En el libreto interior del cedé, el Sr. Chinarro dedica Ronroneando «A la crítica musical». No puede quejarse de ella, en los últimos tiempos la tiene unánimemente a favor.
El idilio viene de lejos; desde sus textos primerizos Antonio Luque, de acento jerezano y guasa sin guasa a flor de piel, no ha cesado de mostrar un universo poético peculiar, que ahora, menos críptico y revestido con un tempo musical más ajustado, goza de esos merecidos elogios.
El tema recurrente, como casi siempre en el pop, los amores reñidos, pero con sorna y talento para jugar con el lenguaje. Unas cuantas perlas literarias de Ronroneando:
Tímidos del mundo, uníos / un poquito de concentración. / Tímidos del mundo, uníos / que no pare la conversación.
Se dice que si uno no quiere / dos no se pelean. / Pero ha vuelto a pasar. / El bicho que te haya picado / bien merece un documental.
Hay hongos en las rebanadas / del pan nuestro que pedí para mañana. / Viviendo solo sólo leo fechas de caducidad.
Ni un beso más pequeño que el alfabeto Morse / cualquiera puede darlo desde entonces. / apaga y vámonos con la guitarra al porche. / Punto, raya y punto, buenas noches.
Allá donde estén las luces / está la sombra de las cosas.
Se dice que si uno no quiere / dos no se pelean. / Pero ha vuelto a pasar. / El bicho que te haya picado / bien merece un documental.
Hay hongos en las rebanadas / del pan nuestro que pedí para mañana. / Viviendo solo sólo leo fechas de caducidad.
Ni un beso más pequeño que el alfabeto Morse / cualquiera puede darlo desde entonces. / apaga y vámonos con la guitarra al porche. / Punto, raya y punto, buenas noches.
Allá donde estén las luces / está la sombra de las cosas.
Y es capaz de meter la expresión alfabeto Morse al final de un verso en un cuarteto memorable:
Ni un beso más pequeño que el alfabeto Morse
cualquiera puede darlo desde entonces.
Apaga y vámonos con la guitarra al porche.
Punto, raya y punto, buenas noches.
(Y puede verse la entrevista [y 2.ª parte] que le hizo Joaquín Reyes.)
¿Y este señor?:
Era el señor Chinarro, el hombrecillo al que los payasos de la tele le hacían la vida imposible.
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