miércoles, 15 de septiembre de 2010

A mí no hace falta que me cambies el plato #6 // ...Y ellos se juntan #23: Sonia Pulido & Pere Joan

Gog no es muy ducho (aunque sí muy limpio) en el mundo de las historietas dibujadas. Al parecer lo que para él toda la vida ha sido «el cómic», ahora se llama novela gráfica. O al menos parece que hay algún distingo entre aquel y esta.

Así las cosas, Duelo de caracoles (Sinsentido, 2010) es una novela gráfica. Las ilustraciones (la narración dibujada) son obra de Sonia Pulido y el texto (la narración escrita) de Pere Joan.

Gog no es muy ducho (aunque sí muy limpio) en la penetración de una obra de este estilo, pero se atreve a opinar que la parte de la narración ilustrada destila calidad, y le llama la atención la cantidad de perspectivas diferentes que desarrolla, si es que esto se puede decir así.

La historia es muy simple: un grupo de amigos treintañeros se reúnen en una casa a comer una caracolada (no puede ser más catalán el asunto gastronómico). Bueno, en realidad, se reúnen a comer sus dos buenos perolos rebosantes de caracoles, cada uno de ellos preparados por manos cocineras diferentes, a ver cuál sabe mejor. Comen, beben, hablan, y dan un paseo por la playa tras la sobremesa. En los diálogos se pronuncian sentencias bastante agudas:

Jamás como placenteramente cuando estoy solo.

La mesa puesta parece un campamento abandonado y habitado a la vez.

El humor, así, en grupo, es como un magma, un líquido que une lo propio con lo ajeno, una forma de contemporizar y, a veces, de esconder lo íntimo… o mostrarlo vestido de risas.

Somos esclavos de nuestros órganos. Ese sistema, esa ciudad orgánica (…), bien pensado, niega nuestra libertad individual, pues no somos más que la suma de esos órganos funcionando conjuntamente.

El sidecar, a medio camino entre el individualismo de la moto y el gregarismo y la magnitud excesiva del coche, es el cruce tranquilo entre una moto y un sillón orejero.

Para aquel que guste, en el libro se incluye una receta para preparar caracoles. Gog, que sí es algo más ducho (además de limpio) en cosicosas culinarias, no se muestra muy partidario de seguirle el rastro a este plato, porque tiene más de hurgar que de comer. Y porque eso no es ni carne ni pescado.

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