domingo, 12 de octubre de 2014

Letras sin acordes #14: Giles Smith

Una de las mejores ideas que ha tenido la música pop 
ha sido no tener demasiadas ideas. 

La vida, para la mayoría de las personas, consiste básicamente en aceptar y aprender a tolerar el hecho de que jamás se cumplirán nuestros grandes sueños. Esta moraleja adulta y como de perro viejo y resabiado es la que se extrae tras la entretenidísima lectura de Lost In Music, del músico y periodista musical Giles Smith. En España acaba de editarse (Contra, 2014), pero hay que advertir que la obra se publicó por vez primera en 1995 en inglés. Así pues, las referencias musicales se quedan detenidas en ese punto de la historia, y más importante si cabe, las cogitaciones sobre los posibles formatos de audio, con sus ventajas y desventajas, llegan hasta el advenimiento del cedé, aquel ébola que amenazó la supervivencia del vinilo. Como cuenta el propio Smith en el epílogo escrito para la ocasión: 



Ahora [un amigo] me envía por correo electrónico un archivo comprimido o mp3 que luego descargo en mi biblioteca de iTunes desde Dropbox. Hace veinte años, esta frase habría resultado tan desconcertante que habría dado la impresión de haber sido escrita por alguien que hubiera apoyado el codo en el teclado.

Ese tono humorístico, inteligente, fino y sutil como sólo los británicos son capaces, recorre las trescientas páginas del libro, de manera que te tiene siempre la cara con una mueca sonriente puesta. A Smith le sirve, además, para despojarse de toda pose demasiado egocéntrica y quitarse importancia, la que de hecho nunca tuvo con sus The Cleaners From Venus junto a su amigo Martin Newell; unos rotundos perdedores. Lost in Music trata de cómo se relaciona con el mundo un fan del pop y cómo un día decide cruzar la línea y pasar al otro lado, al de los músicos; para su sorpresa, ambas vidas no son iguales, ni siquiera compatibles: o eres lo uno o eres lo otro, y duele comprobar que por muy fan que seas no sirves para crearla e interpretarla. Llegados a este punto, ¿quién de los traspasados por la música que esté leyendo estas líneas no se ha visto en esa tesitura, quién no ha fantaseado con tener un grupo y alcanzar la fama? (Gog ha de confesar algo: de adolescente soñó con tener un grupo llamado The Wrong ‘Em Boyo —como el tema de los Clash—, en el que cantaría en inglés y tocaría la guitarra mientras el mundo entero se rendía a sus pies.) 


El libro de Smith lo saboreará especialmente, pues, cualquiera que haya pasado horas rebuscando en cubetas polvorientas y reordenando su colección de discos con pulcritud de archivista, quien piense que a veces lo importante de un disco es tenerlo, no escucharlo, quien no pueda dejar de obsesionarse hasta dar con una canción que ha oído en alguna parte y de la que no sabe nada más, quien haya asistido a conciertos con diez personas en el público, quien preste más atención a cómo está dispuesto su equipo de audio que al nivel de aceite de su coche; en fin, las mil y una manías que suelen acompañar a los del pop y las inverosímiles que pueden llegar a hacerse por la causa. 

Libro divertido y enternecedor, tanto como lo es a veces mirarse en un espejo y reconocerse como lo que uno nunca será pero deseó ser.

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