sábado, 14 de diciembre de 2019

En Re de reedición #11: The Ejectors

Se dice de Austin que es un oásis en Texas, un lugar más o menos ajeno a las maneras y a las mareas ultraconservadoras del estado. Poco más puede esperarse bueno de Texas, con sus vastas extensiones salteadas de pozos petrolíferos y sus cowboys de los de sombrero de ala ancha y botas camperas. Ni siquiera de Dallas cabe esperar algo destacable; no merece la pena recordar lo que sucedió allí. La historia que sigue no es más que otro caso de la manida máxima de que la excepción confirma la regla: en Texas hay alguna otra cosa satisfactoria, aunque todo por allá produzca mucha aversión. 



El punk fue una bacteria mugrienta que se extendió por prácticamente todos los confines musicales del mundo. Llegó, infectándolo, a Fort Wort, localidad próxima a Dallas donde creció una escena punk renombrable. ¿Punks en Texas en los años ochenta? En efecto. Incluso antes. The Ejectors fueron uno de los exponentes de la segunda hornada. Se hartaron de dar conciertos de forma regular en los garitos del área, con bandas de un pelaje similar como Telefones, Ralphs, Teenage Queers o NCM. El repertorio principal de The Ejectors, como ocurre casi siempre al principio, eran versiones y más versiones, hasta que le pillaron el truco a la musa creativa propia. Grabaron entonces un 7’’ que sonó mucho en las emisoras universitarias independientes. “Hydro-Head” y “Little Johnny” ocupaban sendas caras. Se grabaron muy deprisa, como si estuviesen robando el cepillo de una iglesia, en el estudio de Rainbow Sound, que se dedicaba principalmente a grabar música cristiana. Se prensaron 1200 ejemplares, que volaron de las tiendas; inmediatamente hicieron una segunda remesa con 1300 más. 



Aunque uno de los miembros decidió abandonar justo después, el resto, ahora cuarteto, continuó. Llegaron a grabar el material de un álbum. Y aquí comienza la historia que queremos contar hoy. 

Fue en diciembre de 1981. Ashley Parrish (guit.), Fred West (bat.), Scott Tuomey (voz) y Richard Dotson (bajo) se metieron en un estudio de grabación y dejaron niqueladas una docena de piezas del mejor punk rock-new wave. En este momento se abre un insondable agujero negro informativo y numerosos puntos sin explicación suficiente. El material grabado nunca pasó al formato de vinilo. Se dice que de repente dejó de interesarles la escena y que decidieron centrarse en sus estudios. Afortunadamente, West encontró las cintas veinte años después, en una caja al fondo de un armario (en EEUU los armarios tienen un fondo de dimensiones colosales). Se las entregó a un experto (no sabemos quién) que las restauró. Y de ahí a Roma, para que lo publicase en 2006 el sello italiano Rave Up Records, en su colección de "American Lost Punk". Pero todo había cambiado; por aquel entonces, Parrish era profesor de instituto, Tuomey, abogado, y Dotson trabajaba en IT. Para nuestra suerte, ahora disponemos de maravillas como esta:  



Dos notas finales: 
Existen bastantes recopilatorios de punk tejano que prometen contener tesoros refulgentes. 
La información para componer este texto ha salido de la contraportada del álbum (RUR046) y de un artículo del blog Cheap Rewards.

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