Lo han sacado en el programa del Wyoming, así que no es muy novedoso, pero es que el personaje merece más cancha.
Ya podían aprender políticos y conferenciantes el noble arte ciceroniano que practica este telepredicador; las perlas con que engalana nuestros oídos son blancas, gordas y radiantes. ¡Qué oratoria, qué declamatoria, qué pepitoria!
(Entrada dedicada a la hueste bruselense.)
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