Para el segundo álbum, esta pareja de Brighton, que debe el nombre al psiquiatra Prinzhorn, quien coleccionaba las piezas de arte de sus pacientes, sigue fiel a las gordas líneas de bajo y ritmo acacharrado, sin apenas variar un ápice sus postulados sobre el debut de hace cinco años. Y tal vez ese seguir fieles a sí mismos tanto tiempo después, con lo que ha cambiado ya la moda a lo largo de este lustro, es lo que les hace especiales. Clay Class (2012) se lo acaba de publicar DFA.
Debut de este cuarteto de Melbourne llamado Twerps y de álbum homónimo (Insound Vinyl, 2011). Lo suyo son líneas de guitarra muy simples, sin que esto sea un desdoro, trenzadas con gracia y revestidas por una melodía que engancha. Y la voz, grabada atrás, lo que le confiere una sensación de cercana lejanía.
Mentar Australia en contextos musicales cercanos al pop, o más concretamente al indie-pop, hace que el nombre de The Go-Betweens brote enseguida; y en este caso no va a haber una excepción. También hay mucha influencia de otros clásicos de por allí, los neozelandeses The Clean.
Iba para médico. Ese ser extravagante y genial, único, tumbado por la enfermedad de Hutington a los 42 años, y que se hacía llamar Poch, iba para médico. Si la Movida fue realmente algo, era lo que se movía en la cabeza del chico más pálido de la playa de Gros.
Hoy Gog se detiene en él y en sus gafas destartaladas para hablar de sus inicios, no de la mucho más conocida historia de Derribos Arias.
Y es que los comienzos musicales de Poch tuvieron lugar en San Sebastián a finales de los años 70, junto a su amigo Alejo, con quien montó La Banda Sin Futuro. Rápidamente sus conciertos tuvieron un enorme éxito de no asistencia de público. Apenas les dio tiempo a registrar cinco canciones antes de ser absolutamente fieles a su nombre y desaparecer. Después vinieron Ejecutivos Agresivos, Derribos Arias, lo sabido.
Esos cinco temas inéditos los rescató Patacho en 1997, y se publicaron en forma de ep con el título de Grabaciones Desinfectadas. Ahora ha vuelto a reeditarlos el sello Munster en vinilo de 7’’, sin título. El asunto suena así:
Cara A.-
> «Nos van a desinfectar»: trallazo punk, con guitarra rabiosa, batería fuera de sí y la voz de Poch más acelerada que nunca. Sobresale la letra, punto fuerte como siempre de aquella mente calenturienta: nos van a desinfectar, nos van a lobotomizar, nos van a desratizar, y no nos vamos ni a enterar. Aclaración: no, no, no es una letra actual, aunque lo parezca.
> «Harrisburg»: aquí se les unió el saxo de Carlos Polanski, en la onda del no-wave que se practicaba en Nueva York en aquella misma época (Jack Chance & the Contortions) y que otros grupos patrios underground llevaron al mismo extremo, como Mar Otra Vez.
Cara B.-
> «No tienes ni idea»: aunque la tetra trata de otra cosa, es la palpable constatación del espíritu punk: no hace falta tener ni idea de tocar un instrumento para montar una banda. Poch la grabaría de nuevo en 1988 con Derribos Arias retocando el título —«No tienes ni idea de qué hora es»— y parte de la letra.
> «Stereo»: más mugre underground. Regrabada con Ejecutivos Agresivos.
> «El chico más blanco de la playa de Gros»: un teclado de feria, una guitarra que parece tenga una cuerda rota, leves toques de ska, destellos surrealistas…
Cuántas veces no habrá pensado Gog que se podría escribir una historia de la música popular a través de sus portadas. Un ejemplo:
> New Order: Power, Corruption & Lies (Factory, 1983). Sin duda, una de las resurrecciones más alucinantes que ha habido; vamos, que ni la de Lázaro. Y el título del álbum sigue siendo actual.
> Low: Secret Name (Kranky, 1999). Uno de los nombres de banda más exactos que existen. Si tocaran un poco más lentos, estarían parados.
> Craft Spells: Iddle Labor (Captured Tracks, 2011). Desde California emulando a los mancunianos, y no sólo por la portada.
> The Wild Swans: The Coldest Winter For A Hundred Years (Occultation, 2011. El discazo del año pasado.
> Mark Lanegan: Blues Funeral (4AD, 2012). Densidad y reminiscencias de blues pantanoso, únicamente alteradas por una caja de ritmo en «Ode to Sad Disco». Y la voz tiznada de aguardiente del ex Screaming Trees. Hacía ocho años que no grababa en solitario.
Esto ponía por escrito Michel Delaroche (uno de los mil alias de Boris Vian) en 1949 después de asistir a una gira de Louis Armstrong:
«Estos conciertos requieren algunas observaciones. No es cuestión de criticar aquí a Louis Armstrong; hace exactamente lo que cabe esperar de un hombre al que agotan, imponiéndole conciertos por toda Europa: toca bien, sólo se entrega a fondo muy de vez en cuando (y se siente). Aunque ha perdido un poco de potencia en los agudos, su ataque sigue siendo igual de nítido, su sonoridad igual de pura. […] Por lo demás, Armstrong tiene una ciencia tan completa del arte teatral y tanta presencia que su paso por el escenario sería interesante aunque no hiciera nada.»
Esa parte de marioneta del jazz que intuía Vian se mantuvo a partir de entonces, y es precisamente la sensación que percibimos viendo la aparición estelar de Armstrong en Paris Blues (M. Ritt, 1961), en la cual un imposible Paul Newman interpretaba a un atormentado compositor de jazz de los bajos fondos de París.
The Black Keys poniéndose hasta arriba de costillas a la BBQ en compañía del gran Anthony Bourdain (por cierto, muy recomendable la lectura de Confesiones de un chef):
Pues si lo que acaba de sonar es tan chulo, ¿por qué no se conoce más a estos WhoMadeWho? Probablemente ser de Copenhague les lastra un tanto. Si fueran de Brooklyn, Londres, Berlín o incluso Estocolmo… Ya, pero The Raveonettes también son daneses y mira tú. Es verdad.
Tal vez sea, entonces, que su palo, electropop para la pista de baile, tiene mucha mayor competencia y resulte más difícil descollar, aunque ese Knee Deep (Kompakt) que sacaron el año pasado casi sin querer, más siniestro y oscuro de lo que suelen por cosas que pasan en la vida, tendría que haber aguzado las orejas de la crítica más espabilada. Contenía, además, «All That I Am», una letanía tensa en clave electrónica. Y «Checkers», con aires tribales, conseguía que el menos bailón de la fiesta hiciera el indio. Y qué elegante y trotona era «Every Minute Alone». Etcétera.
Brighter (Kompakt, 2012) empieza igual de sugerente con «Inside World», que podrían haberla firmado unos LCD Soundsystem ligeros. ¿Hot Chip? Pues ahí va «Running Man», que tras un comienzo con piano trágico se desboca hasta estallar en un estribillo liberador: So I run, and I run, and I run, and I run, and I run from the place where you said.
«The Sun» es una chulería disco-rock muy quedona. Y en «The Divorce» alternan unos trazos ligeramente lúgubres con otros exultantes y cínicos: Take the car, take the dog, robe my credit card.
Por resumir, puede que en conjunto este Brighter no sea tan brillante (¿pilláis el impresionante juego de palabras de Gog?) como su antecesor, pero tiene sus muy buenos momentos.
La Bestia, Santiago —o incluso Santi— para los amigos, fue el batera que sustituyó al miembro original (Ballesteros, otrora aporreador en Ñu y Coz) de aquella banda vallecana de heavy glam de los ochenta llamada Bella Bestia.
Se cuenta que La Bestia, que siempre iba con la cara cubierta por una máscara, llegó a actuar encerrado en una jaula.
Atención a la risión del vídeo a partir del minuto y medio: hair metal de manual con esos cabezazos para desplegar aquellas melenas más cuidadas que un jardín japonés.
—¿Has escuchado el segundo disco de First Aid Kit?
—Nop. Ni idea de quiénes son. ¿Es un nueva banda inglesa auspiciada por el NME? Con ese nombre...
—¡Qué va! Son dos hermanas de la sueca Suecia.
—Ah, entonces, puro pop.
—Pues ahí está el asunto, que para nada, sino pura americana.
—¿Americana?
—El estribillo de un tema titulado «Emmylou» cita a la propia Emmylou Harris, a Gram Parsons y a Johnny Cash, así que figúrate.
Pues sí, dos suecas veinteañeras cantando
I’ll be your Emmylou and I’ll be your June And you’ll be my Gram and my Johnny too
como si hubieran nacido en un establo de la más profunda Norteamérica. Les falta hacerlo con una pajita de heno en la boca y vestidas con un vaquero con peto y tirantes. Del camaleonismo sueco para esto de la música ya se sabía, pero ver aplicada la pureza nórdica al género de la americana con tanta perfección por este par de jovenzuelas es asombroso.
Que detrás de The Lion´s Roar (Wichita, 2012) haya gente como Mike Mogis o Conor Oberst no resulta suficiente para justificar que parezca que estas chicas lo hayan mamado de tanto como lo clavan.
Para adictos a la Ruta 66 y sus aledaños. De todas formas, demasiado country para Gog.
El sello Jabalina, con el buen gusto y mejor hacer que le caracteriza, ha puesto en marcha una nueva colección de singles de vinilo a color con el nombre de Dedicatessen, cada uno de ellos dedicados a algo o a alguien, a criterio de los artistas. Los dos primeros de la colección son Parade y Doble Pletina. Los barceloneses lo hacen con cuatro canciones tituladas genéricamente Contra los amores perdidos.
Pero rebobinemos, porque esto ha sido irse a contar el final de una historia que merece mucho más. La historia de Doble Pletina, pequeña y tierna historia de momento, pero prometedora como un billete de avión con destino a una playa tropical.
Laura Antolín (voz y bajo) y Marc Ribera (voz, guitarra y sierra musical), amigos de la facultad y residentes en Barcelona, anduvieron un tiempo tocando como dúo, hasta que se percataron de que necesitaban más gente en la banda para llevar a cabo los directos. Precisamente en uno de ellos conocieron al resto del ahora quinteto: Francina Ribes (ukelele) y Cati Bestard (batería) y Jaume Cladera (teclados; ¿alguien le ha dicho ya cuánto se parece a Carlos Areces?). Después de grabar unas demos con las que enseguida llamaron la atención, en 2011 se inició su aventura fonográfica, hasta la fecha sólo en pequeño formato y resumida al completo como sigue.
> Cruzo los dedos / Artista revelación (Discos de Kirlian, 2011), vinilo de 7’’.
Están presentes, desde el primer momento, sus características musicales más señeras: alternancia de voz masculina y femenina, ukelele y sierra musical. «Cruzo los dedos» suena aún muy folky; la cara B ya apela al pop sin reservas. «Artista revelación», con la delicadeza de Laura al cante, ha resultado premonitoria para ellos, pues Radio 3 ha concedido a Doble Pletina el premio al Mejor Artista Revelación de 2011.
> Música para cerrar las discotecas / Eso hacíamos (Discos Garibaldi, 2011), vinilo de 7’’ de color azul.
«Música para cerrar las discotecas» es su hit. Canta Marc. Comienza comprimida, en lo musical y en lo lírico (con rimas asonantes en -i), y de repente se abre, se expande cuando entra la voz de Laura, y las rimas acompañan la apertura pasando a -ea. Es como que en la cocina ya olía bien pero huele aún mejor cuando levantas la tapa de la cazuela. Aunque la batería de Cati intenta animarlo, el sintetizador de Jaume está triste. Este contraste la hace preciosa. Al final el ostinato del sinte se rompe abruptamente, y queda así cerrada una de las canciones más maravillosas que se ha compuesto en el pop español en mucho tiempo.
En «Eso hacíamos» canta Marc y el punteo del ukelele de Francina suena como nunca. El tema avanza a tirones, parando y arrancando constantemente, que es lo que la vuelve especial. Al final de nuevo el sinte nos hace gozar. Contiene la frase ya cuasimítica de la banda: para qué negarlo si se puede demostrar.
> Contra los amores perdidos (Jabalina, 2012), vinilo de 7’’ de color amarillo. Cara A: Es innegable / Revival; cara B: Me detestas / Interior noche.
En «Es innegable» el sinte se muestra sólido y consistente desde el primer momento. Sobre él, Marc canta tal vez la mejor letra en conjunto que han escrito hasta ahora.
¿No te parece increíble que la Tierra se formase durante el Big Bang / y que aquí estemos miles de años más tarde intentando dejar de fumar? / ¿No crees que la aparición de la vida es una inmensa casualidad? / ¿La evolución de las especies? ¿La historia de la humanidad? / Si es innegable que las cosas por imposibles no dejan de suceder, / ¿cómo puedes asegurar que nunca me volverás a querer?
«Revival»: la voz de Laura suena aquí mucho más segura, como si ya fuera muy consciente de que no hay marcha atrás posible para Doble Pletina.
«Me detestas»: más acústica, el sinte sólo es explícito al final. De la mitad hacia delante de la canción no hay voz y se queda echa un cálido instrumental.
«Interior noche»: dura 58 segundos. 58 segundos como si fueran 3 minutos. La sierra y el redoble permanente de batería son sus banderas.
Última hora: Doble Pletina colabora con dos temas nuevos («En la ciudad» y «Quiero dormir») en un álbum para niños titulado Minimúsica: Els animals.
Se espera mucho de ellos, con razón. Tienen talentazo como para cubrir varios nichos del mercado nacional. Gog, sin duda, sin dudar, se atreve a augurar que serán muy grandes. Sólo hace falta que ellos mismos se lo crean y vayan a por todas.
[Asociación de ideas: la sierra musical trae rápidamente a la memoria de Gog aquellas escenas de la peli francesa Delicatessen en la que la pareja protagonista interpreta varios duetos con ese instrumento y un chelo. ¿Le habrá ocurrido lo mismo a la gente de Jabalina y de ahí el nombre de Dedicatessen para la colección?]
Cuando apenas nadie se acordaba de ellos ni se les esperaba ya, Imperial Teen, esa especie de The B-52's menores, reaparecen cinco años después de su última grabación. Lo hacen, además, con un álbum la mar de cafeínico y juguetón, en su línea, porque este Feel the Sound (Merge, 2012) no cambiará la historia del pop pero sí tu estado de ánimo algún día que te levantes un poco tonto.
Así que guitarras frescas, teclados saltarines, juegos a cuatro voces, gobernados por la batería de la veterana aporreadora de la bahía de San Francisco Lynn Perko (comenzó su carrera en The Dicks).
Con una buena dosis de performance incluida en su concierto, llegó Gruff Rhyss anoche a la ciudad para animar al personal que aún queda por aquí tras el éxodo de las vacaciones de primavera.
Vino solo, es decir, sin banda de acompañamiento, pero con un montón de extraños cachivaches; entre otras cosas, un plato para poner discos, pancartas con letreros en español y un chaleco salvavidas. Lo único ortodoxo o «normal» era su guitarra; tuneada, eso sí.
Ponía discos con piezas instrumentales sobre las que cantaba tocando la guitarra, otras veces un metrónomo hacía de batería, grababa voces llenas de efecto que repetía a modo de coro, o sacaba ruidos o ruiditos de todo ese material analógico más propio de un museo del siglo XX.
Todo ello resultó un poco irregular y demasiado interruptus; a cambio, quedó el sabor de la originalidad y de querer hacer algo diferente a los demás. Y la confirmación de que «Sensations in the Dark», el tercer corte de su último álbum, es una enorme canción, porque no importa cómo se toque, con violines o con soniquetes, para que quede bien.
