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domingo, 26 de septiembre de 2021

Cameos musicales #67: Por fin es viernes (Thanks God It's Friday)

Denostada y elogiada en una guerra entre un ejército de furibundos odiadores y otro de defensores a ultranza, la música disco no dejó rastro de indiferencia a su paso por la historia de la música. Se hizo una pira con sus discos en un estadio de béisbol de Chicago pero se vendieron millones de ellos por todo el mundo. El caso es que la música disco tuvo un periodo de esplendor que agitó a su modo la cultura de una época y fue un ingrediente musical básico para mezclarse poco después muy bastardamente con movimientos como el hip hop y la música electrónica. 


Pronto hubo sabuesos que olfatearon el negocio y detectaron su importancia. Empresarios, sellos discográficos, productores, artistas, diseñadores, etc., se apiñaron a su alrededor para sacarle rendimiento. Un ejemplo es la película Por fin es viernes (Thanks God It’s Friday, 1978), cinta producida a medias por Casablanca y Motown: la primera puso a su estrella Donna Summer y la segunda, a The Commodores

La película tiene más interés histórico que valor cinematográfico. Eso sí, obtuvo el Oscar a la mejor canción, en pugna aquel año con Grease. Es una película coral que describe, muy superficialmente, la vida de un grupo de jóvenes disc-jokeys, músicos, cantantes, fanáticos del baile y toda una variada fauna nocturna durante varias horas de un viernes por la noche en una discoteca de Hollywood. Entre los actores, unos jovencérrimos Jeff Goldblum y Debra Winger, y una carismática Terri Nunn todavía adolescente. Años después Nunn fue la vocalista del grupo Berlin, que ganó a su vez el Oscar a la mejor canción con “Take My Breath Away”, compuesta, como no, por Giorgio Moroder para la banda sonora de Top Gun (1986). 

Donna Summer, además de cantar en un momento de la noche la famosa canción, tuvo un papel como actriz. Lo de The Commodores se ajusta más al cameo. Durante su interpretación de "Too Hot to Trot" se celebra un concurso de baile.

De Summer puede encontrarse la escena: 

  

No de la The Commodores, que aún contaba con Lionel Richie en la banda, pero sirva esta otra para hacerse una idea: 

domingo, 13 de junio de 2021

Gastan gafas #86


He ahí tres discos de la década de los 70 que me fascinan y que siempre los he tenido asociados mentalmente de una manera inconsciente, tanto por lo musical como por la figura de ellos: El Mirage de Jimmy Webb, Schmilsson de Harry Nilsson y Nobody’s Fool de Dan Penn. 

Fueron tres lobos solitarios más conocidos por su trabajo para otros —componiendo o produciendo—, que por su propia obra, pero con esos enormes discos grabados a su nombre. Son 3 discos aparentemente sencillos y a la vez muy ricos en matices, orquestados con delicadeza y gusto, llenos de emoción. 

Al ponerme hoy una vez más el de Nilsson y releer los créditos, caigo en que Webb colaboró en él tocando el piano en “Jump Into The Fire”. Me pregunto entonces si  comparten algún nexo Penn y Webb. Investigo un poco y resulta que un tal Scott Walker reunió una composición de cada uno de ellos en su álbum Stretch (1973). 



Su portada me lleva ipsofactamente a las de otros tres ilustres gafotas a los que también tengo en un altar:



 

lunes, 6 de enero de 2020

Letras sin acordes #17 // ¿Y tú de quién eres?#32: Steve y Justin Townes Earle


No somos por En Esta Quiero Humo unos degustadores del country y del género de la Americana, dicho así en general. Por lo tanto, poco tenemos que añadir a lo que musicalmente de dedica Steve Earle, sobre todo por desconocimiento casi absoluto de quien esto escribe. Más interesantes nos resultan sus facetas de activista político (ya desde lo de Vietnam, y presente en bastantes composiciones suyas), actor (The Wire; también es suya la versión de "Way Down The Hole" de Tom Waits para la cabecera de varias temporadas) y de escritor. Pese a este interés, y con el libro comprado hace años, no ha sido hasta recientemente cuando hemos abierto No saldré vivo de este mundo (El Aleph, 2011). El título, realmente llamativo y brillante, sale de una canción de Hank Williams, personaje presente en la novela en forma de fantasma, que se le aparece al empedernido yonqui Doc cada vez que está de subida. 

Doc es un heroinómano que vive en el peor barrio de San Antonio ejerciendo como médico clandestino de la zona, aunque le retiraron la licencia. Todo cambia cuando llega una joven mexicana, Graciela, para que le practique un aborto. La chica acabará quedándose y ayundándolo; a Doc y a cuantos la rodean, porque empieza a manifestar curaciones y redenciones milagrosas con solo tocar a una persona. A Doc, por ejemplo, lo desengancha. Un cura irlandés se meterá por medio prevenido por los milagros de la chica, que además tiene un estigma en una muñeca. Y, mientras, Doc habla con el fantasma de Hank Williams. Esta historia se ambienta en la América profunda en 1963, año de la muerte de Kennedy. El retrato de la vida de un yonqui es implacable; y en general todos los personajes están muy bien perfilados. Hay cierta influencia literaria del realismo mágico hacia el final. 

Si existen o no las casualidades, o si son otra cosa, poco importa. El caso es que justo cuando acabábamos el libro, nos enteramos de la existencia de Justin Townes Earle, primer hijo de Steve Earle, fruto de uno de sus numerosos matrimonios. Lo llamó así en honor de su admirado Townes Van Zandt. Justin Townes también se dedica a la música desde hace años y a un palo similar al del padre. Su último álbum es The Saint of Lost Causes (New West Records, 2019), impecable y muy ortodoxo, pero sin la intensa herrumbe ni rugosidad de las canciones paternas.

viernes, 3 de enero de 2020

Y ellos se juntan #105 // Cosas de hermanos #84

Una teoría puede ser una simple especulación, independientemente de que tenga o no aplicación práctica o demostración palpable. Hay campos abonados para que broten teorías como patatas. El álbum que salió de la colaboración entre Daniele Luppi, Parquet Courts y Karen O (Milano, 30th Century Records, 2017) da para exponer varias de ellas, aunque sólo sea por el placer de exponerlas. 


> Teoría 1 - No hay canción mala si en ella interviene Karen O 
Su voz tiene una personalidad única. Por su timbre y su forma de interpretar. En Milano pone la voz en tres temas, y además es la compositora de ellos. No se entiende, por tanto, que su nombre no figure también al frente del proyecto. “Talisa” no es sólo uno de los mejores cortes del disco, sino que lo es de toda la carrera de la líder de Yeah Yeah Yeahs (qué es del grupo, por cierto). 

> Teoría 2 - Los proyectos en común no suelen pegar tanto como una simple banda 
Los hay, que conste, hay supergrupos que han llegado a cuajar sólidamente, aunque la impresión es que la mayoría de las veces se derriten con los primeros calores de la primavera. Tienen un problema adicional que los hacen antipáticos: obviando el orden alfabético, ¿dónde los colocas en la discoteca? 
Añadido/Hipótesis: La importancia de un nombre bien puesto es fundamental. En el caso que nos ocupa, el álbum probablemente quedó diluido a falta de un nombre artístico común y no todo ese Daniele Luppi & Parquet Courts. Podría haber sido tan fácil como Luppi Courts o algo así.  

> Teoría 3 - Lo más interesante de las listas con “lo mejor del año/década” muchas veces está en lo que no traen 
Las listas son volubles, inconsistentes, inanes y caprichosas. Y engreídas, porque se basan en el secreto principio de que nada como mi gusto personal. Claro que son peor aún cuando van de listas o cuando se muestran como un listado de tendencias. Prácticamente ninguna recogió este disco, que pasó demasiado inadvertido para lo buenísimos que es. 


Es un disco fraternal. En todos los sentidos. En el literal porque también intervienen un par de hermanos: Lorenzo Luppi a la trompeta; y los Savage, Andrew y Max, por parte de los neoyoquinos. En el figurado, porque es un disco entrañable, afectuoso, con el que te sientes bien. Y qué maravillosamente encajan la mencionada genialidad de Karen O, con la supuestamente anárquica marcialidad de los Parquet Courts y el lado más pop y cinematográfico de Luppi. Un disco surgido del talento de tres artistas en su apogeo.

domingo, 8 de diciembre de 2019

Qué se sabe de los belgas #38: Tonsils


Desde Bruselas, te diriges en coche hacia Lovaina. Continúas por la E314, como si quisieras ir a Maastrich. En realidad, para llegar antes a esa localidad holandesa tan unioneuropeísta, podías haber ido por la E40, pero es que quieres parar en Hasselt para saludar a Tom Vienne, Veronique Swennen y Wim Gijbels, es decir, el núcleo principal del grupo indiepop belga Tonsils

En 2015 publicaron su debut. Fue un LP titulado Tumbling (FONS, Records). Es necesario recalcar el formato, porque no tiene dos iguales. En 2017 fue una cassette -You Know What It Means (FONS Records)- y el de 2018 fue un 10’’ con dos temas (FONS Records, Gazer Tapes)

El nombre del grupo parece tener que ver con esas armonías vocales características suyas; amígdalas timbrantes acompañadas de guitarra, batería y, fundamentalmente, suaves sintetizadores que van trazando la línea por la que se deslizan las composiciones. Una encantadora golosina de pop escondida bajo las nubes permanentes y la inamovible quietud de una región llamada Limburgo.




domingo, 27 de octubre de 2019

Gastan gafas #82: Betacam


Betacam es el cántabro Javier Carrasco, pero Javier Carrasco es el teclista, además, de un ya sinnúmero de bandas con las que colabora. Incluso ha llegado a tocar la guitarra con alguna de ellas en conciertos.

Javier Carrasco es alto y delgado como un espárrago, y, además, gasta gafas.

Como Betacam ha publicado un disco de pop electrónico de enorme calidad y, además, romántico.

Sobre el disco y, además, unas divagaciones esparragueras, se puede leer en el blog de La Fonoteca.


domingo, 4 de agosto de 2019

Género chico #80

Son de los renuevos más refulgentes del árbol indie nacional. Además, enriquecen la escena con bien dispares orígenes geográficos. Las tres bandas han publicado en 2019 grandes temas en pequeño formato. 

Banda hispano-inglesa en la que Stephen y Elisa alternan las voces. Ella, además, toca la batería. A ritmo trepidante, expresan nihilismo existencial, su malestar en un mundo que no parece convencerlos; aunque pueden ser poéticos cuando quieren, como en («Estrellas»): 

He vaciado mi cerebro 
y lo he llenado de estrellas, 
cuando quiero las contemplo 
sin que nadie se dé cuenta 

La primera cara está producida por Linda Guilala



> Faraón y Los Sarcófagos: La maldición (Caballito Records, 2019, 10’’) 
De Jaén vienen, misteriosos y esquivos, con este descollante recopilatorio de su cancionero (que hasta ahora sólo era digital) envuelto en vendas. Vaya por delante que la cubierta del disco es chula, pero pocas veces una portada llevará tanto a engaño. Si la silueta de los Ramones promete guitarras y racarraca, no será lo que se escuche; ya puestos, un dibujo de Los Pegamoides habría resultado mucho más aproximado. Pero «Ramona» se titulan dos cortes del disco, así que aceptemos sus querencias ramonianas. A la hora de componer, tienen una chispa única. Meten teclados y profesan un declarado amor por el pop entre costumbrista y chufletero, a veces un punto oscuro y siempre de fondo con una segunda intención más seria de lo que puede interpretarse a primera escucha. Los quiero tanto que pondría su nombre a una frutería. 



> Melenas: Ya no me importa b/w Si tú me quieres (Nebula Recordings/Snap! Clap! Club/Elsa Records, 2019, 7’’) 
Después de su elepé de debut de 2017, el cuarteto pamplonica ameniza la espera con un single en cuya cara A aparece uno de los mejores temas que han grabado hasta el momento. El sonido sale a propulsión de sus instrumentos, un chorro de ritmo lleno de vida y cohesión. Cuatro individualidades que hacen avanzar el tema como un todo sólido, compacto, inquebrantable. Hacía mucho que no se oía por aquí un cohete musical así. Y verlas en directo es aún más emocionante. 

domingo, 9 de junio de 2019

Y ellos se juntan #104: The Golden Rail

Cualquier diseñador de moda sabe, o al menos intuye, que por mucho que se aspire a ser un icono de la modernidad, lo que verdaderamente conduce a la inmortalidad es convertirse en un clásico. Lo clásico, sea cual sea la disciplina o el campo artístico al que se aplique, permanece, es imperecedero y será el modelo a partir del cual las siguientes generaciones de creadores iniciarán su andadura, bien sea para parecerse o para todo lo contrario. No hay que confundir algo clásico con algo meramente académico, de vieja escuela, aburrido y sin vida. Lo clásico de verdad está dotado de proporción y estilo; la proporción confiere armonía y elegancia, y del estilo lo dijo todo Coco Chanel: «la moda pasa, sólo el estilo permanece». 

Desde las primeras notas de Sometimes When (Pretty Olivia/You Are The Cosmos, 2019), de The Golden Rail, se percibe ese aroma que identifica a una obra llamada a ser clásica. La realidad es que es un disco que nace siendo un clásico en sí mismo. No sólo porque las melodías de jangle-pop que lo componen sean perfectas y canónicas; es que tienen estilo y, sobre todo, emocionan. En ellas rezuma ese suplemento intangible que hace que algo sea extraordinario, es decir, más allá de lo común. No se puede aspirar a nada mejor si se quiere perdurar. Y este disco emociona hoy y seguirá emocionando dentro de décadas. 



Todas las composiciones del álbum son de Ian Freeman y Jeff Baker. Completan el cuarteto el bajista Dave Chadwick y la baterista Saki Garth. Si bien a ellos tres se les puede seguir el rastro de sus andanzas musicales por otras bandas australianas (Header, The Palisades, The Jangle Band, Rainyard) desde hace décadas, no ocurre lo mismo con ella. Tampoco es que ese detalle tenga la más mínima trascendencia. Importa más sentir cómo su batería fortalece las gloriosas guitarras de sus compañeros acompasándolas y sosteniéndolas. Además, aunque no se resalta en los créditos del disco que Garth acompañe también con la voz, puede vérsela en algún vídeo tocando con alguna banda local haciendo coros mientras mueve las baquetas, algo que también practica con The Golden Rail cuando tocan en directo.


domingo, 24 de marzo de 2019

Ellas llevan el ritmo #77

Nueva edición del Madrid PopFest. Tengo agujetas de dar tantos abrazos. De lo más llamativo del cartel en esta ocasión no ha sido la cantidad en sí de mujeres que integraban los grupos, muchas, sino la naturalidad que había en ello, tanto en la elección de las bandas como en el papel activo de ellas en los conjuntos. Y encima un buen número llevan el ritmo tras los bombos y los platos. 

> Ana Martorell, de Luces Negras, trío de indie pop barcelonés. 



>Bea, de Amparito, que hacen pop garajero desde Madrid con descaro y actitud. 




> Lisa Goldstein, de Pale Lights. La banda de Brooklyn, algunos de sus miembros con raíces en Comet Gain o Cinema Red & Blue, le da al pop de guitarras de manual, muy bien ejecutado y enorme oficio. 



> Rachel, alias Rach, de Peaness. Su pop coquetea a veces con el mainstream, pero son divertidas, contagiosas, tienen temas pegadizos y bailables, y Rach es condenadamente buena con las baquetas. Fucking Brexit.




jueves, 9 de agosto de 2018

Qué se sabe de los belgas #37: Poppel

Has escuchado Hit It de Poppel porque te lo han recomendado. Te ha gustado tanto que no sólo lo has oído del tirón, sino que vuelves a empezar una nueva escucha mientras que te interesas por saber algo más el grupo. “Evidentemente” tienen que ser de Nueva Zelanda o de Australia. Esa juerga guitarrera que se corren a lo largo de todo el disco, tan jangle, no puede provenir de otra parte. Cierto que podrían ser de Estados Unidos —el tema que abre el álbum se titula «Pittsburgh»— atendiendo a ese pop lo-fi que también suena. A ver… El sabelotodo Gúguel afirma que su ciudad de origen es Turnhout, que cae por el norte de Bélgica (eso no está precisamente cerca de Dunedin). Es más, Poppel toman el nombre de una pequeña villa situada aún más al norte, lindando casi con Holanda. Ahora ves que si a Poppel le pones un Van delante, entonces todo cobra sentido, porque Van Poppel sí suena a flamenco (hubo un conocido ciclista apellidado así). De todas formas, ¡cómo es posible! Impresiona que maravillas de canciones como «Conceived Ideas» o «Pleasure» sean un ejercicio de plasmación tan perfecto. 



En fin, estos muchachos —Bram Van Gorp, Dries Hermans, Fik Dries y Lars Baeyens, más belgas que unos gofres— parece que se sepan de corrido el manual del jangle y del pop de guitarras atemporal. Conforman una especie de supergrupo de provincias, pues provienen de otras tantas bandas del indi de Bélgica (Believo!, The Deer Friends, Video Volta y Gasoline DC). Sin duda ha sido una reagrupación de talentos. Todo el disco destila una maestría clásica nada artificial. Son catorce temas trenzados de melodía y calidez, que se te impregnan sin darte cuenta y hacen que te sientas bien, en paz, purificado.

El disco tuvo su versión en cedé el año pasado (Gazer Tapes, 2017), pero ahora nos lo ofrece en vinilo el sello español Meritorio Records (2018).

sábado, 9 de junio de 2018

Las nuevas aventuras del llanero solitario #51

Las coincidencias sólo son coincidencias. En este caso, vienen bien para reunir en un único espacio a dos americanas que han publicado, el mismo año, su disco de debut en solitario sin la sombra de sus habituales y respectivos compañeros de banda, y no muy alejadas en las propuestas musicales que presentan. 

> Cindy WilsonChange (Kill Rock Stars, 2017) 
No hace falta tener un máster universitario, ni tan siquera regalado, para darse cuenta de que el título del álbum de una de las vocalistas de The B-52’s es una declaración de intenciones. Wilson ha tenido que esperar cuatro décadas desde que empezara con su grupo para plantar su solo nombre en una portada —Kate Pierson y Fred Schneider ya lo habían hecho tiempo atrás—, por lo tanto no era cuestión de repetir la fórmula. Tenía que ser algo personal y diferente; y lo que le ha salido es un sonido bastante etéreo y melancólico, en el que dominan los sintetizadores.  

 


> Annie Hart - Impossible Accomplice (Instant Records, 2017) 
Qué bien nos caen Au Revoir Simone; imposible no sentir simpatía por ellas. Eso sí, el trío lleva ya unos años sin destilar un latido de vida. Menos mal que Hart ha decidido continuar hacia adelante con un proyecto personal. El álbum con que se lanza tiene una vena más indie pop que el de Wilson, aunque también despuntan las texturas etéreas, las atmósferas creadas por sintetizadores y las percusiones secuenciadas, con un punto más bailable o al menos más vital. 


sábado, 9 de diciembre de 2017

Strano mondo di tanti nomi #35 / Gastan gafas #76: Car Seat Headrest


Tiene Will Toledo, con su carita de niño bueno, sus gafas de pasta y su atuendo atildado, pinta de fino empollón, de inteligente a la par que cool; pero se le intuye también un algo de geniecillo arisco, una cara oculta que lo hace aún más interesante. Subyace en ese otro lado oscuro cierto poso de tristeza y de alucinación, que expresa cuando canta. De hecho, representa un enorme contraste el de su voz grave y casi ronca, y su imagen pulcra. Canta arrastrando un poco las palabras, ahora más seguro y liberado, más apasionado, como poseído en no pocos momentos de Teens of Denial (Matador, 2016). Y continúan sus letras nada banales. 


El grupo ha conseguido un equilibrio perfecto entre lo contundente y lo melódico. En casi la mitad de la docena de temas, el minutaje sobrepasa los 6’. Y en los más largos, que podrán parecer aburridos al principio, siempre los remontan hacia el final con un clímax, un éxtasis, una entrega que te atrapa. Big ending ante todo. 

«Drunk Drivers/Killer Whales» lo resume todo. Una primera parte triste, dolorosa, pura congoja; y hacia la mitad, tras un susurro de órgano, el tema estalla pletórico, con ese arrebatado It doesn’t have to be like this del estribillo. 



Matador los ha puesto en el mapa y han apostado fuerte. En ellos, se notan ambición, ganas subir de nivel. Tienen talento y fuerza. Podría apostarse que van a llegar lejos. 

viernes, 6 de enero de 2017

Strano mondo di tanti nomi #34: Dressy Bessy


Probablemente haber adoptado como apelativo artístico el nombre de una muñeca de los años setenta le haya restado credibilidad al trío Dressy Bessy. Además, timoneados por Tammy Ealom y John Hill, siempre han estado empeñados en desmarcarse del sonido más psicodélico y sesudo que practican sus camaradas de Elephant 6, colectivo al que pertenecen (de hecho, Hill toca la guitarra en The Apples In Stereo), a base de un bubblegum-pop acelerado, bullicioso y de pocos acordes, al que se entregaron con fervor hasta 2008. 

Fue aquel un mal año, azuzado por vientos contrarios para todo el mundo. Las bandas de segunda fila se vieron más afectadas por la crisis y los nuevos rumbos del negocio, así que los Dressy Bessy decidieron parar. Ocho años más tarde, completamente revitalizados y ahora en una discográfica confortable, han publicado KINGSIZED (Yep Roc, 2016), su sexto y más completo, consistente, sólido y efervescente álbum. Desde el redoble de batería inicial de Craig Gilbert, se suceden trece temas que te mantienen en vilo hasta el final, sin tiempo para dramas ni falsa intensidad. Tiene un ritmo frenético, unos guitarrazos tremendos y pocos discos habrá con un ejercicio de pandereta como en este. La fuerza del trío se ve ahora arropada por una constelación de invitados: Peter Buck a la guitarra, armonías de Rebbeca Cole (de Wild Flag) y Vanessa Briscoe-Hay (de Pylon), percusiones extra de Jason Garner (de The Polyphonic Spree), el bajo de Eric Allen (de The Apples In Stereo), Michael Giblin (de Split Squad) y Andy Shernoff (de The Dictators), y teclados aquí y allá de Scott McCaughey (de The Minus 5 y Young Fresh Fellows). Y todo encaja, todos empujan en la misma dirección, dan firmeza y aportan una energía que hace de este disco uno de los artefactos más llamativos de los últimos tiempos.


La edición en vinilo es de color azul. En el precioso encarte interior puede apreciarse que los temas de Ealom son caramelos con más veneno que azúcar. La felicidad poppy de antaño ha dejado paso a cierta dureza y a un sentido más escéptico y crítico, y a Dressy Bessy les ha sentado mejor que fenomenal. Escuchado a todo trapo es un trallazo por la escuadra. 

viernes, 16 de octubre de 2015

Gastan gafas #74 // ...Y ellos se juntan #95: Die Katapult


El alemán es un idioma marcial. Por eso casa tan bien con los ritmos sintéticos e industriales y los bucles sonoros. Que el krautrock naciera en Alemania no es casualidad. Si a esa marcialidad le añades melodía, el resultado de ese ayuntamiento suele ser infalible. 

Die Katapult lo practican. De hecho, Die katapult es un ayuntamiento en sí mismo. Se trata del dúo hispano-sueco formado por Elena Comas (voz y bajo) y Anna Fredriksson (voz, vocoder y teclados). La primera proviene de las filas de Neleonard y Gudar; la segunda, de ese combo inclasificable llamado Los Ganglios. Juntas han sacado un reconstituyente minielepé de 8 temas titulado Kristall Reinheit (Elefant, 2015), sin duda una luminosa muestra musical como hacía tiempo no deslumbraba a Gog. Han conseguido moldear ese punto entre cuadriculado y castrense con un pop electrónico vivo e irónico. Porque aunque ambas canten en la lengua de Nietzsche, podemos entrever en su letras retranca a raudales. No puede ser de otra forma si vemos que “Schweinsteiger” está dedicada al hoy centrocampista del Manchester United pero otrora en el Bayern de Münich de Guardiola, que "Deutsche TV” trata del comandante McLane, o sea, el protagonista de la serie alemana de los años sesenta Patrulla Espacial, que “Euromillionen”… bueno, sólo el título ya es una oda a la sorna. Y sumémosle que en "Braun" samplean la música de los créditos de la serie "Dinastía". 


No se entiende muy bien que la discográfica haya incluido este disco en ese fondo de saco que es su colección New Adventures in Pop, donde parece caber de todo bajo un criterio un tanto desparramado. Kristall Reinheit hubiera merecido entidad propia. La edición de 500 ejemplares numerados es en vinilo blanco de 10''.

sábado, 11 de abril de 2015

Debut #97: Cosines


Se cuenta que las dos cabezas más visibles del quinteto londinense Cosines, esto es, Simon Nelson y Alice Hubley, se conocieron en el metro a la vuelta de un concierto de Stereo Total en 2009. Ha pasado tiempo hasta que han perfilado nítidamente su proyecto musical, que ha desembocado, un par de sínguels después, en su logradísima puesta de largo: Oscillations (Fika Recordings, 2014).

Desde que se le da al play, da la impresión de que has encendido un motor. Hay un ritmo repetitivo y sostenido en todo él, un traqueteo Motorik que te lleva de paseo. Lo consiguen a base de una variedad de instrumentos vintage: sintetizadores Roland, un viejo Moog, theremin, autoharp… y una batería exacta como un metrónomo, sin florituras, que marca ese ritmo sintético como si fuera una pulsación cardiaca, casi marcial. La cantante encaja las frases con precisión y claridad; y a veces uno cree estar escuchando a una Deborah Harry liderando un ejército de sintetizadores. Pop matemático, lo llaman ellos. 

Por citar algunos de los cortes más sobresalientes, «Nothing More Than a Feeling» o «Walking Away» representan la parte más directamente pop y festiva, mientras que «Pop-In-Court» (que parece la melodía de alguna serie televisiva de los setenta) y «Binary Primary» muestran la capacidad de la banda para desarrollar estructuras musicales hipnóticas. Y si suena una trompeta en «Misguide Me» es un adorno que embellece aún más este encapsulado sónico que es Oscillations. Por cierto, dicha trompeta está tocada por Gary Olson, de los siempre añorados The Ladybug Transistor. Y sería injusto no acabar nombrando a los demás componentes del grupo, a saber: Daniel Chapman, Jonny Tansey y Kajsa Tretow

Si el nombre artístico de Cosines remite al mundo de las matemáticas, también lo hace la portada del álbum, que muestra un gráfico de los polinomios de Legendre, matemático francés del siglo XVII, cuyo nombre es uno de los 72 inscritos en la Torre Eiffel.

martes, 3 de marzo de 2015

Debut #96: Lavandera


Los contadores de historias existen prácticamente desde los albores de la humanidad. Los seres humanos, ávidos de escucharlas, han precisado de quien pueda crearlas y, muy importante, de quien sepa contarlas. 

Luis Sánchez, el compositor de Lavandera, parece ser uno de esos contadores. Se conoce que en Pola de Siero, de donde procede el trío asturiano, han mamado esa tradición. Porque el álbum de debut que han publicado (Discos de Kirlian, 2014) está lleno de historias fabulosas y de personajes que les dan vida: pescadores, duelistas, submarinistas, bomberos, asesinos… Esas historias contienen, además, frases colosales, desarmantes, de tierna apariencia pero de fiera puya. 


Y luego hay ritmo, un ritmo extraordinario en 19 primorosos minutos. El trabajo de Javier Prado a la batería sobresale de manera colosal, es el timón y los remos de toda esa feliz cadencia que tienen las canciones (hágase una escucha del disco poniendo el oído especialmente en esa batería y podrá apreciarse su magnitud). Delfi Fonseca le sigue con el bajo; también hace coros y alterna la voz con Luis Sánchez en algunos cortes. 

Y vamos con esas historias: 

> En «A lo zorro» el protagonista nos asegura que tanto un amigo como su propia familia quieren matarlo antes de Navidad. Así que no sabe qué hacer, aunque a veces la mejor defensa es un ataque… 

> «La duelista» es la historia de una mujer que… Mejor dejemos que sea ella misma quien nos lo cuente: 

Sólo el ver dos hombres pelear me ayuda a sobrevivir 
Me llaman la duelista, me llaman la duelista 
Yo soy esa mujer y he de reconocer 
que tuve algo que ver para llegar a esa situación. 

> «El tuerto» es una pieza instrumental, pero aunque no tenga letra, sólo con el título y esa trompeta invitada (Pablo Camblor) con aroma a spagueti western y la batería marcial hace imaginarnos otro duelo y el ojo de un hombre saltando de la cuenca de un balazo. 

> El título de «La nana del alcalde» no engaña si nos atenemos a la parte musical, porque, en efecto, ese es el género, una canción de cuna, un toque infantil en la forma de cantarla pero una letra truculenta, un cuento de horror, retorcido y atroz. 

> Si te sumerges en «Submarinista» encontrarás al pez payaso, tesoros españoles e islas griegas. 

> «Superpodre» es enigmática; habla de flores, insectos, un jardín, pero algo huele a podrido en ese aparente remanso de paz y probablemente el olor viene de algo enterrado bajo tierra… 

> «Acampau» está cantada en asturiano y en principio no da la imprensión de que contenga otra historia de espantos. 

> «Jackie» (¿Kennedy?) es otro instrumental. 

> Y remata este maravilloso disco de pop atemporal «Valparaíso», que de nuevo parece otra inocente canción con las melodías de las voces y el riff de guitarra juguetón y que de nuevo exige un pero en la subordinación. Y es que nada es lo que parece con Lavandera. Te invitan, pero luego te lo tienes que currar: 

Yo tengo una casa al otro lado del mar 
Si quieres venir a verme sólo tienes que nadar 
Oooh, oooh

martes, 17 de febrero de 2015

Debut #94: Zebra Hunt


Una decena de escuchas después —varias de ellas seguidas— en pos de desentrañar por qué el álbum de debut de Zebra Hunt resulta tan fascinante, de cuál es la clave para que vuelva a darse al play según acaba, de dónde está la raíz que lo hace tan entrañable, podemos concluir que gran parte radica en el diálogo que establece Robert Mercer con su guitarra. Es como si ésta tuviera vida propia, como si hablase. Mercer no suele recitar sus frases de corrido, sino que a veces hace una mínima pausa en medio de ellas, las parte, mientras que la guitarra, alegre y dicharachera, parece responderle, le acompaña y «cantan» juntos. 

City Sighs (Tenorio Cotobade, 2015) está envuelto, además, en una atmósfera cálida y reconfortante. La guitarra, el bajo y la batería chisporrotean como ascuas en una chimenea. Uno escucha, por ejemplo, «Delaware», y sólo puede sentirse bien, acogido, y ser feliz, aunque sólo sea durante algo menos de tres minutos. Le sigue «20 Ways To Belong» y así hasta una docena de cortes que se escucha del tirón, sin que haya un momento de decaimiento. Es uno de esos discos en que la inspiración y el talento cohabitan y sacan juntos lo mejor de sí mismos; no ocurre a menudo, pero cuando sucede el resultado tiene mucho que ver con la magia y el arte. 

Mitch Leffler, Erik Bennett y el mencionado Mercer no parecen unos jovencitos, aunque como Zebra Hunt sólo llevan desde 2012. En las redes sociales se reconocen deudores de The Feelies —algo inocultable tras escucharlos—, lo cual hace pensar que quizá el apellido Mercer tenga algo que ver en ello (recordemos que uno de los cabecillas de The Feelies era Glenn Mercer). No es así. Sin embargo, si alguien está pensando en que el líder de The Shins también se apellida Mercer, únicamente queda por decir que los padres de Robert y James pueden estar orgullosos de haber tenido a dos hijos como ellos.

sábado, 31 de enero de 2015

¿Y tú de quién eres? #24: Adam Cohen y Justin Townes Earle

Últimamente han coincidido en el tiempo los trabajos de los vástagos de dos ilustres artistas. Adam Cohen y Justin Townes Earle llevan adosados en sus apellidos el peso de la fama y la reputación. Así pues, ni pueden permitirse muchas tonterías ni acudir en demasía a los patrones artísticos paternos, todo lo cual, la verdad, debe de resultar un lastre a la hora de componer, grabar y hacerlo público. Es probable que tengan más a mano los medios que muchos otros, pero la exigencia se cierne sobre ellos como una espada de Damocles. Y una maldición les acompañará de por vida: prácticamente nunca se hablará de ellos sin mentar a sus padres. 

En el caso de Adam Cohen, con una madre llamada Suzanne y un hermano llamado Lorca, ese peso tendría que notarse por toneladas; acaba de publicar su cuarto álbum, We Go Home (Cooking Vinyl, 2014), sin contar otro grabado en directo. 


Con gafas desproporcionadas, Earle también lleva tiempo en la escena musical y Single Mothers (Vagrant, 2014) es su quinto trabajo. 


 

Ambos discos tienen en común que son musicalmente sencillos, con poca instrumentación —más piano en Cohen y más pedal steel en Earle, cuyas raíces country supuran por todas partes—, con medios tiempos en los que sacar a pasear la melancolía.

domingo, 11 de enero de 2015

Género chico #67: Discos Walden


En los últimos tiempos se viene hablando mucho del auge del vinilo en el mercado musical, como si se tratara de un surgimiento dado por generación espontánea. No se da la importancia que merece a esa ingente cantidad de pequeños sellos que no paran de aportar sus esporas para que la germinación se mantenga. En esos pequeños sellos independientes hay gente llena de ilusión pero con los bolsillos algo menos repletos, y que a base de sacrificio, afán y bocadillos de mortadela consiguen hacernos llegar el trabajo creativo de una proliferación de bandas como hacía tiempo no se daba. Hoy vamos a detenernos en uno de ellos, Discos Walden, y más en concreto en su apartado del Club del Single. 

La única premisa estilística que se ha impuesto su fundador y currante, Manuel Moreno, es publicar lo que a él le guste. Un ejemplo del maravilloso mundo que le anima es el doble recopilatorio que sacó en 2013 con una muestra de las bandas del sello, titulado Cenizas y diamantes, 31 canciones y un imponente diseño gráfico, que lo convierte en una especie de pequeño tesoro para todo aquel que posea una copia. Y otro elepé que con el tiempo ha de convertirse en una referencia esencial de la historia del pop patrio es el álbum Esconde tus alas en la torre fantasma (2014), de Los Caramelos


El Club de Single lleva tres años vigente. En esta colección se publican cuatro pequeños artefactos al año, uno por estación. Son 7’’ coloreados con dos grupos y cuatro canciones, a dos por cara y grupo. Hasta hace poco sólo se podían conseguir todos conjuntamente por suscripción anual, pero ya es posible acceder a ellos individualmente si lo que se desea es uno en particular y no el lote completo. De los correspondientes al 2014 recién caducado, aún no se ha publicado el de invierno; el split del verano lo compartieron Son Bou y Terrier

En el de otoño, en vinilo rosa, aparecieron Dúo Divergente y El Palacio de Linares

➢ Dúo Divergente son Paula Yei Yei y Micky Montecarlo, y le dan al pop yeyé para guateques de época. En directo se acompañan de Atilio González (bajo y órgano) y Alicia Holgado (batería). “Autoedición”, con un ritmo trotón muy divertido, es una loa al DIY, no exenta de enorme ironía y coña verbenera, ya que en el fondo es un fresco del panorama musical actual y a lo que se ven abocados los artistas sin el apoyo necesario. “La mala” comienza con un riff de guitarra espectacular, que se aparta para a continuación dejar al órgano que lleve el tono del tema; la letra es una crítica social a la situación laboral de algunas mujeres embarazadas. 

➢ El Palacio de Linares es un trío compuesto por Mariví Hernández (bajo), Clara Collantes (voz, guit. y gafas) y Gonzalo Marcos (bat.). Dominan el pop de guitarras. En “IMDB” rinden un homenaje al cineasta Ernst Lubitsch y en “Hoy empieza todo” coquetean con acierto con el shoegaze. Tienen álbum publicado y habría que estar muy atentos a ellos, tienen muchas cualidades. 



Y en primavera, en color burdeos, un maravilloso trabajo compartido por dos de las mejores bandas actuales: Doble Pletina y Los Lagos de Hinault, ambos ya reseñados varias veces en Esta Quiero Humo. 

➢ Doble Pletina muestran una muy interesante faceta nueva, más electrónica y con caja de ritmos, en “Mientras suena esta canción”. “Un delito” es la típica delicia de Doble Pletina, una pequeña historia cotidiana narrada y musicada con el estilazo que acostumbran, con la sierra musical de Marc Ribera incluida. 

➢ Los Lagos de Hinault… Aaah, Los Lagos de Hinault, qué enormes hacedores de estribillos, melodías, parapapeos y frases atinadas. “De los faros en el mar” tiene ese comienzo típico de algunas composiciones de Carlos Ynduráin como in medias res, y ese “tan guapa, tan guapa” que repiten y que no puede ser más sencillo, más entrañable y más pegadizo. “El giro angular” cabalga a ritmo sostenido y trepidante, conducido por una batería y una guitarra desbocadas, y con el bajo y los coros de Matilde Tresca poniendo orden y dulzura. Un par de estupendos discos ya publicados y aquí han conseguido dos de las mejores canciones de todo su repertorio. 



Y “sin más equipaje nos ponemos a bailar”.

viernes, 2 de enero de 2015

Debut #92 // ...Y ellos se juntan #91 // Ellas llevan el ritmo #64: Pale Lights


O lo juran sobre un vinilo o no hay quien se crea que este cuarteto es de Brooklyn y no de alguna remota localidad de Australia o Nueva Zelanda. Su jangle pop tan extremadamente prístino y radiante es la condensación perfecta de The Go-Betweens, The Lucksmiths, The Bats, The Chills y Felt (que no eran de Oceanía, pero tampoco de Estados Unidos). Ni el más fervoroso seguidor de este sonido podría haber imaginado en sus sueños una réplica igual. 

Con los Lucksmiths guardan además una similitud curiosa: la batería de Lisa Goldstein es tan esquemática como la de los australianos, apenas una caja y un Tom (ni siquiera hay bombo). Y es igual de efectiva y rítmica, lo cual demuestra que muchas veces menos es más. Además de Goldstein, el resto de la banda aporta un ADN la mar de curioso: Philip Sutton (voz, guit.) viene de Comet Gain y Cinema Red and Blue (en los que curiosamente toca la batería), Andrew Adler (guit.) es el bajista de Crystal Stilts, pero aquí es Maria Pace la que lleva el bajo. 


Si alguien no es un conocedor de toda esta cascada de nombres y de interconexiones a modo de saga interminable, eso no impide un disfrute placentero, cabal y espontáneo de Before There Were Pictures (Calico Cat, 2014), que es como Pale Lights han titulado su álbum de debut y que lo produce Gary Olson, ni más ni menos, el líder los fantásticos The Ladybug Transistor.