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Por su novela corta Por los tiempos de Clemente Colling, sobre un profesor de piano «ciego y tuerto», merece estar en cualquier tratado de historia de la literatura hispanoamericana o más allá.
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Cuando yo recién entré en los «Vanguardias» y él nos enseñaba los estatutos y códigos de la institución, se había detenido mucho en explicarnos cómo un vanguardia debía ser servicial y no esperar recompensa. Para esto puso muchos ejemplos; pero a mí me quedó en la memoria sobre todo este: si nosotros encontrábamos en la vereda una cáscara de banana, debíamos echarla a la calle para que otro que pasara no resbalara. Yo tenía curiosidad por saber qué ocurriría si echaban una cáscara de banana a la calle sin esperar recompensa. El primer encuentro con una cáscara lo tuve una noche que iba con mis padres y que también nos acompañaba un primo lejano, ya entrado en años y del cual hablaban oprobios. Yo vi la cáscara unos cuantos metros antes; me adelanté unos pasos y la tomé por el tronquito: era muy amarilla y el forro interior bastante blanco. Después de que yo la tiré, el primo lejano dijo:
—¿Por qué la tiraste?
—Para que otro que pase no la pise y se resbale.
—Que se embrome. ¿Qué se te importa de los otros?
Al principio a mí me había dado fastidio. […] Pero este sentimiento me duró poco instantes, porque en seguida hice pie de nuevo y volví a sentir felicidad de pertenecer a esta especie de pandilla secreta cuya seña era tirar a la calle las cáscaras de banana. Otra vez que me encontré con una cáscara yo llevaba el uniforme de vanguardia. […] Desde lejos yo vi la cáscara amarilla en medio de la vereda. Aquel día estaba muy lejos de pensar que la cáscara de banana era algo dañino; ella con su color amarillo era muy simpática y además se prestaba para el ritual de mi pandilla secreta. No sé por qué, en vez de tirarla a la calle se me ocurrió tirarla en el campo de alfalfa; preparé el brazo para que la cáscara fuera lejos; pero después, cuando vi caer y desaparecer tan bruscamente aquel pedacito amarillo en aquel inmenso verde me quedé un poco triste; miraba el oleaje que hacía un poco de viento en el verde de la alfalfa y tenía cierta pena de pensar que aquella pequeña cáscara que hacía un instante había estado en mis manos y había sido un poco mía, hubiera tenido el destino, impuesto por mí, de ser tragada por aquel inmenso campo; además, ahora hubiera sido muy difícil saltar el alambrado y buscarla entre tanta alfalfa.
Me sorprendí mucho cuando me encontré con estos recuerdos y pensé que tal vez podrían haber sido provocados por esta otra cáscara de banana que ahora tenía enfrente.
—¿Por qué la tiraste?
—Para que otro que pase no la pise y se resbale.
—Que se embrome. ¿Qué se te importa de los otros?
Al principio a mí me había dado fastidio. […] Pero este sentimiento me duró poco instantes, porque en seguida hice pie de nuevo y volví a sentir felicidad de pertenecer a esta especie de pandilla secreta cuya seña era tirar a la calle las cáscaras de banana. Otra vez que me encontré con una cáscara yo llevaba el uniforme de vanguardia. […] Desde lejos yo vi la cáscara amarilla en medio de la vereda. Aquel día estaba muy lejos de pensar que la cáscara de banana era algo dañino; ella con su color amarillo era muy simpática y además se prestaba para el ritual de mi pandilla secreta. No sé por qué, en vez de tirarla a la calle se me ocurrió tirarla en el campo de alfalfa; preparé el brazo para que la cáscara fuera lejos; pero después, cuando vi caer y desaparecer tan bruscamente aquel pedacito amarillo en aquel inmenso verde me quedé un poco triste; miraba el oleaje que hacía un poco de viento en el verde de la alfalfa y tenía cierta pena de pensar que aquella pequeña cáscara que hacía un instante había estado en mis manos y había sido un poco mía, hubiera tenido el destino, impuesto por mí, de ser tragada por aquel inmenso campo; además, ahora hubiera sido muy difícil saltar el alambrado y buscarla entre tanta alfalfa.
Me sorprendí mucho cuando me encontré con estos recuerdos y pensé que tal vez podrían haber sido provocados por esta otra cáscara de banana que ahora tenía enfrente.
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