (además de un uso adverbial discutible).

Amigos de la mordacidad y el sarcasmo, es vuestro libro. Amantes de las frases memorables, tendréis un orgasmo con estas páginas.

viernes, 3 de abril de 2009

La influencia del centeno en la cultura popular #1

Es muy sabido que el asesino de John Lennon llevaba El guardián entre el centeno en su chaqueta cuando apretó el gatillo. Aquello estuvo fatal.

La novela del huidizo J.D. Salinger ha inspirado a muchos. En el cine, su rastro puede verse en estas películas:

El coleccionista
(W. Wyler, 1965), en la que el frágil monstruo interpretado por Terence Stamp se desespera porque no la entiende y la adorable Samantha Edgar le toma por memo. (¡Qué peliculón!)



Aunque no se menciona directamente, en la muy grande Ópera prima (Trueba, 1980): en casa de un descacharrante y verborreico Óscar Ladoire hay colgado un cuadro, en realidad sólo el marco, y debajo una placa con el nombre del escritor, muy poco dado a fotos y a apariciones públicas.



Conspiración (1997), con un Mel Gibson haciendo de tarado que ve conspiraciones allá donde pisa. El personaje tiene que llevar encima siempre el libro o le entra la paranoia, así que la pobre Julia Roberts acaba hasta la coronilla del tipo.



The Good Girl (2002), en la que Jennifer Aniston sale (casi) despeinada y haciendo de cajera y se echa un novio fan de la novela, que además se llama Holden. (El libro está sobre la mesa del fotograma.)

jueves, 2 de octubre de 2008

En serie #1: Becker


La vida es una mierda y alguien tiene que decirlo.

John Becker, el personaje que interpreta Ted Danson en esta serie, es un misántropo, malhumorado, egoísta, insolidario, huraño y amargado doctor del Bronx. También es mordaz y ofensivo, y se caracteriza por soltar lo primero que se le viene a la cabeza, sin reparar en las consecuencias que puedan tener sus opiniones. No tiene fe en la humanidad y no se fía de la vida ni aunque tenga un día de suerte.

Su existencia se reduce a ir de su clínica a la costrosa cafetería de enfrente y de ahí a su solitario apartamento. Una enfermera con tantos kilos como temperamento, una auxiliar sin un miligramo de materia gris, una camarera frustrada porque no consigue terminar los estudios universitarios, un vendedor de periódicos ciego y una rata de alcantarilla que para referirse a sí mismo emplea la tercera persona —es decir, toda una fauna de perdedores, fracasados y derrotados como el propio Becker— son los personajes con los que convive a diario y con los que cruza diálogos chispeantes, llenos de ingenio y políticamente incorrectos.

Es una comedia inteligente que parece que por aquí pasó inadvertida. Se estrenó en 1998 y ahora andan reponiéndola en la cadena SET.

Por si hay alguien interesado y que se las apaña con el inglés: