martes, 1 de octubre de 2013

Discos con portada con discos #62 // Sales en mi canción #68

Chance tiene pinta de ser uno de esos nombres propios amigables, cordiales, acogedores, de los que hacen que alguien nos caiga bien de inmediato. Algo así como Lucas en nuestro idioma. ¿Hay alguien a quien le caiga mal un tipo que se llame Lucas? Chance Martin, desde luego, parece ser un tipo amigable, cordial y acogedor, una de esas personas con una aureola que le abre paso allá donde va. En Nashville, al menos, lo saben. 

Su historia comienza unida a la de un hombre mítico: Johnny Cash. En 1969, con 23 años, se presentó en las oficinas de la ABC para una entrevista de trabajo. Le contrataron para echar una mano en el programa The Johnny Cash Show y al poco ya era su mano derecha y confidente, y más tarde sería su director de escena durante las giras. Por su parte, Cash le correspondió siendo su amigo y mentor, incluso llegó a regalarle su guitarra, con la que Martin compuso la primera canción de su vida, «Loser Till You Win». 



A los 31 años decidió dar un paso adelante e independizarse. Había conseguido sacar un par de singles —«Mr. Freedom Man» y «Too High To Land», publicados por The House of Cash—, pero era el momento de intentar grabar un álbum completo junto a sus colegas Steve (Hutchinson), Michael (Scinta), Jimmy (Rogers) y Donnie (Mooney), con quienes pasó los siguientes cinco años en una especie de club clandestino llamado Dead End que construyó en casa de sus padres, en un fondo de saco al sur de Nashville, desparramando y componiendo y grabando durante horas lo que al final resultaría ser In Search (1981). Por Dead End pasaron a divertirse eminencias del country como Tanya Tucker o Carl Perkins; con este terminó una noche de farra en un disco bar, consecuencia de lo cual surgió la inspiración para «Sunn of Gunn», una alunada y paranoica pieza de algo así como southern fried disco, entremezclada con «Peter Gunn». 


Chance, mientras, se ganaba la vida de mil formas posibles. Ya sabemos que era un personaje muy conocido de Nashville; pocos habría que no lo conocieran y que él no conociera, así que nunca le faltó trabajo, bien como técnico en conciertos de grandes estrellas —incluso ayudó a descargar los 18 camiones con los que se presentó Ted Nugent— o en películas que se rodaban en la ciudad, por ejemplo, The Last Days of Frank & Jesse James, con sus amigos Cash y Kristofferson, como ya había hecho tiempo atrás con Robert Altman en Nashville (1975). Se amistó con los hermanos Allman, Ozzy Osbourne le conminó a que destrozara su vestidor, jugó al golf con Alice Cooper y al frisbee con un chavalín llamado Michael Jackson… 

Y por fin en 1981 vieron la luz mil copias de In Search, prensadas y distribuidas por su propia compañía, Macho Records. Mil copias que ni siquiera dejaron una pequeña huella en aquel tiempo. Escuchándolo hoy día resulta muy evidente que, por sonido, no se corresponde con la fecha de publicación. El resultado fue un cóctel de rock progresivo, funk a lo blaxploitation, free jazz, alucinados e impecables solos de guitarra (los del misterioso Mooney, al que no se le conoce otro oficio ni beneficio), rock sureño y toda una pirotecnia sonora propia de gente como Frank Zappa, Captain Beefheart o Funkadelic. En cualquier caso, exhala libertad a raudales, una libertad alocada, sin cortapisas creativas internas o externas, de inspiración desbordada, toda la imaginería y obsesiones de Chance reconcentradas en un sonido que surge, como se ha dicho, «imponente, agresivo, descaradamente masculino». 


Este año lo ha reeditado Paradise of Bachelors, en vivilo y en cedé, con un jugoso y extenso libreto en el que el propio Chance cuenta su historia con bastante desparpajo. Cualquiera de los trece temas del álbum tienen algo que merezca la pena ser reseñado, aunque sólo sea a manera de arqueología musical. El primero, «High Test», termina con el taconeo de su novia de entonces camino del cuarto de baño del estudio y la puerta de ese excusado cerrándose. Le sigue «Love By Chance», cantada por las voces femeninas del dúo Mystique, que en realidad eran dos recepcionistas negras de un estudio de televisión, pero que asombraron a Chance con esa interpretación entregada y arrebatada tan convincente. La flauta que suena en ese mismo tema era una pequeña flauta de plástico color naranja, típica de Halloween, que era la época en que se estaba grabando el tema y que le había dado una niña. Cuatro cortes más allá, cierra la primera cara «Don’t Cry Wolf», tema de rock sureño instrumental, a excepción de los gritos iniciales, con los que Chance estaba intentando imitar la voz de David Lee Roth, a quien él mismo le había preguntado en cierta ocasión cómo conseguía sacar ese sonido de sus cuerdas vocales. 

Dejó para la cara B aquellos dos singles que ya tenía publicados (¿son dos de los que salen en la portada?) y las que fueran sus primeras composiciones, la ya mencionada «Loser Till You Win» preciosa, sentida y profunda y «Dusty Roads of Yesterday». Con «Mr. Freedom Man» los degustadores de los solos de guitarra eléctrica se sorprenderán y maravillarán con las habilidades técnicas de ese desconocido pero brillante guitarrista que fue Don Mooney. En medio, «Dead Medley», en recuerdo de los artistas más admirados de Chance, con esa voz suya a medio camino entre el aullido de un lobo y el silabeo arenoso de un predicador: 

Waylon [Jennings] you’re the one, that’s ready for the country 
While Cash Walks the line… Elvis is 2001 
Roy [Orbison] the Big “O”, is number one in England. 
(…) 
Buddy Holly singing, that’ll be the day you day 
Hank Williams is so lonesome 
(…) 
Jimmie Hendricks kissed the sky 
Willie [¿Nelson?] made those blue eyes cry 
Cancel my subscription to the Rolling Stone 
[remedo de «cancel my subscription to the resurrection» de los Doors] 
Alice Cooper lived in a detention home 
(…) 
Jim Morrison hit the big time, then closed up the Doors 
Another star is born. Kris [Kristofferson] had them singing 
(…) 
Joplin slid in, in a Mercedes Benz 

En fin, no se dirá aquí que estamos ante un tesoro escondido que todo el mundo debiera descubrir, pero sí que se trata de un álbum curioso e interesante, sobre todo para quienes les guste indagar en pos de rarezas de otra época. 

Loser Till You Win

Too High To Land

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