martes, 29 de octubre de 2013

Sales en mi canción #70: Lou Reed

He aquí algunas canciones que citan a Lou Reed, a sus compañeros de correrías y a la propia Velvet Underground

> Paraíso: «Y al final (Carolina)»
Y el común amigo Lou Reed no se come con ketchup, 
hasta ahí podríamos llegar



> Os Resentidos: Adrede
Se visitas Nova York, pregunta por Lou Reed  

> Christina y Los subterráneos: «Tú por mí»
Hasta Lou Reed se pasea con traje 
Y llama a su novia desde el hotel


> Domingo y los Cítricos: «Lou Blades & Ruben Reed»
Lou Blades y Ruben Reed 
se dieron un paseo por el camino salvaje 
y entre borrachos y entre navajas 
se cantaron un sarao.
[…] 
¡Ay, Rubén, ven! ¡Ay, Lou, Lou, Lou! 

> A Las Vulpess no les caía muy bien a tenor de lo que chillaban en Me gusta ser una zorra (Gracias a Evaristo Aguirre por la aportación.)
Quiero meter un pico en la polla 
a un cerdo carroza llamado Lou Reed

> Una Sonrisa Terrible: Valencia
Esto es Valencia, esto no es Nueva York,
No conocemos a Lou Reed

> Los Ginkas: «Autodeficiencia» (el guiño a Parálisis Permanente es muy claro)
Me miro en el espejo y soy Lou Reed 

> Pink Grease le dedicaron toda una «Lou Reed». 

> Su nombre también aparece en un par de temas de esos con una larga enumeración de artistas: 

LCD Soundsystem: Losing My Edge 
Attack Decay: Rockin' Rock 

> Y de una forma indirecta, Spacemen 3 con The Ode of Street Hassle, en la que canta Jason Pierce como el mismísimo Reed. (Quede esta como representación de todas esas otras en cuya letra hay algún guiño a canciones de Reed & Cia., pero el concepto de esta sección del blog es recoger sólo citas literales de nombres propios.)

> Television Personalities lo citan como «Mr. Reed» y a continuación a la Velvet Underground en el estribillo de Velvet Underground (es difícil sacar la letra de oídas). 

> Sin embargo, los también neoyorquinos Tom Tom Club citan a The Velvet Underground y a John Cale, pero no a Reed, en Downtown rockers

I can't stand the sound of the Velvet Underground 
White Light, White Heat

> Por último, a la baterista de la banda, The Jesus & Mary Chain le dedicaron Moe Tucker.

domingo, 27 de octubre de 2013

A mí no hace falta que me cambies el plato #45 // Debut #79: vàlius

Al ver la portada del álbum de debut de vàlius, le ha venido a Gog a la memoria aquella otra de Fire Engines para Lubricate Your Living Room (1980). Sandwich de tomate, jamón y queso en aquella de 1980; bocata de jamón y queso en esta de 2013. Frenesí de guitarras nervudas y discordantes, y percusiones tribales en los ingleses; pop acelerado y también algo frenético en los catalanes. 



Gerard Segura y Pol Serrahima no necesitan más que una guitarra eléctrica y una batería para armar esta jarana sónica. Resulta realmente estimulante entrever en su música cierto toque Beat Happening, cosa de agradecer siempre. Aunque hay algún medio tiempo en Escola (The Indian Runners), sin duda mejoran mucho cuando meten una marcha más, con dos momentos especialmente atinados: «Mai» y «Kim», dedicada al dictador norcoreano. Menos afortunado es el tema inicial (¿por qué no se dejó para el final o para alguna cara B?), donde parecen unos Pogues a la catalana que a Gog le eriza los nervios. 




Si se va a escuchar Escola a través de un iPod o similar, o tema a tema en su bandcamp, podrá verse que la ilustración de la portada cambia con cada canción, de modo que el conjunto queda como uno de esos menús con fotos en bares y restaurantes para guiris.

viernes, 25 de octubre de 2013

Género chico #51 // Imposturas #11


En un acto a caballo entre la impostura, el tributo y el pirateo, ha nacido Jaime Records, que acaba de reeditar un 7’’ con cuatro temas de Barbara Lynn, una de las principales artistas de Jamie Records en los años sesenta. Una pequeña, mínima, alteración en el orden de las letras, pero una copia en toda regla en lo que hace a tipografía, logo y diseño en general para una edición que tiene pinta de ser un bootleg. El asunto llega a estos extremos: 




En cambio, el contenido, esos cuatro temas de la bárbara Barbara Lynn, es inimitable. A dos temas por cara, todos ellos estaban en su primer LP, You’ll Lose a Big Thing (Jamie, 1962), y tres de ellos nunca habían sido editados a 45 rpm. En la cara A, «Teen age Blues», con batería galopante, saxo desmelenado y voz portentosa montándose un triángulo rítmico orgiástico. Y Second Fiddle Girl, la única de las cuatro piezas que apareció como single en Jamie Records, en 1963; no sólo es uno de esos perfectos medios tiempos de los que Lynn dominaba, sino que es un tema de early soul que rebosa clase a chorros. 


En la cara B, dos cortes muy diferentes. You Don´T Sleep At Night es rhythm & blues de manual; en él también suena el saxo de Lloyd Toups, y la técnica rítmica de Lynn a la guitarra lo sigue retozona y bulliciosa. Dina And Petrina, con raíces en los años cincuenta y el doo-wop, es otra demostración de la versatilidad de Lynn. 

Not crying anymore!

miércoles, 23 de octubre de 2013

La banda sonora de un libro #15: Fiebre en las gradas, de Nick Hornby

Tener facultades críticas es algo terrible. A los once años no había películas malas, sólo había películas que no me apetecía ver; no había comidas malas, sólo coles de Bruselas y berzas; no había libros malos, pues todo lo que leía era estupendo. De repente, me levanté de la cama un día cualquiera y todo había cambiado. (…) Desde aquel momento y en lo sucesivo, el placer ha sido algo mucho más huidizo. 

La pasión, entendida como una afición vehemente a algo, es vuelo y es cadena. Por una parte nos libera, nos eleva cuando saca de nuestro interior toda esa energía exaltada; por otra, nos hace prisioneros, nos amarra a ella, nos esclaviza y tiraniza. 

Que se le conozcan, el escritor inglés Nick Hornby tiene dos inmensas pasiones: la música y el fútbol. De la primera de ellas ha dado buena cuenta en bastantes ocasiones, y en cuanto puede, como se verá aquí más adelante, hace referencia a ella. La segunda, su amor ciego por el equipo del Arsenal y por el fútbol en general, la describió en su autobiografía Fiebre en las gradas (Anagrama, 2008; la edición original es de 1992). En ella Hornby relata, con la amenidad y facilidad que le caracterizan, en qué momento se produjo ese flechazo obsesivo suyo y cómo, desde entonces, toda su vida ha girado alrededor del fútbol, hasta el punto de que algunos de los momentos más importantes de su vida están asociados inevitablemente a algún episodio futbolístico que conserva en su memoria de hincha irredento. Sin duda, se trata de un libro que disfrutará mucho más el lector que esté un poco versado en el juego del balompié. Con todo, resulta muy interesante la radiografía que traza de los entresijos deportivos y sociales relacionados con el fútbol y, sobre todo, la defensa lúcida y sentida que hace de una devoción muchas veces malentendida por el público ajeno a este deporte. El fútbol tiende a asociarse con la idea de que los seguidores son una panda de descerebrados, seres embrutecidos, vándalos de lo peor, y que los campos son «un agujero infecto en el que habita la escoria de la sociedad», cuando la realidad es que entre esos mismos seguidores hay médicos, profesores, contables... El fútbol está demonizado por culpa de cuatro bárbaros y unos medios de comunicación que a base de sobreexposición termina agotando la paciencia de muchos. Y a estos detractores habría que decirles que sus constantes quejas y plañidos cada vez que hay jornada futbolera resultan tan cansinos si no más. 

El conocimiento musical de Hornby también aparece entreverado entre las páginas de esta obra. Son breves referencias, muy tangenciales respecto a la línea argumental, y no en todos los casos significa que le gusten esas bandas mencionadas. Lo más curioso es que a medida que avanza el libro, y con él la edad del autor, las referencias musicales van disminuyendo, como si el hecho de cumplir años conlleve la mengua de la capacidad para emocionarse con las novedades musicales, de modo que ya no se quedan marcadas las canciones con la misma intensidad que en la juventud. Esa es la razón primordial que nos lleva a creer que la música que se hacía en nuestra época era muchísimo mejor que la que se hace en el presente. Aquí Hornby únicamente cita tres álbumes: II de Led Zeppelin, el debut de los Ramones y Singles. Going Steady de los Buzzcoks, y un tema en concreto —«Sailing», de Rod Stewart, otro gran futbolero, que incluso llegó a comprarse un equipo—, así que a excepción de este, los temas de la lista de reproducción de abajo están seleccionados por Gog, atendiendo, eso sí, a la época en que están referidos los artistas; por ejemplo, el Van Morrison de finales de los 70 no el de los 90. El orden de la lista sigue escrupulosamente el orden de aparición en el libro. Faltan los de Led Zeppelin, Beatles y King Crimson porque el servicio en streaming utilizado no los tiene. Para bien o para mal, así es como queda una posible banda sonora de Fiebre en las gradas:

domingo, 20 de octubre de 2013

Las nuevas aventuras del llanero solitario #33 // Faropedia #18: Lightships

No hay nada más triste que los caballitos pony… y los naufragios. Conviene a las embarcaciones no acercarse demasiado a la costa en noches tormentosas y de luna cerrada, y si se aproximan, que sea guiadas por la linterna amable de un faro o, en su lugar, de la de un buque-faro que se halle fondeado en la zona. 

Si hablamos de cuestiones musicales, Teenage Funclub han sido un faro al que seguir en el indie pop de guitarras durante las últimas décadas. Sus miembros, además, han colaborado con multitud de bandas y se han embarcado en otros proyectos más personales. Sin embargo, su bajista, Gerard Love, ha esperado hasta hoy para desarrollar su propio mundo, y lo ha hecho bajo el nombre de Lightships, palabra mucho más sonora y ensoñadora que nuestro buque-faro


En Electric Cables (Geographic/Domino, 2012) le acompañan otros ilustres del pop británico: Dave McGowan a la guitarra; Brendan O’Hare, de Teenage Fanclub, a la batería; Bob Kildea, de Belle & Sebastian, al bajo; y Tom Crossley, de los reivindicables International Airport, a las flautas. Precisamente este instrumento tiene un protagonismo especial en el álbum, y el delicado sonido que extrae Crossley de él sirve para construir a su alrededor esta decena de piezas cálidas, luminosas y limpias como un bosque recién llovido. Y es que parece que Love haya querido musicar aquella Arcadia bucólica y pastoril por la que Pan tocaba su zampoña, correteando semidesnudo por campos floreados y preñados de sol; títulos como «Every Blossom», «Girasol», «Sunlight To The Dawn», «Photosynthesis», «The Warmth of the Sun» lo sugieren. Aunque todo apunta a que ese sol, esa cálida luz, no sea sino una añoranza y una forma de ocultar el invierno de nuestro descontento y con él una vida que se nos escapa con el paso de los años: Chances we won’t see the sun / Until de birds and blossoms have returned / I feel the cold air arriving / and this winter life could bring us closer.

martes, 15 de octubre de 2013

Imposturas #10: The Scantharies

 

En esa especie de big bang insular que compone buena porción de Grecia, sólo la isla de Evia está unida a la parte peninsular por un puente. La construcción de esta estructura data de 1993, y como la cronología es inflexible, es evidente que por allí no fue por donde The Beatles pasaron a la isla en su famosa visita a finales de los años sesenta. Aquella estancia en la isla de los cuatro Escarabajos resultó ser el chispazo definitivo que motivó que cuatro jóvenes nativos de Eretria, la capital de Evia, formaran poco después The Scantharies (σκαθάρι en griego, palabra que, claro está, hace referencia al mismo insecto que beatle en inglés). Eso sí, The Scantharies no serían una banda tributo, sino que desarrollarían su propia personalidad a través de un garaje rock exclusivamente instrumental. Además, el propósito era que el sonido de The Scantharies mutara desde ese garaje instrumental a otro más abierto y experimental que absorbiera diversas influencias musicales. 

Andy Dragazis es griego y vive a caballo entre Eretria y Londres; además de ser músico y productor, tiene una imaginación viva y calenturienta. De ella ha nacido toda la ficción que acaba de narrarse, a excepción del verídico viaje de los Beatles a su lugar de origen (se cuenta que incluso habían planeado comprar una isla griega para ellos), y es con la que ha vestido su proyecto de The Scantharies. Musicalmente la banda practica ese garaje instrumental de sabor sesentero descrito más arriba, y que puede disfrutarse en el álbum homónimo publicado por Memphis Industries en diciembre de 2012, lo cual hace que casi pueda considerarse un trabajo de este año. 


Tras una breve intro, aparecen seguidas dos piezas tensadas a base de Fender fuzz, que nos retroaen de inmediato a otra época. «The Start» es, sencillamente, fascinante:



A continuación, las florituras electrónicas con que se abre «The Bear» nos hace recordar a Joe Meek. Y quien escuche suelta «What The Gods Want, The Gods Get» pensará que se trata de la música para los créditos de algún reputado spaguetti western. Poco a poco se irá introduciendo una cierta oscuridad en los sucesivos cortes, y hasta el órgano de «Advance! Forward!» suena con un poso sombrío, y en «Hip Messiah» es directamente lúgubre. 

Muy conseguido y muy recomendable caso de arte imitando al arte. 

jueves, 10 de octubre de 2013

Strano mondo di tanti nomi #26: Cómo Vivir En El Campo

En cuestiones artísticas, ni todo vale ni todo es una basura. Sin embargo, ante la novedad, está o quien aplaude la vulgaridad más zafia o quien censura cualquier asomo, en una dicotomía intransigente y áspera. Todo cuanto suponga un esfuerzo creativo por sí solo debería merecer, al menos, una consideración; después vendría un juicio crítico del que se entresacarían las propuestas valiosas y se desecharían las tomaduras de pelo. Hay que expurgar, pero con discernimiento. 

Salen a flote estas reflexiones porque se viene observando últimamente, a raíz de la eclosión del actual movimiento más underground e independiente patrio, vítores y vituperios a partes iguales, guerracivilismo sin término medio. Antes que nada, parece incuestionablemente positivo que haya ganas de crear entre las nuevas generaciones y que de hecho estén creando, que se haya formado una cantera, una escena. Luego se verá qué es lo que consigue sobrevivir y qué no. 

Esta nueva hornada tiene su campamento base en la red —bandcamps principalmente—, y algunos de los grupos han conseguido lucir algún tema en vinilo a través de los recopilatorios que publica periódicamente La Fonoteca desde 2011, su principal rastreador, en Madrid y Barcelona. (Un monumento y una lluvia de subvenciones es lo que debería recibir esta web por su ingente labor archivera del patrimonio musical español.) Y cuando los grupos publican, suelen hacerlo en formato de vinilo o casete en autoediciones o en minúsculos sellos independientes, a los que también habría que poner otro monumento. 

De entre este centenar (por dar una cifra) de grupos y grupúsculos, algunos más efímeros que los días de una mariposa, lo cual está muy en consonancia con estos tiempos vertiginosos, uno de los proyectos más sólidos y descollantes parece ser el del trío madrileño Cómo Vivir En El Campo (CVEEC). Con varios cedés autoeditados y un tema en el volumen Madrid está helado (La Fonoteca, 2012), el sello Discos Calabaza les publicó su álbum homónimo en 2012. A cinco temas por cara, desarrollan un radiante trenzado de guitarras acústicas y eléctricas alrededor de unas letras interesantes y cuidadas, de apariencia cotidiana pero con cierto poso. De hecho, la letra de «Moderna» pertenece al poeta Ángel Guache. Y la línea «volvedme veneno porque se muera al comerme» es un remedo de un verso de Lope de Vega de su poema «El amor enamorado». 

Un primer corte muy próximo al noise, con un parapapeo luminoso, ya arrebata. Y encima le sigue uno de los mejores temas que se han compuesto por aquí en el último lustro, «Por todas partes»: 

Estás por todas partes, como el hierro y el latón
Por todas partes, sin llegarlo a parecer 
Y basta con un instante, como el cielo y el dolor 
que nos separa y que nos hace desiguales


Un poco más allá, «Amor y pedagogía», pop soleado con aires sesenteros. Cierra la primera cara la simpática «Moderna», la historia de una chica que lleva tatuada una pierna, tiene espíritu barroco y sale con un marciano. Más oscura, como cuando se tienen nubarrones en el ánimo, «No tenían aspirinas así que traje cigarrillos», con unos punteos de guitarra diáfanos. Y si queremos seguir hablando de guitarras, «Escándalo en la montaña» es otro ejemplo de cómo tratarlas. 

¿Será CVEEC una de las bandas que permanezca y deje huella? Se verá; mientras, se disfrutará.

martes, 8 de octubre de 2013

Parecidos razonables #24: Sébastien Tellier y Demis Roussos

Sébastien Tellier cada día se parece más a un Demis Roussos con ojos claros. Hasta gasta unos ropajes estrafalarios parecidos. Ambos podrían considerarse dentro del mismo saco general de la canción melódica, aunque el francés es un punto más rijoso que el griego. 


Tellier acaba de adelantar una canción de lo que será su eminente nuevo álbum. «L’amour naissant» es una preciosidad de tema, con una rica orquestación conducida por un piano y arropada por suaves violines, y que vuelve a llevar a la chanson francesa a altísimas cotas musicales.

viernes, 4 de octubre de 2013

Debut #77: Fear of Men y Golden Grrrls

Fear of Men y Golden Grrrls son dos bandas actuales que comparten un puñado de particularidades. Los nombres de ambas bandas hacen referencia a la condición del género; prima la perspectiva femenina en el concepto, aunque en los grupos hay chicos y chicas. Las dos bandas son de Gran Bretaña (Btighton y Glasgow, respectivamente) y acaban de publicar sus álbumes de debut, de menos de treinta minutos de duración cada uno; con voz principal femenina, practican un indie pop también con bastantes similitudes, con un poso más ensoñador por parte de Fear of Men y más acelerado y un punto más casero los de Glasgow. Pero quitando esa tendencia atmósferica en unos y una mayor crudeza en los otros, los dos casos conforman un festival de indie pop de guitarras como sólo en aquella isla saben hacerlo. Rasgueos chispeantes, temas radiantes, hits inmediatos… 

 


Fear of Men es la extensión musical de Jessica Weiss, persona leída e ilustrada y que había comenzado componiendo piezas ambientales para cortometrajes. A su alrededor, Daniel Falvey (guit.), Alexandra Flynn-O'Neill (bajo) y Michael Miles (bat.). El álbum se titula Early Fragments (Kanine, 2013); la edición en vinilo es de un precioso color mármol.



Golden Girrrls son un trío: Rachel Aggs (voz y guit.), de pelo crespo y acaracolado, Ruari MacLean (guit. y pone voz en casi todos los temas) y Eilidh Rodgers (bat.). El álbum se titula We’ve Got… (Slumberland, 2013). 



martes, 1 de octubre de 2013

Discos con portada con discos #62 // Sales en mi canción #68

Chance tiene pinta de ser uno de esos nombres propios amigables, cordiales, acogedores, de los que hacen que alguien nos caiga bien de inmediato. Algo así como Lucas en nuestro idioma. ¿Hay alguien a quien le caiga mal un tipo que se llame Lucas? Chance Martin, desde luego, parece ser un tipo amigable, cordial y acogedor, una de esas personas con una aureola que le abre paso allá donde va. En Nashville, al menos, lo saben. 

Su historia comienza unida a la de un hombre mítico: Johnny Cash. En 1969, con 23 años, se presentó en las oficinas de la ABC para una entrevista de trabajo. Le contrataron para echar una mano en el programa The Johnny Cash Show y al poco ya era su mano derecha y confidente, y más tarde sería su director de escena durante las giras. Por su parte, Cash le correspondió siendo su amigo y mentor, incluso llegó a regalarle su guitarra, con la que Martin compuso la primera canción de su vida, «Loser Till You Win». 



A los 31 años decidió dar un paso adelante e independizarse. Había conseguido sacar un par de singles —«Mr. Freedom Man» y «Too High To Land», publicados por The House of Cash—, pero era el momento de intentar grabar un álbum completo junto a sus colegas Steve (Hutchinson), Michael (Scinta), Jimmy (Rogers) y Donnie (Mooney), con quienes pasó los siguientes cinco años en una especie de club clandestino llamado Dead End que construyó en casa de sus padres, en un fondo de saco al sur de Nashville, desparramando y componiendo y grabando durante horas lo que al final resultaría ser In Search (1981). Por Dead End pasaron a divertirse eminencias del country como Tanya Tucker o Carl Perkins; con este terminó una noche de farra en un disco bar, consecuencia de lo cual surgió la inspiración para «Sunn of Gunn», una alunada y paranoica pieza de algo así como southern fried disco, entremezclada con «Peter Gunn». 


Chance, mientras, se ganaba la vida de mil formas posibles. Ya sabemos que era un personaje muy conocido de Nashville; pocos habría que no lo conocieran y que él no conociera, así que nunca le faltó trabajo, bien como técnico en conciertos de grandes estrellas —incluso ayudó a descargar los 18 camiones con los que se presentó Ted Nugent— o en películas que se rodaban en la ciudad, por ejemplo, The Last Days of Frank & Jesse James, con sus amigos Cash y Kristofferson, como ya había hecho tiempo atrás con Robert Altman en Nashville (1975). Se amistó con los hermanos Allman, Ozzy Osbourne le conminó a que destrozara su vestidor, jugó al golf con Alice Cooper y al frisbee con un chavalín llamado Michael Jackson… 

Y por fin en 1981 vieron la luz mil copias de In Search, prensadas y distribuidas por su propia compañía, Macho Records. Mil copias que ni siquiera dejaron una pequeña huella en aquel tiempo. Escuchándolo hoy día resulta muy evidente que, por sonido, no se corresponde con la fecha de publicación. El resultado fue un cóctel de rock progresivo, funk a lo blaxploitation, free jazz, alucinados e impecables solos de guitarra (los del misterioso Mooney, al que no se le conoce otro oficio ni beneficio), rock sureño y toda una pirotecnia sonora propia de gente como Frank Zappa, Captain Beefheart o Funkadelic. En cualquier caso, exhala libertad a raudales, una libertad alocada, sin cortapisas creativas internas o externas, de inspiración desbordada, toda la imaginería y obsesiones de Chance reconcentradas en un sonido que surge, como se ha dicho, «imponente, agresivo, descaradamente masculino». 


Este año lo ha reeditado Paradise of Bachelors, en vivilo y en cedé, con un jugoso y extenso libreto en el que el propio Chance cuenta su historia con bastante desparpajo. Cualquiera de los trece temas del álbum tienen algo que merezca la pena ser reseñado, aunque sólo sea a manera de arqueología musical. El primero, «High Test», termina con el taconeo de su novia de entonces camino del cuarto de baño del estudio y la puerta de ese excusado cerrándose. Le sigue «Love By Chance», cantada por las voces femeninas del dúo Mystique, que en realidad eran dos recepcionistas negras de un estudio de televisión, pero que asombraron a Chance con esa interpretación entregada y arrebatada tan convincente. La flauta que suena en ese mismo tema era una pequeña flauta de plástico color naranja, típica de Halloween, que era la época en que se estaba grabando el tema y que le había dado una niña. Cuatro cortes más allá, cierra la primera cara «Don’t Cry Wolf», tema de rock sureño instrumental, a excepción de los gritos iniciales, con los que Chance estaba intentando imitar la voz de David Lee Roth, a quien él mismo le había preguntado en cierta ocasión cómo conseguía sacar ese sonido de sus cuerdas vocales. 

Dejó para la cara B aquellos dos singles que ya tenía publicados (¿son dos de los que salen en la portada?) y las que fueran sus primeras composiciones, la ya mencionada «Loser Till You Win» preciosa, sentida y profunda y «Dusty Roads of Yesterday». Con «Mr. Freedom Man» los degustadores de los solos de guitarra eléctrica se sorprenderán y maravillarán con las habilidades técnicas de ese desconocido pero brillante guitarrista que fue Don Mooney. En medio, «Dead Medley», en recuerdo de los artistas más admirados de Chance, con esa voz suya a medio camino entre el aullido de un lobo y el silabeo arenoso de un predicador: 

Waylon [Jennings] you’re the one, that’s ready for the country 
While Cash Walks the line… Elvis is 2001 
Roy [Orbison] the Big “O”, is number one in England. 
(…) 
Buddy Holly singing, that’ll be the day you day 
Hank Williams is so lonesome 
(…) 
Jimmie Hendricks kissed the sky 
Willie [¿Nelson?] made those blue eyes cry 
Cancel my subscription to the Rolling Stone 
[remedo de «cancel my subscription to the resurrection» de los Doors] 
Alice Cooper lived in a detention home 
(…) 
Jim Morrison hit the big time, then closed up the Doors 
Another star is born. Kris [Kristofferson] had them singing 
(…) 
Joplin slid in, in a Mercedes Benz 

En fin, no se dirá aquí que estamos ante un tesoro escondido que todo el mundo debiera descubrir, pero sí que se trata de un álbum curioso e interesante, sobre todo para quienes les guste indagar en pos de rarezas de otra época. 

Loser Till You Win

Too High To Land